De
vez en cuando sale alguna noticia, en nuestro mundo opulento y desarrollado,
sobre baby – prostitutas, esto es
adolescentes o incluso apenas salidas de la infancia. A veces se trata de ambientes
degradados, de las cloacas sórdidas de la sociedad, con situaciones reales de
violencia y explotación; sobre esto no hay nada que decir. Está también la niña
que se encapricha de un delincuente – que típicamente se dedica a este negocio
– y termina en esa situación, de la cual puede salir o no. Pero son casos no muy
frecuentes, y no es lo que interesa aquí.
El
tema de hoy es otra tipología de baby – prostituta;
las adolescentes que pertenecen a familias y ambientes normales, sin particulares
estrecheces económicas ni ambientes degradados ni zarandajas, en resumen las niñas bien a las que no les falta nada. Que
existen es evidente, aunque naturalmente se trata de un mundo sumergido del
cual no es dado saber las reales dimensiones; seguramente las ocasionales
noticias que afloran de vez en cuando representan sólo la punta de un iceberg.
También
en estos casos se suele hablar en tono escandalizado, patéticamente y ridículamente,
de menores obligadas a prostituirse,
en un empeño por presentarlas como víctimas y no admitir la verdad. Nadie le
pone una pistola en la cabeza a la quinceañera normal que se prostituye,
simplemente lo hace por vocación y justamente porque es una quinceañera normal – horriblemente normal – de
nuestro tiempo.
Es
decir, es una chica receptiva que ha asimilado las ideas, los estímulos, los
valores, los ideales y las enseñanzas de nuestra sociedad y nuestra época.
Naturalmente no los discursos empalagosos, insípidos y vacíos de los
educadores: eso, le entra por un oído
y le sale por el otro. Lo que asimila, como adolescente media de hoy, son las
enseñanzas verdaderas que nuestra
sociedad transmite, los valores reales que
hay detrás de la ideología dominante, los estímulos y los ideales auténticos que permean el ambiente.
Todo
ello se puede resumir en tres palabras: consumo,
sexo y dinero. Desde la infancia y a edades cada vez más tempranas éste es
el mensaje verdadero que reciben, es el molde en que se vierte la materia aún
blanda de la mente infantil en desarrollo.
La baby putilla de
la que estamos hablando no se prostituye porque le falte dinero para comer y
vestirse, o porque no tenga un techo donde dormir. Al contrario, tiene sus
necesidades básicas bien cubiertas, no le falta nada. Lo que quiere es el
último modelo de móvil, horribles y carísimos bolsos, vestidos de marca, joyas,
ir al concierto de algún niñato imbécil. No necesita nada de ello en realidad,
pero quiere consumir, porque desde
niños se nos enseña a ser consumidores; en vez de ideales nos meten en la
cabeza las vulgares, adocenadas imágenes del gran sueño consumista. Hay que
consumir, comprar, tener muchas cosas, si no consumes no eres nadie, eres una mierda
y estás out. Nuestra niña inocente y
futura putilla, mucho antes de la pubertad, ha asimilado bien la lección.
Como también está impaciente por entrar en el mundo del
sexo, pues recibe mensajes sexuales ya desde la infancia. En vez de respetar y dejar
correr los tiempos naturales del despertar sexual, la obsesión con el sexo que
es uno de los pilares de la sociedad – como un puritanismo al contrario e
igualmente insano – crea una atmósfera sexualizada, que lo va ocupando todo y
naturalmente también la infancia, cada vez más. No sé a quién puede
sorprenderle que haya putillas de quince años cuando muchas niñas ya se visten
auténticamente como furcias, animadas o toleradas por su familia, y cuando se
ha destruido totalmente no sólo la moral sexual sino cualquier sentido de pudor
y de autocontrol.
Este, por cierto, es el verdadero objeto de la educación
sexual a edades tempranas: favorecer la precocidad sexual infantil, transmitir
la moral de la promiscuidad universal, la destrucción de cualquier límite y del
pudor. Además de neutralizar e impedir cualquier educación que la familia
pretenda impartir en sentido contrario, y de paso fomentar la homosexualidad.
