sábado, 23 de junio de 2012

EL REINO DEL DINERO (III): El opio del pueblo



La anterior entrada de esta serie, Mercaderes de humo, creo que fue algo indigesta pero en fin he aquí la tercera y última, que será completada por una serie de textos en El Velo Rasgado sobre economía y moneda –forzosamente de extensión muy limitada- el primero de los cuales, El espejismo de los intereses, publico hoy y está extraído del excelente libro de Maurizio Blondet “Esclavos de los bancos”. En este libro, del que publicaré varios fragmentos, se explica muy claramente el origen y el funcionamiento del sistema monetario actual y su carácter de instrumento en manos de una casta de manipuladores profesionales del dinero; instrumento a través del cual acumulan cada vez más riqueza y son mantenidos por el trabajo de los demás, además de condicionar la política y vaciar de contenido el concepto de democracia y la misma política.

También es muy recomendable, y pensaba traducirlo, un texto de Larry Hannigan, quizás conocido por algunos lectores. En él se explica en forma narrativa el mecanismo de la creación de moneda y el engaño  del sistema bancario. He visto que qbit lo publicó hace tiempo en su página así que pongo el enlace:


El tema de esta entrada es la religión del dinero que constituye un importantísimo pilar del poder de los mercaderes de humo de que hablaba en la anterior entrada. El culto del dios dinero es un importante elemento en este poder, hasta el punto de que se puede considerar el opio del pueblo en el preciso sentido que el marxismo clásico daba a esta expresión para referirse a la religión en general. Es decir un sistema de creencias fomentado por la clase dominante para mantener adormecidas y dominadas a las masas.

La clase dominante de los mercaderes del dinero naturalmente fomenta esta adoración del dios dinero y podemos observar cómo de mil maneras consigue plasmar la mentalidad corriente, a través de una propaganda continua. Esto es muy necesario para ellos, porque al fin y al cabo la religión del dinero es antinatural: está claro que las necesidades materiales de la vida son comunes a todos nosotros y la riqueza es deseada más o menos por todos o al menos por la mayoría, pero la vida no se reduce a economía ni a sacar el máximo beneficio.

El centro de la vida no está ahí para la gente normal ni lo ha estado nunca. Tal mentalidad es propia de grupos muy particulares de personas, es la visión del mundo propia del comerciante, más aún específicamente del comerciante de dinero, que hoy en día domina con fuerza incontrastada. Visión que necesita, para imponerse a la población en general, de una propaganda capilar y del opio del pueblo que es la religión del dinero.

Naturalmente la visión marxista de la religión, aplicada a las tradiciones religiosas de los distintos pueblos es una grosera caricatura, aun cuando haya podido tener en ocasiones una parte de verdad. Pero cuando consideramos no una verdadera religión, portadora de valores trascendentes que de alguna manera comunica con las necesidades profundas del ser humano sino la grosera caricatura de religión que es el culto del dios dinero, el punto de vista marxista es rigurosamente cierto. Es como si dos espejos deformantes dieran al final una visión correcta. El culto y la adoración del dios dinero es necesario para que los banqueros dominen el mundo y tengan controladas a las masas.

Cierto es que son sorprendentes los paralelismos que podemos notar asumiendo este punto de vista. Considerando el dinero en sí, la masa de dinero que circula en el mundo a través de las arterias del sistema financiero, como una especie de divinidad perversa y caprichosa, aparece como nada más que un dios de cartón, que en las mentes y los corazones de una humanidad sin principios ni valores ocupa un lugar que no puede permanecer vacío, lugar que tras el desalojo de su anterior morador ha sido ocupado casi literalmente con un becerro de oro. La misma referencia bíblica nos parece sugerir que esta tentación de sustituir a la divinidad con el dinero no es cosa de hoy, que al contrario es muy antigua y se trata de una tentación muy fuerte para algunos.

