viernes, 24 de enero de 2014

GOMINOLAS RACISTAS



O cómo los imbéciles se hicieron con el dominio de Occidente

Hace tiempo publicaba en este blog la entrada Aplicaciones racistas, acomplejados y majaderos en la cual hablaba de una aplicación de Google que fue retirada tras recibir un aluvión de quejas, porque fomentaba estereotipos racistas. Recordaremos con una imagen lo que hacía la aplicación racista.




Por cierto que una aplicación muy parecida fue desarrollada en no sé qué giliproyecto antirracista  de una universidad americana, para que la gente cambiara su color de piel en las fotografías y así viéndose negro o moreno, empatizara y superara los prejuicios raciales y el rechazo a la diversidad.

Es casi superfluo hacer notar la impresionante concentración de imbecilidad y de ignorancia que hay detrás de esto, así como la injusticia de que payasos de este calibre sean subvencionados pasando por delante de gente más válida. Pero los abanderados de la corrección política no descansan jamás, nunca dejan de explorar nuevos territorios, a la caza de oportunidades donde poder defecar su celo misionero y sus ideas.

Después de las aplicaciones racistas que fomentan estereotipos poniéndole a uno cara de Fumanchú o pintarrajeándole como los indios de las películas, ahora su infalible olfato ha encontrado unas gominolas racistas.


¿Por qué son racistas? Pues porque tienen forma de objetos típicos de varias partes del mundo, entre ellos máscaras africanas. He aquí el cuerpo del delito.




Como el lector puede ver, una vez que la corrección política logra imponer su ley, los fanáticos, los mentecatos, los acomplejados toman el control de la sociedad, consiguen desfondar cualquier barrera y cualquier límite de estupidez, por sólido que parezca.

Hace muchos años leí un relato breve de ciencia ficción, “La Marcha de los Imbéciles” ambientado en un lejano futuro en el cual la lenta pero continua degradación de las facultades intelectuales – iniciada en el siglo XX – había producido una población de imbéciles, con un delgado estrato de individuos intelectualmente superiores que ocultamente hacían funcionar la sociedad.

Bien, como nos muestran una infinidad de señales y signos que están por todas partes, ya estamos en ese futuro, tenemos La Marcha de los Imbéciles ante nosotros, aquí y ahora. Ya no es ciencia ficción. Más rápido, mucho más rápido que la degradación genética de la inteligencia, ha sido los venenos de la igualdad y la corrección política.

La corrección política para convertir a las personas en cretinos incapaces de pensar y para taparles la boca a los pocos que aún lo hacen.

La igualdad para atarnos a todos en la mediocridad y para cortarle la cabeza al que la levante más alta que los demás.

El corazón de la modernidad igualitaria y progresista, su sentido profundo, se encuentra en esta paradoja: los frutos de la más alta inteligencia y habilidad técnica, sistemas de comunicación planetarios, electrónica, satélites, que se ponen al servicio de un único mensaje y anuncian a cada rincón del planeta el evangelio de la nueva era:

Y los gilipollas heredarán el mundo.

jueves, 16 de enero de 2014

EL PARQUE EUROPA, EL TANATORIO Y EL FUTURO






Hace unos días en una mañana nublada y ventosa llevaba a mi esposa e hijas a dar un paseo por el Parque Europa de Torrejón de Ardoz, cerca de Madrid.

Lugar curioso, con algunas atracciones que por suerte estaban cerradas, su particularidad es que hay reproducciones de algunos monumentos o lugares típicos europeos: la Torre Eiffel y el Puente de Londres, unos molinos holandeses, la Puerta de Alcalá, un anodino puente de madera que por lo visto pintó Van Gogh, una “Plaza de España” que era un popurrí de fachadas de casas típicas de varias regiones españolas; un teatro griego, la Fontana de Trevi romana, la sirena de Copenhague.

Todo el conjunto tenía un aire un poco kitsch, hortera, apropiado como itinerario de viaje de un hipotético grupo de turistas asiáticos o americanos que compraran un paquete turístico para “ver Europa” en dos o tres días. Es curioso para ir una vez y verlo, pasar un rato agradable con la familia.

Sin embargo, no dejé de notar un cierto fondo de melancolía que emanaba de todo aquello. Uno se pregunta a veces si para los españoles o los europeos, Europa es algo más que un parque de este tipo. Si nuestra cultura e identidad europeas no se están quedando poco a poco en algo parecido a ello, vividas de manera similar a como uno va un día a pasear por el Parque Europa.

En resumen me preguntaba si no estaba ante una metáfora demasiado precisa, más de lo que nos gustaría, del lugar que ocupa hoy en día la herencia europea para la mayor parte de los habitantes de Europa.

¿Qué se transmitirá a las próximas generaciones de nuestro pasado y nuestra herencia, qué significado tendrá para ellas?

Debemos constatar que para el grueso de los europeos su propia identidad y tradición se han convertido en algo vacío de contenido y de relación auténtica con la propia vida. Se quedan en cultura de museo, en atracción turística valorada por el business que puede generar, en turismo cultural, consumo cultural. Expresiones horribles y perversas, representan un envilecimiento que ya ni siquiera somos capaces de percibir.

No hay nada mas allá de la apariencia, de manera análoga a como en ese parque no había nada detrás de las fachadas típicas de la Plaza de España o los otros monumentos. Llegados a este punto, carecen de vida la identidad, el pensamiento, la cultura; todo lo que nos legaron nuestros padres se ha convertido en una planta seca, muerta o moribunda, incapaz de dar nuevos brotes. Y como creo que las cosas normalmente tienen un significado, no me sorprendió en absoluto – al contrario, me pareció de lo más apropiado - que el Parque Europa estuviera pegado al tanatorio de la localidad. Al lugar donde se velan los difuntos, como para subrayar el mensaje y dejar totalmente clara la metáfora.

