viernes, 15 de enero de 2016

LA CAZA A LA MUJER BLANCA

La Nochevieja que anuncia la Nueva Europa y el futuro envenenado que nuestros democráticos gobiernos están preparando para nosotros.


Creo que todos están informados de los sucesos de Nochevieja y Año Nuevo en Alemania,  y en varios otros países de Europa como poco a poco comienza a saberse. En muchos lugares, pero en particular en la ciudad de Colonia, hemos asistido a una auténtica caza a la mujer blanca por parte de las hordas de invasores que la corrección política y la lengua de serpiente del Sistema llama “refugiados”; una verdad que poco a poco se va filtrando y conociendo, a pesar de la conspiración del silencio por parte de las fuerzas del orden (sobre las cuales no querría cargar demasiado la culpa porque tienen las manos atadas), de los políticos infames y de esas prostitutas mediáticas del Sistema que tienen, o deberían tener, el deber de informar a los ciudadanos.

Robos, molestias, agresiones y violaciones, cuyo número preciso no conocemos ni conoceremos, han sido la tónica, con grupos organizados que iban a por las mujeres. A por las mujeres europeas y cuanto más blancas mejor. Naturalmente todo ello no es una novedad; aunque no de esta manera masiva y clamorosa, lleva pasando mucho tiempo como bien saben los habitantes de los muchos barrios de Europa que se han convertido en zonas de no-Europa. Ni tampoco es una novedad el silencio y la manipulación por parte de los medios, la ocultación sistemática de la identidad y el origen de los agresores, en general y en el caso específico de las agresiones sexuales. Tampoco sorprenderá a quien haya tenido los ojos abiertos la miserable actitud de los políticos que mienten a su población y aseguran que todo va bien, que no hay que preocuparse.

Son cada vez más, sin embargo, los que empiezan a dar cuenta de cómo están las cosas. Los sucesos de la pasada Nochevieja habrán sido para muchos un golpe brutal que les obligará a reflexionar, y creo que estos hechos marcarán un punto de inflexión: el punto en que los europeos comenzaron a abrir los ojos, a comprender realmente de lo que se les viene encima. Y sobre todo a comprender por qué clase de gente están gobernados y de qué parte están sus gobernantes.

Lo sucedido es simplemente una señal y un anuncio más de la era de conflicto étnico que se anuncia en Europa. Son sólo los primeros hilillos de humo que anuncian el incendio venidero, pero son suficientes para definir ya los frentes de la lucha, las actitudes, los bandos en liza. Los invasores que van a por las mujeres; los gobernantes felones y las élites traidoras que dan apoyo a la invasión y mienten sistemáticamente a su población; la división interna de los habitantes de Europa que se empieza a marcar: una masa inerte egoísta y obtusa que esconde la cabeza como el avestruz, el creciente movimiento de los europeos conscientes que quieren defender su tierra, la morralla militante de los europeos traidores que luchan contra su propio futuro, y poco importa si por bajo interés o por enfermiza y aberrante convicción.

A regañadientes los medios y la política han debido reconocer la ola masiva de agresiones de Nochevieja, después de haber intentado ocultarla. Penosamente, se sigue intentando negar su relación con el millón de invasores (por lo menos) que han sido invitados a Alemania y otros países por la criminal política de puertas abiertas de los gobiernos europeos. Esta actitud lo dice todo sobre los gobernantes que tenemos, cuya obligación es servir a sus ciudadanos y en cambio les engañan, negando la verdad de los hechos por motivos políticos. No podrían haber dejado más claro que en realidad trabajan contra ellos y sirven a otros amos con una agenda oculta.

En realidad que mientan de manera tan grotesca y penosa, tan evidente, es incluso positivo, porque todo el mundo sabe lo que ha pasado y todo el mundo puede ver cómo se intenta negar públicamente. Hay no solamente que ser ingenuo o un poco corto, sino que hay que tener los ojos cerrados a propósito, para no entender que los medios y los gobiernos nos mienten sistemáticamente, para no darse cuenta de que están vertiendo en nuestras mentes un diluvio de mentiras y falsificación. Esta vez se les ha visto ya demasiado el plumero.

La policía alemana (tan rápida y fulminante cuando alguien exhibe una esvástica o hace algo que recuerde lejanamente el saludo nazi) no sólo ha sido incapaz de proteger a sus mujeres sino que ha traicionado a su población. Siendo su deber protegerla no sólo no lo han hecho, sino que por motivos políticos han ocultado la verdad hasta que no han tenido más remedio que admitirla. Eso sí, les ha faltado tiempo para disolver las manifestaciones de patriotas alemanes y arrestar a muchos de ellos.

