domingo, 22 de septiembre de 2019

LAS MUJERES SON MÁS TONTAS QUE LOS HOMBRES. LO ESTABLECE EL MONOPOLY FEMINISTA.




Artículo publicado en El Correo de Madrid


Así como suena: va a salir una nueva versión del juego que se presenta como un “monopoly feminista” porque las reglas dan una ventaja a las mujeres. Naturalmente cada uno jugará como le venga en gana pero las reglas son las que son. Si es que no se trata de una broma, pero aunque así fuera diría la verdad, involuntariamente, sobre lo que realmente significan el feminismo y la “paridad”: regalarles privilegios a las mujeres.

En referencia a las reglas del juego, evidentemente asignar 240 “dólares” a las féminas y 200 a los hombres cuando pasan por la casilla de salida es exactamente lo mismo que afirmar la incapacidad de la mujer para jugar en igualdad de condiciones; tratándose de un juego intelectual y no físico, equivale a decir que la mujer es más tonta.

¿Cuánto más tonta? El diseño del juego asigna a las mujeres un 20% de discapacidad mental porque las féminas necesitan un 20% de ventaja para competir con el varón (40 puntos de ventaja sobre 200), con perdón por lo poco elaborado del razonamiento. Seguramente un juego perfecto para alguien que quiera enseñarles a las niñas que son más estúpidas que sus compañeros varones. Además en este juego el varón siempre quedará mejor parado: si gana dirá que es a pesar de la desventaja, si pierde a causa de ella: en cuanto a la fémina, se podrá decir de ella, si gana, que es porque partía con ventaja, en cambio si pierde a pesar de la ventaja debe de ser realmente torpe…

Naturalmente hay otras cosillas en el juego, como invertir en “inventos creados por mujeres” lo cual se aprovecha para colar, de tapadillo, falsificaciones feministas. Por ejemplo lo de que el wifi fue “inventado por una mujer” es algo que sólo puede “venderse” a lectores desinformados. Hedy Lamarr, además de ser hermosa y dotada actriz, hizo contribuciones a unos desarrollos técnicos que muchos años después harían posibles tecnologías inalámbricas como el wifi, bluetooth, etc. Sin quitar ningún mérito a esta mujer, efectivamente fuera de lo común, ni fue la única que contribuyó en este campo ni mucho menos “inventó el wifi”. Una más de las muchísimas manipulaciones y tergiversaciones feministas que circulan, repetidas hasta la saciedad hasta que pasan por ser la verdad.

Volviendo al 20% de discapacidad intelectual que estima el monopoly feminista para la mujer, la situación recuerda a esas partidas de ajedrez donde un maestro jugaba con un jugador de nivel muy inferior, al cual se asignaba una ventaja de una o dos piezas para que tuviese al menos una oportunidad. Pero aquí la desigualdad era aceptada, asumida desde el principio, y nadie soltaba estupideces sobre igualdad y “empoderamiento”.

Una analogía algo mejor sería una carrera de velocidad donde a los blancos se les diera una ventaja inicial para que pudieran competir con los negros. Así los atletas blancos tendrían la oportunidad de vencer, pero creo que ninguno con un mínimo de dignidad aceptaría una competición así.

Siguiendo en esta línea, una imagen más extrema será útil. Imaginemos otra vez una carrera donde, junto a atletas bien formados y entrenados, participen también cojos, contrahechos, gordos y vagos incapaces de disciplina física que reivindican el “derecho a ganar”. Para darles una oportunidad y lograr el ideal de igualdad, el segundo grupo arranca decenas de metros por delante y al final, efectivamente, llegan todos más o menos igualados. Sucede también que uno de los discriminados positivamente, mórbidamente obeso (de forma menos cursi el gordaco de toda la vida) y con derecho a la autoestima, obtiene la tercera posición por los pelos; como además resulta ser un poco retrasado se pavonea impúdicamente y hace ostentación de su medalla frente a los verdaderos atletas a los que ha “vencido”.

Esto no es lo que yo pienso de la mujer, que quede bien claro. Pero sí es lo que piensa de la mujer el feminismo de los privilegios y de la discriminación positiva.