Se trata de un dios sin rostro –el dinero no tiene color- y escurridizo, con la cualidad de un fluido que penetra y llega a todas partes, que se apoya en soportes como los billetes pero también puede asumir la forma de acciones y productos financieros, o estar simplemente en memorias de ordenador. Que fluye como la sangre en las venas de los intercambios materiales y ya ocupa el entero planeta, porque los mercados están todos conectados entre sí y el dinero puede moverse en un instante como simple intercambio de informaciones.

Consideremos con qué buena voluntad, servilismo y falta de dignidad los gobiernos democráticos imploran que el dinero se digne afluir a sus países y no se vaya a otra parte. Casi literalmente es como si rezaran suplicando el favor divino, no vacilando ante ninguna bajada de pantalones para contentar a los mercados, obedeciendo a los grandes sacerdotes de este culto: a los expertos, las agencias de rating y las instituciones financieras que conocen los caprichos de la divinidad e incluso pueden atraer sus favores.

Naturalmente tales favores no son gratuitos: se exigen actos de sumisión y sobre todo sacrificios, sacrificios que hemos de pagar todos nosotros en cuanto personas que trabajamos, porque el dinero es un dios caprichoso y cruel que exige rentabilidad, como el criterio supremo que pasa por encima de todo lo demás. Se exige que la sociedad y la economía se sigan las directrices, el diktat de los intérpretes del moderno oráculo de Wall Street.

Cuánta poca libertad tienen los gobernantes y lo que vale la soberanía popular lo podemos ver si se sacan un poco los pies del tiesto en la cuestión crucial: en cuanto se le ocurre a alguien tocar el tema de la soberanía monetaria, intentar ejercitar un control sobre el Banco Central del país y por tanto sobre la emisión de moneda, recibe rápidamente un regletazo en los dedos. En la primera entrada de esta serie, Húngaros, se hablaba del intento del gobierno húngaro en este sentido, y recientemente Berlusconi –que tampoco es santo de mi devoción- en Italia comentaba imprudentemente que el Estado italiano podría emitir moneda para ayudar a su economía. Como sabemos Hungría al final ha debido renunciar a esta parte de sus reformas ante la presión y el chantaje internacional, y Berlusconi algo así como dos días después ha declarado que sus declaraciones habían sido solamente una broma.

Ciertamente es una broma de mal gusto le inmensa mayoría de las palabras que los políticos emiten por la boca, pero nunca tienen que pedir disculpas por ello, excepto cuando se trata de ciertas bromas que no se permiten. Por otra parte a ellos les da bastante igual lo que pase con la sociedad: se puede ir al carajo pero ello les importa un comino a los políticos porque ellos de cualquier manera estarán cubiertos. Como acólitos de segundo nivel son indispensables para controlar a la población.

Y a la gente se la controla también haciendo calar la idea de que la sociedad es economía y finanza. ¿Cómo interpretar si no la constante obsesión en los medios con los movimientos de la bolsa, con el rating y el coste de la deuda, el bombardeo continuo de informaciones siempre en primera página? El especialista o el simple inversor en Bolsa desde luego no necesita estos artículos en las noticias del día ni le sirven para nada: la información con la que opera la va a buscar en lugares especializados dedicados específicamente a ello, más completa y en la forma que necesita. Tampoco el objeto es informar realmente al público ni explicar a la gente cómo están las cosas y hacer que comprenda la partida que se juega sobre sus cabezas. Esto es lo último que se pretende.

Muy al contrario, el objeto de tanta insistencia, de tanto hablar de mercados, economía y deuda cada día es de tipo propagandístico, es condicionar a la gente para que vea el mundo, la política y la sociedad sólo a través del prisma de la economía.

