Tenemos semana feminista: el 8
de marzo, día de la mujer, no sería tan antipático si fuera simplemente eso, un día dedicado a la mujer, en vez de ser como es uno de los días internacionales contra el varón -otro es el día contra la "violencia de género" o algo así- en el cual se
intensifica la avalancha de impúdicas falsedades, manipulaciones y
lavado de cerebro por parte del feminismo mundial. Una de las fechas que las hembristas aprovechan para introducir nuevas iniquidades, esparcir a manos llenas sus mentiras y sus risibles estudios y estadísticas manipuladas para demostrar que las mujeres son mejores en todo.
Si tengo tiempo quizás dedique un artículo a ello esta semana, pero el tema de hoy es más puntual: el
sentido feminista –o femenino- de la
justicia.
Los aforismos de Schopenhauer sobre la mujer son a veces excesivos, pero seguramente
constituyen, aunque no se esté de acuerdo con todo, una saludable lectura y una
excelente desintoxicación mental en estos tiempos de adoctrinamiento hembrista.
En uno de ellos notas afirma que el defecto fundamental de la mujer es la injusticia.
¿Tenía
razón el filósofo alemán? ¿Son sus palabras excesivas e injustas? ¿Hay mujeres
con sentido de la justicia?
Seguramente
las habrá. Nunca se puede generalizar del todo.
No sé si la opinión del filósofo sobre las mujeres de hace siglo y medio era correcta o no, pero lamento decir que la realidad nos demuestra que, cuando se trata de ciertos temas, las mujeres de hoy en día con algo que se
parezca al sentido de la justicia son más bien pocas, o en todo caso si son muchas lo esconden muy bien y se callan cuando les conviene. Lo que no hace más que confirmar la tesis. Y la mayor parte de
los hombres, por su parte, no son capaces de oponerse a iniquidades manifiestas
cuando éstas se presentan como defensa de los derechos de la mujer.
Evidentemente el hombre medio actual tiene una especie de zona de sombra y un
bloqueo mental en su cerebro, implantado por el feminismo, o en el mejor de los
casos si comprende la situación no se atreve a hablar.
Hace
tiempo, como desgraciadamente sabemos, que la presunción de inocencia para los
hombres no existe -y no sólo en nuestro país- cuando se trata de un delito contra la mujer,
real o inventado por las feministas. El ejemplo más sangrante es la odiosa ley
inspirada por el odio antimasculino y conocida como Ley de Violencia de Género,
pero en general, cuando una mujer acusa a un varón, cada vez menos vale el principio de que a una
persona de la debe considerar culpable y debe ser castigada sólo cuando una
sentencia judicial así lo establece. Principio del cual sigue que
nadie debe ser encarcelado hasta que se haya dictaminado que es culpable,
excepto si hay razones particulares que lo justifiquen.
Pensábamos que estas cosas estaban establecidas y eran parte de nuestra cultura hasta que llegaron las feministas. Cuando está por medio de alguna
manera el tema del sexo las mujeres, enardecidas y con el ánimo inflamado por
las susodichas, se comportan como una lobby
sin distinción de clases sociales o partidos políticos, siguiendo los criterios
de la lucha de clases en vez de criterios de justicia.
Además de la trágica leyezuela mencionada antes, podemos
recordar infamias jurídicas por directiva europea, como la inversión de la carga de la prueba para
un hombre acusado de molestias: es el acusado quien debe demostrar que es
inocente. Molestias que por lo demás –aberración jurídica al cuadrado- no se
definen claramente y pueden ser cualquier cosa que la mujer entienda como tal.
A
veces se reconoce el problema de las falsas acusaciones, en el campo mencionado
y sobre todo en el de la violencia de género.
Normalmente feministas y hombres domesticados niegan que haya denuncias falsas,
pero cuando se dignan reconocer que alguna puede existir lo hacen lamentándose
de que esto es una injusticia porque quita credibilidad al testimonio de las
víctimas reales.
