martes, 19 de abril de 2011

LA EDUCACIÓN DEVASTADA (II): Madres tigre e informáticos indios

Terminamos la entrada anterior hablando de los daños provocados en la enseñanza por una nefasta mentalidad y una serie de ideas profundamente equivocadas, frutos envenenados del marxismo cultural aplicado a la educación.

Esta caída de nivel no presagia nada bueno para nuestro futuro. La base de la prosperidad de una nación a largo plazo es el nivel educativo y el carácter de sus habitantes y si esto falla empezará después a fallar todo lo demás. La devastación producida por la pedadogía moderna no dejará de pasarnos factura. Es el preludio a la decadencia económica y política que vendrá después.

Los países de Occidente necesitan ya hoy en varias áreas cerebros procedentes de otras partes del mundo donde vige una severa selección y el principio de la meritocracia. La carencia de profesionales preparados y especialistas de nivel en España es notoria, y algo parecido sucede en muchas otras partes. Ciertos perfiles técnicos simpemente no existen en número suficiente en nuestro país, a pesar de tener tropecientas universidades y una oferta de cientos de titulaciones para la generación más preparada de la  historia. No sólo esto, sino que los que realmente valen encuentran innumerables trabas en su camino y son penalizados por una mentalidad que en el fondo odia la excelencia.

Pero esto de ningún modo es así en todas partes. Los asiáticos tienen una concepción totalmente distinta de la educación. Hace poco salió en Estados Unidos un libro de una profesora de origen chino que ha provocado mucha indignación, reacciones rabiosas de las familias y condenas de los especialistas, porque les dice a la cara a padres modernos y expertos educativos verdades que no quieren oír: a los primeros que su manera de educar a los hijos es una mierda, y a los segundos que sus ideas no tienen la menor validez y son otra soberana mierda:
Los comentarios del artículo y las opiniones de los expertos recogidas en él desacreditando las opiniones de esta madre china no son más que el típico blablabla de la pedagogía progresista, que niega la realidad aunque la tenga delante de los ojos.

Podemos considerar que hay varios aspectos excesivos y discutibles en las recetas de la ‘madre tigre’, pero lo cierto es que su punto de vista es infinitamente superior a la blandengue y enfermiza hiperprotección de la autoestima que domina entre nosotros. Quizás valga la pena examinar las reglas propuestas para valorar si son ideas tan equivocadas o no:

Una madre tigre no permite a sus hijos:

1.Dormir fuera de casa.
¿Para que pasen la tarde y la noche comiendo patatas fritas y chucherías a granel, haciendo lo que les sale de los cojones y enganchados a la telebasura, jugando con el ordenador o viendo guarradas por internet, que es lo que harían en la típica happy family americana? ¿O para que pasen la noche en orgías animalescas  y poniéndose ciegos de alcohol y droga si son adolescentes? Totalmente de acuerdo en esto.

2.Asistir a fiestas.
En la misma línea que lo anterior aunque quizás un poco demasiado estricto.

3. Participar en una obra de teatro del colegio.
4. Protestar por no estar en una obra de teatro del colegio.
Actitud algo unilateral y que no comparto porque el teatro puede ser formativo. Pero habría que ver qué teatro y de qué manera.

5. Ver la televisión o jugar en el ordenador.
Muy sabia política proteger a los propios hijos de la telemierda y la manipulación que inunda la programación infantil. En mi caso particular lo que ven mis hijas lo decido y selecciono yo personalmente. Raramente coincide con programas regularmente emitidos en la televisión que a menudo son vomitivos y saturados de adoctrinamiento oculto. Los juegos de ordenador son más de lo mismo.

6. Elegir sus propias actividades extracurriculares.
Seguramente es justo escuchar su opinión y observar si actividad es o no adecuada a su manera de ser y sus necesidades, pero la decisión la deben tomar siempre los padres y no los niños.

7.Sacar una nota por debajo del sobresaliente (A).
¿Excesivo? Quizás pero no mucho. Para mí cualquier cosa por debajo del notable es como un suspenso y merece una reprimenda, porque en la escuela de los contenidos facilitados y la protección de la autoestima los simples aprobados no valen un pimiento y las notas ‘buenas’ poco más.

8. No ser el número uno en todas las asignaturas (excepto gimnasia y teatro).
Según el punto de vista puede ser algo excesivo pero análogamente al punto anterior, con la escuela blanda y facilitada de hoy, ser de los primeros significa simplemente haber aprendido algo. La poca importancia dada a la educación física es una actitud unilateral y poco justificable.

