Recientemente
se ha introducido en nuestro país el llamado “Primer Protocolo de Actuación Policial ante delitos de Odio”. Con
el aplauso de los infames tolerantes
y antirracistas que –como es habitual en ellos- babosean y gimen de gusto cada vez
que se recortan un poco más las libertades, cada vez que el Derecho y la
Justicia se pervierten un poco más para convertirse en herramientas de
persecución ideológica.
Este
Primer Protocolo introduce un instrumento nuevo, una especie de cuestionario o
ficha, en la que se valoran indicios para decidir si el delito se ha de
considerar como un delito de odio. Lo
que –naturalmente- tiene consecuencias en el momento del proceso, la imposición
de la pena y la misma valoración de la culplabilidad.
Se
valorarán con este procedimiento indicios
de xenofobia, homofobia u odio,
teniendo en cuenta la manera de vestir y los símbolos que porta el agresor, el
lugar y la fecha del delito (por ejemplo si la agresión se realiza en el Día del Orgullo Homosexual o delante de
un antro sodomita), así como la afiliación a
grupos considerados extremistas. También será indicio la identidad de la
víctima y su pertenencia a un grupo minoritario, es decir a una de las Minorías Oprimidas que tienen el certificado
D.O.C. de víctimas oficiales, y por tanto un tratamiento privilegiado por parte
de la repugnante seudojusticia de la corrección política.
Por
poner un ejemplo, si el Día del Orgullo
Homosexual uno se pelea con uno de los enorgullecidos delante de un tugurio con la
bandera del arcoiris, si además se tiene la mala suerte de llevar el pelo rapado,
una pulsera con la bandera de España y algún tatuaje, y estar afiliado o ser
simpatizante de algún grupo o partido patriótico, ya puede uno ir preparándose
para una larga temporada en la cárcel. Independientemente de todo lo demás y aunque
en condiciones normales hubiera sido el otro el culpable.
Este
es el significado de las aberrantes y persecutorias Fiscalías del Odio, que son cincuenta y dos, una por provincia. Tribunales
ideológicos y órganos de represion, contra individuos o grupos que se nieguen a
comulgar con la ideología profundamente putrefacta, degenerada y destructiva
que nos quieren imponer los poderes reales que dominan en esta sociedad. Para eso
han introducido las indeciblemente odiosas Fiscalías
del Odio, para eso están los delitos de odio y las organizaciones de
tolerantes de profesión: para llevar a cabo por medios judiciales la eterna guerra
de la degeneración contra la salud, la verdad y la justicia.
Para
concluir, hay que observar que esto es una evidentísima degeneración y perversión del Derecho. Porque éste debería ser
objetivo y basado en criterios objetivos, perseguir y condenar según lo que uno hace, no según lo que uno es. La tendencia actual, en cambio, es
perseguir las opiniones y los sentimientos, no las acciones. Se está valorando
si lo que hago es más o menos delictivo, no por la acción en sí, sino por lo
que yo soy y según mis opiniones, o sentimientos, le gusten o no a quien
administra la (in)justicia.
Esta
escandalosa, repugnante corrupción y descomposición del Derecho y la Justicia
es lo que cabe esperar de una casta de indigentes mentales, que pisotean los
mismos principios defendidos de boquilla; principios que gente muy
superior a ellos estableció con gran esfuerzo.
Es la marca de la Tiranía en nombre de la Libertad.
Es la marca de la Tiranía en nombre de la Libertad.