lunes, 28 de octubre de 2013

EL AQUELARRE DE GOYA, LAS FEMINISTAS Y LAS BRUJAS DE ZUGARRAMURDI



He tenido que descuidar un poco el blog por circunstancias varias pero aquí estamos de vuelta.

Un día, hace bastante tiempo, me encontré en la prensa con una fotografía de cierta reunión de feministas veteranas. No pude dejar de notar, melancólicamente, el asombroso parecido de esa imagen con el famoso Aquelarre de Goya. Con una diferencia importante, es verdad: en la fotografía no estaba el Gran Cabrón que aparece en la tela de Goya presidiendo la asamblea. Aunque también ha habido y hay aquelarres feministas con su cabrón - o cabroncete - como sabemos bien por la historia reciente de nuestro país.




No se trata sólo de apariencia física, exterior; también de la interior, de la fealdad moral. Es un lugar común – verdadero, como suelen serlo los lugares comunes – que muchas feministas carecen notablemente de atractivo femenino y feminidad. Pero sería ingenuo pensar que esto es todo. Ni el odio feminista por el varón y la feminidad es tan simple de explicar, ni todas las feministas son feas como las brujas de Goya.

Es decir, no lo son por fuera aunque sí por dentro. Esto es importante entenderlo, es el escollo mortal en el que tantos hombres naufragan y son arrastrados a la ruina. Al fin y al cabo, las brujas horripilantes por fuera son las menos peligrosas, y casi diría las más honestas porque no engañan. Las peores son las que parecen inofensivas desde el exterior, pero en su interior, si uno tuviese un scanner para revelarlo, aparecerían como son en realidad, esto es como en el Aquelarre de Goya.

Este es el feminismo, un moderno aquelarre de brujas odiadoras del varón que encarnan el peor aspecto de la feminidad, el aspecto destructivo, oscuro y nefasto. La bruja es – entre otras cosas – un símbolo de esta parte negativa y devastante del eterno femenino. Especialmente y precisamente la bruja de los cuentos para niños. Ciertamente el odio de las feministas por los cuentos tradicionales, su voluntad de destrozarlos, falsearlos y censurarlos se puede explicar en parte por una pulsión irracional e inconfesada: se ven retratadas demasiado bien en la figura de la bruja.

Bruja que, recordemos, no es el único aspecto de la mujer; al contrario, la bruja es la que persigue y mortifica tanto la masculinidad como los aspectos positivos y nobles de la fémina. Como en los cuentos infantiles, la primera víctima de la bruja es la mujer sana y que representa los valores superiores de su sexo.

Mensaje profundo por tanto el de estos inocentes cuentos, y totalmente relevante en la actualidad: las modernas brujas no sólo persiguen al varón sino también sofocan a la mujer y lo mejor de su feminidad.

Naturalmente la tiranía feminista imperante hoy en día no reconoce que pueda existir este aspecto negativo y destructivo en la mujer. Quiero decir que no lo reconoce abiertamente, en público, no porque lo ignore sino por simple mala fe: una parte esencial del lavado de cerebro es presentar a la mujer como un ser inocente incapaz de hacer daño, eterna víctima del varón malvado.

Sin esta falsificación y sistemática inundación de mentira les habría sido difícil convertir a los varones en un hatajo de gilipollas domesticados, que tragan con todos los atropellos y prevaricaciones; los cuales por otra parte van en aumento y sin que sea posible ver el final del túnel, el límite en el cual se pararán. Porque este límite simplemente no existe, cada vez irán a más y no se detendrán nunca si no se les obliga a hacerlo, hasta que destruyan nuestra sociedad como una enfermedad degenerativa destruye el cuerpo que utiliza.

No es una imagen gratuita, pues no otra cosa es el feminismo, así como otros fenómenos como el poder de las lobbies de desviados, la nivelación de los sexos, la igualdad en la mediocridad: enfermedades y síntomas de degeneración propios de una sociedad decadente y enferma, que proliferan como los gusanos sobre un cadáver en putrefacción.

En este ambiente de cerebros lavados, opinión pública y propaganda hembrista, de niñatas malcriadas a las que se permite todo y se les ríen las gracias – caso de las Femen -  y de glorificación acrítica de la mujer, es de agradecer que salga una película con mala leche y sanamente misógina como Las Brujas de Zugarramurdi.