9.Tocar un instrumento que no sea el violín o el piano.
Algo maniática también en este caso la madre tigre, pero el fondo de esta idea es enseñarles la seria disciplina que se requiere para dominar estos instrumentos, que son posiblemente los más difíciles. Claro que si todos hicieran esto las orquestas se quedarían sin personal…

Como vemos se trata de ideas, que sin duda en ocasiones merecen ser matizadas y que delinean un tipo concreto de educación orientada ante todo a la competición. No es por supuesto la única elección válida y no hay que alcanzar por fuerza este nivel de rigor, pero el espíritu que anima estas ideas es totalmente correcto: preparar a los hijos para la vida y formar su carácter, más que ser ‘agradables’ y ‘simpáticos’ con ellos cediendo siempre ante sus caprichos y educándoles a la debilidad interior, que es lo que hacemos nosotros. La severidad, cuando está basada en reglas claras y no en el arbitrio, ni genera hastío ni es incompatible con el afecto.

Si acaso podemos criticar un excesivo racionalismo y énfasis en la competición a toda costa, descuidando otros aspectos. Pero el excesivo rigor como mucho genera una reacción y la búsqueda de una válvula de escape que ayuda a encontrar un equilibrio, mientras lo contrario produce deformaciones del carácter que es muy difícil o imposible enderezar.

Todos los psicólogos y educadores de este mundo pueden decir lo que les plazca, pero es una realidad que sus recetas producen sólo niños malcriados, ignorantes y arrogantes, mientras que la “superada” educación basada en ideas exactamente opuestas a las suyas es la que consigue resultados. Por tanto las opiniones de estos expertos no valen ni siquiera el papel en el que están escritas por muy expertos que sean.

También e la época de Galileo los expertos de la época negaban la existencia de las manchas solares y –según una leyenda- se negaron a mirar por el telescopio. Multitud de expertos hace poco más de cien años negaban la importancia de la higiene para prevenir infecciones. Multitud de expertos de hoy minimizan las diferencias en los seres humanos ligadas al sexo o a la raza porque no las quieren aceptar. Realmente no hay peor ciego que el que no quiere ver.

No es sólo una cuestión de severidad y disciplina sino también de transmisión cultural y tradición. Es conocido por ejemplo que India produce muchísimos matemáticos e informáticos del más alto nivel. Ello es debido no sólo a factores raciales, sino también a las características de su lengua clásica de raíz indoeuropea, el sánscrito. Compleja y con gran capacidad de abstracción, enseña a pensar y prepara soberbiamente la mente para este tipo de actividad. Lengua muerta en la práctica cotidiana pero conservada por la casta de los brahmanes y que ha educado sus mentes durante milenios.

Naturalmente el pensamiento preciso y claro no es monopolio de los indios. La ciencia moderna y la técnica se han inventado en Europa y también nuestras lenguas clásicas, el latín y el griego, enseñan a pensar con precisión y claridad. Pero los mentecatos de la pedagogía fácil a cualquier precio y de mentalidad groseramente utilitaria las han eliminado porque son inútiles. Como es inútil saber historia o expresarse correctamente en la propia lengua.

Todavía podemos atraer cerebros del exterior con dinero, todavía podenos mantener nuestra posición de poder económico y militar en el mundo viviendo de las rentas, del patrimonio técnico y cultural que forjaron nuestros padres y abuelos y que hoy estamos echando a perder. Pero desde luego no va a durar para siempre.

Saludos del Oso.

domingo, 17 de abril de 2011

LA EDUCACIÓN DEVASTADA (I): La degradación de la enseñanza



Más o menos todos conocemos la fábula de Pinocho. Entre las aventuras del muñeco de madera convertido en niño está la visita al “País de los Juguetes”, un lugar en el cual la vida es fácil y está todo resuelto, no hay que esforzarse ni estudiar y se juega siempre. Sin embargo después de un cierto tiempo, a los niños les empiezan a crecer orejas de burro, se convierten en asnos y durante el resto de su vida son esclavos.

Al margen de la intención pedagógica a veces algo cargante y moralista en el libro de Pinocho, este episodio admite una lectura bastante más interesante, pertinente en multitud de situaciones y a muchos niveles: si algo o alguien nos promete una vida fácil y regalada, cómoda y sin sacrificios, de eterno bienestar y totalmente resuelta, sin lucha ni esfuerzo, ese algo o alguien nos va a convertir en burros y luego en esclavos.