¿Qué mensajes y que estímulos recibe una niña que entra en
al pubertad, acostumbrada a vestirse como una ramera y a una atmósfera sexual
que permea toda la subcultura de masa, incluida la destinada a los niños? Una
niña que observa atentamente los ídolos juveniles y los modelos que le propone
el sistema, figuras de plástico fabricadas por la factoría de la cultura basura
y frecuentemente guarrillas que, no sabiendo hacer nada, se dedican a restregarse
contra todo y todos ante las cámaras como perras en celo.
Lo que al final se saca en claro de todo esto es evidente. Muchísimas
adolescentes llegan a los trece, catorce o quince años, si no de vuelta de
todo, por lo menos con un buen tramo de camino hecho. Han conocido cipotes de
todos los tipos, tamaños y curvaturas – y colores por lo de la
multiculturalidad -; no debe extrañar que muchas de ellas decidan sacar dinero
de ello en vez de hacerlo siempre gratis.
Nadie se debería escandalizar. Al contrario, el liberal coherente
debería felicitar a estas chicas por su espíritu
emprendedor. Todo el mundo se llena la boca con el espíritu emprendedor, que
como sabemos es una palabra clave y uno de los dioses o diosecillos de nuestro
tiempo; el espíritu emprendedor indica la santidad en la religión del dinero. Vivimos
en la era de los valores económicos; los modelos y los ideales
propuestos se resumen en ganar dinero y todo lo demás se valora o menos según se pueda o no medir en dinero y pueda generar un business.
Se fomenta el espíritu
emprendedor a edades cada vez más tempranas. Hasta el punto de que hay
aberrantes talleres “educativos” para niños emprendedores, cuyo sentido
profundo es formarles para que vean la vida y el mundo a través del prisma de
la economía y adoren el dinero como valor supremo. Por si alguno pudiera tener
otras ideas u otra sensibilidad en la cabeza, hay que cogerlos tiernos para que
no se escape ninguno y asimilen bien la lección.
Considerando todo lo anterior, es perfectamente normal e
inevitable el fenómeno de las putillas adolescentes. Ya desde la infancia la
niña tiene claro que lo importante en la vida es ganar mucho dinero. Ha
aprendido que es imprescindible tener status
symbols, que vivir es consumir, que hay que tener ropa de marca, el último
modelo de juguete electrónico, las infinitas estupideces superfluas que nos han
enseñado a considerar indispensables. Ha vivido en un ambiente y una sociedad
que se burla de cualquier concepto de pudor, que activamente fomenta
promiscuidad y precocidad hasta el mismo umbral de la infancia, una infancia
que satura con mensajes sexuales antes de tiempo. Podríamos escribir una simple
ecuación:
Espíritu emprendedor + Consumismo +
Sexualidad precoz
=
PUTILLA ADOLESCENTE
Sin olvidar naturalmente – como condiciones al contorno -
la disolucion de la familia y sobre todo de la autoridad paterna; la infame
labor de legisladores y expertos canalla
que sistemáticamente, ideológicamente, las han destruido.
Este es el mundo de hoy y sus valores. Podemos aceptarlo o
rechazarlo, pensar que es el mejor de los mundos posibles o que al contrario es
una basura; creer obtusamente con los borregos manipulados que estamos en la
cima de la evolución humana, o darnos cuenta de que nos hallamos en un pantano
de degeneración y una fase de decadencia profunda, de donde es posible y necesario salir.
Pero quien acepte los valores y las ideas que dominan hoy
la sociedad, y luego caiga de las nubes, se haga el indignado y se rasgue las
vestiduras por las prostitutas quinceañeras, es sencillamente un gilipollas. Más
le vale echar un vistazo a lo que tiene su hijita en el móvil, en el whatsapp
y en el facebook. Por si acaso.