sábado, 30 de marzo de 2019

EL MENÚ DE LOS AZTECAS, LOS TAPARRABOS MENTALES Y LA INDIGENCIA CULTURAL DEL INDIGENISMO







Artículo publicado en El Correo de Madrid


Las ineptas consideraciones vertidas recientemente por el presidente mejicano, pretendiendo que España pida disculpas por la Conquista, dan pie para comentar muy brevemente la miseria de ese “indigenismo” que gana fuerza en Sudamérica.

Muchos han argumentado ya con detalle por qué el discurso revanchista contra España es de una indigencia mental absoluta, por eso aquí me limitaré a una consideración gastronómica. Como es sabido los aztecas practicaban el canibalismo, aprovechando de esta manera la carne que producían sus frecuentes sacrificios humanos, a los cuales tenían tanta afición que organizaban expediciones militares para capturar víctimas. Los pueblos sometidos a ellos eran parecidos, pero esencialmente los aztecas participaban en el banquete como comensales y los otros como parte del menú.


Tan poco queridos eran los aztecas que Hernán Cortés y sus hombres, tras las primeras victorias militares, encontraron aliados entre los pueblos indios que les prestaron una ayuda decisiva. Los indigenistas, entonces, la primera pregunta que tendrían que hacerse es si sus antepasados eran comensales o parte del menú. Sospecho que los segundos preferían ser súbditos de España a ser cazados, sacrificados y comidos.


Naturalmente el indigenista podría decir que se siente identificado con los aztecas, o con las clases superiores de los otros pueblos que también gozaban de esa dieta rica en proteínas. ¿Su exigencia de disculpas tendría un sentido?


Pues tampoco, y aquí entramos en el meollo de la cuestión. ¿En nombre de qué valores, en virtud de qué motivaciones España debería pedir disculpas? Una de dos: o en nombre de argumentos por así decir humanitarios; o en nombre del relativismo cultural y una reivindicación de los imperios neolíticos precolombinos.


Si es lo primero, notemos que cualquier argumento de tipo humanitario pertenece a un mundo heredero del orden español, no del azteca con sus dioses sanguinarios. Desde una visión humanitaria, bajo cualquier punto de vista el Nuevo Orden que surgió de la conquista española era infinitamente superior al antiguo.


Pongámonos en la otra posición: reivindicar la visión del mundo azteca.  ¿Por qué no? Uno no tiene porqué aceptar pasivamente su pasado y tradición, puede en parte elegirlos. Aceptemos esto. Pero si el señor indigenista se siente heredero de los aztecas, entonces que no nos venga a dar monsergas sobre disculpas y crímenes, sobre matanzas y el valor de la vida humana; porque todo ello pertenece a un mundo que no es el suyo. Sucedió que el dios de la cruz, simplemente, resultó ser más fuerte que sus ídolos sedientos de sangre. De hecho, exactamente así es como fue visto por las poblaciones indígenas.


El indigenismo, por tanto, no hay realmente por dónde cogerlo; por no hablar de los impresentables que en nuestro país dan coba a tales rebuznos y no pierden ocasión para echar fango sobre España.


A la gente se la puede enseñar a vestir de forma civilizada, pero los taparrabos mentales pueden sobrevivir durante siglos. De hecho se pueden vestir taparrabos mentales aun habiendo ido a la escuela. O enseñado en la universidad.

MAX ROMANO

martes, 12 de marzo de 2019

SALE A LA VENTA "CRÓNICAS DE UN OCCIDENTE ENFERMO"






Queridos lectores

El libro Crónicas de un occidente enfermo, del cual daba una pequeña introducción en esta entrada, ya está a la venta. Se puede adquirir en la página del editor


También se puede comprar con un pequeño descuento en las presentaciones. La primera será en Madrid el viernes 29 de marzo a las 20:00, en la Hermandad de la Vieja Guardia, Cuesta de Santo Domingo n.3.

Iré dando noticia de ulteriores presentaciones. Por ahora reproduzco nuevamente la introducción al libro, que figura como texto de contraportada.

Como favor a los lectores y seguidores del Oso, les pido que compartan este aviso y que ayuden en lo posible a dar a conocer el libro. Gracias por adelantado.