Para que piense que sólo esta sociedad es posible, que no hay alternativas políticas o económicas a este dominio de los especuladores y los banqueros. Pero las hay aunque toda la casta de los periodistas siervos del poder esté de acuerdo en ocultarlo.

sábado, 16 de junio de 2012

ACOSO SEXUAL


Hace casi un año publicaba en este blog la entrada  La marcha de las putas  –no es que yo lo diga, se autodefinían y autodefinen así- donde hablaba de ciertas manifestaciones de mujeres en varios países del mundo para reivindicar sustancialmente el derecho a vestirse como putas y no ser consideradas como tales. Observaba en aquella entrada que una auténtica puta es por lo menos honesta a su manera y su juego está claro, por tanto está muy por encima de esta masa de cretinas vocingleras, cuyo lema “La Marcha de las Putas” es en realidad una ofensa contra toda puta bien nacida.

En efecto una cierta manera de vestir tiene el significado de enseñar el cuerpo para provocar al varón y lanzar un mensaje bien claro, pero a diferencia de la prostituta la “Slut” de las marchas lo que pretende es echar en cara al varón su reacción natural ante un estímulo deliberado, provocarle continuamente con el juego habitual del mirar y no tocar, pero con la intención adicional al mismo tiempo de criminalizar su comportamiento y en realidad cualquier iniciativa por su parte, llevando la cosa al terreno legal con las acusaciones de molestias y acoso.

En efecto el llamado acoso sexual, y entramos en el tema de hoy, es un tema fundamental en la guerra contra el varón y la masculinidad por parte del feminismo. Asistimos a la aparición de leyes cada vez más draconianas para reprimirlo, que en realidad están destinadas de manera evidente a perseguir al varón y a castrarlo mentalmente, a transformar en potencial delito cualquier iniciativa suya y en definitiva a realidad a colocar al hombre en una posición imposible haciéndole vivir en un chantaje permanente.

Asimiladas por la sociedad las infinitas aberraciones, leyes injustas y persecutorias, privilegios para la mujer que ya existen y no voy a repetir aquí, se pasa a al siguiente nivel que supone el paso de todos los varones al estado de criminales en potencia: el acoso sexual definido de manera que cualquier hombre puede ser acusado de cualquier cosa, ser arruinado con sanciones e ir a la cárcel. Este tipo de leyes son la próxima frontera en el acoso y derribo al varón.

Un ejemplo de lo que nos reserva el futuro lo tenemos en la ley que ha sido propuesta en Francia y no puede que no tardemos en ver en España, como mucho lo que tarde en llegar otra vez un gobierno izquierdista, si es que las detestables pijas feministas del PP no la traen antes:


“Una mirada sucia insistente, un piropo repetitivo que traspasa la línea entre el halago y el insulto, un gesto ordinario que mina la dignidad del trozo de carne que pretende cazar. Las palabras son balas mortales, erosivas como los gestos. Francia ha diseñado los contornos de esa figura difusa que es el acoso sexual, ese delito a veces de palabra que se esconde en la insinuación, escuda su perversa intención en el inocente piropo e intimida aprovechando la manga ancha que da la libertad de expresión, en este caso mal utilizada

Como es evidente, leyendo ya ni siquiera entre líneas sino literalmente, se considera acoso cualquier cosa que la mujer considere tal, cualquier cosa que la moleste. Con notable mala fe o quizás un perverso sentido del humor, la autora del artículo en El Mundo escribe que se han “diseñado los contornos del acoso sexual”. En efecto los contornos están diseñados y son clarísimos: cualquier cosa que irrite a la mujer y que ella subjetivamente considere como acoso.

La ley ha sido propuesta por dos ministras -aunque habrían podido ser igualmente dos tontos útiles feministas-, la Ministra de Injusticia y la Ministra de Persecución Antimasculina, por usar nombre verdadero de sus cargos, y con toda probabilidad pasará porque los hombres y muy especialmente los políticos son unos memos cobardes, sometidos a una hipnosis colectiva o amedrentados hasta el punto de no ser capaces de reaccionar o de oponerse a aberraciones como éstas.

Y por lo que respecta a las mujeres, no sólo las feministas militantes sino la mayor parte de ellas deben ser consideradas ya directamente enemigas del varón, puesto que parecen estar de acuerdo con estas leyes persecutorias y las apoyan. Más sobre esto al final de la entrada.

