domingo, 30 de agosto de 2020

La guerra contra la raza blanca (4). Las estatuas derribadas, la gran indiferencia y la catedral de Nantes.

Cuarto artículo sobre la guerra racial y cultural en curso, de la serie publicada durante las pasadas semanas en El Correo de España


A la hora de retomar y esta serie de artículos sobre los importantes eventos que están teniendo lugar no pensaba hablar del incendio de la catedral de Nantes, pero es obligado hacerlo. Un incendio provocado, criminal, el más reciente ataque contra Europa y su cultura que, hoy mismo cuando escribo estas líneas, ha dañado gravemente la catedral destruido el magnífico órgano que durante mucho tiempo, quizá ya para siempre, guardará silencio. A modo de símbolo de los tiempos callarán los maestros flamencos y alemanes, Bach y César Franck, para dejar paso a la banda sonora de la sociedad en construcción, la música que quieren los señores del mundialismo, los obispos y cardenales de la religión del dinero, los iluminados de la abolición de las patrias. Una banda sonora compuesta de música primitiva para primitivos mentales, basura televisiva e intelectual, berridos multiculturales y políticamente correctos, infantilismo militante y vulgaridades en alta definición.

Otra catedral más destruida y esta vez no han podido ocultar que ha sido un atentado; como nos han hecho creer con Notre Dame de París, como nos han pasado bajo un velo de silencio la gran cantidad de ataques y actos de vandalismo contra iglesias y símbolos cristianos en Europa. Que cada vez van a más y son ataques con un doble significado: el estrictamente religioso contra el cristianismo, el cultural en sentido amplio contra la tradición y la cultura europea.

¿Las reacciones? Mediocres y penosas. Una jerarquía católica sin pelotas se limita a decir que confía en el gobierno y las fuerzas del orden. El presidente francés, igualmente blando si no miserable o cómplice; está demasiado ocupado en engañar a su pueblo y esconder el hecho de que existe una guerra contra su propia nación, Francia, que se enmarca en una guerra contra Europa y toda la cultura de origen blanco y europeo. Conflicto tanto cultural como demográfico en el cual los gobernantes traidores, auténticos colaboracionistas de la Anti-Europa, parecen tener como única misión engañar a sus pueblos, inyectarles sedantes para que se dejen pisotear y acepten el fin de su civilización como los corderos van al matadero.

El fin de nuestra cultura está más cerca de lo que pensamos y principalmente a causa de nuestra degeneración. En este preciso punto es donde la guerra de las iglesias y el incendio de las catedrales confluye con la guerra de las estatuas, de la que hemos empezado a hablar en esta serie.

Me resisto a utilizar la palabra iconoclastas (aunque sería lo propio) para quienes ahora están empeñados en derribar y retirar estatuas. Pues esa palabra tiene un origen demasiado noble para esa morralla humana que derriba las estatuas en Estados Unidos y en Europa; no se merece una etimología griega esa horda de bestiogentuza, analfabeta por elección, que insulta nuestra identidad, que vilipendia nuestra cultura y querría destruirla; recalco por elección pues han podido elegir, y han elegido la barbarie.

Muchos han escrito, en este medio y otros, sobre la incultura, la ignorancia histórica, la falta de sentido de esta fiebre iconoclasta, la estupidez militante y el absurdo de esta campaña contra el pasado. Aportando correctísimos argumentos y nociones históricas, críticas, a veces incluso desde puntos de vista aquiescentes con la mentalidad y los “valores” dominantes hoy día.

Todo esto es excelente. Pero es que falla la otra parte, el receptor del mensaje. En pocas palabras, no existe un receptor del mensaje.