Y saliendo un poco del tema, es también una imagen que captura toda la miseria de la sociedad igualitaria.

MAX ROMANO

miércoles, 18 de septiembre de 2019

EL DÍA DE LA MADRE, EL PROFESOR DE FILOSOFÍA Y LA GUERRA CONTRA LA MATERNIDAD







Artículo publicado en El Correo de Madrid

Dos episodios relacionados entre sí: uno con algo de repercusión en los medios, el otro absolutamente privado. Cada uno a su manera, nos abren una pequeña ventana de comprensión sobre el mal profundo de la sociedad actual.

El primero, un anuncio publicitario en ocasión del Día de la Madre que generó una de las polémicas más estúpidas que yo recuerde y dio pie a que el gobiernuzo de taifas valenciano, dominado por las hordas de la degeneración, iniciara un expediente sancionador. Supongo que quedó en nada, pero el aviso estaba dado. El problema con aquella publicidad era que presentaba a las madres como “muy entregadas”, “poco egoístas” y “sin quejas”. Más allá de la finalidad comercial, a su manera se trataba de un elogio a las madres y transmitía una visión positiva de la maternidad. Cuesta trabajo ver qué había de malo en ello, pero fue suficiente para provocar ataques incontrolables de urticaria, a esos que están siempre al acecho y van a la caza de “estereotipos” y de “sexismo”; como los cerdos que se usan (o se usaban) para encontrar las trufas enterradas donde nadie más puede hacerlo, ellos son capaces de hallar sexismo y estereotipos en lugares insospechados.

El segundo episodio fue protagonizado por un profesor de filosofía que, en su clase de instituto y como parte de un discurso más general, tuvo la osadía de hablar positivamente de los valores de la maternidad y su importancia para la mujer. Esto le valió una reprimenda por parte de sus superiores y fue parte de los motivos (puramente ideológicos) por los que posteriormente perdió su trabajo. Se trata de un pequeño episodio que no es un caso aislado ni anómalo, sino que representa la situación general: el “golpea a uno para educar a cien” de siniestra memoria se ha reciclado como una consigna no escrita del actual sistema educativo, un tabú que prohíbe mencionar la maternidad como algo positivo o reivindicar sus valores. Quien lo hace es reprendido o represaliado, como le sucedió a este profesor.

En los dos casos que he comentado hay necedad, retorcimiento y deformación mental, sectarismo, ceguera. Todo ello es verdad y sin embargo si nos quedáramos aquí no llegaríamos al fondo de las cosas. En efecto hay necedades no casuales sino orientadas, retorcimientos y deformaciones mentales no al tuntún sino bien dirigidos, sectarismos no gratuitos sino con una finalidad precisa.

Lo que estamos viviendo es algo más grande y que trasciende el ámbito puramente individual. Estamos ante una campaña masiva, capilar, permanente contra la maternidad; la existencia de esta campaña revela la de un poder que la proyecta y ejecuta, invisible pero no tanto y que de cualquier manera se revela por sus efectos; es capaz de censurar la publicidad, las palabras de los personajes públicos, el contenido y el discurso de los medios; puede imponer directivas de obligado cumplimiento a los colegios para que las chicas no reciban mensajes positivos acerca de la maternidad, articulándose en una represión directa contra cualquiera que se salga del guion de obligado cumplimiento.

Desgraciadamente esta campaña antimaterna ha calado hondo en la mentalidad de la mujer moderna, que ya no ve la maternidad como una alta misión y una posibilidad vital de realización sino como un impedimento y un obstáculo.

Naturalmente, esto denota la total falta de criterio y de personalidad de la mujer media actual. La emancipada de todo y de todos. Pero tan limitada mentalmente que ha apurado hasta las heces y con entusiasmo la gran copa de vulgaridades, de miserias intelectuales, de paupérrimos criterios de medida e ideales de vida que le han vendido. No sólo se ha dejado convencer de que debe dejar de ser sí misma y competir con los hombres en todo, sino que además se ha dejado convencer de la estupidez definitiva: que la única cosa que ella puede hacer y los hombres nunca podrán, la maternidad, es demasiado poco para ella.