Atrás queda el principio anticuado de que un delito debe estar definido clara y objetivamente, que para respetar la ley uno debe saber qué es lo que constituye delito. Ahora la definición del delito es el arbitrio femenino puro y simple; la intención que ya apenas se esconde es poner a cada hombre en un estado de indefensión constante, de modo tal que cualquier cosa que haga se pueda utilizar contra él, o incluso aunque no haga nada.

¿Qué es una mirada sucia insistente? ¿Cómo se define, quién establece el grado de suciedad o insistencia? ¿Nos van freír a multas o a meter en la cárcel por mirar a una mujer?

¿Cuándo se “traspasa la línea entre el halago y el insulto”? ¿De qué depende, de que la mujer tenga un mal día o haberla pillado en un mal momento? ¿De que la jueza misma tenga o no la regla el día de la audiencia en el tribunal? ¿De que el juez sea o no un gilipollas domesticado con el cerebro lleno de propaganda feminista y complejos de culpa por ser varón?

¿Qué significa un delito “a veces de palabra que se esconde en la insinuación, escuda su perversa  intención en el inocente piropo “? ¿Nos van a procesar por las intenciones? ¿Vamos a ser considerados  criminales por un piropo que esconde una “perversa intención”? ¿Quizás por la jueza feminista militante para quien todo varón esconde una ”perversa intención”

Claro que también hay lugar para la indulgencia en la justicia feminista:

“Los que se pasen de los límites establecidos tendrán que pagar multas de entre 15.000 y 45.000 euros, dependiendo del grado del delito, y penas de entre uno y tres años de prisión. Las insinuaciones leves se sancionarán con el castigo más bajo”

Es un alivio enterarse de que si la mirada no es muy sucia o demasiado insistente, si el piropo es medianamente inocente y esconde una intención sólo ligeramente perversa pagaremos sólo unos pocos cientos de euros o iremos a la cárcel sólo unos pocos días o semanas.

Vamos que si uno se encuentra en el ascensor a la vecina de casa con minifalda, la mira un poco de reojo y le dice educadamente lo bien que le queda el peinado, aunque se tenga la mala suerte de que se sienta ofendida y acosada, con un buen abogado quizá uno no salga excesivamente mal parado.

Uno puede pensar que la ley está pensada para perseguir casos graves y reales de acoso, que en la realidad las cosas no son para preocuparse tanto, que hay que tener fe en la justicia y no hay que sacar las cosas de quicio.

Pero en verdad, sacar las cosas de quicio es la obsesión de pretender hacer leyes para regular todo, meter los tribunales en cada aspecto de las relaciones humanas y de la vida. Pero es que además esta obsesión, ya absurda de por sí, se convierte en infame cuando se aplica en una sola dirección y sólo contra una mitad de la sociedad.

Acerca de la confianza que puede inspirar la justicia, lo vemos ya demasiado bien con las leyes de violencia de género y de igualdad, con los tribunales ideológicos contra el maltrato, con el tratamiento infame hacia los padres en tribunales y en general la indefensión legal de los varones, con la acción sistemáticamente antimasculina de la justicia que sólo raramente, en los casos más escandalosos, llega a ser mencionada por los medios.

Una ley en la cual el delito no está definido claramente tiene evidentemente como finalidad no la de hacer justicia sino la de perseguir. Una ley que establece el arbitrio como criterio, donde el delito tiene contornos tan vagos y opinables puede tener un solo objetivo: los enemigos políticos o los enemigos de clase; o más bien enemigos de género como en este caso.

Estas cosas no son de hoy naturalmente. Recordaré aquí una famosa frase de un estadista italiano de hace un siglo: “Con los enemigos las leyes se aplican, con los amigos se interpretan”. Está muy claro en el caso del derecho hembrista quién verá las leyes aplicadas y quién las verá interpretadas.