Podemos ver a Pinocho convertido en burro en el drogadicto, al cual la droga le proporciona un paraíso de felicidad química. Paraíso ciertamente agradable que no tarda en mostrar su verdadero rostro de esclavitud y degradación. Podemos verlo también en el ideal de felicidad del consumismo desenfrenado: compra compulsiva y posesión de objetos, nivel de vida y símbolos de status como valor supremo. El embrutecimiento y la esclavitud son aquí más sutiles e impalpables pero no por ello menos reales.

Y podemos verlo también en nuestros niños, adolescentes y jóvenes víctimas de la pedagogía moderna. El episodio citado de la fábula de Pinocho, si reflexionamos un poco, es una descripción que encaja como un guante en el campo de la educación tal como hoy se entiende, en el colegio y en familia.

Para aquellos a quienes la edad proporcione algo de perspectiva, es clara una degradación del sistema educativo, una constante caída de nivel acelerada en los últimos años. No es necesario en realidad tener mucha edad para constatar esto, e incluso es posible para un chaval con una cierta calidad interior percibir este estado de cosas.

Estos procesos de degeneración se corresponden exactamente con la difusión de una mentalidad muy concreta y una serie de nefastas ideas: principalmente una enfermiza obsesión con la igualdad, en vez de selección y reconocimiento del mérito, y una babosa insistencia en la autoestima en vez de formación del carácter y resultados.

Naturalmente el payaso de turno (Zapatero) hablará de la generación más preparada de la historia, estará orgulloso de la destrucción del sistema educativo a la que él y los suyos han contribuido tanto y la considerará un gran progreso de la civilización. Una tal opinión revela únicamente el ínfimo nivel e insuficiencia de quien la expresa y de la sociedad en la cual tales ideas son dominantes.

Educar a los propios hijos hoy es una tarea heroica e ingrata, porque las garantías de obtener resultados son escasas y uno debe oponerse a un tapiz impenetrable tejido con necedades y estupidez militante, incomprensión, pegajosos consejos de psicólogos y pedagogos y la oposición activa de las instituciones.

Sería injusto decir que la culpa es en exclusiva de la escuela o de los profesores. Sobre todo los padres contribuyen y de qué manera a que sus hijos sean desde pequeños malcriados y arrogantes. Por ejemplo poniéndose en contra del profesor que se atreva a regañarle y exigirle un esfuerzo, animando al pequeño dictador a chulearle.


No todo el mundo es así, por supuesto. Hay quien se opone a la escuela pública porque quiere exigir más a sus hijos y evitar lo que se percibe como indoctrinamiento. Por ejemplo con el Home Schooling, sistema con una cierta difusión en Estados Unidos con el cual más de 600.000 familias educan directamente a sus hijos, solas o más frecuentemente al interno de una comunidad. Esto de ninguna manera implica necesariamente un menor nivel; sobre todo en un contexto como el actual puede ser verdad lo contrario. En nuestro país y en la mayor parte de Europa esta elección de libertad no se permite:



En el caso concreto de esta noticia el nivel educativo que los padres han conseguido dar a sus hijos está a años luz de lo que ofrece nuestro sistema. La imposición del TC es por tanto un daño para estos niños, pero a las instituciones eso les importa un comino, lo que realmente les importa es que nadie pueda sustraerse al mecanismo. Ciertamente el Home Schooling no es una panacea y es practicable sólo por una minoría de familias, pero la hostilidad a este tipo de soluciones refleja una voluntad  totalitaria de que nadie escape a la pedagogía moderna.

Igualdad y Autoestima. Las dos palabras clave.

Igualdad en la mediocridad: es la única posible. La mentalidad igualitaria tiene auténtico horror a las desigualdades, que son la necesaria y justa consecuencia de las diferencias humanas y se manifiestan en cuanto las personas tienen la oportunidad de expresarse y desarrollarse libremente. Por eso la imposición de la igualdad es siempre tiranía.

Para que parezca que todos somos iguales la solución es rebajar el nivel, hacerlo todo más fácil de manera que las diferencias no se manifiesten. Evitar la exigencia, la selección y las pruebas duras en la escuela porque así serán todos iguales en la mediocridad y la ignorancia.