MAX ROMANO



Cada uno tiene su animal de elección, su tótem si así queremos llamarlo. Oso Solitario nunca tuvo dudas sobre cuál era el suyo, desde que su conciencia verdadera comenzó a despertarse. Quizá hubiera preferido ser un halcón. Pero para todos nosotros son limitadas nuestras posibilidades de decidir lo que hemos de ser, en esa amalgama irrepetible de libertad, necesidad y caprichos de la existencia que forma nuestra vida.

Oso Solitario, sí, pero no estúpido ni ciego a cuanto le rodea. Percibe agudamente, dolorosamente, alrededor de él y a veces también dentro de él mismo, los síntomas de la enfermedad; que hieden y supuran, como pústulas que rezuman muerte interior.

El odio contra el hombre blanco sexualmente normal, equivalente ideológico de las pataletas del adolescente malcriado contra sus mayores.

La guerra sin cuartel contra la masculinidad.

La obsesión enfermiza por encuadrarlo todo, medirlo todo y controlarlo todo.

El odio contra la polaridad sexual y la negación de la biología humana.

El odio contra la excelencia, la fortísima voluntad de degradación y el escarnio de cualquier ideal superior.

La enorme decadencia intelectual, cultural y moral que ha hecho posible una impresionante inundación de ideas ineptas, modas para tarados mentales y tendencias aberrantes.

La inmensamente necia e inmoral igualdad de género, caso particular del fanatismo igualitario en general con su negación de la realidad.

Las políticas deliberadas de sustitución étnica en Europa y de genocidio cultural contra todos los pueblos del mundo, falsamente presentadas como un destino inevitable.

La construcción de un sistema de control total, censura y represión ideológica en nombre de la libertad.

La incomprensión del pasado, el desprecio hacia la propia cultura y tradición.

Arrojado al mundo que le ha tocado vivir, el Oso tenía una cosa clara: que no iba a traicionar la promesa que se hizo a sí mismo, en una lejana juventud, de cultivar ideales de rectitud, verdad, belleza, elevación interior. Si lo ha conseguido y en qué medida, es asunto exclusivamente privado. Pero en cierta encrucijada de su vida decidió también que no iba a quedarse callado; su camino y sus escritos son una dialéctica continua entre la integración y la alienación, una tensión constante entre la fidelidad a sí mismo y la llamada oscura a tirar la toalla, a renunciar a mantener las posiciones y alzar esa bandera blanca que significa la muerte interior.

De esta manera, ha plasmado un fragmento de este camino y de sus reflexiones sobre el mundo que le rodea en estas Crónicas donde el lector encontrará un poco de todo: observaciones sobre la sociedad y los eventos en el mundo; pequeñas historias que nos ilustran algún aspecto de la realidad actual; comentarios de películas, libros y autores, algunos conocidos y otros menos, pero que tienen siempre algo que enseñarnos.

Todo esto son las "Crónicas de un Occidente enfermo", apuntes heterogéneos sobre la enfermedad de nuestra sociedad y el mal profundo del tiempo en el que vivimos.



viernes, 8 de marzo de 2019

8 DE MARZO 2019 (II): LA OPRESIÓN PATRIARCAL, EL PRIVILEGIO MASCULINO Y LA DECONSTRUCCIÓN DE LA HISTORIA






Artículo publicado en El correo de Madrid




Sumergidos estos días en una auténtica inundación de propaganda feminista, cada año se nos machaca un poco más que el anterior: en los lugares de trabajo, en las universidades, en los medios, en los colegios.

El medio más importante en la guerra psicológica contra la masculinidad es la Gran Falsificación de la Historia. La visión tendenciosa según la cual el pasado de la humanidad ha consistido en una opresión sistemática del hombre sobre la mujer. Pieza fundamental en la propaganda feminista, veneno que ha descompuesto la mente de los hombres y ha envenenado la de las mujeres. Será oportuno entonces compartir algunas breves reflexiones sobre ello, repasar algunas líneas esenciales en la historia del “privilegio masculino”. Ello bastará para exponer en pocas líneas la hemiplejía intelectual y moral de la narración feminista. Hemiplejía porque gran parte de ella no es en un sentido estricto mentira; pero sí falsa porque considera solamente una mitad de las cosas, con plena mala fe y deliberadamente. Veamos por tanto algunos privilegios masculinos y padecimientos femeninos.

