domingo, 29 de julio de 2012

ACOSO A SIRIA


El año pasado escribí un par de artículos sobre la guerra civil en Libia provocada por la OTAN para derrocar a Gadafi. Se pasó revista a la campaña de propaganda y mentiras por parte de los gobiernos de Occidente y la ONU, que con el pretexto grotesco de proteger a la población avaló una agresión militar que permitió el derribo del régimen.
 
Ahora con la guerra civil en Siria estamos de frente a algo muy similar. Una rebelión contra el régimen de Assad que comenzó el año pasado, probablemente ya desde entonces fomentada y apoyada por la OTAN, pero bastante en sordina puesto que en ese momento había ya bastante trabajo con la agresión a Libia. Sin embargo, derrocado Gadafi, parece que se ha decidido rematar la cuestión siria; este año los combates se han recrudecido y el gobierno de Assad parece encontrarse en serias dificultades. Durante la semana pasada hubo combates incluso en la capital.


Esto puede o no preludiar a una caída definitiva de Assad. Como demasiado bien sabemos ya, la abundancia de información no sirve para informar sino para confundir y esconder la verdad, y no hay modo de saber realmente cómo están las cosas allí.

Como complemento de esta entrada voy a publicar en El Velo Rasgado  durante la próxima semana una crónica de un viaje en Siria durante la primera semana de Mayo de este año, publicado en el último número de la revista italiana L'Uomo Libero, que me acaba de llegar. Es un testimonio que dejo al lector el cual pensará lo que crea conveniente. En cualquier caso una aportación útil y personalmente creo que bastante más verídica que la propaganda que vemos en los medios.

Se ha sugerido también la creación de una zona de exclusión aérea, algo que, después de Libia, sabemos perfectamente lo que en realidad quiere decir: carta blanca para agredir y devastar el país desde el aire:


Solamente la oposición de Rusia, aliada de Siria, ha impedido hasta ahora que la farsa hipócrita de la guerra humanitaria se repitiese y que las alfombras de bombas de la OTAN allanasen el camino a los buenos. Cierto es que Siria es militarmente algo más que Libia pero difícilmente podría resistir una agresión de la OTAN.

Aun así la campaña de acoso continúa a buen ritmo, con la ayuda a los rebeldes a través de la frontera amiga de Turquía. Probablemente esta campaña incluye atentados que desde luego cualquier país europeo calificaría como terrorismo si las víctimas no fueran los malos. Creo que es legítima la sospecha de que detrás de estos ataques hay especialistas occidentales, que no pudiendo hacer la guerra humanitaria realizan misiones de terrorismo humanitario



Naturalmente la agresión está acompañada por una adecuada campaña mediática. Todo está muy visto, es siempre lo mismo y bastante evidente. La misma propaganda de guerra usada para las agresiones contra Libia y Serbia, las mismas presuntas atrocidades que se publican en primera página justamente antes de las votaciones en la ONU:


 
Una selección de la hipocresía y arrogancia made in USA erigidas a sistema:




Vamos, que según el Imperio del Bien una nación que no ha agredido a nadie no tiene derecho a reprimir una rebelión armada y debe retirar sus tropas de su propio territorio porque lo dicen ellos; que un país vecino como Irán no tiene derecho a participar en las discusiones mientras ellos, a muchos miles de kilómetros de distancia, sí lo tienen para dictar cuál es el futuro de Siria; que quienes han provocado la guerra civil pretenden echarle la culpa a Rusia por oponerse a sus planes.