Este
punto de vista naturalmente es tendencioso y digno ejemplo del sentido de la
justicia feminista, de un condicionamiento mental profundo de la sociedad, que lleva a considerar sólo el punto de vista femenino y quitar cualquier valor
al masculino.
Las
acusaciones falsas son inmorales y odiosas porque, unidas a leyes injustas,
llevan a la cárcel a personas inocentes y fácilmente les arruinan la vida y la
carrera. La iniquidad primaria y
fundamental es ésta, que hombres inocentes son encarcelados injustamente. Sólo
en segundo lugar puede hablarse de que alguna víctima verdadera pueda no ser creída, hipótesis más teórica que real. Estaría
bien empezar a tener claras estas cosas.
He
hablado de sentido de la justicia feminista,
pero hoy en día parece que las mujeres en su gran mayoría no tienen nada que objetar a
los atropellos del feminismo y a la persecución contra los hombres. De
manera que quizás haya que hablar de un sentido de la justicia femenino que es la negación misma del concepto.
Por
supuesto la injusticia es también muy propia de los hombres y demasiado bien lo
sabemos, pero los hombres en general cuando obran
injustamente, saben de alguna manera lo que están
haciendo y lo que están vulnerando, conservan un rastro
del ideal de la justicia aunque sea para negarlo. Las mujeres en cambio a menudo o son incapaces o no quieren hacer esta
distinción, o simplemente es del todo irrelevante para ellas. Con la mejor conciencia y ligereza, como
la cosa más natural del mundo, confunden el punto de vista femenino y su interés con
los principios de justicia, como algo que cae por su propio peso y se les debe
sin mayor discusión. Y esto sin contar la desenvoltura con la que hacen uso de la mentira y la falsificación más descarada, y en especial modo la manipulación de los sentimientos y el chantaje moral, campos en los cuales hay que reconocer a la mujer una superioridad indiscutible sobre el varón.
No
otra cosa estamos viendo los últimos años en Occidente con las leyes escritas
por feministas y aprobadas con entusiasmo por la inmensa mayoría de las
mujeres, y sufridas por los hombres. No otra cosa son los infinitos privilegios
para la mujer, las cuotas, la discriminación positiva y todo lo demás.
Un
ejemplo perfecto de todo esto lo tenemos en unas protestas que se han
verificado en Italia contra una sentencia del Tribunal Supremo, comentadas en este atículo de El País:
La
sentencia establece que los imputados por violaciones en grupo no deberán
ingresar automáticamente en prisión sino que será el juez quien establecerá
esta medida caso por caso, según los supuestos habituales para la cárcel
preventiva en Italia, que son el riesgo de fuga, de que las pruebas sean borradas o manipuladas o de
reiteración del delito.
Por
tanto no se trata de guante blanco para
agresores como reza el tergiversador título de El País –no se podía esperar menos de
ellos- sino de un elemental principio de presunción de inocencia. No se trata
de que un violador no vaya a la cárcel como tendenciosamente se ha dicho, ni de
que acusados de violación sean excarcelados automáticamente hasta el juicio. Ni
mucho menos. Se trata de que el juez valore caso por caso y si está justificada
la cárcel preventiva la aplique, como para cualquier otro delito de violencia
contra la persona. Está claro que en la mayor parte de los delitos violentos la
cárcel preventiva es lo habitual, pero el juez debe tener la oportunidad de
valorar y en su caso decidir si las acusaciones tienen una base o no, si está
justificada una privación de libertad antes del proceso y la condena.
Las
reacciones a esta sentencia sólo se pueden calificar de indecentes, como
indecentes son quienes desean que un hombre sólo por ser acusado, sin valorar nada
más y de forma automática, sea encarcelado con las consecuencias que
son de suponer. Basta que a una zorra cualquiera se le crucen los cables por
cualquier motivo y llevará a un hombre a la cárcel. Aunque la acusación sea tan
claramente falsa que luego ni siquiera llegue a juicio, aunque desde el
principio sea evidente para todos su falsedad, se quiere que el juez esté
obligado a meterle en la cárcel preventivamente. Luego será liberado, sí, pero habrá
pasado en la cárcel quién sabe cuánto tiempo y tendrá el estigma del violador. Inocente
o no se le quedará pegado.