A los que derriban las estatuas de Fray Junípero les importa un comino quién fue, qué hizo, si quiso bien o mal a los indios; al becerro con teléfono móvil y ropa de marca que derriba una estatua de Colón, no le interesa saber si su antepasado de hace quinientos años era el comensal en los menús caníbales de Centroamérica o era parte del menú. Si es que no era, ese antepasado, un indio de esas tribus de los bosques norteamericanos a quienes los colonos ingleses puritanos hacían la guerra bacteriológica ante litteram, regalándoles mantas infectadas de viruela entre un salmo y otro del Antiguo Testamento. En ese caso otras serían las estatuas que debiera destruir, queriendo ser coherente. Y harto mejor le habría ido a su antepasado si hubiera sido colonizado por Colón.

Pero son consideraciones totalmente inútiles, ociosas y que no centran la diana. A esta gente no les interesan las finezas de crítica histórica, ni conocer realmente la historia, ni les importa en realidad lo que fue u lo que significa el pasado, fuera de la caricatura del pasado que esta sociedad ha fabricado para legitimarse a sí misma. No les interesa absolutamente nada que salga de la cultura basura, diseñada y promocionada para ellos por las élites del mundialismo, para degradarles mejor y controlarlos mejor; un engrudo cultural que, si fuera comida, no sería bueno ni siquiera para los cerdos.

Estas gentes, los homologados de la Gran Igualdad, ni tienen una historia ni quieren tenerla. Pertenecen literalmente a una humanidad diferente, a una población de bárbaros para los que el pasado no existe ni tampoco el futuro, existen solamente en un presente amorfo de rebaño infinitamente manipulable, con el que las élites hacen casi literalmente lo que quieren. Tienen en común con la humanidad diferenciada, la que posee una cultura, un pasado y un porvenir, sólo las funciones biológicas: nutrición, excreción, reproducción; incluso tienen un lenguaje básico pero suficiente para sus necesidades.

En breve son una regresión mental, civil y existencial de la humanidad, pero en alta tecnología e hiperconectada.

Hablarle a esta gente, por tanto, es tan inútil como enseñarle los pasos del ballet a un rinoceronte. Como también es inútil hablarles a quienes manejan los hilos. Las hordas no sabrán lo que hacen cuando derriban las estatuas, pero las élites canalla y las sectas de gusanos en la sombra que las movilizan sí que lo saben, perfectamente.

Evidentemente no ha lugar dirigirse a cualquiera de ellos. Pero sí tiene sentido y es imprescindible dirigirse a quienes pueden recibir el mensaje, a quienes tienen todavía una historia y una cultura. A la parte sana y más noble de España, Europa, América, que sigue siendo numerosísima y perfectamente capaz, como Gulliver gigante en medio de los enanos, de romper sus cadenas mentales de un solo tirón para aplastar a las cucarachas y todos los demás animales inmundos.

Este es el terror de los odiadores de Europa y los odiadores de la cultura blanca. Por ello movilizan a sus lacayos: a los medios canalla para ocultar la verdad y tener engañada a la gente, a los intelectuales canalla para aislar y minar psicológicamente a quienes defienden su identidad, la salud y la verdad.

Esta es la situación y esta es la lucha, hoy. Son tiempos de movilización total y la indiferencia, la Gran Indiferencia que es hoy el pecado capital de la humanidad occidental, equivale a militar en las filas del enemigo.

MAX ROMANO

miércoles, 26 de agosto de 2020

La guerra contra la raza blanca (3). La tontalcaldesa de Olympia, la basura blanca y los blancos que se humillan ante los negros

 


Tercera entrega de la serie de artículos publicados en El Correo de España

Podría parecer ocioso dedicar tanta atención a lo que sucede en Estados Unidos, pero es que todo lo que allí sucede tiene repercusiones inmensas en el resto del mundo.

La expresión basura blanca denota en ese país a la clase social más baja de la raza blanca. En origen se trataba de estratos sociales que, prevalentemente, habitaban los ambientes rurales más empobrecidos y degradados en los estados sureños. Sobreviven o sobrevivían en los márgenes de la sociedad: trabajos de ínfimo nivel, criminalidad, alcoholismo, prostitución, taras genéticas favorecidas por las uniones consanguíneas y la práctica del incesto. Una joyita de gente si es verdad sólo la mitad de esta imagen un poco tópica.

