viernes, 25 de septiembre de 2020

EL QUE VALE PARA CIENCIAS, EL QUE PERSIGUE LA ZANAHORIA Y EL VIENTRE BLANDO DEL MOLUSCO

 
 



¿Qué tienen en común el conocido burro que persigue eternamente la zanahoria atada a un palo y uno de esos moluscos de caparazón duro y el vientre blando? Nada en apariencia, pero en realidad y como veremos más de lo que parece.

Dejemos en suspenso, por el momento, la pregunta anterior. Comenzaremos hablando de las ciencias y las letras. Según el famoso adagio que todos conocemos “el que vale para ciencias y el que no para letras” …  ¿Es la verdad de una sociedad tecno-científica? ¿O es en cambio expresión de incultura y limitación de horizontes?

Naturalmente es ambas cosas pues una no excluye la otra. Algo que es verdadero desde un punto de vista restringido se vuelve ignorancia y falsedad cambiando la perspectiva o ampliando los propios horizontes.

Hoy en día esta convicción -que los mejor dotados vayan a ciencias- no se suele expresar abiertamente; pero ello no es debido a un mejor criterio, sino a que todo el mundo se la coge con papel de fumar y no se atreve a decir lo que piensa. El adagio denigratorio de las letras sigue, sin duda, representando la mentalidad dominante; me atrevería incluso a decir mucho más hoy que hace unas décadas, viviendo como vivimos en la era de la informática, las telecomunicaciones, la tecnodependencia y el infantilismo tecnológico.

La cultura científica y técnica es, no diré predominante en términos numéricos, porque predominante es la incultura y una cultura de masas de muy bajo nivel, pero sí absolutamente hegemónica frente a la humanística, que está en total retirada y cada vez más descuidada. Pero la cultura técnica sí es predominante en términos generales y especialmente entre las clases dirigentes; junto a la religión del dinero representa la mentalidad dominante, la que conforma la educación y la formación de las opiniones de moda. Si miramos a nuestro alrededor, todo sigue el mismo patrón de exaltación de las ciencias y menosprecio de las letras.

¿Qué problema hay con ello? ¿Sirven de algo las letras? ¿No son palabras y acciones de hombres muertos que no tienen nada que enseñarnos porque ellos, pobres diablos, no tenían internet y smartphone? ¿Para qué sirven si no nos enseñan a ser eficientes, a gestionar y optimizar el mundo, a mejorar nuestros procedimientos operativos, a trabajar por objetivos, a ser proactivos y resilientes (horrible palabreja), a cuantificar y medir y rentabilizar las cosas, etcétera?

Espero haber mareado suficientemente al lector con la colección de rebuznos fenomenales del párrafo anterior. Ahí reconocemos claramente, en efecto, al de la zanahoria que habla y expone su verdad. Él también trabaja por objetivos: tiene el objetivo delante de su augusto hocico todo el día, lo tiene bien claro y no necesita las letras. Porque las letras enseñan a pensar y él sólo debe seguir un procedimiento de la mejor manera posible, aunque sea sólo el bucle infinito de un círculo cerrado sin sentido.

No es que “los de ciencias” no piensen. Al contrario: hay mucha inteligencia en las ciencias y en la técnica, son pensamiento concentrado y aplicado de alto nivel, hay detrás unas habilidades difíciles y complejas que, en sus expresiones más altas, están al alcance de muy pocos. Pero son una inteligencia y un pensamiento que ven sólo la mitad de la realidad: soberbiamente útiles para hacer ciencia, manipular la materia, resolver problemas que admiten una solución técnica y cuantitativa. Pero aun así, siguen abarcando sólo la mitad de las cosas y cuando tratan de abarcar todo, de pretender abusivamente que pueden abarcarlo todo, llevan directamente a una grave hemiplejía intelectual y vital, a ver sólo una mitad de una realidad que es infinitamente compleja y abierta. Y lo que es peor, a pretender que no existe otra realidad, ignorarla o groseramente malentenderla.

Una mente educada exclusivamente en procedimientos y puntos de vista técnico-científicos puede ser brillante, aguda, adiestrada. Seguramente más que aquélla de uno de esos de letras que no valen para ciencias: brillante en resolver problemas, en buscar soluciones, en la acción práctica y el manejo de información, en la invención y la aplicación de métodos. Pero no está acostumbrada a reflexionar, a interrogarse sobre el significado de las cosas y los porqués; pues para plantear y resolver ese otro tipo de problemas, los que no tienen ni pueden tener una formulación cerrada, racional y cuantitativa, los que no admiten una respuesta única y aceptable para todos, hace falta esa otra mitad.

Es por ello que existen personas con gran capacidad técnica y alta inteligencia (medida por ejemplo con el CI, que esencialmente captura las facultades “de ciencias”) pero que sin embargo ostentan concepciones bastante pueriles en otros campos, en los cuales exhiben orgullosamente primitivismo y no-entendimiento; adolecen de ceguera para todo lo que salga de un campo limitado, en el cual los problemas son claramente definidos y admiten una solución técnica.