Cuánto mejor la honestidad y el sentido de la medida de quien hace la guerra abiertamente para defender sus intereses, que esta repugnante hipocresía y este cinismo sistemático de puritanos que pretenden dar al mundo lecciones de superioridad moral.

domingo, 22 de julio de 2012

HASTA EL CUELLO, GOBERNADOS POR GENTUZA, EN MANOS DE USUREROS





Creo que ya está bastante claro que este gobierno no va a sacar a nuestro país de su difícil situación económica. Quien tuviera esperanzas de ello o simplemente hubiera votado PP impulsado por incontenible asco hacia el gobierno Zapatero –motivación que humanamente comprendo- ya se habrá desengañado. La ineptitud y total falta de personalidad de nuestro presidente salta a la vista: un mediocre que se limita a hacer lo que los mercados exigen, sin coraje y sin voluntad. Pero es que el sistema en que vivimos necesita, quiere políticos débiles y mediocres, porque en las cuestiones que importan no deben gobernar sino simplemente seguir instrucciones.     

Todos más o menos conocemos las medidas de ajuste que se están introduciendo y los recortes en todos los campos, medidas que van a recaer –ya lo están haciendo- sobre todos nosotros, y que en definitiva se resuelven en que vamos a pagar más por todo, vamos a pagar más impuestos y los servicios que el Estado proporciona van a ser menos y de menor calidad.

Se nos dice que todo esto servirá para reactivar la economía, crear empleo y salir de la crisis. Mentira.

Porque todo este dinero, que con estas medidas se extrae de la sociedad, desde luego no es para utilizarlo en ayuda del país, sino para pagar las deudas. La verdadera razón por la que nosotros vamos a pagar más por todo y el estado debe ahorrar, es que ya estamos endeudados hasta el cuello y cada vez tenemos mayores dificultades para pagar; este es el significado de la famosa prima de riesgo que sube y sube. Para tranquilizar a los mercados y convencerles de que somos solventes se les envía el mesaje adecuado, se les dice lo que quieren oír: que una parte cada vez mayor de la riqueza producida en el país se va a destinar a pagar los intereses de la deuda,  en vez de a las necesidades de los ciudadanos. De este modo –se espera- se podrán mendigar nuevos préstamos con alguna décima menos de interés.

Estoy convencido por tanto de que iremos a peor, de que no se creará empleo ni mucho menos y de que en pocos años estaremos como Grecia.

¿Pero de dónde viene toda esta deuda? ¿Por qué nos hemos endeudado hasta el punto de que nuestro país tiene que ser intervenido y perder lo poco que le queda de soberanía en materia económica? ¿Por qué estamos en manos de los usureros internacionales?

Las últimas entradas de El Velo Rasgado: Economía con textos de Maurizio Blondet, y algunas entradas en este blog, han sido dedicadas al tema del sistema monetario actual y la deuda que de manera inevitable genera. El sistema bancario extrae un beneficio por el dinero que pone en circulación llamado señoreaje, dinero que crea de la nada y presta a la sociedad. Esto ya de por sí es escandaloso, nos obliga a estar siempre endeudados y a pagar un tributo oculto por el uso de un instrumento que jamás debió ser privatizado.

Pero no se trata sólo de esto. Sin necesidad de señoreaje y de bancos centrales noe endeudamos muy bien nosotros solos y de manera irresponsable. Hasta 2007 España tuvo una prosperidad totalmente falsa, que no estaba basada sobre una economía verdadera, productiva, sino que era una gran burbuja, y como todas las burbujas mantenida sobre la nada, con dinero prestado en último análisis; una ilusión falsa de riqueza que no existe sostenida con el endeudamiento. Ahora todo eso nos pasa factura.

Pero aquí hay que entenderse. Si el especulador o el necio que quiere vivir por encima de sus posibilidades endeudándose hasta las cejas se estrella, es muy justo y este riesgo es parte del juego. Pero así no están las cosas. Creo no equivocarme mucho pensando que la irresponsabilidad de unos cuantos o de muchos que se han hinchado es la que nos ha endeudado hasta este punto y el perverso sistema económico en que vivimos, con la crisis, hace recaer los costes sobre todos cuando hay que pagar la cuenta. Es la vieja historia de los beneficios para algunos y las pérdidas para todos, pero diferido en el tiempo y camuflado para que sea menos aparente y escandaloso.