 
Entendámonos, no es que sea una obra maestra y está tejida con hilo bastante grueso. Pero no deja de ser divertida, y sobre todo expresa en clave de humor grotesco un cabreo contra el feminismo y la mujer de hoy que es raro ver actualmente, en el actual pantano de conformismo que ha reducido los varones al encefalograma plano.

Estamos ante una película, más única que rara, sobre la tiranía feminista y el poder femenino como reino de las brujas.

Claro que cada uno ve en las películas cosas distintas, y posiblemente el director negaría enérgicamente los hechos que se le imputan aquí; pero a uno le queda la clara impresión de que se ha quitado las ganas de decir muchas cosas que no se atreve a declarar abiertamente, que se ha liberado de varias piedras de gran tamaño que tenía en el estómago, usando el registro grotesco y cómico.

Para quien esté harto del pueril y empalagoso moralismo de género que nos inunda, es reconfortante y agradable, una auténtica bocanada de aire fresco, ver una película sin un solo personaje femenino positivo. La única protagonista que no pertenece a la secta de brujas, empieza la película amenazando al ex marido con destruirle usando la ley – a buen entendedor pocas palabras – y al final encuentra su verdadera naturaleza uniéndose a las brujas.

En toda la película son frecuentes las pullas y las continuas referencias a la guerra de sexos; abundan mujeres agresivas y sus discursos contra los hombres. Inconfundible la sensación de dejà vu, de que todo esto esta visto, pero no en el cine sino en la realidad. También es interesante el estado lamentable al que han sido reducidos los varones dominados por las mujeres terribles de Zugarramurdi: el marido de la bruja mayor, semiretrasado y una especie de zombi sin personalidad, que con terror advierte a los incautos viajeros de que “no hay que llevarles la contraria” (a las brujas); el hermano de la bruja menor (la buenorra), prisionero y humillado en una celda debajo de los urinarios. Por no hablar del festín que las brujas organizan para devorar a sus prisioneros. Más claro agua: todo ello representa el futuro del varón en la sociedad dominada por el feminismo, con apenas alguna licencia – digamos - poética.

Si todas las mujeres son brujas, no es que los hombres salgan bien parados. No hay para nada una figura heroica masculina, un moderno Orestes que de a las brujas su merecido. Al contrario. Entre entre los protagonistas masculinos hay de todo, pero siempre están medio atontados, perdidos y zarandeados entre mujeres más fuertes que ellos; incluso cuando la buenorra se pone de su parte – por amor – no deja por ello de ser medio histérica y un peligro mortal.

Y finalmente el aquelarre final en la cueva, una reunión de mujeres modernas de todos los tipos y condiciones; la inolvidable e inconfundible imagen de una horda feroz de brujas desquiciadas y rabiosas que odian a los hombres.

No hilaremos demasiado fino sobre el final de la cinta, con el andrógino y la invocación a la Venus de Willendorf como divinidad feminista; no es el caso. Pero aun dentro de una película de este estilo, se le la ido la mano en el final al director, especialmente en los pésimos cinco minutos finales, totalmente absurdos y superfluos.

Como el lector habrá comprendido perfectamente, estamos ante una precisa y realista descripción de la sociedad moderna, de la mujer actual, la lamentable situación del varón y la inexistencia de figuras masculinas dignas.

Por tanto cabe decir que Las Brujas de Zugarramurdi, lejos de ser un horror grotesco es en realidad, con alguna licencia poética, una película costumbrista sobre la España y el Occidente actual.

Saludos del Oso

viernes, 4 de octubre de 2013

LA LENGUA Y LA IDENTIDAD



Después de un largo descanso el Oso vuelve.

Entre las noticias recientes lo mas destacado es lo que está sucediendo en Grecia con la guerra sucia de la partidocracia contra el partido patriótico Amanecer Dorado. Procesos políticos, purgas en las fuerzas del orden, alianza de los falsos adversarios políticos para intentar ilegalizar y destruir el único partido que es realmente antisistema. Valdrá la pena seguir atentamente esta cuestión.