Es significativa la reacción histérica y horrorizada que se produce ante cualquier propuesta encaminada a seleccionar a los mejores y aplicar mínimos principios de meritocracia y excelencia:



Las palabras del ministro de educación nos explican perfectamente -quizás de manera involuntaria- el punto de vista de esta gente y su nefasta labor: "Las aulas son para convivir". No para aprender, le ha faltado decir para completar el mensaje que por otra parte es muy claro. Manda huevos que esto sea ministro de educación...

Naturalmente conocemos las soluciones de los progres para mejorar la calidad de la enseñanza: más LOEs y LOGSEs, más demagogia y más blablabla progresista, más expertos que proponen una ideología buenista y mediocre que ha fracasado miserablemente una y otra vez…en resumen, más de la misma medicina que ha destrozado el sistema educativo y ha convertido la escuela en una fábrica de burros.

Exigencia, selección, pruebas duras, rigor y disciplina…con una mueca de horror el progre nos dirá que estas cosas dañan la autoestima…

No hay que decirle a un chaval que lo está haciendo mal y que debe exigirse más a sí mismo. No hay que suspenderle o echarle broncas cuando se lo merece porque al pobrecito le sienta mal y le jode encontrarse de frente con la realidad. A todos por supuesto nos molesta que nos digan la verdad, pero es así y de ninguna otra manera que se crece, se madura y se aprende. Pero por lo visto lo importante no es que uno aprenda y se forme un carácter, sino que se sienta bien consigo mismo y que realice su personalidad…

Los defensores esta pedagogía blanda no parecen considerar que si hay algo que hunde definitivamente la autoestima de cualquiera es llegar a adultos y ser incapaz de realizar las propias aspiraciones porque estamos impreparados para ello.

Quizás porque hemos desperdiciado años jugando y perdiendo el tiempo pero nadie nos lo ha dicho para no dañar nuestra autoestima. O porque tenemos un carácter tan débil que nos ahogamos en un vaso de agua, porque cuando estábamos creciendo nadie dañó la autoestima obligándonos a afrontar las dificultades. O porque desde pequeños nos han acostumbrado a pensar que tenemos derecho a todo en cambio de nada, y para no dañar nuestra autoestima nadie nos han enseñado que tenemos también obligaciones y que el mundo no está ahí para satisfacer nuestros caprichos.

Hay demasiadas cosas equivocadas de raíz en esta manera de concebir la educación, tantas que se podrían escribir libros enteros. Igualdad y Autoestima, palabras que un día serán consideradas como símbolos de una época de decadencia.

La caída del sistema educativo se puede observar en multitud de fenómenos actuales.

Por ejemplo en la tendencia a vaciar de contenidos reales los programas  y sustituirlos con insignificancias y estupideces. Se diluyen y aligeran los temarios además de exigir poco, se dedica menos tiempo a materias superadas e inútiles como historia y en general humanidades. La expresión escrita y oral degenera hasta quedar apenas un peldaño por encima del lenguaje de los monos. De la desaparecida enseñanza de lenguas clásicas ni hablo.

En vez de tales materias, que la inmensa mayoría de los alumnos sólo van a conocer a través de la escuela, se pierde el tiempo enseñando aspectos de la realidad cotidiana y de cultura general que se pueden aprender perfectamente en la vida de todos los días.

No necesito la escuela para que les enseñe a mis hijas el significado de las señales de tráfico, que en las ciudades hay un centro y una periferia, o que existen el metro y los autobuses. Estas son gilipolleces. Todo ello lo aprenden solas o yo se lo cuento en cualquier momento, mientras cruzamos la calle o paseamos o salimos de excursión.

Yo quiero que se les enseñen lenguas clásicas, historia, ciencias a un nivel decente, a expresarse correctamente en español, porque ahí es donde no puedo dedicar personamente el tiempo suficiente, o no llego con mis posibilidades o un profesional va a hacerlo mejor que yo.

Esta degradación educativa naturalmente tiene una repercusión a nivel de estudios superiores. A la decadencia de la escuela sigue unos años después la universitaria. Índices claros de esto son la creciente simplificación de los programas y la proliferación de títulos basura.

Cada vez más diplomas y licenciaturas que no valen para nada más que para tener un título. Se puede elegir entre una gran cantidad de nombres altisonantes que esconden una abismal insignificancia y pobreza de contenidos.