En definitiva éstas son las leyes que quiere la mujer de hoy en día y en las que se revela en toda su plenitud: insoportable, arrogante, caprichosa, abyecta y egocéntrica, que se niega a ver en sí misma el verdadero origen de la maldición que lleva dentro y proyecta su crisis profunda en los hombres haciendo la vida penosa para todos: para ella misma, para su compañero y para sus hijos, a los que convierte primero en tarados habiendo destruido algo tan fundamental para ellos como la autoridad paterna, y luego en parias de la sociedad con sus leyes antimasculinas.

Quien piense que la anterior parrafada sea excesiva, que considere el tratamiento del varón por la justicia y que observe la actitud de las mujeres al respecto, cómo hacen una piña para defender lo que consideran sus intereses; que se pregunte también cuál sería la posición de la mayoría de las mujeres ahora mismo, en nuestro país, si se propusiera una ley así. O más bien cuando se proponga porque es sólo cuestión de tiempo. 

En efecto aunque esta ley basura sea francesa y esté en una fase preliminar nos indica lo que está pasando y cuál es la tendencia actual, el camino que ha tomado la sociedad occidental, en un proceso que se desarrolla con una lógica férrea, coherente, aplastante, pues es la realización de la agenda oculta del feminismo.

¿Cuál será el carácter de la sociedad del porvenir si nadie pone un freno a este delirio? ¿Qué actitud deben asumir los varones ante esta situación? Visto el carácter de enemistad antimasculina cada vez más claro que tiene la acción de muchas mujeres en política ¿Se trata de la bilis desbordada de un puñado de fracasadas y trastornadas en su odio contra el varón, o al contrario tal enemistad es una línea que la mayoría de las mujeres comparten por las ventajas que sacan?

No tengo una respuesta firme a ninguna de estas preguntas. O quizá las respuestas estén contenidas en estas tristes y proféticas palabras del gran escritor y pensador rumano Emile Cioran:

"Ante el hombre y la mujer se abren dos caminos, la crueldad y la indiferencia. Todo hace suponer que tomarán el segundo, que entre ellos no habrá ni explicaciones ni ruptura sino que seguirán alejándose uno de otra; que la pederastia y el onanismo, propuestos en la escuela y los templos, conquistarán a las masas; que volverá una masa de vicios abolidos y que una praxis científica sustituirá los espasmos y la maldición de la pareja”

E. Cioran, 1952

Cioran veía todo esto hace 60 años. Podía ver mejor y más lejos que los comunes mortales. Pero hoy en 2012 ya estamos más cerca de este futuro que ha empezado a realizarse y también nosotros podemos ver sus contornos con inequívoca claridad.

Cada vez menos un hombre, a menos que sea un completo imbécil y un pringado, estará dispuesto a pisar el campo minado que es la relación con la mujer, excepto de la manera más mercenaria y superficial posible. Y ya no digamos formar una familia, algo que hoy en día significa saltar a lo desconocido y ponerse una soga al cuello, estar a merced del capricho, los cambios de humor y la inestabilidad femenina; todo ello para al final, con gran probabilidad, entrar en las abultadas estadísticas de las familias rotas, ser tratado como la mierda por la justicia y terminar amargado.

Toda la culpa no es del feminismo naturalmente. En una sociedad hedonista que fomenta todos y cada uno de los vicios y el egoísmo más desenfrenado, ¿Quién querrá asumir “la maldición de la pareja” de que habla Cioran? ¿Quién estará dispuesto a renunciar a sólo una parte de sus caprichos de niño malcriado mamados desde la infancia y erigidos en ley absoluta?

Que la profecía de Cioran se cumpla o no depende al final de nosotros: nunca he creído en determinismos y al contrario sí en la libertad humana. Pero está la gran cuestión de la actitud de la mujer en general y su insistencia en este camino.

En el blog de textos he publicado como complemento a esta entrada el artículo de Massimo Fini La raza enemiga. Naturalmente con tal expresión Fini se refiere a la mujer.