Esto
es lo que ya sucede en España con la Ley de Violencia de Género para casos
infinitamente menos graves que una violación. Puede bastar un simple empujón,
un rasguño, incluso un insulto o una discusión para que automáticamente y sin
considerar nada más, sólo por la denuncia de la mujer, el varón sea expulsado
de su casa y se vea entre rejas por lo menos unos días.
Ante
estas aberraciones repito la pregunta impertinente y llegados a este punto casi retórica. ¿Debemos hablar de sentido de la justicia femenino
o feminista?
Temo
que la mayor parte de las mujeres, de derechas o de izquierdas, de cualquier
color y extracción social, compartan los criterios de justicia feministas aun
cuando su iniquidad sea evidente. En una palabra razonan según los criterios de
lucha de clases contra el hombre propios del hembrismo. Esta es la realidad de la cual tenemos continuamente pruebas y demostraciones concretas, en la actitud práctica de las mujeres, en sus opiniones, en la acritud e intolerancia con que rechazan cualquier punto de vista masculino que no sea repetir a papagallo la propaganda feminista y lo califican de machista.
Excepto
por supuesto cuando les toca de cerca y en su propia piel, cuando sucede que un hijo, un compañero, una persona cercana, es
víctima de las acusaciones de otra mujer y de una justicia persecutoria. Pero en
este caso, naturalmente, se sale de la lucha de clases sólo para entrar en el ámbito del
interés particular.
Un
hombre normal no siente la menor solidaridad con quien perpetra un delito real contra una mujer, el sentido de la
justicia le dice –es casi superfluo decirlo- que los autores de estos crímenes,
graves, deben ser castigados como merecen, pero también que se debe condenar
con pruebas y que un inocente no debe ser condenado, que una simple acusación
no puede ni debe ser una condena.
La
mujer media de hoy y el gilipollas domesticado que la sigue babeando piensan de
otra manera. Sienten por default una
solidaridad automática con la mujer que acusa a un hombre y piensan que ella
siempre tiene razón. Para ellos la sola acusación es ya una condena que se debe
empezar a cumplir inmediatamente y el paso por los tribunales es sólo un
trámite burocrático.
Este
es el sentido de la justicia de la mujer actual. O quizá la de todos los tiempos, sólo que la actual tiene carta blanca para dar rienda suelta a sus peores tendencias sin que nadie le pueda parar los pies; ciertamente no el hombre actual, domesticado hasta extremos inverosímiles y condicionado mentalmente para aceptar cualquier atropello para que no le llamen machista.
Schopenhauer después de todo
quizá tenía razón.
Que me perdonen las mujeres a las cuales todo esto no se
aplica. No tengo nada contra ellas. Pero si esta vez no he sabido o no he querido distinguir entre feministas y mujeres en general y me ha salido un artículo algo misógino, es que honestamente no puedo ver las cosas de otra manera.
5 comentarios:
¡Excelente artículo, Oso!. Una sociedad que supiera razonar en esos términos básicos y justos, sería una sociedad fuerte y lúcida para resolver sus problemas. La injusticia, al igual que todas las miserias humanas, proviene de la ignorancia que impregna como un cáncer todos los actos humanos. En este caso, la doctrina imperante domina las mentes para que sigan sin la más mínima capacidad crítica. Ese es el objetivo, que todos estemos enfrentados, padres con hijos, hombres con mujeres, etc. etc., en donde la vida se haga irrespirable. En fin, que leyes así están ideadas, sin ninguna duda, por mentes enfermas y despreciables, y el drama es tal ante la indefensión del hombre, que muchos se ven obligados a soportar secuelas psíquicas y morales imborrables el resto de sus vidas. Según estadísticas, un alto porcentaje de suicidios de varones, se llevan a cabo cuando están en un proceso de separación. ¿Y adonde acudir, al legislador, al parlamento?. ¡Aviao vamos!. También es justo decir que me he encontrado con algunas mujeres que son sensibles y conscientes de este drama. ¡Sólo espero no tener que llevar a un hospital, después de un accidente, a mi mujer herida e inconsciente!. La situación podría ser dantesca.