Hoy en día supongo que ya no son lo que eran, pero la expresión se ha conservado, con un sentido menos específico, más amplio; se usa a menudo para denotar el estereotipo de blanco inculto, palurdo, un poco gañán, violento y borracho. Etcétera. A nadie le sorprenderá, entonces, que White Trash sea el único término descalificativo con connotaciones raciales que se considera admisible en el discurso público y privado. Naturalmente y con perdón por escribir obviedades, porque va contra los blancos.

A mí no me hace mucha gracia la expresión; me produce repelús aunque sólo sea por el desagradable saborcillo calvinista que destila: se da a entender que son basura porque se trata de los absolutos fracasados de la competición económica. Ya se sabe que para el calvinismo la riqueza es el signo de la elección divina; la pobreza abyecta equivale a estar abandonados, no sólo por la sociedad sino también por Dios.

Veremos sin embargo que el término basura blanca se puede utilizar de manera pertinente, para otro tipo de gente.

Pero antes hablaremos de la alcaldesa de Olympia, capital del estado de Washington. La alcaldesa, a pesar de haber realizado el consabido y patético numerito de arrodillarse en una manifestación racista anti blanca y declarar las habituales vulgaridades “antirracistas”, tuvo luego una sorpresa desagradable. Para su consternación una de las manifestaciones degeneró en vandalismo, llegó a su barrio y un energúmeno entró en su casa, pintarrajeando el Black Lives Matter por las paredes y causando algunos desperfectos.

Los daños fueron bastante limitados, todo hay que decirlo. Tuvo más suerte que muchos otros, víctimas de un vandalismo de verdad que han visto sus casas y negocios quemados o arrasados; en buena parte a causa de los políticos como ella, que fraternizan con las indecentes algaradas y se niegan a imponer la ley y el orden, por cobardía y pusilanimidad o por simple cálculo político.

Volviendo a la alcaldesa, después de ver cómo el vandalismo le había entrado en casa, cayó de las nubes y de la inopia, pronunciando palabras para la posteridad: “estoy intentando procesar esto… es como terrorismo interno… no es justo”

Si todavía no ha conseguido “procesar” lo que le ha pasado es que su cerebro está ya totalmente devastado por la corrección política, por los complejos de culpa y vergüenza racial que le han metido en la cabeza. Debe de ser el auténtico estereotipo de rubia tonta, pues no es sólo blanca sino también rubia y de ojos claros; lo peor de lo peor. Podemos adivinar lo mal que lo pasa y sus sentimientos de culpa, cuando se mira en el espejo y piensa en el racismo sistémico.

Lo mismo debe de sucederles a los muchos blancos que, por todas partes, realizan abyectos gestos de sumisión y humillación racial ante los negros, prácticamente pidiendo perdón por ser blancos. El nivel de estupidez, destrucción mental y lavado de cerebro queda muy patente en ciertos casos extremos, inmortalizados en vomitivos vídeos donde pobres desgraciados de piel blanca se arrodillan como “expiación” besando botas y pies de negros.

Por cierto, en unos de los vídeos la expiación adquiere tintes bíblicos, pues los morenos pertenecen a una secta supremacista negra cuyos miembros dicen ser los descendientes de una de las tribus perdidas de Israel. Como vemos, el esperpento no es sólo español.

Para profundizar en este ambiente mental, tan insalubre y envenenado, en el que viven muchos blancos americanos, nos ayudará comentar brevemente lo que allí se conoce como Whiteness Studies o “Estudios Blancos”.

¿De qué se trata? existen los Black Studies, Chicano Studies, Hispanic Studies etcétera, respectivamente reivindicando la cultura y la visión del mundo negra, de los chicanos, los “hispanos” … y obviamente, fomentando el orgullo de pertenecer a tales grupos.

Entonces los Whiteness Studies ¿reivindicarán la cultura blanca?