Empezando por el pasado inmediato, es cierto que hasta ayer el “cabeza de familia” era el varón y la mujer en varios sentidos era la tutelada. Pero es que ser el “cabeza de familia” significa también asumir la mayor carga de responsabilidad, ser el que da la cara y se enfrenta directamente al mundo.

¿Las mujeres estaban en casa en épocas pasadas? Ciertamente, pero existe la otra mitad de la verdad: eran las épocas en que salir de casa era peligroso, viajar un riesgo, la vida más dura y más incómoda. El hombre debía luchar en el mundo exterior (porque era una lucha y era áspera) asumiendo riesgos y durezas que la mujer no debía afrontar.

¿La mujer era el reposo del guerrero? La misma expresión, que genera espasmos de horror y torrentes de bilis en las feministas, nos dice que eran los hombres y no las mujeres los que iban a morir en la guerra. Las mujeres estaban exentas, como estaban exentas del servicio militar. Naturalmente podían sufrir violencia en la guerra, ser violadas y asesinadas, pero sólo después de que los hombres que las defendían hubieran muerto por ellas.

La carga más dura, más peligrosa y más arriesgada la ha tenido siempre el varón, es él quien siempre ha pagado el mayor tributo de sangre. Y ello por un motivo bien preciso: desde el punto de vista biológico o socio-biológico, el varón es sacrificable mucho más que la mujer, porque ella es quien garantiza el futuro biológico de la comunidad. Una comunidad puede permitirse una sangría masiva de hombres y recuperarse, pero una sangría masiva de féminas pone en peligro la continuidad demográfica y el futuro. Por ello es el hombre quien se ha sacrificado por la mujer, en medida infinitamente mayor que lo contrario.

Por tanto, los rebuznos de las analfafeministas sobre la historia humana como opresión patriarcal, se los pueden meter por donde mejor les quepan. Que se vayan a pastar y a cuidar de su malestar integral.

MAX ROMANO

8 DE MARZO 2019 (I): LA HUELGA FEMINISTA, LA BRECHA SALARIAL Y LOS BÍPEDOS DOMESTICADOS CON DNI MASCULINO








Artículo publicado en El correo de Madrid

Como yo también quiero contribuir a esta jornada del 8 de marzo, a mi manera se entiende, habrá doblete de artículos.

El 8 de marzo no es simplemente un “día de la mujer” sino una ocasión para exigir privilegios femeninos. El día a favor de la injusta igualdad a la fuerza, naturalmente reivindicada sólo cuando las favorece a ellas. El día de la exigencia arrogante de ventajas y tratamiento de favor para las mujeres.

Desde el pasado año es también el día de una absurda “huelga feminista” para quejarse de la presunta “discriminación” cuando la verdadera discriminación es la que hoy en día existe contra el varón. En particular se nos machaca siempre el cerebro con el eslogan de la “brecha salarial”, la patraña de que las mujeres son menos pagadas por hacer el mismo trabajo que los varones.

Las cifras son siempre bastante confusas y discutibles, de manera que no es fácil saber de qué estamos hablando. Pero allá donde exista una diferencia media de salarios, no tiene porqué indicar una injusticia y una discriminación contra la mujer.

En el sector público tal diferencia no existe ni puede existir, con sus escalas de salario rigurosamente paritarias e iguales para todos. En el sector privado, en cambio, seguramente existe la llamada “brecha” pero es igualmente falsa la demagogia feminista: aquí existe un mercado, una lógica económica, y a la gente se le paga según su rendimiento, siguiendo criterios de utilidad económica. Naturalmente hay siempre excepciones, personas con puestos que en rigor no merecerían (recomendados, gente apadrinada, mujeres o minorías favorecidas por los sistemas de cuotas). Pero en la generalidad de los casos el valor del trabajo de una persona está en proporción con lo que se le paga, en una empresa privada que debe tener en cuenta las realidades económicas.

Como es evidente, si como afirma la femipropaganda las mujeres fuesen pagadas sistemáticamente menos que los hombres por realizar el mismo trabajo con la misma calidad y con el mismo rendimiento, las empresas contratarían sólo mujeres.