Saludos!!!.
No nos engañemos, leyes de ideología de género para humillar y subyugar a los hombres frente a las mujeres, pero ¡ojo! a los hombres autóctonos, cuando lo que las llamadas feministas entienden por machismo emana de la población inmigrante, especialmente de los musulmanes éstas se callan y no pasa nada, obedecen a quienes las subvencionan. El objetivo es machacar al hombre autóctono, a fin de cuentas es una fase más de la globalización.
En efecto, Schopenhauer es un gran conocedor del eterno femenino, lo mismo que Nietzsche, por cierto.
En pocos lugares se puede aprender tanto sobre el eterno femenino como en el capítulo del Así habló Zaratustra, "De viejecillas y de jovencillas".
La mujer puede ser muy mala:
Tema el varón a la mujer cuando ésta odia: pues en el fondo del alma el varón es sólo malvado, pero la mujer es allí mala.
La mujer es incompatible con un auténtico sentido de la justicia, nunca va a buscar la justicia sino el propio interés (esto en una sociedad tradicional, donde el campo de acción de la mujer está bien definido, es bueno, porque su propio interés es el suyo y el de su familia, pero en una sociedad como la de hoy, de mujeres anti-sociales imbuidas de feminismo, tiene consecuencias nefastas). Sólo a una sociedad tan decadente se le podría haber ocurrido que una mujer puede administrar justicia:
Y la mujer tiene que obedecer y tiene que encontrar una profundidad para su superficie. Superficie es el ánimo de la mujer, una móvil piel tempestuosa sobre aguas poco profundas.
Lo mejor es la archiconocida conclusión:
¿Vas con mujeres? No olvides el látigo.
Hay quien afirma que la mujer es el ser más perverso que existe sobre la faz de la tierra.
Nunca hubo machismo.
La mujer fue tan marginada como los hombres a lo largo de la historia.
Pero, claro, curiosamente, y basándose en el victimismo propio del sexo con menos fuerza, las mujeres propagandizaron el término machismo para buscar solidaridad en los hombres. Una solidaridad innecesaria ya que los hombres siempre fueron protectores y caballerosos con las mujeres. Prueba de ello es que todos los trabajos duros de la historia los hicimos nosotros. Por ejemplo todos los edificios del planeta, cuales bien disfrutan las mujeres. Millones de hombres han muerto por: guerras para proteger las familias y garantizar territorialidades, accidentes laborales por cuyos trabajos siempre pudieron beneficiarse las mujeres, por arriesgar sus vidas en salvar mujeres en peligro, por no permitir que las mujeres hicieran cosas peligrosas...
Pero, a pesar de todo, los hombres nunca consideramos esa discriminación como hembrismo, por respeto a la mujer. Respeto que nunca tuvieron ellas al popularizar la palabra machismo para definir todo aquello que no les beneficia o nos beneficia a nosotros.
La mujer no votaba por dos razones:
Una porque no iban a la guerra y la otra porque no les interesaba votar.Ellas mismas se comportaban como dando por hecho que era cosa de hombres.
Discriminacion hubo para ambos sexos. Pero el victimismo y la frivolidad de las mujeres, que tontas no son, han hecho que se aprovechen de la caballerosidad natural del hombre y su permisividad para insultarlo eternamente con la palabra machista.
El roll que la naturaleza de dio al macho como liderazgo es tachado por las mujeres como machismo cuando no es más que un modelo sistemático natural, uno cría y el otro abastece.
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