domingo, 26 de septiembre de 2021

LA SOCIEDAD FEMINIZADA. AGRESIÓN A LA ANDROSFERA Y ABOLICIÓN DEL "TEMENOS" MASCULINO

 


 

Anticipación del libro Crónicas de la tiranía feminista que será publicado próximamente por SND Editores.

Androsfera es el ámbito de formación y expresión de lo específicamente masculino, el espacio de transmisión, formación y vivencia de la masculinidad. Androsfera es la relación con el Padre y lo que nos transmite, son los ritos de iniciación del varón, son la amistad y las fraternidades masculinas. Es un espacio a la vez exterior e interior, a un tiempo cotidiano y simbólico, donde el hombre encuentra su fuerza, aprende a ser sí mismo y a relacionarse, con el mundo y con el otro sexo sin homologarse a una lógica que no es la suya.

Por eso mismo Androsfera es combatida con saña por el feminismo y su crisis es signo de una sociedad feminizada.

El descrédito de la paternidad y la campaña contra el Padre es el signo más evidente. También la eliminación completa, en nuestra cultura, de los ritos de paso e iniciación que marcan el paso del muchacho al hombre adulto. La educación cada vez más feminizada, la hostilidad cuando no la criminalización hacia las formas de vitalidad más propias de los varones. En un contexto de infantilización social e inmadurez militante que afecta a ambos sexos, aquí también algunos son menos iguales que otros; malamente disimulada, se evidencia una voluntad de impedir u obstaculizar todo aquello que es formativo para el sexo masculino, que lo hace crecer y ser fuerte interiormente.

Lo anterior es ciertamente pero no decisivo, siempre y cuando el cachorro de hombre o el varón adulto tenga puntos de referencia: la leyenda de Parsifal nos cuenta cómo el futuro caballero crece en un ambiente protegido y feminizado, donde se le quiere evitar la tentación de las armas; pero es suficiente que el joven se encuentre con unos caballeros armados en el bosque, para que sienta la llamada de su verdadero destino. Esos caballeros eran una de las encarnaciones del temenos masculino.

Temenos era en la antigüedad clásica un espacio reservado al culto, separado y delimitado del exterior, un espacio sacro. Por extensión y cumpliendo analógicamente la misma función, temenos masculino es el espacio reservado a la camaradería masculina, es una delimitación concreta de Androsfera en el espacio y en el tiempo. Es el ambiente donde no se admiten mujeres; no por animosidad hacia ellas, en absoluto, sino porque los hombres necesitan un espacio para estar entre ellos como lo necesitan las féminas.

De hecho los espacios reservados a mujeres siempre han existido y más aún hoy, aunque hayan degenerado en su mayoría a nidos de víboras feministas con un carácter totalmente destructivo; estas últimas tienen perfectamente clara la importancia de estos espacios.

Como también tienen clara la importancia de destruir los espacios reservados a los hombres: la sociedad feminista ha declarado una guerra a muerte al temenos masculino que se expresa en una abierta hostilidad hacia los ambientes exclusivamente masculinos. Ésta es la verdadera razón por la que las mujeres actuales se empeñan en introducirse en cada rincón previamente reservado a los varones; no tanto o no solamente por un interés genuino en esas actividades, sino por una voluntad específica de acabar con los ambientes de camaradería masculina.

Nos vienen a la mente por ejemplo los famosos clubs de caballeros con gran solera y tradición en ciertos países que han debido (ignoro si alguno se salva de la quema) abrir las puertas a las mujeres; cuando nada impediría la coexistencia de clubs masculinos, femeninos y mixtos, dejando que cada uno elija lo que más le agrade.

Otro caso evidente es Ejército; la solución de dar un espacio a las (pocas) mujeres realmente interesadas en la carrera militar, separando unidades femeninas y masculinas para llegar a una oficialidad mixta solamente a partir de un cierto punto en la cadena de mando, no ha sido adoptada que sepamos en ninguna parte; sin embargo sería una buena solución, evitaría varios problemas y respetaría tanto el temenos masculino como el presumible interés de las amazonas posmodernas de tener su espacio.

Pero tanto en un caso como en otro no se trata solamente de un interés en participar y seguir una vocación; además de ello hay detrás una voluntad de abolir y estropear los espacios reservados a hombres donde puedan estar sólo entre ellos.