Pero no es sólo una gran deuda lo que nos aflige. También tenemos todos los parásitos y la enorme cantidad de sinvergüenzas que viven a costa de los demás, y en esto somos los primeros en Europa, incluso más que Italia que ya es decir. La abnorme cantidad de políticos, sindicalistas mantenidos, burocracias inútiles o dañinas, el absurdo derroche de las autonomías que multiplica funcionarios y cargos. Es como una pirámide invertida, insostenible, con una base estrecha formada por quienes trabajan, que mantiene una parte superior de dimensiones anormales, donde a menudo pululan además los anormales en sentido estricto porque no saben hacer otra cosa.

Pero como estamos viendo, no le meten mano de verdad a la sangría que supone el número de políticos y subvencionados, a la absurda multiplicacion por doce de las instituciones y a tantas otras cosas. Quienes sienten la tijera son los que trabajan, y estoy seguro de que también los recortes en el sector público no tocan apenas a los verdaderos parásitos. Lo que están haciendo es reducir aún más la base de la pirámide que, cada vez más estrecha, debe no sólo pagar los intereses de la deuda sino también seguir manteniendo a la misma gentuza que chupa del bote.

Con este panorama es totalmente evidente que la cosa no puede más que ir a peor y que por este camino no se va a ninguna parte. Lo que habría que hacer es reducir drásticamente la pirámide por arriba y ensanchar la base para que fuera una pirámide de verdad.

Es decir cuidar el interés de la nación, defender sus industrias y sus recursos, su capacidad de crear riqueza real, verdadera. Que es justo lo que no han hecho en nuestro país. La casta de sinvergüenzas se ha preocupado sólo de medrar y robar mientras han ido dejando que se perdiera una gran parte de las industrias que costó tanto construir; en tiempo, esfuerzo e inversiones del Estado, en educación y formación de técnicos y especialistas.

Todo ello tirado por la ventana porque no ha sido defendido como era el deber de los dirigentes. Con medidas proteccionistas y contrarias a los dogmas y las imposiciones del liberalismo económico cuando fuera necesario, como todos los países han hecho cuando les ha convenido.

He aquí el significado siniestro de tantos acuerdos y tratados, europeos e internacionales que imponen un fundamentalismo ultraliberal, que impiden a un país defender su soberanía y sus intereses. Algo que se resuelve en la destrucción de puestos de trabajo y de industrias nacionales porque ineficientes en el mercado global, es decir -traducido- incapaces de competir con mano de obra pagada una miseria o semiesclava.

Eficiencia del capital. Este es el principio supremo, que está por encima del interés de la sociedad y de las naciones. La humillación del interés nacional, que es de la sociedad y las personas que concretamente habitan un territorio, en nombre del interés del dinero y de quienes no son de ninguna parte porque su dios es el dinero y éste no tiene patria. 

Si a todo esto añadimos la destrucción del sistema educativo, base de la prosperidad de una nación y de su futuro, el espeluznante hundimiento de su nivel por culpa de la misma casta indigna, necia y mediocre, tenemos la última pincelada del cuadro y un más que probable negro futuro.

Quizá este artículo sea demasiado pesimista. Después de todo existe una salida posible. Un gobierno y fuerzas políticas que pongan por delante el interés nacional, que recuperen la soberanía monetaria para no permitir a los usureros internacionales gobernar la moneda que utilizamos. Que apoyen a la industria y la economía nacional radicadas en el territorio, que regeneren el sistema educativo sacándolo de las cloacas en que la demagogia igualitaria y buenista lo ha hundido. En una palabra que trabajen para le futuro del país.

La última parrafada hace la entrada aún más pesimista, porque lo que acabo de escribir es fantapolítica más que El Señor de los Anillos. Desde luego ninguno de los partidos importantes en la actualidad, ni lejanamente se aproxima a estos puntos de vista.