Este esfuerzo sistemático para llevar a las mujeres al rechazo de la maternidad, para lograr que las mujeres no quieran tener hijos, es un envenenamiento de nuestro presente y un sabotaje de nuestro futuro, una guerra criminal y canalla contra nuestra civilización. Todos los que colaboran en ello: movimientos políticos, intelectuales de la degeneración, féminas desviadas, eunucos mentales, cobardes colaboracionistas; todos ellos forman la gran chusma que está destruyendo nuestro futuro, la horda oscura portadora de una cultura de la muerte y de la nada, los artífices del gran aborto que amenaza acabar con nuestro porvenir sin darle siquiera el tiempo de nacer.

MAX ROMANO

viernes, 13 de septiembre de 2019

TODOS SOMOS PLÁCIDO DOMINGO. CONTRA EL FANATISMO HISTÉRICO Y LA CAZA DE BRUJAS





El caso de Plácido Domingo acusado de ese delito nebuloso, indefinible que se llama “acoso sexual” es un episodio más de la gran campaña de acoso y derribo contra el varón. Esa gran cacería que la feminizada y antimasculina sociedad occidental (especialmente la norteamericana) ha organizado contra el hombre.

Se ha creado una atmósfera envenenada de histeria colectiva y de linchamiento mediático que cada vez va a más; pero sobre todo se ha ampliado de manera aberrante el concepto de “acoso” hasta perder cualquier contenido objetivo y verificable, convirtiéndolo en un arma para perseguir al varón. Estamos llegando a la monstruosidad de que cualquier aproximación a una mujer puede ser considerada acoso porque éste se define sobre la única base de los sentimientos de “incomodidad” y la subjetividad de la mujer. O su mala fe impune y empoderada.

El nivel de histeria es tal que esta acusación es prácticamente una condena, aunque ese sentimiento de “incomodidad” y la percepción subjetiva llegue con un retraso de decenios. Quizá no siempre una condena en los tribunales, pero sí para la mediocre opinión de una sociedad mentalmente secuestrada. Los normales criterios y parámetros jurídicos no se aplican aquí porque es un delito de lesa majestad contra la fémina. La analogía es imperfecta, sin embargo, porque en tiempos pasados los delitos de lesa majestad estaban claramente definidos, mientras que en estos tiempos degenerados la objetividad del derecho ha sido sustituida por la arbitrariedad y la subjetividad femeninas.

El objeto de todo esto es, evidentemente, criminalizar la iniciativa masculina para hacer vivir al hombre en un estado de inseguridad y sometido a presión constante; que haya un pretexto para denunciar al varón cuando haga una proposición a una mujer. Naturalmente esto no sucederá la mayor parte de las veces; pero él sabrá que jamás pisa terreno firme, que se la juega sobre arenas movedizas. Precisamente de eso se trata.

¿De verdad vamos a condenar socialmente a un gran artista porque una mujer dice que se le acercó demasiado en cierta lejana ocasión, o porque otra se sintió incómoda por una proposición suya hace veinte o treinta años? ¿Qué clase miserable de sociedad estamos creando?

Se podría pensar que estos son sólo excesos remediables, una sobreprotección a la mujer que se ha “pasado de frenada” y llega a perseguir al varón. Esto será cierto pero es insuficiente y se parece mucho a esconder la cabeza en la arena para no ver lo principal: la deliberada campaña contra la masculinidad, la voluntad de envenenar las relaciones entre hombres y mujeres.

No terminaré estas consideraciones sin una nota de optimismo: la ovación calurosa que el público de Salzburgo ha dedicado a Plácido Domingo en su primera actuación tras las acusaciones. Una bofetada pequeña, pero éticamente inmensa, al fanatismo histérico feminista.

Y estas pequeñas bofetadas son las que, cada uno a nuestra manera y en nuestra vida cotidiana, podemos y debemos propinar al rostro frío y muerto de la corrección política.

MAX ROMANO