Esta entrada es la última del 2011 en este blog que ya ha entrado en su cuarto
año. Con altibajos y períodos de abandono, ha cogido realmente ritmo sólo desde
hace año y pico. También ha cambiado algo de carácter. La orientación de base
ha sido siempre el comentario de actualidad, fenómenos y tendencias sociales,
con una atención especial al feminismo, a las cuestiones de género, al
mariconeo militante y en general la campaña de fomento de la degradación social,
temas en los que se ha concentrado la acción del gobierno Zapatero, fanático y
sectario como pocos.
Manteniendo
estos temas, sin embargo poco a poco se ha ido ampliando el horizonte de los
temas tratados, prestando atención a cuestiones más políticas, con artículos de
carácter general y también sobre educación. He intentado también añadir otra
dimensión a la lucha ideal a la que deseo contribuir, con el blog de textos
traducidos “El Velo Rasgado”. Aunque no tenga muchas visitas, poco a poco va
creciendo y en mis intenciones debe constituir una antología de fragmentos a
disposición del lector en cualquier momento, de interés permanente pues no
están ligados a la actualidad.
Esta
va a ser la línea para el desarrollo sucesivo, si acaso potenciando los artículos
de carácter general, ocupándome más a menudo de libros y películas, y
trabajando especialmente la lista de los azotes.
Voy a volver sobre el tema de la
policía del pensamiento y la persecución de las ideas disidentes. Partamos del
título de la entrada:
Eppur si muove…”Y sin embargo se mueve”
Fueron
las palabras que según una leyenda, casi seguramente falsa, pronunció Galileo
Galilei tras abjurar de la teoría heliocéntrica según la cual la Tierra se nueve
alrededor del Sol en el famoso proceso que la Inquisición instruyó contra él en
1633. La frase ha quedado como símbolo de la resistencia del pensamiento libre
contra las convenciones por autoridad y las imposiciones del dogma.
En
aquella ocasión era la Iglesia Católica la responsable de estas persecuciones,
pero por lo menos no se llenaba la boca hablando hipócritamente de libertad y
tolerancia, como hacen hoy, después de cuatro siglos, los modernos defensores y
esbirros de la policía del pensamiento. El tema ya fue tratado en la esta entrada,
publicada a finales del año pasado:
Esta
entrada no ha perdido nada de su actualidad. Muy al contrario las inquisiciones
se extienden en medio de la indiferencia general. Poco a poco están construyendo
una Europa en la que no se puede pensar ni hablar libremente, por obra de ese
monstruo burocrático dominado por las lobbies
que es la Unión Europea, y por
obra de las clases dirigentes de cada país, que colaboran con entusiasmo en
esta innoble labor.
En
una entrada reciente hablé de las élites traidoras que trabajan contra su
propia gente, refiriéndome al racismo antiblanco de los poderes públicos
europeos. Es el caso de llamarlas traidoras otra vez en relación a este tema, pues
también traicionan los valores que deberían defender.
En
efecto -seamos sinceros- la libertad de pensamiento, de discusión e
investigación, especialmente de ideas disidentes, le importa un comino a la
mayor parte de la gente, que sólo piensa en sus asuntos cotidianos y en lo que
tiene más cerca. Quizás esto sea justo e inevitable, pero ahí tiene que estar
una clase dirigente que tenga una visión general y defienda unos principios
superiores de libertad sobre los que se basa la cultura, la ciencia y el
conocimiento. En el interés de la nación y de la comunidad. También para esto
están y también en esto traicionan.
Em
aquella ocasión terminaba la entrada hablando de la inquisición reina en
Europa, la que pone fuera de la ley el debate sobre la existencia del genocidio
de los judíos en la Segunda Guerra Mundial, para quien discuta su entidad o algún
aspecto de él como la existencia de las cámaras de gas. Con penas de cárcel para
quien ponga en duda aunque sólo sea una parte de la historia oficial. Con libros
prohibidos y persecución judicial contra quien los escribe y contra quien los
vende.
