La Nochevieja que anuncia la
Nueva Europa y el futuro envenenado que nuestros democráticos gobiernos están
preparando para nosotros.
Creo
que todos están informados de los sucesos de Nochevieja y Año Nuevo en
Alemania, y en varios otros países de
Europa como poco a poco comienza a saberse. En muchos lugares, pero en particular en la ciudad de Colonia,
hemos asistido a una auténtica caza a la
mujer blanca por parte de las hordas de invasores que la corrección
política y la lengua de serpiente del Sistema llama “refugiados”; una verdad que poco a poco se va filtrando y
conociendo, a pesar de la conspiración del silencio por parte de las fuerzas
del orden (sobre las cuales no querría cargar demasiado la culpa porque tienen
las manos atadas), de los políticos infames y de esas prostitutas mediáticas
del Sistema que tienen, o deberían tener, el deber de informar a los
ciudadanos.
Robos,
molestias, agresiones y violaciones, cuyo número preciso no conocemos ni
conoceremos, han sido la tónica, con grupos organizados que iban a por las
mujeres. A por las mujeres europeas y cuanto más blancas mejor. Naturalmente
todo ello no es una novedad; aunque no de esta manera masiva y clamorosa, lleva
pasando mucho tiempo como bien saben los habitantes de los muchos barrios de
Europa que se han convertido en zonas de no-Europa. Ni tampoco es una novedad el
silencio y la manipulación por parte de los medios, la ocultación sistemática de
la identidad y el origen de los agresores, en general y en el caso específico
de las agresiones sexuales. Tampoco sorprenderá a quien haya tenido los ojos
abiertos la miserable actitud de los políticos que mienten a su población y aseguran
que todo va bien, que no hay que preocuparse.
Son
cada vez más, sin embargo, los que empiezan a dar cuenta de cómo están las
cosas. Los sucesos de la pasada Nochevieja habrán sido para muchos un golpe
brutal que les obligará a reflexionar, y creo que estos hechos marcarán un
punto de inflexión: el punto en que los europeos comenzaron a abrir los ojos, a
comprender realmente de lo que se les viene encima. Y sobre todo a comprender
por qué clase de gente están gobernados y de qué parte están sus gobernantes.
Lo
sucedido es simplemente una señal y un anuncio más de la era de conflicto
étnico que se anuncia en Europa. Son sólo los primeros hilillos de humo que
anuncian el incendio venidero, pero son suficientes para definir ya los frentes
de la lucha, las actitudes, los bandos en liza. Los invasores que van a por las
mujeres; los gobernantes felones y las élites traidoras que dan apoyo a la
invasión y mienten sistemáticamente a su población; la división interna de los
habitantes de Europa que se empieza a marcar: una masa inerte egoísta y obtusa que
esconde la cabeza como el avestruz, el creciente movimiento de los europeos
conscientes que quieren defender su tierra, la morralla militante de los
europeos traidores que luchan contra su propio futuro, y poco importa si por
bajo interés o por enfermiza y aberrante convicción.
A
regañadientes los medios y la política han debido reconocer la ola masiva de
agresiones de Nochevieja, después de haber intentado ocultarla. Penosamente, se
sigue intentando negar su relación con el millón de invasores (por lo menos)
que han sido invitados a Alemania y otros países por la criminal política de
puertas abiertas de los gobiernos europeos. Esta actitud lo dice todo sobre los
gobernantes que tenemos, cuya obligación es servir a sus ciudadanos y en cambio
les engañan, negando la verdad de los hechos por motivos políticos. No podrían
haber dejado más claro que en realidad trabajan contra ellos y sirven a otros
amos con una agenda oculta.
En
realidad que mientan de manera tan grotesca y penosa, tan evidente, es incluso positivo,
porque todo el mundo sabe lo que ha pasado y todo el mundo puede ver cómo se
intenta negar públicamente. Hay no solamente que ser ingenuo o un poco corto,
sino que hay que tener los ojos cerrados a propósito, para no entender que
los medios y los gobiernos nos mienten sistemáticamente, para no darse cuenta
de que están vertiendo en nuestras mentes un diluvio de mentiras y
falsificación. Esta vez se les ha visto ya demasiado el plumero.
La
policía alemana (tan rápida y fulminante cuando alguien exhibe una esvástica o
hace algo que recuerde lejanamente el saludo nazi) no sólo ha sido incapaz de
proteger a sus mujeres sino que ha traicionado a su población. Siendo su deber
protegerla no sólo no lo han hecho, sino que por motivos políticos han ocultado
la verdad hasta que no han tenido más remedio que admitirla. Eso sí, les ha
faltado tiempo para disolver las manifestaciones de patriotas alemanes y
arrestar a muchos de ellos.