Algo así como lo que sucede con la tomadura de pelo de la cocina de diseño: platos con nombres rebuscados que esconden una pobre realidad cuando uno les hinca el diente. Y además tan escasos que uno tarda más en leer en nombre del plato que en comérselo; mariconadas del calibre de ‘Gelatina de chipirón con cóctel de algas de mar’…

Hasta aquí un breve repaso de este fenómeno. Hablaremos en la segunda parte de las consecuencias para nuestro futuro, de madres tigre asiáticas y de informáticos indios.

domingo, 10 de abril de 2011

SALVADOR SOSTRES Y LA CENSURA FEMINISTA

Salvador Sostres es un periodista que interviene con una cierta regularidad en televisión y otros medios. Lo poco que conozco de él no me ha impresionado particularmente. Recuerdo que escribió hace años un antipático artículo catalanista diciendo que hablar español en Cataluña es cosa de pobres y horteras, y ya sólo por esto me cae gordo. Probablemente es sólo un provocador, pero por lo menos tiene el mérito de decir de vez en cuando cosas que cabrean a las feministas y en general a los progres.

En esta ocasión ha protagonizado un episodio que muestra claramente el nivel de censura feminista presente en nuestra sociedad, así como la cobardía y la vileza de los responsables de medios de comunicación, que presumen de pluralismo y tolerancia pero en la práctica son incapaces de salir del más mediocre y sofocante conformismo políticamente correcto.

En cierto sentido son efectivamente tolerantes y plurales, excepto con las opiniones intolerables que, mira por dónde, no toleran.

El tema tiene que ver con un artículo de Sostres acerca del chico rumano que asesinó a su novia embarazada hace unos días. Por este escrito Sostres fue acusado de justificar el crimen y su artículo retirado de la edición digital de El Mundo, donde había aparecido. Se pidieron disculpas por haberlo publicado y en los días sucesivos hemos asistido al linchamiento virtual por parte de las víboras feministas y los mediocres seguidores de la corrección política. Gente que o bien opina sin saber y de oídas, o bien lee sin comprender lo que lee, o bien comprende pero lo tergiversa en mala fe porque va contra la propaganda monolítica que pretende imponernos.

Aunque el artículo ha sido retirado del lugar donde fue publicado originalmente, buscando un poco uno lo puede encontrar. He aquí el texto completo y también la fuente, una (hedionda) página en la cual se pueden leer comentarios de lo más sectario y demencial:


UN CHICO NORMAL 

(Salvador Sostres, El Mundo, 7 de abril de 2011)

El chico rumano de 21 años que ha estrangulado a su novia embarazada, también rumana, de 19, “era un chico normal”, según han dicho de él sus vecinos y conocidos. “Discutían como cualquier pareja”, ha explicado la madre de la víctima. Después de cometer el crimen -o de presuntamente cometerlo, hasta que no se celebre el juicio- el chaval, horrorizado por lo que había hecho, telefoneó a su padre a Rumania y le mostró el cadáver de su novia muerta a través de una webcam.
Porque un chico normal de 21 años que está enamorado de su novia embarazada, es normal que pierda el corazón y la cabeza, el sentido y el mundo de vista, si un día llega a su casa y su chica le dice que le va a dejar y que, además, el bebé que espera no es suyo.
Ni puedo justificar ni justifico un asesinato, ni cualquier forma de maltrato tenga consecuencias más leves o más graves. No pienso que haya causas morales que puedan justificar matar a alguien, ni que puedan servir siquiera de atenuantes en el juicio. Digo que a este chico le están presentando como un monstruo y no es verdad. Es un chico normal que se rompió por donde todos podríamos rompernos.
Porque hay muchas formas de violencia, y es atroz la violencia que el chico recibió al saber que iban a dejarle y que el niño que creía esperar no era suyo. No te causa la muerte física, pero te mata por dentro y aquel día algo de ti muere para siempre. No justifico lo que hizo, ni creo que se pueda justificar, pero no es un monstruo: es un chico normal sometido a la presión de una violencia infinita, una violencia que no por ser física es menos violenta; un chico que luego tuvo una reacción terrible, inaceptable e inasumible, criminal, y que no sólo terminó con la vida de su novia y la de la criatura que esperaba, sino que terminó, en cierto modo, con la suya propia.
Espero que si algún día me sucede algo parecido disponga del temple suficiente para reaccíonar quemándome por dentro si que el incendio queme a nadie más. Pero me reconozco en el dolor del chico, en su hundimiento, en su caída al fondo de sí mismo oyendo las explicaciones de su novia. Me reconozco en su desesperación, muy normal y nada monstruosa: en su herida, en su desgarro. Quiero pensar que no tendría también su reacción, como también lo quieres pensar tú. Pero, ¿podríamos realmente asegurarlo? Cuando todo nuestro mundo se desmorona de repente, cuando se vuelve frágil y tan vertiginosa la línea entre el ser y el no ser, ¿puedes estar seguro de que conservarías tu serenidad, tu aplomo?, ¿puedes estar seguro de que serías en todo momento plenamente consciente de lo que hicieras?
Que la justicia dicte su sentencia y que sea tan severa como tenga que ser. Ante un asesinato no hay causas morales. Pero este chico no es un monstruo. Es un chico normal disparado al centro de su querer, arrancado a la vez de la novia y de su hijo, sometido a una violencia brutal que al no ser física nunca se considera, pero que ahoga y machaca lo mismo que cualquier otra violencia.
Hay muchas formas de violencia. La mayoría de los que escriben y leen sobre sucesos ignora cómo a veces el amor se convierte en escoria y en desgracia y se abraza desesperadamente a la tragedia”.