¿Es realmente la mujer una ”raza enemiga” del varón?

Ninguna afirmación puede ser verdad al 100% y menos aún si tratamos del ser humano. Yo mismo estoy casado y tengo dos hijas. Muchos lectores lo estarán también, tendrán novias y amigas. Sería injusto además de falso considerar todas las mujeres como enemigas. Sin embargo una afirmación que es correcta al 95% o al 99% es válida a todos los efectos prácticos, excepto la salvedad de que cada persona concreta debe ser considerada por sí misma. 

La conclusión que debemos sacar en definitiva es una sola. El acoso sexual existe y es realmente una emergencia social: el conjunto de leyes feministas sobre molestias, acoso sexual y violencia, la discriminación positiva, en general el derecho de familia, los tribunales especiales contra el maltrato...todo ello constituye un frente único y se configura como un auténtico, perverso, de amplitud nunca vista, acoso sexual –o de género- contra el varón.

viernes, 8 de junio de 2012

REGRESIÓN BESTIAL

Después de un período de inactividad por varios motivos, el Oso vuelve con una serie de artículos sobre temas variados, con la intención de mantener una cadencia regular e idealmente semanal. También se buscará que los textos publicados en El Velo Rasgado tengan relación con los temas tratados en los artículos del Oso que vayan  saliendo y sean un complemento.

Hace casi un año, en ocasión de una marcha de ciclistas desnudos y sudorosos sobre sus vehículos en una tarde de verano, publicaba una entrada, los ciclistas en pelotas y las formas del pudor, en la cual se trataba de la pérdida del pudor como un síntoma y un indicador de degeneración humana, de regresión a un nivel inferior, amorfo, de existencia. Se hablaba no solamente del pudor sexual y de la exhibición del cuerpo sino también del pudor en los propios sentimientos y expresiones, en la relación con los demás en general, aspectos más importantes y profundos que el simple pudor sexual.

El tema de esta entrada está relacionado con ello y complementa aquellas consideraciones. Se trata de la paulatina desaparición del cortejo en la sociedad moderna, es decir el conjunto de comportamientos, convenciones o reglas que regulan o regulaban la aproximación entre el hombre y la mujer, su descrédito en una parte tan grande de las nuevas generaciones, influenciadas –o quizá cabría decir intoxicadas- por una propaganda que glorifica la sexualidad inmediata, sin trámites ni inútiles complicaciones, propaganda omnipresente en la industria del entretenimiento -cine y series de televisión esencialmente- y especialmente en la dirigida a los más jóvenes.

Esta propaganda y toda una cierta mentalidad presenta como liberación este proceso, como la eliminación de inútiles y fastidiosos trámites, de todas las trabas de una moral represiva, en nombre de una satisfacción inmediata y natural que abra las puertas a una vida más auténtica y libre.

Muy al contrario, sin embargo, cabe observar que este proceso no representa más que una caída de nivel y una regresión al primitivismo, una pérdida de comportamientos específicos que la humanidad ha elaborado en su desarrollo. Lejos de ser unas restricciones sin sentido, una simple represión de los instintos impuesta de manera gratuita, representan una parte esencial de la civilización y la cultura humana. Todas las sociedades han tenido su manera de afrontar este tema y siempre han elaborado una manera de gestionar –por así decir- el instinto sexual, que es una potente fuerza cargada de tensión y de potenciales conflictos por la misma energía que mueve en el ser humano.

Incluso desde un punto de vista libertino o –por así decir- puramente vicioso la pérdida del ritual de cortejo es regresión y primitivismo, algo que priva de una parte esencial del placer. No por casualidad Casanova decía que la parte más importante e interesante de sus aventuras eróticas era el proceso de la conquista. Para el auténtico vicioso, para el auténtico hedonista, aun orientado como está en un ideal no precisamente elevado como el puro placer, el proceso de llegar a él y todo lo que lo rodea es un placer en sí aunque el punto de llegada final sea siempre el mismo. Sólo es totalmente indiferente a ello y se centra únicamente en la simple satisfacción física el tipo más bruto e indiferenciado de individuo. Para entendernos aquél que lo único que necesita es un agujero cualquiera, con perdón por el lenguaje.

