domingo, 14 de julio de 2019

EL RECHAZO A DAR LOS DATOS BIOMÉTRICOS, TRINCHERA DE LIBERTAD


Artículo publicado en El correo de Madrid




“Si un hombre no está dispuesto a correr algún riesgo por defender sus ideas, o sus ideas no valen nada o no vale nada él”

Ezra Pound, poeta norteamericano


Esta es la pequeña historia, verídica y reciente, de un amigo mío que sí ha corrido un riesgo y ha pagado el precio por mantener sus principios. Y como todo el que sacrifica algo por mantenerse firme en su idea, merece estima y respeto por ello.


Es profesor y ya tuvo algún problema en otro colegio, no por ser una persona problemática que no lo es, sino por motivos ideológicos: por expresar puntos de vista no ya disidentes, sino simplemente no del todo alineados con la corrección política. De hecho, es gracias a él que he conocido la verdadera medida del adoctrinamiento y la tiranía ideológica de la izquierda cultural que hoy existe en los colegios, incluso en los privados y religiosos.


Pero no son estos los motivos por los que ahora ha perdido su empleo. El motivo ha sido la negativa a dar sus datos biométricos (huella dactilar) para el fichaje a la entrada y salida del trabajo. Fichaje que se podría hacer igualmente con una tarjeta o un código alfanumérico, pero la dirección se empeñó en la huella dactilar; tras un largo tira y afloja durante el cual mi amigo se ha quedado solo (al principio algunos se opusieron, pero terminaron pasando por el aro ellos y sus dedos) la situación se ha resuelto con el despido.


No todos comprenderán la decisión de mi amigo. Pero de quienes pasan por los aros y se comen los caramelos envenenados en nombre de la comodidad o de la seguridad, no cabe esperar que comprendan, ni esta ni otras cosas. Por ejemplo que los datos biométricos son un paso más en un sistema para tenernos cada vez más controlados y vigilados. ¿Para qué, además? No se trata de un centro de investigaciones militares, de una base de misiles o una sede de los servicios secretos, sólo es un maldito colegio donde todos se conocen.


El gesto de mi amigo no será por tanto entendido por muchos. Seguramente no por los adoradores de ese becerro de oro (o de plomo) que es la vida fácil y cómoda, la despreocupación alegre propia de esa mentalidad de esclavos que yo llamo el principio del papanatas: “no me importa que me controlen porque no tengo nada que ocultar”. Sin embargo su actitud, comprendida o no, es una pequeña y obstinada defensa de trinchera, una trinchera que nos pertenece a todos.


Podemos considerar excesiva y rígida la actitud de mi amigo, podemos pensar que habría podido ceder “un poquito” y aceptar escanearse el dedo; después de todo no es un sacrificio tan grande, no es una información tan sensible. Quizá sea así en efecto, pero en ese “un poquito” también puede estar el diablo, porque suele estar en las cosas pequeñas.


Personalmente, en esa situación yo probablemente habría aceptado lo de las huellas, pero no por ejemplo un chip implantado bajo la piel. Sin embargo, ¿quién puede asegurar que mi posición es más razonable que la suya, dónde está la frontera de lo admisible? Quizá él haya visto más lejos que yo, quizá haya entendido con más claridad que siempre se debe presentar batalla y no hay que ceder posiciones al enemigo. Entra dentro de lo posible, en efecto, que dentro de unos años yo mismo pierda mi trabajo por negarme a la implantación de un chip subcutáneo y porque los demás me han dejado solo, como ahora han dejado solo a mi amigo.


Entusiastas de la tecnología, gozad de vuestra esclavitud.

MAX ROMANO

EL JUEZ SERRANO, LA CONJURA DE LOS VILES Y LA VENTOSIDAD DE LA MUSARAÑA



Artículo publicado en El correo de Madrid



Este breve artículo es mi granito de arena para apoyar al Juez Serrano. Este hombre no sólo fue purgado de la magistratura por ser recto y justo, sino que ahora está a punto de ser purgado también de Vox, por haber criticado con verdades como puños la reciente sentencia de La Manada. Verdades que han resultado indigestas e inaceptables no sólo para la gran jauría feminista y sus mediocres perrillos falderos, sino también para sus compañeros de partido de Vox. Pero es que, en un tiempo dominado por la mentira, la verdad es inaceptable y los mediocres se unen contra ella en una conjunción espontánea de espíritus.


En todo este circo político-mediático-judicial de bailarinas, payasos, trepas, magos ilusionistas, enanos, animales amaestrados y equilibristas, el Juez Serrano es quizá la única figura digna. El dos veces purgado por la conjura de viles y cobardes, la primera vez por sus enemigos y la segunda por sus amigos.


En efecto, el partido donde había encontrado una nueva casa, un ambiente receptivo donde llevar adelante su lucha contra la dictadura de género, ahora le da la espalda. Un error que no es algo aislado ni casual sino una etapa más en el harakiri que se está haciendo Vox a sí mismo.


¿Adónde va Vox? Muchos saludaron el auge de este partido que empezaba a decir lo que nadie se atrevía a decir: tomar posición contra la dictadura de género, combatir la inmigración salvaje, defender la unidad nacional. Y lograron suscitar ilusiones, alumbrar un principio de revuelta políticamente articulada, hablarle a esa España harta de la odiosa corrección política y su tiranía.


Pero la deriva que ha tomado ese partido desmiente clamorosamente aquellas expectativas. Incluso antes de las elecciones andaluzas ya parecía que frenaban ellos mismos, como si tuvieran miedo de su propio éxito y de su discurso; después y desde entonces, todo ha sido ceder posiciones y desinflarse.


Tres son los puntos de fuerza de Vox: la unidad de España, la inmigración y los temas de género (dictadura feminista, aberraciones LGTB, manipulación sexual de los niños). Si le quitamos esto se queda en un vulgarísimo partido ultra-liberal de gente acomodada, una escisión de peperos despechados. La unidad de España, seamos claros, en realidad y por desgracia no le importa a demasiada gente; la inmigración es un tema más sentido, pero aun así no lo suficiente porque la convivencia todavía no se ha degradado como en otros países europeos; en cambio el tema de género sí que ha entrado en la vida de millones de personas, que han podido tocar con mano la dictadura feminista y sentir el peso de su brazo judicial.


La inmensa mayoría de los votos de Vox vienen de estos tres puntos de fuerza, y probablemente entre un tercio y la mitad vienen por el lado del feminismo y la dictadura de género. Si traicionan a sus votantes en esto están fuera de juego. Los españoles genéricamente “de derechas” no necesitan otro partido que se ría de ellos en su cara porque esto ya lo hace el PP, lo ha hecho durante años. No van a votar a Vox para tener más de lo mismo y mantener a cuatro vividores.


Por lo tanto, si siguen por ese camino (y todo apunta a ello) van a desaparecer más pronto que tarde. El terremoto político que iba a ser Vox, el gran huracán impulsado por la voz furiosa de una España ninguneada, se va a quedar en la ventosidad de una musaraña.

MAX ROMANO