Esto
evidentemente significa impedir la simple discusión de las ideas e imponer por
ley la verdad histórica, lo que es totalmente contrario a todos los principios
de libertad de expresión, profesados de boquilla por las democracias, y también a
la libertad de investigación y de discusión que son esenciales en la búsqueda
de la verdad. Esto sin entrar mínimamente en el mérito y mucho menos aprobar
las persecuciones contra los judíos o las políticas del nazismo. Pero de todo
ello hablé en la entrada citada y no voy a repetirme.
Sólo
voy a añadir algún comentario más sobre la forma de aplicación y los
procedimientos seguidos en este campo, que son particularmente repugnantes y
reveladores de una justicia ideológica y politizada.
Por
ejemplo sucede que no es relevante que lo que el acusado ha dicho sea verdad o
no. Aunque lo demuestre esto no interesa al tribunal, que incluso puede
procesar a su abogado por defenderle,
si escoge esta línea defensiva o simplemente entra en el mérito de las ideas del procesado.
Por
ejemplo sucede que el autor de un informe puramente técnico que, en línea de
principio, pueda poner en duda alguna parte de la verdad oficial, puede ser
procesado por ello y para los jueces lo importante no será lo que ha escrito
sino la intención con que lo ha hecho.
Pero
a diferencia de lo que sucedía en la Edad Media, donde se tenían las Escrituras
y los textos canónicos que establecían con suficiente claridad el dogma y los
límites de los cuales no se podía salir, hoy ni siquiera existe una verdad oficial clara, un “libro sagrado”
donde esté precisada exactamente la ortodoxia que no se puede criticar pena la
cárcel. Quizá no se quiere precisar cuál es exactamente la verdad oficial
porque en este caso resultaría ya demasiado evidente su carácter de dogma y de ser
una historia escrita no por el estudio sino por intereses políticos.
Estas
leyes liberticidas se han aprobado en muchos países europeos. Hay directivas
europeas que instan a los países a adoptar leyes para censurar las ideas que el
sistema considera criminales, y específicamente en el caso del revisionismo
histórico existen estas leyes de distinta severidad en Alemania, en Francia,
Suiza, Bélgica, República Checa, Polonia, Austria, Lituania, España. Donde no
hay leyes explícitas se prepara el terreno con normas restrictivas y la
tendencia es adoptar leyes similares en todos los países de la Unión Europea.
Existen
leyes parecidas en algunos países ex-comunistas las cuales criminalizan la
negación de los crímenes de los regímenes comunistas. Es otro caso igualmente
nefasto en el cual la política pretende doblegar la ciencia histórica y
utilizarla para sus fines, sustituyendo la ciencia con el adoctrinamiento.
Pero
el afán de imponer la historia con los tribunales no se para aquí. Hasta ahora en
Europa Occidental estas leyes mordaza se han ocupado específicamente de la
historia de la Segunda Guerra Mundial y la persecución de los judíos, pero está
en trámites de aprobación una ley en Francia para convertir en delito la
negación del genocidio de los armenios durante la Primera Guerra Mundial a
manos del Imperio Otomano
Quizá
el elctor no esté muy al corriente de este tema. Durante la Primera Guerra
Mundial el ejército otomano persiguió a los armenios que vivían dentro de sus
fronteras, considerados no fiables políticamente. Llevaron a cabo un genocidio,
en el cual parece que fueron muertos entre un millón y millón y medio de armenios. Nunca se
ha hablado mucho de ello, en buena parte a causa de los grupos sionistas que siempre han visto
con malos ojos que se hablase de otros genocidios y otras persecuciones, en su
afán de presentar la shoah como un
evento único en la historia humana, cuando la verdad es que persecuciones,
masacres y genocidios terribles se han producido en todas las épocas.
He aquí
por tanto una nueva ley mordaza, dirigida esta vez contra los turcos y seguramente
con motivaciones políticas detrás, además de la presión sectaria de los grupos
armenios que han conseguido aprobar esta ley. Una nueva verdad histórica
impuesta por ley que muestra el camino totalitario y liberticida que Europa
está tomando.
Había
algunos miles de personas que protestaban en la calle contra esta ley. No eran
ciudadanos franceses preocupados por la libertad de expresión.
Eran turcos o naturalizados franceses de origen turca que protestaban -naturalmente-
no en defensa de la libertad de opinión sino por su propio interés sectario.