Nooooo. Los Whiteness Studies enseñan a los blancos a odiarse a sí mismos, a sentirse culpables por ser blancos, a avergonzarse por ello y cargar con ello, exactamente como si fuera un pecado original que debe ser expiado continuamente.

Una de las alcantarillas de este lobby cultural es el Center for the Study of White American Culture (CSWAC) y su principal gurú un tal Noel Ignatiev que abiertamente invoca la “abolición de la raza blanca” para resolver los problemas de nuestra era. Cierto, el mismo Ignatiev precisa que sus palabras no tienen nada que ver con la eliminación física de ninguna persona. Pero todos sabemos que nadie se iría de rositas (y no digamos enseñar en el Massachusetts College of Arts como nuestro amigo) si por ejemplo defendiera la “abolición de la raza judía” aunque tuviera buen cuidado en aclarar que no invoca la eliminación física de nadie. Al mismo Ignatiev difícilmente le haría gracia siendo él mismo hijo de judíos rusos emigrados.

He aquí la verdadera basura blanca, que no son esos desafortunados estratos sociales, apartados en los márgenes de la sociedad y degenerados por varias razones a lo largo del tiempo. La verdadera escoria es muy otra: son los que piden perdón por ser blancos, los que se complacen en gestos de humillación racial, los que se dejan comer el cerebro por los manipuladores que gobiernan a través de complejos de culpabilidad. Los que tiran al retrete una cultura, una tradición y la historia de la que no son dignos, de la que sólo son los subproductos degenerados. Ellos son la verdadera basura blanca.

Los blancos americanos de origen europeo fueron quienes crearon el país y lo hicieron grande, pese a quien pese. Pero si siguen por ese camino están acabados, perecerán aniquilados por su propia estupidez. Y poco después también morirá el sueño americano. Morirá en la forma de una nación tercermundista con armas nucleares, un paraíso multicultural donde no habrá cultura ni inteligencia, habitado por bárbaros con juguetes electrónicos y salvajes hiperconectados, lleno de universidades basura donde no se podrá pensar libremente y enseñarán a hacer la O con un canuto.

Este será también el futuro de Europa si no nos rebelamos. Ahora y antes de que sea demasiado tarde.

MAX ROMANO

domingo, 23 de agosto de 2020

La guerra contra la raza blanca (2). La histeria del rebaño teledirigido y la dictadura de la corrección política.

 

 

La segunda entrega publicada en El Correo de España sobre el tema de las manifestaciones racistas anti-blancas en EEUU y em el resto del mundo.

Protestas y manifestaciones de la sinrazón. Vandalismo. Gestos pueriles y ridículos, cuando no repugnantes, que expresan la voluntad de humillación racial de tantos blancos con la mente reducida a papilla. Pusilanimidad y cobardía, cuando no complicidad en la infamia, de clases dirigentes e intelectuales canalla. Masas vociferantes de cuasi subhumanos de todos los colores destruyen estatuas, berrean su incultura, su incomprensión y su ignorancia de una historia noble y heroica, de la cual no están a la altura y son apenas los últimos productos de desecho.

Podemos sentir cierta perplejidad por la desproporción de lo que sucede, recordando el hecho puntual con el que todo esto comenzó hace unas semanas. Sólo que naturalmente, y como comentamos en el anterior artículo, la causa verdadera de todo esto no es la muerte de George Floyd.

Las verdaderas causas son: la manipulación interesada por intereses políticos y la falsificación de la realidad por los basurmedios de información, la situación de crispación y tensión racial de la sociedad americana, el fracaso de la ideología progresista en su empeño criminal que quiere imponer a la fuerza, no la igualdad de oportunidades, sino la igualdad estadística de lo que nunca será igual estadísticamente.