Que se trata precisamente de esto, lo podemos ver en la mala baba y el odio apenas disimulado con la que las feministas miran a los ambientes puramente masculinos: cuando no se deja entender que solamente los homosexuales pueden querer desear un ambiente únicamente masculino (un absurdo que ni vale la pena comentar) se lanza la acusación de que tales ambientes son focos de misoginia, machismo recalcitrante, desprecio hacia la mujer.

Sin duda esto último es lo que en psicología se llama una proyección y en refranero castellano “cree el ladrón que todos son de su condición”… los ambientes femeninos actuales (sobre todo los politizados) sí que son en gran parte focos de odio contra el varón.

Lo que realmente escuece, provocando rabia en las feministas y desconfianza en muchas mujeres normales (en la medida en que una mujer puede ser normal en tiempos feministas) es que en el temenos masculino el hombre encuentra puntos de referencia, está perfectamente bien sin necesidad de mujeres, encuentra una comunidad que le refuerza interiormente y esto para muchas es intolerable: el varón debe ser privado de referencias, debe necesitar siempre a la mujer, debe ser debilitado.

Tranquilícense las mujeres en general y particularmente las hembristas: en sus gineceos empoderados y posmodernos, ciertas féminas degeneradas quizá se dediquen todo el día a escupir odio contra los hombres y tramar formar siempre nuevas de hacerles la vida imposible. Pero en el temenos de los hombres, en la camaradería masculina, no se habla sólo de mujeres y ni siquiera la mayor parte del tiempo; mucho menos se desperdicia ese tiempo en planificar la guerra de sexos y en cómo enfrentar a los unos con las otras.

MAX ROMANO

domingo, 19 de septiembre de 2021

SEXTA LÍNEA DE NECROSIS DE UN OCCIDENTE ENFERMO. EL OLVIDO Y DESPRECIO DEL PASADO

 


 


Ese embrutecimiento del que hablábamos en la quinta línea de necrosis, esa deriva hacia lo inferior y esta voluntad de degradación, como es natural, no quiere verse en el espejo. La degeneración no quiere tener enfrente un patrón diverso que le pueda dar la medida de sí misma. Por lo tanto, no sólo debe hacer la guerra contra toda aspiración humana superior, sino que además y sobre todo debe rechazar el pasado, la experiencia de nuestros padres, lo que nos ha llegado de ellos en forma de tradición, de identidad, de creaciones materiales e ideales.

Para no verse obligada a ver su rostro auténtico, para perder esa conciencia de sí misma que no quiere tener, la decadencia se expresa también en la incomprensión, en el olvido e incluso el desprecio de la propia tradición. Porque tener conciencia es también tener memoria, y borrando la memoria se anula la conciencia.

Hay una famosa frase del inglés Chesterton que a menudo se usa para justificar esta actitud, probablemente tergiversando las intenciones del autor: según esta frase la tradición es la “democracia de los muertos”. ¿Es así que debemos considerarla?

Se trata de una pregunta a la que debemos responder, porque la frase contiene una parte de verdad: consiste en que la tradición debe ser re-elaborada y renovada en cada generación, si es que ha de tener algún significado para la existencia humana. Pero a los que desprecian el pasado se les escapa que una tradición le da al ser humano algo fundamental: el sentido de pertenecer a una cultura, de tener una identidad, de formar parte de una civilización que bebe del pasado y se proyecta en el futuro. O se les escapa o bien quieren privar al ser humano de esta dimensión.

Una cultura es un organismo que vive en la conciencia de las personas; no tiene una existencia abstracta, en un vacío, sino que se apoya en una manera de entender el mundo y la vida que debe ser recibida, interpretada y mantenida viva; de otra manera muere y también muere algo en nosotros. Existe un deber de recibir los contenidos de esa tradición y esa identidad, de transmitirlos a nuestros hijos y renovarlos según nuestra sensibilidad, cada cual en la medida de su entendimiento y posibilidades. Un deber y una alta misión que sólo ignoran las épocas embrutecidas y decadentes, habitadas por las generaciones de la indiferencia y el nihilismo, como nuestra época presente.