Estoy más que seguro que las mismas personas aprueban con entusiasmo las leyes
que en Turquía prohíben afirmar que
hubo un genocidio armenio y se manifestarían con la misma rabia contra
cualquier intento de cambiarlas.
Es
aquí donde hemos llegado. Leyes censorias que prohíben pensar y discutir son
aprobadas en Europa bajo la presión de grupos sectarios y los únicos que
protestan contra ellas son otros grupos igualmente sectarios. Exclusivamente
porque van contra el interés de su clan.
Qué tristeza.
¿Y
quién es esta gente, o más bien gentuza? ¿Quiénes son ellos para pisotear
principios de libertad de pensamiento y de libre examen de las ideas, tan fundamentales
para la ciencia y la búsqueda del conocimiento, un ingrediente básico del patrimonio
ideal que ha hecho grande a Europa en el mundo y que nos pertenece?
Demasiado
bien sabemos que estos principios han sido vulnerados muchas veces en nuestros
países, que quien busca la verdad se enfrenta al poder, que éste intentará
siempre doblegar la verdad y la ciencia a sus intereses y que es utópico pensar
que esta lucha va a terminar algún día. Pero por lo menos se había conquistado
el principio de objetividad, el reconocimiento de que la verdad debe ser
perseguida con la libre discusión de las ideas, que el método de investigación
es el libre examen y que es inaceptable la imposición de verdades a priori.
Aunque
en la práctica las cosas fueran a menudo de otra manera, en línea teórica estos
principios eran reconocidos y siempre se podía apelar a ellos, hasta el punto
de que la mala conciencia del inquisidor que los traicionaba debía recurrir a
pretextos y mixtificaciones, para no admitir abiertamente lo que hacía. Hoy en
cambio empezamos a tener leyes y tribunales que escriben la historia, ideas y
temas de discusión prohibidos por imperativo legal y nadie dice nada. Es decir
se admite, ya de entrada y por principio, que el debate en el terreno de las
ideas debe estar supeditado a intereses tribales, que lo único que cuenta
cuando se promulgan las leyes no es la búsqueda de la verdad sino a quién se ha
de cerrar la boca. Como si fuera la cosa más natural del mundo.
Puede
que sea la cosa más natural del mundo para ciertas gentes, que confunden por
principio la teología, los intereses de clan y la verdad histórica, sectas cuyo
horizonte se agota en una cierta mentalidad, para la cual ciencia y búsqueda
del conocimiento no significan nada en sí, valen sólo en función de intereses
comerciales y particulares. Pero no es así, ni puede serlo jamás, para nosotros
ni para quienes antes de nosotros tanto han contribuido a nuestra cultura, para
quienes eran fundamentales valores superiores y creían en ellos.
En
una palabra, el núcleo de la cuestión, lo que hay detrás de esta doble manera
de considerar la verdad, es el reconocimiento o no del valor ético de la verdad y por consiguiente de la mentira como una falta capital.
Naturalmente
en la práctica todo esto puede ser más o menos respetado y
practicado, pero existe una línea neta entre quien reconoce la verdad como un
valor, y por tanto cuando la vulnera debe hacerlo con mala conciencia y
engañándose a sí mismo, y quien al contrario ya de entrada no le reconoce ningún
valor autónomo. Gente que por tanto, con la mayor despreocupación, como la cosa más
natural del mundo, no sólo la vulnera sino que abiertamente defiende que así
deba ser y sin el mínimo pudor codifica esta visión en leyes y organización
social. Ellos son los mejores propagandistas y manipuladores, por supuesto,
porque lo hacen con la conciencia tranquila y para ellos no es una falta. Traficar con la verdad es para esta
gente como traficar con el dinero o con mercancías.
Y
aquí hay que trazar una línea neta, clara, obligada entre nosotros y ellos. Exigir responsabilidades a nuestras clases
dirigentes por este comportamiento y esta legislación.