Y sin embargo, si no hemos de hundirnos, algo tendrá que cambiar, y estas ideas que hoy parecen improponibles quizás empiecen a ser aceptadas por un número creciente de personas, hartas de las mentiras y la propaganda del sistema, de sus embaucadores de profesión, de la farsa de la política tal como hoy la tenemos.

La alternativa es clara para la sociedad en que deberemos vivir y en que vivirán nuestros hijos: o una España tercermundista o una patada en el trasero a toda la gentuza que nos está hundiendo.

domingo, 15 de julio de 2012

NOMOFOBIA






Esta palabreja era desconocida para mí hasta hace poco. Uno podría pensar que es el odio hacia los nomosexuales, cualquiera que sea el significado de la palabra, pero un artículo en el ABC nos informa de que se trata de un nuevo trastorno psicológico que nos aflige: no-mo(bile)-pho(ne-pho)bia. En este caso se trata del miedo y la ansiedad experimentados por muchas personas cuando se separan del teléfono móvil:


Una nueva aportación que se añade a la rica colección de trastornos psicológicos que nos agobia constantemente y no hace más que crecer. Trastornos de todo tipo: desde reales a inventados a simples ñoñerías y chorradas con nombre altisonante como, por citar otro ejemplo, la depresión post-vacacional que nos acecha cuando se terminan las vacaciones y sobre la que escribí hace tiempo en la entrada Felicidad y depresiones surrealistas. Es que no hay derecho a que las vacaciones se acaben…

Un poco se trata de que nuestra sociedad produce una serie de trastornos reales y de malestar disfrazado de bienestar por la propaganda con la cual se glorifica a sí misma; un poco es que la gente sin trastornos no es un mercado y en cambio la gente trastornada sí lo es, para todo el negocio de la asistencia psicológica que –uno lo entiende- cuando le faltan trastornos y gente trastornada se los tiene que inventar, porque el business no está en curar a la gente y mucho menos en que viva sana, sino en asistirla; un poco es esa manía idiota en ponerle nombre a todo y patologizar –que me perdonen los académicos de la RAE- la vida y sus tensiones, en una absurda e imposible búsqueda de un estado de equilibrio ideal y felicidad.

Todo esto es cierto, pero también hay un fondo de verdad en la nomofobia: mucha gente depende hasta extremos patológicos de sus juguetitos electrónicos y en efecto siente ansiedad si se separa de ellos. Así lo declaran y no hay motivo especial para no creerlo. Realmente se sienten perdidos si no están conectados en todo momento para ver las últimas noticias, enviar o recibir mensajes o qué se yo…

Esta dependencia frente a la tecnología la podemos ver cada día si cogemos por ejemplo los transportes públicos. Podemos observar que una buena proporción de las personas presentes están ensimismadas jugando con sus aparatitos; caminando por la calle podemos observar algo parecido.

No me extraña, viendo esto, que la gente se sienta perdida y ansiosa cuando ese cordón umbilical les falla, porque se olvidan el móvil en casa o descuidan la carga de la batería o por cualquier otro motivo. Por otra parte muchas personas ni siquiera se dan cuenta ya del aspecto siniestro de esta dependencia. Me bastará mencionar un episodio reciente: en una ocasión un conocido me decía satisfecho que después de haberle comprado la playstation a su hijo éste no se separaba de ella, estaba enganchado todo el día y ya no le interesaba nada más…sonriente y con una cara de felicidad como mostrando su orgullo por el éxito del regalo.

"¡Bravo! ¡Cretino! Tu hijo se ha convertido en esclavo de una máquina que le ha dominado la voluntad y además estás tan contento por ello”...pero como es lógico uno no puede ir por ahí diciendo todo lo que piensa y menos aún de esa manera.