Los
invasores nos han tomado la medida, como es evidente en las palabras de
alguno que impúdicamente exigía que se tratara bien “porque la Merkel les ha invitado”… este es el mensaje: que los gobiernos
les han invitado y, por tanto, tienen todo el derecho a cometer desmanes y
maltratar a los europeos. Ninguno lo ha dicho con esta claridad, pero desde luego es lo que muchísimos piensan.
Lamentablemente este es también el mensaje que transmiten a los ciudadanos europeos sus autoridades y su policía.
En
realidad no es tan difícil imponer el orden: ante una muchedumbre violenta que
agrede a los ciudadanos y acosa a la policía, si no bastan ni la presencia de los
agentes ni las porras ni los disparos al aire, una docena de heridos de bala y
dos o tres cadáveres sobre el asfalto son más que suficientes para dejar bien
claro que en un país mandan sus habitantes, no los invitados y menos aún los
invasores, para dejar claro que no está permitido ultrajar a la población ni agredir
a la policía. Esto es lo que debe hacer un gobierno que defienda a sus ciudadanos
y es la manera más adecuada, si no la única, de tratar con quienes sólo
entienden el lenguaje de la fuerza.
Pero
es evidente que esto es impensable en la Europa de hoy débil y acomplejada,
incapaz de defenderse a sí misma, con sus enemigos en el poder, con la escoria
humana de quienes odian a Europa infectando como una enfermedad maligna la
justicia, los medios y la política. El buenismo, el humanitarismo pésimamente
entendido, el veneno del marxismo cultural nos están literalmente matando: nos
están destruyendo como cultura, como pueblos, como civilización, como europeos
en una palabra.
Dignas
de mención son las declaraciones de la alcaldesa de Colonia que prácticamente
culpa de los hechos a las mujeres agredidas, por no tener cuidado ellas, y aconsejándoles que no se vayan
alegremente con uno y otro.
Como
esto toca el tema del feminismo, de la degeneración de la mujer y las
costumbres europeas en general, hay que hacer un pequeño paréntesis. En sí
mismo y en general este comentario de la alcaldesa de Colonia es acertado, por
supuesto; no seré yo quien diga lo contrario ni defienda la manera de
comportarse de la mayor parte de las mujeres occidentales. Están las nuestras acostumbradas
a provocar continuamente, con total libertad y teniendo enfrente una masa de
varones por lo general con los instintos y la masculinidad (ante todo mental) debilitados; además de perseguidos por leyes infames que cada vez más castigan,
no ya las agresiones reales, sino cualquier iniciativa masculina. Frente a hombres que tienen sus instintos sanos, además de por lo general más violentos y que
tienen poco que perder, el resultado es totalmente
previsible.
Dicho
esto y volviendo a las palabras de la alcaldesa de Colonia, serán válidas en
general pero, en lo particular, en el contexto y con la intención con que
fueron pronunciadas, son indecentes. Porque como todos sabemos, en cualquier
otra situación la misma alcaldesa habría saltado al cuello de quien hiciera
comentarios de ese tipo gritando histéricamente contra el “machismo” y el
“sexismo”. Ha habido personajes públicos que han pagado caras palabras similares,
y recordemos que un consejo análogo impartido por cierto oficial de policía en
Canadá fue el origen de las “marchas de las putas”.
La
intención que había en las palabras de la alcaldesa no era otra que culpar a
las mujeres de Colonia y exculpar a los agresores, porque las víctimas eran alemanas y blancas y los agresores extranjeros
y de piel oscura. Por eso son vergonzosas.
Todo
lo anterior era necesario precisarlo, a riesgo de ser mal entendido. Pues nada
de lo anterior se debe entender como una exculpación de los ofensores o una
toma de posición a su favor: evidentemente cualquier mujer puede ser la víctima, una vez le han perdido el respeto
a la mujer europea y ven que se la puede maltratar impunemente. Eso por un
lado. Por otro y por ponerme en un caso extremo, si tengo una hija (o familiar
o amiga) puta y drogadicta no voy a
justificar por ello que la violen ni apoyar a sus agresores. Intentaré
defenderla y ayudarla en lo posible y hacerle recuperar el
respeto de sí misma.
Respeto
que por cierto han perdido muchas europeas: por ejemplo la que se ha desnudado
en público para “protestar” por las agresiones… es grotesco en grado
extremo que una fémina que se desnuda en público para “protestar” pretenda que
la respeten, cuando con su mismo acto envía el mensaje contrario demostrando que carece de respeto por sí
misma. Y obviamente será entendido por todos de ese modo, en primer lugar por
aquellos a quienes pide que la respeten.
