viernes, 24 de junio de 2016

LA ESPAÑA ESTÚPIDA, FANÁTICA Y MALCRIADA







Escribo Estas líneas al día siguiente de una votación con la que los británicos han decidido salir de la Unión Europea; ha debido ser un revés de cierta entidad para las élites mundialistas que nos dirigen bajo fachada democrática, a tenor de la impertinencia y la actitud de injerencia que han exhibido  todo tipo de personajes e instituciones a favor de la permanencia en la UE; Unión Europea que se está revelando un fracaso, un yugo para los pueblos de Europa, una imposición de la degeneración social desde arriba y una manera de tener a Europa políticamente débil y sometida a estas élites mundialistas.

Pero no es el tema de esta entrada Europa sino España. En efecto el próximo domingo 26 se celebrarán elecciones generales en nuestro país,. El ambiente dominante en la política y fuera de ella es, no sólo de estupidez generalizada y bajísimo nivel por todas partes (a lo que ya estamos acostumbrados desde hace tiempo), sino también de un fanatismo creciente y un clima intimidatorio por parte de la extrema izquierda; situación que podríamos describir como la salida de toda clase de ratas de sus antros las cuales, sabiéndose impunes y cubiertas por sus congéneres en el poder, se sienten autorizadas a agredir y vejar todo lo que está por encima de ellas y supera su ratesca concepción del mundo.

Sobre lo primero, la mediocridad general, basta observar el vacío de los discursos, la insignificancia de los políticos que no saben más que repetir los lugares comunes y las vulgaridades en boga. Enanos mentales incluso comparándolos con los políticos de la Transición, que ya es decir. Un ejemplo entre tantos, la repetición por parte de la izquierda del término “heteropatriarcado” como fuente de todos los males (un poco como la repelente española media actual habla de “machismo” cada vez que un hombre le lleva la contraria); ya el uso del término “heteropatriarcado” califica inmediatamente como mentecato a quien hace uso de él: es como si tuviera escrito en la frente “soy imbécil”.

Acerca de lo segundo, el fanatismo y el clima de agresión, desde hace tiempo se repiten una serie de pequeños episodios aberrantes, pequeños pero no aislados ni ocasionales, que se van generalizando y van a más. La quema de dos capillas en la Galicia rural, las agresiones por llevar la bandera de España, la prepotencia habitual e impune de los piojosos y la escoria con los símbolos nacionales y religiosos. Prepotencia posible en primer lugar porque se saben con las espaldas cubiertas por esa otra escoria afín que ha escalado el poder.

Democráticamente es cierto, pero eso nunca puede ser un argumento a favor de la chusma, sino al contrario un argumento contra la democracia, por haber forjado una generación con semejante porcentaje de degenerados, niñatos malcriados y revolucionarios de pacotilla asustaviejas (pues el verdadero coraje de medirse con quienes les pueden devolver el golpe no lo tienen).

A ellos vamos, a toda esta gente berreante que querría volver al espíritu de los años treinta, que se llena la boca todos los días con los bien conocidos abortos de la mitología izquierdista de la época: antifascismo, la segunda república, el marxismo-leninismo, etcétera; referencias desde luego que, además de ser en realidad una simple pose (no podría ser de otra manera) están condimentadas con la ignorancia, el sectarismo y una lectura de la historia grotescamente deformada.

Sin embargo, a pesar de todo y por mucho que se empeñen en volver al pasado y retorcer la retórica, la realidad no da para más: lo que fue una tragedia española en un mundo de conflicto auténtico, duro y a muerte, con modelos alternativos de sociedad y un contenido real de la política, hoy no puede ser más que una farsa ridícula.

El material humano es demasiado diverso, los revolucionarios de salón y mariscada incubados en los antros parasitarios de la izquierda universitaria no son los  intelectuales de los años treinta; ni los estudiantes son lo mismo pues hoy ni siquiera estudian sino que se limitan a parasitar, hacer botellón y jugar con los aparatos imbecilizadores electrónicos. Los revolucionarios de ayer no son los hijos del bienestar y niñatos malcriados de hoy que asumen poses izquierdistas; por cierto que si aquéllos viviesen hoy pondrían a los segundos en su sitio a guantazo limpio. Lo que no significa que los actuales sean inofensivos, sea claro. A nivel personal y político, son perfectamente capaces en lo  primero de herir o matar y en lo segundo, también son perfectamente capaces de destrozar España. Ya han destrozado la cultura y el Derecho, ya han infectado las instituciones y han podrido el Estado, ya han hecho daños gravísimos.