El común denominador en todos estos casos –y el lector sabrá añadir muchos otros- es la falta de libertad de las personas, la dependencia respecto a la máquina y la tecnología que las condiciona y las domina, una dependencia no sólo a nivel práctico sino sobre todo psicológica, mental. Lo que debiera ser sólo instrumento y fue creado como tal se convierte en dominador, impone su lógica y su ley a las personas.

La naturaleza del juego electrónico, la lógica con que fue creado, es tener enganchado al jugador permanentemente, como la lógica de la bolsa de patatas fritas es ser engullida compulsivamente hasta que no quede ninguna. La lógica de una red social es la conexión continua, la ocupación total del tiempo y la atención por parte del usuario. Pero si de un lado está la máquina y lo artificial, del otro lado está la persona que lo utiliza según su criterio y para sus propios fines.

Todo sucede como si las máquinas y la tecnología tuvieran su propia personalidad y su propia voluntad, que sin embargo está dominada por la personalidad y la voluntad superiores y más fuertes del ser humano.

Pero si el lado humano flaquea, si hay falta de personalidad y la voluntad es débil -como sucede en las relaciones entre las personas- la personalidad más fuerte es la que domina e impone su ley a la otra. Hemos debido caer muy bajo si hasta nuestras máquinas tienen una personalidad más fuerte que nosotros.

Por otra parte esto no es sorprendente: todo el ambiente en que vivimos fomenta la disolución de los valores de la voluntad y del carácter, comenzando desde la infancia con una pedagogía destructiva y promoviendo todo lo que nos hace dependientes y por tanto menos libres interiormente.

Es entonces inevitable que nos volvamos nomófobos, nos entre el ansia si nos olvidamos en casa el móvil y nos volvamos también un poco más gilipollas cada día que pasa.

domingo, 1 de julio de 2012

LAS MÁQUINAS CONTRA LOS HOMBRES


 


De vez en cuando emiten por la televisión la película La Bestia de la Guerra, cinta bélica de factura correcta y algo inverosímil en su trama aunque entretenida. Ambientada en la guerra de Afganistán de 1979-1989, narra la lucha de un grupo de guerrilleros afganos contra un tanque soviético aislado de su unidad. La época eran los años ochenta, Estados Unidos armaba y financiaba a los combatientes afganos que entonces eran los luchadores por la libertad, y por tanto probablemente la película los presenta más limpios y simpáticos de lo que eran en realidad.

Nadie reconocería en ellos a las bestias sanguinarias y a los terroristas que nos presentan los medios cuando hablan de la insurgencia afgana actual contra la invasión y la ocupación militar de la OTAN. Y sin embargo ellos, los afganos, son siempre los mismos y llevan a cabo exactamente la misma lucha, contra un enemigo igualmente obtuso. Lo que cambia son las anteojeras ideológicas de quien les ha invadido por su bien.

Porque también los soviéticos les invadieron por su bien: querían llevarles la modernidad, a su manera naturalmente. Construían infraestructuras, escuelas, educaban a los afganos en el materialismo dialéctico.

Como todos sabemos, a finales de 2011 comenzó la actual guerra de Afganistán, presuntamente para castigar los atentados de las Torres Gemelas y eliminar el santuario de Al Qaeda. A pesar de que los responsables de los atentados aprendieran a volar en Estados Unidos, de que no hubiera un solo afgano entre ellos –la mayor parte eran saudíes- y de que el presunto imperio financiero de Bin Laden, gracias al cual podía conducir su Jihad, no estuviera en Afganistán. En efecto este país atrasado no es famoso por estar lleno de sociedades financieras o grandes bancos, que es donde hoy en día están las grandes fortunas. Aunque claro, Bin Laden siempre podía tener sus ahorrillos debajo de la almohada en alguna cueva entre las montañas.

Pero no son el tema de la entrada las múltiples dudas sobre los atentados del 2001, las mentiras que nos contaron y cuentan, para justificar primero la agresión y luego el mantenimiento de un gobierno títere. El tema es el mismo conflicto de Afganistán y la invasión que seguramente estaba preparada desde antes.