Los invasores nos han tomado la medida, como es evidente en las palabras de alguno que impúdicamente exigía que se tratara bien “porque la Merkel les ha invitado”… este es el mensaje: que los gobiernos les han invitado y, por tanto, tienen todo el derecho a cometer desmanes y maltratar a los europeos. Ninguno lo ha dicho con esta claridad, pero desde luego es lo que muchísimos piensan. Lamentablemente este es también el mensaje que transmiten a los ciudadanos europeos sus autoridades y su policía.

En realidad no es tan difícil imponer el orden: ante una muchedumbre violenta que agrede a los ciudadanos y acosa a la policía, si no bastan ni la presencia de los agentes ni las porras ni los disparos al aire, una docena de heridos de bala y dos o tres cadáveres sobre el asfalto son más que suficientes para dejar bien claro que en un país mandan sus habitantes, no los invitados y menos aún los invasores, para dejar claro que no está permitido ultrajar a la población ni agredir a la policía. Esto es lo que debe hacer un gobierno que defienda a sus ciudadanos y es la manera más adecuada, si no la única, de tratar con quienes sólo entienden el lenguaje de la fuerza.

Pero es evidente que esto es impensable en la Europa de hoy débil y acomplejada, incapaz de defenderse a sí misma, con sus enemigos en el poder, con la escoria humana de quienes odian a Europa infectando como una enfermedad maligna la justicia, los medios y la política. El buenismo, el humanitarismo pésimamente entendido, el veneno del marxismo cultural nos están literalmente matando: nos están destruyendo como cultura, como pueblos, como civilización, como europeos en una palabra.

Dignas de mención son las declaraciones de la alcaldesa de Colonia que prácticamente culpa de los hechos a las mujeres agredidas, por no tener cuidado ellas, y aconsejándoles que no se vayan alegremente con uno y otro.

Como esto toca el tema del feminismo, de la degeneración de la mujer y las costumbres europeas en general, hay que hacer un pequeño paréntesis. En sí mismo y en general este comentario de la alcaldesa de Colonia es acertado, por supuesto; no seré yo quien diga lo contrario ni defienda la manera de comportarse de la mayor parte de las mujeres occidentales. Están las nuestras acostumbradas a provocar continuamente, con total libertad y teniendo enfrente una masa de varones por lo general con los instintos y la masculinidad (ante todo mental) debilitados; además de perseguidos por leyes infames que cada vez más castigan, no ya las agresiones reales, sino cualquier iniciativa masculina. Frente a hombres que tienen sus instintos sanos, además de por lo general más violentos y que tienen poco que perder, el resultado es totalmente previsible.

Dicho esto y volviendo a las palabras de la alcaldesa de Colonia, serán válidas en general pero, en lo particular, en el contexto y con la intención con que fueron pronunciadas, son indecentes. Porque como todos sabemos, en cualquier otra situación la misma alcaldesa habría saltado al cuello de quien hiciera comentarios de ese tipo gritando histéricamente contra el “machismo” y el “sexismo”. Ha habido personajes públicos que han pagado caras palabras similares, y recordemos que un consejo análogo impartido por cierto oficial de policía en Canadá fue el origen de las “marchas de las putas”.

La intención que había en las palabras de la alcaldesa no era otra que culpar a las mujeres de Colonia y exculpar a los agresores, porque las víctimas eran alemanas y blancas y los agresores extranjeros y de piel oscura. Por eso son vergonzosas.

Todo lo anterior era necesario precisarlo, a riesgo de ser mal entendido. Pues nada de lo anterior se debe entender como una exculpación de los ofensores o una toma de posición a su favor: evidentemente cualquier mujer puede ser la víctima, una vez le han perdido el respeto a la mujer europea y ven que se la puede maltratar impunemente. Eso por un lado. Por otro y por ponerme en un caso extremo, si tengo una hija (o familiar o amiga) puta y drogadicta no voy a justificar por ello que la violen ni apoyar a sus agresores. Intentaré defenderla y ayudarla en lo posible y hacerle recuperar el respeto de sí misma.

Respeto que por cierto han perdido muchas europeas: por ejemplo la que se ha desnudado en público para “protestar” por las agresiones… es grotesco en grado extremo que una fémina que se desnuda en público para “protestar” pretenda que la respeten, cuando con su mismo acto envía el mensaje contrario demostrando que carece de respeto por sí misma. Y obviamente será entendido por todos de ese modo, en primer lugar por aquellos a quienes pide que la respeten.