La memoria de lo que fuimos y de alguna manera aún somos, se está perdiendo. La correa de transmisión entre las generaciones de padres e hijos se ha detenido. Saboteada por el ejército de sabandijas del marxismo cultural que quieren ante todo erradicar las identidades, y muy especialmente la europea.

Los valores éticos, del carácter y de la personalidad, de la familia, las cualidades humanas que dan por así decir el tono muscular al individuo y la sociedad,  van desapareciendo. Cubiertos de descrédito y combatidos sin cuartel por el sistema educativo, los medios de comunicación, los fabricantes de opinión. Las sabandijas de antes.

Estamos ante una gigantesca operación de vaciado cultural, degeneración moral y del carácter, putrefacción social, dirigida contra la tradición y la herencia de Europa, paralela a una operación de modificación étnica y racial de las poblaciones europeas. Y digo operación y no fenómeno porque, si bien las causas de todo esto son complejas, no está escrito en ninguna parte que sea un destino inevitable, ni es una ley de la naturaleza. Existen fuerzas y poderes que deliberadamente trabajan a favor de ello.

Cierto, el mundo y la humanidad no son sólo Europa. Por supuesto la vida continuará en el mismo espacio geográfico, habrá otras sociedades y culturas. O ninguna, simplemente la cultura muerta de la homologación universal. Pero no será la nuestra.

Seguramente hay quienes, odiadores eternos de Europa a nivel racial, cultural, espiritual, se regocijan en sus antros pensando en este futuro, con el perverso placer que les permite su deformidad. Pero para quienes conservan el sentido de quiénes son y de dónde vienen, evitar que su identidad se marchite y muera es, no ya un derecho sino un deber imprescriptible. En el discurso de los derechos y especialmente de los derechos universales, hay siempre algo de aceitoso, decadente y mediocre. No importa si una sociedad moldeada por el poder de las sabandijas nos reconoce o no el derecho de defender nuestra identidad. No existe el derecho de tener una identidad, existe la voluntad de ser uno mismo, de luchar por ella y defenderla.

Hoy Europa está en retroceso en todos los frentes. No sólo en nuestro continente, sino en todos los lugares donde llegaron los europeos, su descendencia y su obra. Hay Europa en la Sudáfrica blanca, hay Europa en Sudamérica y en Norteamérica. Pero todas estas Europas retroceden, combatidas racialmente y culturalmente.

En una masa se ha convertido la mayor parte de la población racialmente europea, imbuida de la cultura homologada en el consumismo y los valores económicos, en la cual todo se consume, todo es una mercancía. A esto se une la tiranía de la corrección política, el herbicida definitivo: donde triunfa destruye cualquier tradición, cualquier libertad de pensamiento y de vida, no vuelve a crecer nada.

Esta gran homologación que está destruyendo aquí y ahora nuestra identidad - y la de cualquier otro pueblo – es como una batidora que absorbe todo y fabrica una gran papilla, para venderla a todo un planeta de seres iguales, que tienen los mismos gustos, se comportan de la misma manera y piensan de la misma manera.

En efecto, además de la homologación tenemos la bomba demográfica que representa la colonización del continente por parte de poblaciones extraeuropeas, especialmente árabes y africanas, que en el futuro traerá – ni no lo remediamos – la sustitución masiva de los europeos por elementos que no lo son. Es el resultado inevitable a largo plazo de la inmigración masiva y la superior demografía de estas nuevas poblaciones, combinada con la enfermedad profunda de los europeos que con la mente envenenada, cansados de la vida y de sí mismos, ya no quieren tener hijos.

Un proceso de acción retardada, más lenta pero mucho más letal porque irreversible. En efecto la degeneración puramente cultural deja la posibilidad de recuperar la cultura original. La sustitución demográfica en cambio no, porque cambia la base racial.

No es el caso de defender la “clausura racial” a ultranza, ni un racismo exclusivamente biológico que fácilmente puede caer en la obtusidad. Creo que existe una raza del espíritu por encima de la raza biológica y que éste debe ser el criterio superior. Pero la raza biológica es siempre la base. Aunque no sea lo mismo que la raza del espíritu, evidentemente existe una muy estrecha relación entre ellas.

En una palabra: si los europeos desaparecen, la cultura, la identidad, la herencia europea se marchitará y desaparecerá porque nadie la va a continuar. Así de sencillo.

Como he escrito más arriba hay quienes desean la desaparición de Europa y su neutralización, la destrucción de su identidad y visión del mundo, el cegado de la fuente que la mantiene viva. A estos elementos, a quienes cada vez más claramente aprendemos a identificar, hay que oponer la más adamantina enemistad, la más irreductible hostilidad. Afirmando fuerte y claro que nos negamos a morir como europeos, que rechazamos la droga de la cultura progresista, el veneno a corto plazo que sirve como anestesia para dar tiempo a que actúe el veneno a largo plazo, la colonización de Europa por pueblos no europeos.

Ya vemos cómo empieza a surgir un rechazo, comienzan a surgir los brotes de una primavera europea aquí y allá, signo inconfundible de un espíritu que está dispuesto a dar batalla. La pesada capa de plomo que nos han colocado empieza a mostrar fisuras; la basura no ha cubierto todo, debajo del manto de inmundicias y degradación, invencible sólo aparentemente, hay fuerzas que llevan demasiado tiempo reprimidas y que quieren salir.

Trabajemos y luchemos activamente para esta primavera europea, para que se convierta en una explosión de vida y color, en una inundación frente a la cual las ratas, las sabandijas y los traidores saldrán corriendo.