Los paralelismos con la guerra de resistencia de diez años que siguió a la invasión soviética de 1979 son notables. Por otra parte es también verdad que la situación militar y política es muy diferente y la guerra en curso ya dura más que lo que duró el conflicto contra la Unión Soviética. La diferencia más importante, el motivo por el que los ocupantes no se hayan retirado aún con el rabo entre las piernas -como tuvieron que hacer los rusos- y no hayan sufrido la misma sangría en hombres y medios, es que no hay una gran potencia que suministre armas a los afganos en su lucha, como sucedía en los tiempos de la invasión soviética.

De hecho la guerra es probable que dure aún bastante, pero parece dudoso que la OTAN pueda vencer contra los talibanes. Pueden siempre, claro está, liquidarlos a todos y arrasar el país dejando con vida los cuatro gatos que colaboran con las fuerzas de ocupación, pero esto difícilmente se puede llamar una victoria.

Recordemos brevemente la guerra del 1979-1989. La Unión Soviética invadió directamente el país con sus tropas, liquidando al presidente que había y poniendo un gobierno títere. La resistencia comenzó casi inmediatamente, primero con simples fusiles de caza o armas obsoletas -lo que tenían los afganos en aquel momento- y poco a poco fueron mejorando su armamento ayudados por Estados Unidos y Pakistán que financiaron, entrenaron y equiparon a guerrillas islámicas y jefes tribales.

Los soviéticos se demostraron en los años siguientes incapaces de  controlar el país ante una resistencia dura y feroz que los sometía a un desgaste continuo. No es que perdieran militarmente la guerra o que fueran expulsados como resultado de una ofensiva de las guerrillas, pero la situación se hizo insostenible; no se lograba controlar el país ni pacificarlo, la misma economía soviética estaba fracasando y simplemente a un cierto punto los rusos –se entraba en la perestrojka de Gorbachov- decidieron que no tenía ya sentido seguir intentando lo imposible. En diez años de combates perdieron unos 15.000 hombres, trescientos helicópteros y cien aviones, así como 400 tanques y unos 1.000 transportes blindados.

Un entretenido artículo es éste para quien quiera saber más:


Los soviéticos realizaban ofensivas periódicas para recuperar el control de zonas rurales controladas por la insurgencia; los guerrilleros, como no les podían hacer frente en campo abierto, se retiraban y así los rusos podían declarar que la ofensiva había tenido éxito. Sólo para perder el control nuevamente poco después sin conseguir derrotar realmente a la resistencia. Exactamente como ha hecho la OTAN estos años, con numerosas ofensivas de primavera aireadas a bombo y platillo que se quedan en agua de borrajas contra un enemigo evasivo y apoyado masivamente por la población.

Y que éste sea el caso, hoy como ayer, se comprende leyendo por ejemplo este artículo sobre las tropas españolas allí, que describe cómo los convoyes blindados deben desplazarse con infinitas precauciones por el constante peligro de trampas y emboscadas, mientras que los afganos se mueven libremente y sin gran preocupación:


Es difícil reconocer más claramente, sin decirlo explícitamente, el carácter de ejército de ocupación que lamentablemente tienen allí nuestras tropas, reducidas a mercenarios de los americanos en una guerra que no puede ser más ajena al interés de nuestra nación.

La situación actual de la guerra es un preludio a la retirada, con la coalición americana que pretende retirar sus tropas en un plazo no muy largo, dejando un gobierno títere que debería ser capaz de mantenerse con el apoyo occidental. Pero eso es exactamente la vietnamización que tan mal les salió en el país asiático y es también lo que hicieron los soviéticos; en ambos casos el gobierno que dejaron detrás duró pocos años.