Entonces la cadena de transmisión cultural se interrumpe, cuando llega el momento de los individuos centrados en sí mismos y en su pequeño bienestar, que ignoran todo horizonte superior, todo deber hacia el pasado y hacia el futuro. Es lo que podemos constatar por todas partes, hoy mismo. Basta mirar a nuestro alrededor para ver los signos de ello: la degradación de la educación, el hedonismo y nihilismo generalizados, la necesidad de vivir aturdidos y drogados con estímulos de todo tipo.

Es el precio de vivir en el vacío de un presente eterno y puntual, desconectado del pasado y del futuro.

 MAX ROMANO

domingo, 12 de septiembre de 2021

QUINTA LÍNEA DE NECROSIS. LA VOLUNTAD DE DEGRADACIÓN Y EL ODIO CONTRA LA EXCELENCIA

 


 


Todos estos fenómenos regresivos que he mencionado en las anteriores líneas de necrosis, en el dominio de lo que he llamado el género estropeado, van de la mano con una tendencia más general que sale ya de este ámbito.

Se trata de una especie de voluntad generalizada de tomar un camino descendente, dirigirse hacia los bajos fondos de la existencia y seguir la llamada de lo inferior; es un afán no disimulado por recrearse en los aspectos más viles y sórdidos de las cosas, un gusto por lo vulgar y lo soez. En una palabra, una fortísima voluntad de rebozarse en la degradación.

En tantos campos se traiciona a sí misma esta actitud, desde las tendencias artísticas a las modas y las costumbres. Es como si el espíritu de los tiempos nos invitara a buscar la esencia de la vida en la taza del váter. Ahora bien, con perdón por la poca delicadeza, en la taza del váter está la mierda, no está la vida.

Esta voluntad de degeneración tiene como contrapartida, naturalmente, el odio contra la excelencia y el talento, el descrédito y escarnio de todo ideal de auto-superación, de forma interior y elevación. El espíritu de los tiempos, en el sentido del discurso dominante que nos quieren vender y la forma mental de amplísimas capas de población, está impregnado ya profundamente de esta mentalidad y funciona como una camisa de fuerza psicológica que funciona obligando al ser humano a dirigir su mirada hacia abajo, cada vez que intenta o siente el conato de dirigirla hacia lo alto como está en su naturaleza más profunda.

Todo se interpreta en función de motivaciones y categorías inferiores, viles, deconstructivas y desacralizantes, por usar dos palabras fetiche de nuestro tiempo que provocan una excitación casi sexual en los degradados contentos de sí mismos. La constante apología de lo bajo ha degradado efectivamente al ser humano, de águila capaz de levantar el vuelo a águila mutilada que se arrastra penosamente por la tierra.

El campo de la educación, evidentemente, es uno de los que más ha sufrido por este estado de cosas, en particular por la guerra sin cuartel contra la excelencia. No sólo en el nivel educativo, entendido como contenidos; también y sobre todo en la formación del carácter, la misión principal que debería tener una verdadera educación.

El profesor ya apenas es una autoridad, intenta ser un ridículo “colega” de los alumnos y no se le tiene respeto alguno; lógicamente pues un “colega” veinte años mayor que uno no es tal, sino un sujeto que juega ridículamente a ser más joven de lo que es. Los caprichos deben tener prioridad sobre la disciplina, se va a clase poco menos que a jugar, se quiere convertir lo que debería ser un lugar de esfuerzo y estudio en una ludoteca. Se les exige cada vez menos a los alumnos y no se les corrige para no “dañar su autoestima”, para no “discriminar” se quiere nivelar todo en la igualdad es decir al nivel del menos apto.

Ocuparía un libro entero la lista de los males de la educación y la impresionante colección de ideas estúpidas e ineptas que la han hundido; pero si tuviera que definir el espíritu de la pedagogía actual con una sola fórmula, diría que es la venganza del último de la clase. Venganza que vemos cumplidamente realizada en los exponentes políticos de nuestra época, sobre todo los que se ocupan de educación.

La degradación educativa es la premisa y la consecuencia de la degradación general, se realimentan recíprocamente en un círculo vicioso. Contentas de sí mismas y mirándose a la cara, se rebuznan la una a la otra sus verdades en un perverso juego de espejos autorreferentes que no deja nada tras de sí, excepto un eco de rebuznos en el aire.