Este verano lo más notable ha sido la escalada de amenazas contra Siria y la descarada intención por parte de Obama de atacar a ese país. El presidente americano, a quien, recordemos, le dieron el devaluado premio Nobel de la Paz por ser negro, estaba preocupado porque las tropas de Assad empezaban a ganar la partida contra los rebeldes, los terroristas y los mercenarios apoyados por Occidente. La intención era darle la vuelta al resultado de la guerra con una alfombra de bombas, como hicieron en Libia para derrocar a Gadafi y vendiendo también esta vez a la opinión pública la habitual basura sobre la intervención humanitaria.

Afortunadamente la agresión anglosionista – pues detrás están siempre ellos, aunque naturalmente jamás en primer plano - no se ha consumado por ahora. Evidentemente una fuerte oposición dentro y fuera de EEUU, y sobre todo los rusos le han parado los pies al moreno Nobel de la Guerra. Es una buena señal para el futuro que alguien le plante cara al Nuevo Orden Mundial, visto el absoluto servilismo de Europa y su estado de supeditación militar a los intereses americanos.

Por no hablar de la colonización cultural y espiritual, y sin olvidar el secuestro de la política por la partidocracia, al servicio no de sus ciudadanos sino de una serie de centrales de poder internacionales, militares, financieras y culturales cuyo centro de gravedad está en el mundo angloamericano.

Tema este que tiene por tanto muchos niveles y aspectos en este tema. Uno de estos, el que aquí nos interesa, es la colonización cultural. Que difunde sistemáticamente una visión totalmente materialista en todos los ámbitos, una concepción del mundo y del hombre como economía. Y una ideología precisa, la de la corrección política, apoyándose en un entramado de grupos del presión y organizaciones dedicadas a la ingeniería social, que en este blog a menudo he llamado las lobbies de la degradación, responsables del lavado de cerebro masivo y continuo de la población.

No siempre se reconoce la importancia que tiene la guerra cultural. A una primera mirada puede parecer que lo relevante, lo que cuenta en realidad, es sólo el poder y el dinero, los que mueven el mundo. Y esto es cierto al nivel de la política concreta y de la acción práctica. Sin embargo la visión del mundo de las personas, sus criterios, sus formas de valorar y de percibir la realidad, dependen de lo que tengan dentro de la cabeza. Y lo que las personas tienen en la cabeza depende del resultado de la guerra cultural.

Aquí está la importancia que tiene la cultura, porque se trata del caldo de cultivo de la mente y las ideas. La acción del poder cultural es más lenta, menos visible, se desarrolla a otra escala y a otro nivel respecto a la lucha política; que es ciertamente indispensable - iluso es quien piensa cambiar el mundo sólo con la cultura - pero el combate político actúa en un medio, sobre un material humano, al que la lucha cultural le ha dado forma.

Herramienta fundamental para esto es el idioma, la lengua propia, que lleva incorporada, en cierto sentido, una visión del mundo. Nunca una lengua es completamente traducible a otra, ni siquiera cuando son tan parecidas, por ejemplo, como el italiano y el español. Siempre hay algún matiz que no se puede transmitir completamente, alguna expresión cuya traducción es engorrosa, algo que se expresa mejor en un idioma que en el otro. Si se trata de lenguas más lejanas se nota cómo se piensa de manera algo distinta, y si ya vamos a lenguas no indoeuropeas como el japonés, entonces es como si hubiera que cambiar el chip cada vez que se pasa de un idioma al otro.

Comento todo esto es subrayar la importancia de la lengua nativa en la formación de la persona, y su papel en cualquier sentimiento de identidad. Se trata por tanto de una pieza clave en la partida de la hegemonía cultural.

Pasa por la defensa y conocimiento correcto del propio idioma cualquier resistencia contra el nefasto proyecto de destrucción de las identidades actualmente en vía de implantación. Proyecto que existe realmente, llevado a cabo por fuerzas que trabajan para llegar a la homologación universal y la reducción de los territorios a unidades administrativas, casillas en el juego de monopoly del mercado global.

Viceversa, los poderes que  persiguen estos objetivos desean que las lenguas nativas de los distintos pueblos se debiliten; a favor de una lengua universal, la lengua del sistema que es el inglés, preferiblemente el inglés cosmopolita práctico y comercial. La intención es implantarla en la mayor medida posible como como lengua materna, en perjuicio de las lenguas propias de cada pueblo. Esto, unido a la degradación de la enseñanza que descuida o directamente denigra de las tradiciones, la historia y la cultura propias, para enseñar una amorfa educación neutra, pretende crear ciudadanos del mundo que tengan todas las identidades, y por tanto, ninguna en realidad.