Pero no son más que los niños mimados y malcriados del sistema, payasos totalmente integrados en la ideología dominante y a los que se permiten estos caprichos; gente cuyos ideales son en el fondo pequeñoburgueses (sí, precisamente ellos que a palabras lo rechazan, pero no es nada más que la inmadurez del adolescente que berrea su emancipación mientras papá sigue pagando) en el mejor de los casos; pero por lo general su  ideal no es ni siquiera éste, sino puramente parasitario, sobre todo en la variedad izquierdista del revolucionario de plastilina y sus mediocrísimos representantes políticos. Por tanto convergen con sus “oponentes” políticos de la “derecha” en su adhesión total al status quo y al sistema de poder establecido.

En vano buscaremos potencial revolucionario o propuestas válidas de cambio. La retórica izquierdista y leninista es únicamente eso, retórica, porque tienen la cadena muy medida; no son expresión de nada nuevo sino exclusivamente de la degeneración personal, política, moral, cultural que conlleva el marxismo cultural y el pensamiento único, del cual son la expresión desaseada y piojosa, así como las juventudes de la “derecha” son la expresión con ropa de marca. Aunque por lo menos hay que reconocer a estos últimos su mayor  aseo, que ya es algo.

Los revolucionarios “marxistas-leninistas” de hoy no atacan los símbolos religiosos y patrióticos y quieren destruir España porque sean los herederos de los años treinta; lo podrán pensar algunos en su confusión mental, pero la verdad es que atacan la religión y la patria porque el Mundialismo, el Sistema y la Finanza Cosmopolita quieren la destrucción de las tradiciones y las patrias. Ellos no son más que sus marionetas obedientes. No son no siquiera jóvenes a pesar de haber nacido ayer, carecen de la chispa de la auténtica juventud y con veinte años tienen ya mentalidad senil y caduca.

No obstante las apariencias, si ha de haber un futuro para España y Europa, no está en esta masa de viejos de veinte años y sus malos maestros de cuarenta. El futuro está en los españoles que tienen aún el sentimiento sano y recto de la tradición y de la patria, de quienes no se dejan llevar por la corriente de aguas inmundas procedentes de las cloacas que rebosan y pretenden arrastrar todo a su paso.

MAX ROMANO

viernes, 17 de junio de 2016

LAS LESBIANAS, EL RADAR DEFECTUOSO Y EL NIÑO TORTURADO HASTA LA MUERTE




La venganza contra el sexo masculino llevada a cabo en la persona de un niño de dos años

Al lector probablemente le habrá pasado desapercibida esta noticia, pues los medios basura de la gran prensa, tan dispuestos a saltar inmediatamente con chillidos histéricos cuando alguien le da un empujón a un mariquita en cualquier calle española, han guardado un silencio cómplice y totalmente intencionado sobre este suceso. ¿Por qué? Porque la víctima es un niño de dos años, torturado sistemáticamente durante largo tiempo y finalmente muerto por los golpes que le propinaban sus dos “madres”, una de ellas la madre verdadera y la otra su pareja lesbiana. Las dos han sido condenadas hace un par de semanas a cadena perpetua por un tribunal en Escocia.

Aunque los basurmedios en nuestro país hayan pasado de puntillas sobre ello, el caso ha tenido bastante resonancia y una búsqueda en internet proporciona múltiples referencias a la noticia. Naturalmente les ha faltado tiempo, a los diversos tipos de borregos, idiotas y malintencionados de la corrección política, para decir que esta monstruosidad no tiene nada que ver con el hecho de que fueran lesbianas.

Bien, para empezar ya el solo hecho de confiar la crianza de un niño a una pareja de lesbianas es una violencia contra la infancia, independientemente de si las lesbianas comenten o no otras violencias adicionales, que sí sean reconocidas como tales por nuestra degenerada sociedad. Ignoro si estas violencias adicionales son cometidas en mayor número en las aberrantes “familias” homosexuales, respecto a las familias de verdad que merecen este  nombre. No puedo asegurarlo. Pero lo que sí sé es que se tratan con mucha discreción los casos que salen a la luz de homosexuales que abusan de sus “hijos”; que un niño criado por invertidos tiene altas probabilidades de crecer con una identidad sexual desviada, es decir de sufrir esa violencia contra la infancia llamada corrupción de menores, como se decía cuando se llamaba a las cosas por su nombre, es decir antes de que la basura humana tomase el control de Occidente; y sé también, con mayor certeza porque ha sido verificado repetidamente, que los menores que crecen sin la presencia y la protección del Padre (del Padre, recalco, mal que le pese a la canalla antipaterna) tienen más riesgo de sufrir abuso y maltrato.