 MAX ROMANO

miércoles, 1 de septiembre de 2021

CUARTA LÍNEA DE NECROSIS. LA HOSTILIDAD CONTRA LA POLARIDAD SEXUAL Y LAS IDENTIDADES DEFINIDAS: IDEOLOGÍA DE GÉNERO

 

 



En la tercera línea de necrosis se hablaba de la igualdad de género como un odio contra la vida y las diferencias, que son la sal de la vida; en particular la diferencia entre hombre y mujer que estúpidamente se intenta reprimir, ocultar, deconstruir según esa palabreja tan de moda y que resume mucho del espíritu de este tiempo decadente.

Ampliando el discurso y partiendo de lo anterior, esta lucha contra la salud y la vida se expresa también en el odio contra la polaridad sexual, llegando a la negación misma de la biología humana en nombre de la ideología.

Esto tiene dos nombres: ideología de género y agenda LGTB. Es una guerra contra la realidad, contra el hecho básico de que cada célula de nuestro cuerpo tiene un sexo masculino o femenino; contra la evidencia, que todos han sabido siempre hasta que los estúpidos de la igualdad han llegado para decir que lo blanco es negro: los aparatos reproductivos, el cuerpo, la mente y el instinto sexual están organizados alrededor de esta polaridad binaria, lo que da una base más que suficiente para un criterio de normalidad y anormalidad.

Con todas las variaciones que puede haber y siempre han existido, porque no somos como los animales y no tenemos el comportamiento programado; con toda la consideración y el reconocimiento de aquellos casos humanos de imperfecto o anómalo desarrollo sexual, falta de armonía entre cuerpo y mente, desequilibrio entre genética y hormonas y psicología. Todo lo que queramos; pero lo que no podemos aceptar es la destrucción del concepto de normalidad sexual, el rechazo de la polaridad sexual entre lo masculino y lo femenino.

Esta guerra contra la realidad y la naturaleza humana es el núcleo de una serie de tendencias aberrantes que nos están imponiendo como ideología oficial, que ya han llegado a las escuelas sin que los padres se enteren, porque lo han hecho trabajando como reptiles que se mueven en la sombra para evitar la detección obligar a las familia a aceptar el hecho consumado; se entiende aquellas familias que no han logrado corromper con su ideología.

La expresión de estas tendencias puede ser tanto la ideología de género propiamente dicha como las agendas de las varias lobbies LGTB. Acerca de la llamada ideología de género, ésta pretende la sustancial irrelevancia del sexo biológico, sosteniendo que el género es una pura construcción cultural; con ello se revela como una apología de la confusión sexual y el intento de crear una humanidad melaza de seres indefinidos y confusos. En cuanto a la agenda de las varias lobbies LGTB y las demás letras que van añadiendo cada cierto tiempo, su programa es la normalización de las desviaciones y las situaciones anómalas de imperfecta o incompleta diferenciación sexual.

Una agenda perversa que ya ha llegado a la educación de nuestros hijos en la forma de fomento de la transexualidad, ingeniería sexual de los niños, corrupción de menores favorecida desde el Estado por una clase política canalla que. Dos aberraciones repugnantes que van de la mano, en una alianza perversa contra la biología humana, una guerra demencial y delirante contra un dato tan básico como la separación en dos sexos de la especie.

Pero la separación sexual, además, es un principio válido más allá del nivel puramente biológico; es parte de la realidad humana a todos los niveles, como ha sido reconocido en todas las épocas y habiéndose llegado, en algunas culturas, a imaginar deidades masculinas y femeninas e incluso cultos religiosos y rituales diferenciados. Este principio de polaridad sexual es perfectamente válido y universal (una de las pocas cosas de verdad universales) tanto para quien piense que somos sólo biología, como para quien, al contrario, incluya en su mundo la dimensión de algo que vaya más allá de la simple materia.

Como seres humanos, no somos asexuados ni andróginos ni hermafroditas ni cambiamos de sexo como hacen algunas especies animales, excepto en alguna fantasía delirante de ciencia ficción feminista.

El conjunto de todos estos fenómenos que podemos llamar del género estropeado es el síntoma de una profunda enfermedad social. La salud y la vida están en la diferencia y la polaridad sexual, en las figuras diferenciadas de padre y madre, en los roles distintos y la existencia de vías diferentes para el hombre y la mujer. Todo ello es expresión de la naturaleza humana, indispensable en una sociedad sana, armoniosa y vital; precisamente por esto es combatido sin tregua por los apólogos de la anti-vida y la degeneración.

 MAX ROMANO