Como
es evidente esta situación de caza a la
mujer blanca puede ir sólo a peor, y no podemos pasar por alto otra cosa: que
la misma mujer europea tiene una grave responsabilidad en ello. En efecto, la
garantía de la libertad y la seguridad no reside en que haya leyes; en el fondo
reside en que haya alguien dispuesto a defender la libertad y la seguridad. Las
mujeres se podrán defender a sí mismas hasta cierto punto, pero no son las
leyes y los estados quienes en último análisis las van a proteger, sino los
hombres como ha sido siempre. Es uno de los deberes de los varones amparar a
sus mujeres; la seguridad de la mujer se apoya en que haya varones física y
mentalmente sanos, capaces y deseosos de garantizar esa seguridad.
En
cualquier lugar con una población masculina normal, sana física y mentalmente,
si aparecieran grupos de invasores alógenos acosando de esa manera a las
mujeres, la cosa no acabaría en indignación y lágrimas de cocodrilo: acabaría
inmediatamente en una violenta batalla campal con más de una cabeza rota, heridos y posiblemente
muertos.
Ahora
bien, la destrucción de la masculinidad, la degeneración del varón, es algo a
lo que las mujeres de hoy han contribuido masivamente. Con tanto fanatismo
feminista, con tanta imbecilidad militante, las mujeres de hoy han convertido a
la mayoría de los hombres en unos auténticos mierdas.
¿Nos
puede sorprender lo que ha sucedido en Alemania? Desde luego que no. Es
simplemente el resultado natural de la denigración del varón y de la masculinidad,
de la educación no sexista, de la igualdad de género y del amariconamiento
general.
La
Nochevieja de 2015 es sólo un primer aviso de lo que está por venir. ¿O es que
la estúpida fémina urbanita típica de Occidente, llena de emancipación y hastío
por el varón, pensaba que iban a defenderla sus abogadas feministas, sus leyes
persecutorias y sus tribunales bolcheviques de género? ¿Es que no sabe que todo
eso está ahí, no para amparar a la mujer, sino para perseguir al varón? ¿Qué
hará el Sistema para protegerla? Quizá enviará psicólogos y mediadores
socioculturales a las hordas invasoras, que ven a las mujeres europeas como
carne de burdel que no es defendida por nadie. Porque es exactamente así que
las ven.
No
querría concluir estas reflexiones sin una nota positiva. Y es la aparición de
patrullas de vigilantes en varios países europeos, ante la demostrada falta de
voluntad o directamente traición de sus policías y sus dirigentes, a la hora de proteger a su población y en particular a sus mujeres.
Una
señal excelente y unas iniciativas que merecen el máximo apoyo. Naturalmente tales grupos han sido criminalizados inmediatamente por los políticos y las
policías: grotescamente pontifican que eso es trabajo de las fuerzas del orden.
Y es cierto: el trabajo que no quieren hacer o se les ha ordenado que no hagan.
Los mediocres y los pusilánimes se han unido en coro para condenar y hacer aspavientos
horrorizados de temor buenista frente a las patrullas de autodefensa que son al fin y al cabo una
iniciativa que expresa la libertad ciudadana de unirse para defender los derechos y
las libertades. En en primer lugar la libertad de ir por la calle sin ser agredido.
Una
iniciativa que bien puede ser un germen de acción política, y precisamente esto
es lo que quita el sueño a la clase dirigente europea y a la anti-Europa de los felones.
Se entiende perfectamente: lo último que quieren nuestros gobernantes es que
los ciudadanos se organicen, que se organicen
de verdad y no simplemente que salgan berreando y fumando porros, como en las
algaradas izquierdistas de falsos antisistema; no quieren que los ciudadanos actúen por su cuenta, fuera de los cauces que han preparado; no quieren una contestación auténtica, que esté en el corazón y en el cerebro en vez de acabarse en las rastas, la falta de higiene
y el vestuario. Lo último que desea el Sistema es que surjan sentimientos y auténticas
actitudes de solidaridad, de unión, de comunidad, que los ciudadanos se nieguen
a jugar con la baraja trucada que se les ha dado. El Sistema lo que quiere son súbditos
egoístas, pusilánimes, incapaces de unirse, que se den por satisfechos con el cansino
rito de las elecciones democráticas, para que en una ilusión de libertad
decidan entre las varias corrientes del partido único.
¡Qué
diferencia abismal entre las patrullas ciudadanas y las algaradas descompuestas
de chusma piojosa y guarreras de las izquierdas! El contraste de calidad humana,
de actitudes, de ética y espíritu, es impresionante. De un lado sentido cívico,
defensa de la tierra, la familia y la identidad; del otro descomposición y
mugre, física y mental y del carácter.
Por
todo ello hay que saludar como muy positivas estas iniciativas de autodefensa, auténtica expresión de libertad y disciplina cívica. Esperemos que
sean germen y linfa de nueva acción política, reacción y afirmación de los
europeos libres, los mejores europeos, los únicos europeos dignos de tal
nombre, frente a sus enemigos.