Entonces ¿por qué las mujeres ganan mediamente menos? Sin pretender ser exhaustivo, algunas de las razones (ninguna de las cuales corresponde a injusticia) pueden ser las siguientes.

Que quienes tienen los hijos son las mujeres; por mucho que se las ayude en la conciliación (lo cual es excelente) una mujer que decide cuidar como se debe a sus hijos no puede tener la misma dedicación profesional que un hombre.

Que existen diferencias naturales entre los dos sexos, en la estructura mental y en las inclinaciones, lo cual inevitablemente se refleja en la elección de estudios y carreras profesionales. En particular si hablamos de empleos a fuerte carácter técnico (informática, tecnología, ingeniería), aunque una mujer capaz lo pueda hacer tan bien como un hombre, nunca habrá el mismo número de hombres y de mujeres capaces.

Que la mayor parte de los trabajos que conllevan complementos por trabajar en condiciones peligrosas, difíciles o incómodas, son realizados por varones. Las mujeres o están menos preparadas para ello o simplemente menos dispuestas. Por cierto que la inmensa mayoría muertos o heridos en accidentes de trabajo son hombres, y nunca hemos visto a las femiempoderadas solicitar este tipo de paridad.

Lo que piden las feministas es entonces: que se les regalen puestos directivos por la cara; dejar a los varones los trabajos peligrosos, incómodos y difíciles, pero cobrando lo mismo que ellos; que las futbolistas féminas cobren lo mismo que los varones cuando el fútbol femenino no le importa a nadie; que en sectores donde las mujeres están poco representadas, por capacidades o por vocación, las mujeres pasen por delante de varones más cualificados que ellas.

Con un largo etcétera de pretensiones inmorales, injustas y aberrantes. Este es el sentido de la “huelga feminista” en la medida en que vaya más allá de escaquearse del trabajo o de las clases durante unas horas.

En esta guerra contra el varón merecen una especial mención los colaboracionistas: los hombres feministas, los arrepentidos de la masculinidad, los tontos útiles del supremacismo hembrista, los que van a las manifestaciones feministas (siempre y cuando sus amas se lo permitan) para asentir en silencio y menear la cola como buenos perrillos falderos. Los bípedos domesticados con documento de identidad masculino.

Recitan un papel fundamental en el teatro didáctico feminista: esa combinación de villano, bufón y pecador arrepentido al que se le perdonan los pecados, pero sólo si hace penitencia, acto de contrición y propósito de enmienda; se entiende que sólo es un perdón condicionado y con carácter provisional.

Para algunos la caracterización que acabo de dar será demasiado severa y quizá inmerecida, para otros en cambio demasiado amable. Hay muchos matices y grados en el colaboracionismo.

Muchos hombres sufren en silencio este ataque a la masculinidad, viviendo un malestar interior que expresan poco o nada, mientras intentan llevar una vida razonablemente serena; otros perciben excesos en el feminismo, pero sin tener o querer tener una visión cabal, adaptándose bien o mal al discurso feminista; los hay que esconden la cabeza en la arena; otros combinan en proporciones diversas conformismo, convencimiento e hipocresía cun ona medida de malestar interior que, expresado o no, siempre va a existir.

Todas estas posibilidades y otras más existen efectivamente, todas las matizaciones y grados de aceptación de la narración feminista son posibles. Pero en este particular universo de mantequilla en el que penetra la hoja candente del feminismo, existe el infierno de los maldecidos por el rechazo a la masculinidad; dentro de éste los varios círculos de los malditos y, en el más interior de ellos, los militantes más fanáticos de la guerra contra la masculinidad; los convencidos de verdad, los que apuran hasta las heces la copa del arrepentimiento por haber nacido hombres.

Propongo para describir a los moradores de este último y más profundo círculo infernal el neologismo lameovarios.  Admito que no es del todo elegante y su sonoridad no es de las mejores pero, en compensación, es totalmente preciso en la semántica y certero en la plasticidad del significado.

De manera que, habitantes del último círculo, id a lamer los ovarios de vuestras amas mientras les pedís perdón por haber nacido hombres, mientras repetís de memoria vuestra bien aprendida lección sobre la discriminación de la mujer y la sociedad patriarcal. A lo mejor tenéis premio y mojáis el churro esta noche.

MAX ROMANO