Como es evidente esta situación de caza a la mujer blanca puede ir sólo a peor, y no podemos pasar por alto otra cosa: que la misma mujer europea tiene una grave responsabilidad en ello. En efecto, la garantía de la libertad y la seguridad no reside en que haya leyes; en el fondo reside en que haya alguien dispuesto a defender la libertad y la seguridad. Las mujeres se podrán defender a sí mismas hasta cierto punto, pero no son las leyes y los estados quienes en último análisis las van a proteger, sino los hombres como ha sido siempre. Es uno de los deberes de los varones amparar a sus mujeres; la seguridad de la mujer se apoya en que haya varones física y mentalmente sanos, capaces y deseosos de garantizar esa seguridad.

En cualquier lugar con una población masculina normal, sana física y mentalmente, si aparecieran grupos de invasores alógenos acosando de esa manera a las mujeres, la cosa no acabaría en indignación y lágrimas de cocodrilo: acabaría inmediatamente en una violenta batalla campal con más de una cabeza rota, heridos y posiblemente muertos.

Ahora bien, la destrucción de la masculinidad, la degeneración del varón, es algo a lo que las mujeres de hoy han contribuido masivamente. Con tanto fanatismo feminista, con tanta imbecilidad militante, las mujeres de hoy han convertido a la mayoría de los hombres en unos auténticos mierdas.

¿Nos puede sorprender lo que ha sucedido en Alemania? Desde luego que no. Es simplemente el resultado natural de la denigración del varón y de la masculinidad, de la educación no sexista, de la igualdad de género y del amariconamiento general.

La Nochevieja de 2015 es sólo un primer aviso de lo que está por venir. ¿O es que la estúpida fémina urbanita típica de Occidente, llena de emancipación y hastío por el varón, pensaba que iban a defenderla sus abogadas feministas, sus leyes persecutorias y sus tribunales bolcheviques de género? ¿Es que no sabe que todo eso está ahí, no para amparar a la mujer, sino para perseguir al varón? ¿Qué hará el Sistema para protegerla? Quizá enviará psicólogos y mediadores socioculturales a las hordas invasoras, que ven a las mujeres europeas como carne de burdel que no es defendida por nadie. Porque es exactamente así que las ven.

No querría concluir estas reflexiones sin una nota positiva. Y es la aparición de patrullas de vigilantes en varios países europeos, ante la demostrada falta de voluntad o directamente traición de sus policías y sus dirigentes, a la hora de proteger a su población y en particular a sus mujeres.

Una señal excelente y unas iniciativas que merecen el máximo apoyo. Naturalmente tales grupos han sido criminalizados inmediatamente por los políticos y las policías: grotescamente pontifican que eso es trabajo de las fuerzas del orden. Y es cierto: el trabajo que no quieren hacer o se les ha ordenado que no hagan. Los mediocres y los pusilánimes se han unido en coro para condenar y hacer aspavientos horrorizados de temor buenista frente a las patrullas de autodefensa que son al fin y al cabo una iniciativa que expresa la libertad ciudadana de unirse para defender los derechos y las libertades. En en primer lugar la libertad de ir por la calle sin ser agredido.

Una iniciativa que bien puede ser un germen de acción política, y precisamente esto es lo que quita el sueño a la clase dirigente europea y a la anti-Europa de los felones. Se entiende perfectamente: lo último que quieren nuestros gobernantes es que los ciudadanos se organicen, que se organicen de verdad y no simplemente que salgan berreando y fumando porros, como en las algaradas izquierdistas de falsos antisistema; no quieren que los ciudadanos actúen por su cuenta, fuera de los cauces que han preparado; no quieren una contestación auténtica, que esté en el corazón y en el cerebro en vez de acabarse en las rastas, la falta de higiene y el vestuario. Lo último que desea el Sistema es que surjan sentimientos y auténticas actitudes de solidaridad, de unión, de comunidad, que los ciudadanos se nieguen a jugar con la baraja trucada que se les ha dado. El Sistema lo que quiere son súbditos egoístas, pusilánimes, incapaces de unirse, que se den por satisfechos con el cansino rito de las elecciones democráticas, para que en una ilusión de libertad decidan entre las varias corrientes del partido único.

¡Qué diferencia abismal entre las patrullas ciudadanas y las algaradas descompuestas de chusma piojosa y guarreras de las izquierdas! El contraste de calidad humana, de actitudes, de ética y espíritu, es impresionante. De un lado sentido cívico, defensa de la tierra, la familia y la identidad; del otro descomposición y mugre, física y mental y del carácter.

Por todo ello hay que saludar como muy positivas estas iniciativas de autodefensa, auténtica expresión de libertad y disciplina cívica. Esperemos que sean germen y linfa de nueva acción política, reacción y afirmación de los europeos libres, los mejores europeos, los únicos europeos dignos de tal nombre, frente a sus enemigos.