No le ahorraré al lector los detalles odiosos que han salido durante el proceso. Le dejaban atado a una silla durante horas tras duchas de agua fría, le encerraban en una jaula, le metían a oscuras en un habitación con ratas y serpientes, le obligaban a comer excrementos de animales y sus propios vómitos, le propinaban repetidos golpes (los médicos encontraron treinta lesiones externas en su pequeño cuerpo, prácticamente no le dejaron un rodal sano), le rompieron un brazo y un muslo; finalmente, la causa inmediata de la muerte fue que le reventaron el corazón a golpes. Recordemos, se trataba de un niño de dos años.

Creo que es suficiente. Honestamente no podemos decir que torturaron al niño hasta la muerte porque eran lesbianas. La mayor parte de las lesbianas que crían niños no hacen esto, o por lo menos no llegan a ese extremo. Pero sí podemos decir que pudieron llegar a ese punto sin que nadie interviniera porque eran lesbianas. Sí podemos decir que querían la custodia del niños únicamente para torturarlo (me parece evidente después de lo comentado). Sí podemos decir que los casos de abusos de lesbianas hacia los niños que crían son frecuentes y se les echa tierra encima por razones de corrección política.

Y finalmente, sí podemos decir que se vengaron del sexo masculino en la persona de este niño de dos años. Las señales de tortura halladas en los genitales hablan bien claro.

Frente a este caso, los servicios sociales se han visto en el apuro de dar explicaciones, de justificar por qué nadie intervino antes. Servicios sociales, es necesario recordar, que no respetan la familia natural; que a menudo son enemigos de los padres y pueden quitar la custodia por razones odiosas como –por ejemplo- que los padres y los hijos tienen obesidad mórbida o su nivel cultural es muy bajo, o recientemente por razones ideológicas como la formación religiosa dada a los hijos.

¿Por qué el Estado, cosí invasivo y arrogante hacia las familias en tantas ocasiones, no intervino ante las señales que  había (porque las había)? La respuesta que dieron es que el caso “escapó a la detección del radar” de los servicios sociales.

Qué delicadeza en la expresión. Escapó a la detección del radar.

Lo expresaremos en lenguaje algo más llano: quienes vieron las señales de advertencia no hicieron nada porque estaban acojonados, ante la posibilidad de ser acusados de homofobia y de poner en discusión las “familias” homosexuales y la crianza de niños por invertidos. Es demasiado fácil imaginar cómo esas dos empoderadas sádicas habrían chillado histéricamente quejándose de homofobia, cómo las innumerables asociaciones basura de la lobby homosexual habrían puesto el grito en el cielo, si alguien se hubiera atrevido a acusarlas de maltratar a su hijo sin las suficientes pruebas.

Ahora, finalmente, hay pruebas suficientes: el cuerpo ultrajado y martirizado de un niño de dos años que ha vivido un infierno difícilmente imaginable.

La responsabilidad, por tanto, no recae solamente sobre el sadismo de dos perturbadas mentales, sino sobre una sociedad enferma. La verdadera razón de que este niño haya sido torturado hasta la muerte sin que nadie interviniera la debemos buscar en la delicadeza de los servicios sociales hacia los homosexuales, en sus radares defectuosos sensibles al género, en la continua propaganda homosexualista en los basurmedios de comunicación, en la miserable legislación subversiva del orden natural de las cosas, promotora de la degeneración y la aberración.

Estas son las verdaderas razones del martirio de ese niño, cuya foto no la veremos por todas partes porque no es una víctima políticamente correcta.

El padre de este niño existe, no se trata de adopción o fabricación en laboratorio. Pero la custodia la tenía la madre. Y este es precisamente el índice definitivo de la degeneración de nuestra sociedad, de un Occidente convertido en un estercolero repugnante, enfermo y podrido hasta la médula: que la custodia de un niño no la tenga su padre sino una pareja de lesbianas.

Max Romano