¿Qué
derecho tienen la canalla política que nos gobierna a tirar por la ventana
nuestra ética de respeto a la verdad por
sí misma? ¿Qué derecho tienen estas tribus, que no entienden más que su
interés particular, a negarnos la posibilidad de la libre discusión, a
quitarnos nuestra concepción, europea, de la historia y de la ciencia como
búsqueda de la verdad, como constante revisión y puesta en duda, a hacer tabula rasa de nuestra tradición
filosófica de aspiración a la sabiduría y al conocimiento, poniéndolo todo al
servicio de sus vulgares y limitados horizontes mentales tribales?
¡Que
las tribus se vayan a su desierto y a sus montañas!
Ya
he alargado demasiado esta entrada, pero no puedo concluirla sin hablar de
nuestro país y específicamente del librero Pedro Varela, que lleva en prisión
más de un año. Cuando la entrada antes citada fue escrita, acababa de ser encarcelado
y no lo mencioné directamente. Pongo también el enlace al blog
que lo apoya y sigue su caso, donde el lector podrá informarse de todos los
detalles si lo desea
Este
señor lleva desde finales del año pasado en prisión por haber vendido libros
que la policía del pensamiento considera prohibidos. Sin que exista siquiera
una lista oficial de libros prohibidos, pero esto es lo de menos. Se le trata
con mayor rigor que a muchos criminales auténticos, los cuales obtienen, transcurrida
una cierta porción de la condena, permisos y beneficios pasado un cierto tiempo
que se le han negado a Varela.
Todo
ello por vender libros, básicamente estudios revisionistas y libros “nazis”
o considerados tales, que es por lo que se le persigue. Libros con los cuales
uno puede o no estar de acuerdo pero que en todo caso son una herramienta para
pensar o simplemente para un estudio histórico.
Probablemente
no comparto la mayor parte de las ideas de Pedro Varela. No las conozco con detalle.
Pero no es ésta la cuestión. Más allá de convergencias o divergencias políticas
se trata de un hombre que está en prisión por un delito que no es ni siquiera
de opinión, sino que consiste en vender libros que alguien no quiere que leamos, por desafiar a la policía del
pensamiento y decir “no” a su pretensión de decidir qué libros podemos leer y
cuáles no.
El
señor Pedro Varela se ha metido con una secta poderosa, que bajo la bandera de
la libertad ha impulsado leyes liberticidas en toda Europa, que vemos humillada,
insultada y pisoteada por las botas –o alpargatas- de la secta. Es la de Pedro
una elección para toda la vida, pues bien sabemos que para los que escogen ese
camino valen reglas y procedimientos diferentes, vale la tolerancia cero.
Sabemos
también que esta secta actúa con una perversidad particular contra los herejes.
Aunque éstos cedan, renuncien a sí mismos, se arrepientan y rindan tributo al
dios de sus inquisidores, las cuentas no se saldan jamás completamente, no
existe un perdón definitivo, los exámenes y los actos de sumisión no terminan
nunca, y las deudas son inextinguibles.
Concluyendo
ya, quiero dedicar esta última entrada del año 2011 en primer lugar a Pedro
Varela que pasará entre rejas esta última noche del año, con mis mejores deseos
para que salga pronto en libertad.
También
dedico esta entrada a los perseguidos por las leyes inquisitorias europeas, a
los encarcelados por jueces que pretenden escribir la historia metiendo en la
cárcel a los que no pasan por el aro.
A
todos los que han sido procesados por decir que 2+2=4 o por decir cosas ya más
discutibles y opinables, pero inaceptables para la verdad oficial.
A quienes
han visto refutadas sus conclusiones y estudios no con razones técnicas o
históricas sino con penas de prisión, argumentos ciertamente contundentes pero
que científicamente dejan un poco que desear.
A quienes
han tenido que escapar de las libertades democráticas y buscar asilo político
en otros países y a quienes han perdido su trabajo por desafiar a la censura.
También
a los que serán perseguidos en Francia por negar el genocidio armenio y a los
que han sido perseguidos en Turquía por afirmar
el genocidio armenio.
Por
mucho que los jueces y las leyes pretendan dictarnos cuál es la verdad
histórica, la única actitud posible para un hombre libre frente a esa impúdica,
inmoral arrogancia se resume en una sencilla frase.
Eppur si muove!
Feliz
Año Nuevo a todos de parte del Oso.