Lo que pretendo decir es que aquí no se trata de moralismo, de seguir o respetar una moral determinada o las convenciones sociales de ayer, lo cual es respetable pero también un punto de vista limitado; ni siquiera se trata del discurso del amor y el sentimiento que tanto tiene de convencional y a menudo falso; ni del significado de la ética sexual para el progreso civil como argumenta Sergio Gozzoli en los dos textos que recientemente he traducido en El Velo Rasgado, Sentido moral y civilización y Familia y moral sexual. Estos temas están relacionados y tienen su importancia pero aquí se trata  simplemente de la cuestión objetiva de afrontar la vida y las relaciones de una manera específicamente humana. Todos sabemos que los tiempos cambian, que morales y convenciones sociales son relativas en su forma y contenido, pero no en su sentido fundamental y en su necesidad para una sociedad civil y auténticamente humana. Un estúpido y mediocre conformismo no debe impedirnos ver el significado de ciertos cambios ni ofuscar nuestro criterio.

Estúpido y mediocre conformismo, entre paréntesis, que no es más que la pasividad supina de los heterodirigidos –permítaseme una palabreja de vez en cuando- que se creen muy libres porque rechazan cualquier regla de conducta y cualquier disciplina interior, mientras que son exactamente ésos los individuos más masificados, esclavos de sí mismos y de sus impulsos inmediatos y por tanto manipulables.

Se puede incluso argumentar, volviendo al tema, que la caída de nivel que denota el fenómeno de la pérdida del cortejo es más profunda que en el caso de la pérdida del pudor sexual. En efecto, como observaba en la otra entrada, es natural que los animales no tengan pudor; éste es propio de los humanos, es más, específicamente propio de las formas más elevadas y diferenciadas de sociedad humana. Los primitivos a menudo no conocen el pudor o sólo formas elementales de éste, justamente porque viven inmersos en la naturaleza como una especie animal.

Pero aunque los animales no tengan pudor, sí que tienen un ritual de cortejo, unos comportamientos genéticamente programados para regular el acercamiento del macho a la hembra cuyo fin último es la cópula. De manera que la pérdida de estos comportamientos en el hombre, lejos de representar una liberación como obtusamente muchos piensan, va incluso más allá de una simple regresión en general al primitivismo, para caer en un nivel de  diferenciación y de comportamiento incluso inferior al animal.

Esta idea queda expresada perfectamente en el siguiente pasaje del etólogo Konrad Lorenz, extraída de su obra “Los ocho pecados capitales de nuestra civilización”. Escritas hace ya cuarenta años, estas palabras del gran estudioso no necesitan comentario.

 “Por motivos fácilmente comprensibles, la necesidad imperiosa de una satisfacción inmediata tiene consecuencias particularmente graves en el campo del comportamiento sexual. Con la pérdida de la capacidad de perseguir un fin a largo plazo, se pierden todos los módulos comportamentales más diferenciados del cortejo y de la formación de la pareja, y esto vale no sólo para los comportamientos desarrollados a lo largo de la filogénesis con el fin de mantener unida la pareja, sino también para aquellas normas típicamente humanas que en el ámbito de la vida cultural tienen una análoga función. El comportamiento resultante, es decir la cópula inmediata glorificada y erigida a norma por el cine actual, no puede ser definido ni siquiera ‘animalesco’ puesto que tal comportamiento aparece sólo excepcionalmente en los animales superiores. Quizá podría definirse ‘bestial’ si entendemos por ‘bestias’ los animales domésticos en los cuales el hombre, para facilitar la crianza, ha cultivado la desaparición de todos los módulos comportamentales más altamente diferenciados en la formación de la pareja.”

En una palabra: regresión bestial.