Las similitudes no terminan aquí y van más allá de la crónica bélica. La justificación, si queremos ideológica, para esta guerra –dejando de lado el engaño de la lucha al terrorismo- es llevar la modernidad a los afganos, en su versión occidental de liberalismo y economía de mercado. Pero como he comentado antes eso es tembién lo que querían hacer los soviéticos, llevar la modernidad en su versión comunista a un país atrasado y tribal. También los rusos construyeron infraestructuras y escuelas, también ellos intentaron educar a los afganos a su manera y llevar el progreso, así como introducir medidas para modernizar el país, extirpar costumbres y leyes arcaicas.

Pero es que los afganos no la querían ni en pintura, la modernidad. Y tampoco parece que la quieran ahora. Los colaboradores –o colaboracionistas- del ocupante son pocos, apiñados en torno a Kabul y los pocos enclaves relativamente seguros y acojonados totalmente porque saben que el día que se vayan los americanos habrá un ajuste de cuentas, como sucedió tras la caída del gobierno que los rusos dejaron atrás.

Pueden no gustarnos los talibanes y efectivamente no es cuestión de hacer de ellos héroes ni idealizarlos, a ellos o a su forma de vivir. Cosa que por cierto tendía a hacer la película mencionada La bestia de la Guerra, pero claro entonces eran los buenos y era una película americana.

Ciertamente han cometido y cometen atrocidades como corresponde a un país atroz, pero también aquí no son peores que los presuntos buenos, más bien al contrario: los señores de la guerra que Estados Unidos utilizó para derribar a los talibanes son tan salvajes o más que ellos, con la diferencia de que el orden talibán está basado en la sharia y un  integralismo islámico que es muy duro y particularmente radical, pero hace referencia a una ley establecida claramente, mientras que el poder de los señores de la guerra era simplemente el arbitrio del más fuerte, del jefe de la banda.

También por estos motivos los talibanes tenían un prestigio entre la población que les permitió conquistar el poder en los años 90, mientras los gobernantes actuales tuvieron necesidad de las alfombras de bombas y misiles americanos para hacerlo.

Naturalmente a las violencias y atrocidades reales cometidas por los talibanes hay que añadir la habitual propaganda y la demonización por parte de Occidente, como estamos más que acostumbrados a ver. El cuento de siempre sobre los buenos y los malos.

No tengo nada en común con los talibanes, su forma de vivir y de concebir el mundo, nada hay más lejano de mí. Algunas de sus acciones me repugnan profundamente –admitiendo que sean responsables de todo lo que se les achaca- pero los afganos no han agredido a nadie. Lo único que quieren es que les dejen vivir en su país a su manera, brutal y primitiva –no voy a discutirlo- pero en definitiva se trata de gente a la que el resto del mundo le importa un comino y que no es ninguna amenaza para nosotros.

Amenazas lo son ciertamente el Islam radical y la colonización de Europa, pero esto tiene muy poco que ver con ir a tocar las narices a los afganos.

Porque es gente que no tolera que le vengan a tocar las narices. Los ingleses, que eran la superpotencia de la época, intentaron invadirles en el siglo XIX en el ámbito del Great Game, la partida de ajedrez que jugaban contra el Imperio Ruso en Asia, pero tampoco consiguieron dominarles. Sabemos cómo terminó la aventura de los soviéticos y ahora Occidente tiene todas las cartas para que la historia se repita.

Las razones de la derrota soviética y de la no-victoria occidental seguramente tienen mucho  que ver con el orgullo y la dureza de este pueblo, educado en un entorno áspero y pobre, severo maestro que no tolera la debilidad. Tienen que ver también con su capacidad de sacrificio porque están dispuestos a luchar en una inferioridad de condiciones total y a perder diez o cien hombres -no tengo ni idea del ratio real- para eliminar un soldado enemigo. No tienen vehículos acorazados, deben combatir contra un adversario que puede golpear desde el aire en cualquier momento con efectos devastadores.

Pero sobre todo las razones tienen que ver con el carácter profundo, con el significado simbólico de esta guerra.