Generalmente los países y las clases sociales en que el inglés esta más difundido son los más receptivos a la penetración de la ideología que desde su centro de gravedad en el mundo angloamericano aspira a imponerse a nivel global. Tales naciones, y las clases superiores en general, a menudo son las más avanzadas en el camino de degradación social e individual que es parte inseparable del proyecto mundialista

Vemos entonces, y volviendo al tema del artículo, que existe una relación entre la difusión masiva del inglés, como idioma en pie de igualdad con la lengua propia, y el proyecto de diluir las identidades y erradicar el apego a la propia cultura.

En este proyecto se encuadra también la degradación de la misma lengua materna y su empobrecimiento, por ejemplo con el lenguaje para semideficientes de la corrección política, y también la degeneración de la enseñanza, que cada vez más apunta a formar ciudadanos sin raíces y a impedir que el ser humano crezca con peligrosas ideas de pertenencia, identificación con una tradición y una historia.

Este es el significado y la razón verdadera de la obsesión por introducir el inglés hasta en la sopa, a edades cada vez más tempranas y por todas partes. Algo que seguramente quienes tengan hijos en edad escolar habrán obervado, esta manía por aumentar cada vez más horas de clase de lengua inglesa, y tambien por impartir lecciones de varias otras materias en inglés. Todo en un contexto en que se aprende cada vez peor y se descuida el español.

No se trata de demonizar el inglés ni el mundo anglosajón en sí mismos. Es una lengua respetable como cualquier otra; pero es un hecho que es la lengua de la tiranía mundialista en construcción. Baste por ejemplo pensar en el sistema de espionaje Echelon, al cual participan los países angloparlantes, sistema que utilizan también para obtener ventajas comerciales y económicas, perjudicando a los que llaman países “aliados” que son en realidad países súbditos.

Tampoco es que americanos o ingleses sean los “malos” o especialmente negativos por sí mismos; es que la mentalidad mundialista y el poder mundialista, que no son estrictamente americanos ni ingleses, han crecido, se han afianzado y han dado sus frutos envenenados en esos países. Existe probablemente una América no mundialista, como una Inglaterra donde viven fuerzas sanas, pero ciertamente no es la basura que exportan al resto del mundo, que en realidad es la ideología promovida por los mercantes del dinero, el arma cultural para llegar al dominio del mundo; pues tal es su aspiración, cada vez menos velada.

No se trata de rechazar la lengua inglesa. Seguramente es un instrumento útil y necesario para comunicar, una lengua franca que en muchos ambientes de trabajo es necesaria, que es conveniente dominar al menos a un nivel medio, especialmente hoy, cuando el enemigo es global, una situación que exige por parte de quienes nos oponemos a él unidad de esfuerzo y colaboración, y por tanto poder comunicarse.

Pero el inglés debe ser eso, un instrumento y una herramienta. No una lengua nativa, y en particular no debemos permitir que se convierta en la lengua madre de nuestros hijos. Primero la lengua propia, la propia historia y cultura; las auténticas, nos la miserables caricaturas lisiadas que las reformas educativas, la corrección política y sus descerebrados nos quieren imponer. Después viene lo demás.

Es seguramente bueno hablar varios idiomas, y plantearse el aprender además del propio, alguna otra lengua europea, que también puede ser el inglés, porqué no. Como he apuntado hay que construir o recuperar una identidad europea, en una situación en que el mismo futuro de Europa está amenazado.

Terminando ya, para los padres que tengan hijos dotados para los idiomas o con el gusto por el estudio, no estaría de más al menos una formación básica en lenguas clásicas europeas, latín o griego. Algo que no puede ser más inútil desde el punto de vista de los actuales criterios. Pero ya hemos comentado la intención de fondo y los objetivos ocultos detrás de esos criterios.

No se va a utilizar una lengua clásica en la vida cotidiana ni por supuesto servirá para nada a la hora de buscar trabajo; pero sí nos ayudará a pensar, a construir una barrera mental de resistencia interior y a ser menos vulnerables a esa máquina estampadora que fabrica en serie los ciudadanos del mundo. Precisamente por eso las lenguas clásicas ya no existen en la escuela actual y por eso se ha insistido tanto en su eliminación de los programas escolásticos.

Saludos del Oso.