En mi opinión es un  artículo medianamente razonable aunque para mí carga excesivamente las tintas. De ninguna manera justifica un asesinato, al contrario lo condena explícitamente varias veces y expresa el deseo de que se castigue severamente al agresor. Es un escrito que intenta ponerse en la piel del chico que ha cometido este delito para comprender qué es lo que le ha llevado a ello, lo que es muy distinto de justificar su acción. Si bien comprender puede ser un primer paso para justificar total o parcialmente, de lo primero no sigue necesariamente lo segundo y el paso de una cosa a la otra no es de ninguna manera automático.

Pero este concepto resulta inaceptable e incomprensible para muchas personas. Especialmente intolerable para el feminismo cuya continua propaganda y lavado de cerebro divide el mundo en buenas (las mujeres) y malos (los hombres) sin posibilidad de apelación ni matización.

Según las palabras del director de El Mundo lo realmente inaceptable en el artículo y la razón esgrimida para su retirada es el haber usado la misma palabra “violencia” para el asesinato cometido por el chico y para la forma que tenía la asesinada de tratar a su novio. En otras palabras y recurriendo a la jerga de moda, por haber afirmado que la asesinada había cometido violencia psicológica contra su agresor.

No sé si merece o no el nombre de violencia el comportamiento de la chica para con su novio. Yo lo llamaría simplemente infame y una gran putada. Lo que sí sabemos todos es que cuando es el hombre quien trata mal a la mujer, por comportamientos mucho menos graves que éste se habla regularmente de violencia psicológica, llegando al absurdo de pretender que consideremos violencia las relaciones problemáticas o incluso las simples críticas, naturalmente considerando culpable siempre al hombre y víctima siempre a la mujer.

Sin embargo cuando es la mujer la que humilla a un hombre y le golpea deliberadamente donde más le duele con palabras o con actos, cuando se comporta de manera infame con él como en este caso, que a nadie se le ocurra hablar de violencia psicológica porque se le echarán todos encima.

Este es el quid de la cuestión. El doble rasero escandaloso, las ruedas de molino gigantescas con las cuales pretenden hacernos comulgar. No me interesa mínimamente discutir si este crimen es justificable o no, si merece o no atenuantes el asesino; me interesa el significado de este episodio, que revela la extensión de la censura feminista y el poder de su repugnante policía del pensamiento.

El simple ejercicio de imaginar este delito con las partes invertidas nos lo revela de manera transparente.

Si hubiese sido la mujer la asesina, en los medios se habrían publicado artículos con la intención  declarada de justificar su crimen, hablando naturalmente de maltrato físico o psicológico para exculparla o atenuar su responsabilidad y utilizando palabras casi idénticas a las de Sostres pero con los roles invertidos. No es una hipótesis sino una práctica común cuando la agresora es una fémina como cualquiera se puede dar cuenta con un poco de atención. De hecho me quedo corto: tales artículos serían probablemente bastante más explícitos que el de Sostres en justificar la violencia femenina y nadie se escandalizaría. Por descontado quien rechazase este punto de vista sería acusado de insensibilidad y machismo.

Esto es una de las muchas aplicaciones prácticas de la famosa perspectiva de género, expresión que significa en realidad que, aunque en nuestra democrática sociedad todos somos en teoría iguales, las mujeres son más iguales que los hombres.