Mucho más que en el caso de la invasión rusa, Occidente ha vertido ríos de dinero para que esta guerra y esta ocupación sea un éxito, y también para educar  a los afganos y hacerles occidentales.

Mucho más que en el caso de la invasión rusa, Occidente hace la guerra con las máquinas. Los americanos hace ya mucho que no arriesgan sus tropas. Esa labor la dejan a los pringados que llaman aliados, aunque en la práctica estos últimos se exponen también lo menos posible.

Decir que esta guerra es asimétrica es decir poco porque los ocupantes ya ni siquiera combaten. Envían sólo máquinas en vez de hombres, en una guerra por control remoto en la que se utilizan misiles, se ataca desde el aire en completa impunidad y por lo general se evita arriesgar pilotos de aviones o helicópteros enviando a los drones, robots controlados por personas que se encuentran en un centro de control a cientos o miles de kilómetros.

Pero los afganos, aún así, están dispuestos a luchar contra las máquinas y continúan combatiendo aunque les cueste pérdidas desproporcionadas, aunque en cualquier momento les pueda llover la muerte desde el cielo desde un aparato que no siquiera pueden ver. Lucha desigual donde las haya contra un enemigo cobarde y vil que no da la cara y que, hablemos claro, sin sus máquinas vale bien poco y no duraría una semana.

La incidencia extraordinaria de problemas psicológicos, drogadicción, trastornos varios en los soldados norteamericanos -por extensión occidentales- no es cosa de hoy. Por otra parte a nadie sorprenderá esta decadencia del factor humano: las naciones occidentales de hoy, decadentes y desvirilizadas, ¿de dónde van a sacar los soldados? ¿de los niños mimados producto de nuestra sociedad? ¿de las niñatas que quieren jugar a ser soldado porque –perversión donde las haya- se sienten así realizadas como mujeres?

También hay que mencionar aquí el efecto de decenios de propaganda antinacional, antimilitarista y en general del empeño izquierdista –en nuestro país lo hemos podido ver claramente- por convertir las Fuerzas Armadas en un ejército de muñequitas o una especie de ONG y sustancialmente desvirtuarlas.

No es casualidad que muchos soldados occidentales sean de origen extranjero. Entre los soldados de España tengo entendido que muchos son sudamericanos, y sospecho de que no se trata de los peores.

Los talibanes serán feos, sucios y malos, serán fanáticos y unos salvajes en muchos aspectos; no voy a discutirlo, pero son hombres que luchan contra máquinas y ya sólo por esto merecen la victoria.

La guerra de la máquina y del dinero contra los hombres. Tal es el significado simbólico del conflicto y nos indica el quid de la cuestión.

Quizá gane Occidente al final y los afganos sean aplastados, pero entonces habrá quedado claro que la máquina vale más que el hombre, que es más fuerte que el hombre y el significado será devastante.

La esencia de la libertad es la apelación a una fuerza interior del ser humano, la certeza de que existe algo dentro de nosotros, como un último recurso, más fuerte que los mecanismos y de todo lo que es externo, accesorio. El día en que el factor humano sea derrotado definitivamente y no tenga esperanza o posibilidades de rebelión se habrá terminado la libertad en su sentido más profundo y no seremos más que una colonia de hormigas.

Esto es lo que está en juego. No el integralismo islámico que me repugna profundamente y es incompatible con toda mi concepción del mundo; ni siquiera el derecho de un pueblo a vivir como mejor le parece en su casa y no en la nuestra que me parece totalmente justificable, sino la libertad humana.

Por otra parte es triste que tengan que enseñarnos esta lección de libertad los talibanes. Pero harapientos y fanáticos como son, debemos aceptar que con su resistencia implacable, con su terca obstinación, nos están enseñando algo que una vez supimos y hemos olvidado.

Algo que en realidad hemos sabido siempre y una alienación profunda de nosotros mismos nos ha hecho olvidar: que el hombre vale más que el dinero y vale más que la máquina.