El cuento de la lucha contra el racismo no representa la realidad, sino que es sólo el pienso que le dan a comer al gran público para confundirlo; es la gran arenga con la que los maestros de títeres movilizan y dirigen a su masa de maniobra humana. Esta última piensa realmente estar haciendo algo importante, inspirada por su propia voluntad sacrosanta e indignada, cuando en realidad está mentalmente secuestrada y se deja conducir dócilmente.

Estamos viendo ante nuestros ojos cómo se va implementando una agenda ideológica de ingeniería demográfica, social, cultural y mental, por parte de poderes muy reales y concretos, pero que mantienen un bajo perfil y operan en la sombra.

El carácter tiránico de estos poderes y la verdadera medida de su potencia se ve muy claramente en la histeria colectiva que han desencadenado y en la absoluta intolerancia tiránica. Se está persiguiendo cualquier disidencia, cualquier matización o crítica al black lives matter, cualquier llamada al orden o negativa a seguir el conformismo de la corrección política y la narración impuesta por la izquierda cultural.

Esta persecución no se limita a una presión genérica, sino que asume formas muy concretas. Daremos dos ejemplos solamente.

El jugador de fútbol americano Drew Bree que tuvo que pedir disculpas por unos comentarios “insensibles” en los que criticaba la falta de respeto al himno nacional por parte de otros jugadores; los cuales, mientras sonaba el himno antes de los partidos, aprovechaban el momento para escenificar el gesto pueril de hincar la rodilla, que tan popular se ha vuelto entre los zombies teledirigidos del Black Lives Matter.

Segundo ejemplo: el profesor Tom Gordon que era profesor en un instituto católico y fue despedido, de manera fulminante, por decir en cuenta de Twitter que el Black Lives Matter es una organización terrorista.

Esta es la “libertad” que se respira en el país de la corrección política. Gente despedida de su trabajo u obligada a pedir humillantes disculpas, pena la ruina de su vida profesional. Son sólo dos ejemplos y podemos estar seguros de que hay muchos más; nunca sabremos cuántas bocas han sido tapadas por la presión del rebaño histérico y la razón de la sinrazón, cuánta gente ha sido amedrentada y represaliada por negarle al rebaño fanatizado el derecho a arrasar con todo, por discrepar de la narración basura de los medios y las imposiciones de la corrección política.

O quizá sí lo sepamos cuando esas bocas tapadas hablen de otra manera y los progresistas no entiendan nada porque confunden su propaganda con la realidad. Como no entendían nada cuando Donald Trump salió elegido.

Esta dictadura de la corrección política no es de hoy. Desde hace mucho las universidades americanas han dejado de ser lugares donde se puede pensar libremente, para convertirse en antros donde censura e intimidación han vuelto el aire irrespirable para cualquier espíritu libre.

Como se ha impuesto en la Universidad, se va imponiendo en toda la sociedad la tiranía de la corrección política, con suavidad pero de manera férrea. No se crean mártires, no se encarcela casi a nadie por sus ideas (aunque el casi es importante), sino que primero se prepara el terreno. Se degeneran las mentes y se las reduce a papilla, se socavan las facultades mentales, los valores y el carácter; se vuelve a la población estúpida, conformista y centrada mentalmente en perseguir aquello que los hace esclavos en vez de aquello que los hace libres.

Ésta es la parte más importante en el proyecto de ingeniería social. Una vez realizado ese trabajo, cuando llega el momento de aplicar abiertamente la censura o de encarcelar realmente a los disidentes de manera sistemática, a nadie le importa ya porque apenas quedan hombres libres, o siquiera capaces de ver lo que está pasando.

Como en la gran distopía Fahrenheit 451 de Ray Bradbury, cuando se prohíben los libros y se empieza a quemarlos, se trata sólo del último paso y en realidad el menos importante, casi innecesario. Porque ya los libros, y lo que significan, no le importan a casi nadie; casi nadie lee y todos viven en un permanente estado de estupidez inducido por el entretenimiento basura.

Ésta es la corrección política y éste es el mundo que están intentando crear para nosotros, pero sobre todo para nuestros hijos.

MAX ROMANO