Las consecuencias de esto son numerosas y lamentables, pero mencionaré dos en particular. La primera es que, en tantas cosas, nuestro mundo moderno parece un vehículo sin control, víctima de procesos automáticos que nadie gobierna porque nadie se pregunta por el sentido de las cosas. Estos procesos se gestionan muy bien, de manera muy eficiente, se resuelven impecablemente problemas técnicos. Pero el pensamiento de síntesis, el entendimiento del corazón de las cosas y de lo que significan para el ser humano, brillan por su ausencia.

La segunda consecuencia es la debilidad psicológica del hombre técnico, acorazado tras su armadura de números, razonamientos y competencia funcional pero que deja al descubierto un vientre blando de molusco, por donde es manipulable y manipulado pues allí carece de defensas; es su punto ciego, inaccesible a su visión limitada porque él mismo se ha autolimitado. Este tipo humano es, naturalmente, el mejor adaptado a una sociedad que cada vez se parece más a un enorme mecanismo sin conciencia.

El estudio de la Historia nos muestra, por ejemplo, que el ser humano ha sido siempre el mismo, que junto a muchas cosas que cambian hay otras que nunca lo hacen; que la tecnología jamás lo va a mejorar ni a redimir, sino sólo va a amplificar la expresión de lo que ya tiene dentro. El estudio en profundidad de las lenguas, incluidas las lenguas clásicas que son útiles precisamente por lo "inútiles" que son, nos enseña no sólo a articular el pensamiento, sino sobre todo que la traducción exacta de ese pensamiento es imposible y veleidosa, que toda pretensión de imponer una perspectiva única de la realidad es un abuso y una estafa. La filosofía puede no concluir nunca nada ni resolver problema alguno, pero sus cuestiones esenciales no han perdido un ápice de actualidad y como mínimo nos obliga a pensar y a planteárnoslas; la filosofía nos va a enseñar que las cosas no tienen por qué ser lo que parecen, nos va a vacunar contra soluciones baratas, nos va s servir de escudo interior contra una buena cantidad de rebuznos en alta definición y expresados con gran energía. Y así podríamos continuar al infinito.

No creo equivocarme pensando que una razón profunda de tantos fenómenos aberrantes y sin control de la sociedad actual, tanto conformismo de masa y pasividad interior en personas que han tenido acceso a una educación superior, es esta hemiplejía que viene del absoluto predominio del punto de vista técnico-científico y el menosprecio de la cultura humanística.

Una sola pizca de filosofía, de cultura histórica o artística o literaria y otros estudios “inútiles” cultivados con seriedad sería suficiente para reducir drásticamente la inmensa tontería que nos aflige.

MAX ROMANO

domingo, 20 de septiembre de 2020

LAS HEROÍNAS MAMPORRERAS ABRECABEZAS, NUEVO CLICHÈ DEL CINE

 


 

Aunque uno intente mantenerse alejado, en nombre de la inteligencia y de la salud mental, de las producciones basura de la industria del entretenimiento, no es posible aislarse completamente. Por tanto, creo que casi todos saben de qué hablo.

En efecto, todos nos hemos encontrado no una sino muchas veces con esta figura: la heroína mamporrera abrecabezas, que aparece obligadamente en todos los filmes recientes donde haya mamporros. No es sólo un cliché del cine actual, una moda, sino también algo más: es probablemente un requerimiento que deben cumplir hoy en día todas las grandes producciones. Como todos sabemos, el entretenimiento nunca ha sido sólo entretenimiento: existen códigos ocultos, políticas impuestas desde arriba, preceptos y normas no declaradas pero que se hacen cumplir a rajatabla.

La presencia sí o sí de una o varias de estas heroínas detestables es parte de tales directrices ocultas. Una lástima porque esto convierte la visión de casi cualquier película reciente en un sufrimiento y una agonía: cualquier espectador bien nacido se pasa la película entera deseando que le vuelen la cabeza de una puñetera vez a la insufrible heroína, pero por supuesto no sucede nunca.

Muy al contrario, es la insoportable quien reparte a diestro y siniestro, sobre todo a varones. Y no sólo en películas de acción; fijémonos bien en que casi siempre aparece, en las series y películas de cualquier tipo, alguna mujer que le pega a un hombre.

Y es que precisamente se trata de eso, de mostrar esa imagen porque es una de las imágenes símbolo de esta modernidad enferma. Siempre habrá una justificación para ello, naturalmente: cuando no es una justa venganza, es que ella ha sido agredida o humillada, o el otro la ha mirado mal o es un error o es en broma. Siempre se encontrará un pretexto para justificar la escena, pero lo importante no es el pretexto, sino mostrar una mujer que le pega a un varón. Esto es lo que exige el código no escrito.

Esta propaganda amazónica está casi siempre mezclada con la sugestión sexual: la amazona que le parte la cara a los hombres raramente es un orco de Mordor, o un marimacho a la que uno no tocaría ni con un palo, como suelen ser las que realmente y no en la ficción pueden medirse con los varones a puñetazos; casi siempre la mamporrera es una mujer atractiva, con una fuerte carga sexual que siempre queda bien clara. Esto último es importante y un ingrediente fundamental; probablemente necesario para que un varón no completamente imbécil se trague semejantes producciones, pero la razón principal es manipular la psique masculina, para que ésta se deje trabajar como la harina se deja amasar para hacer pan.

En efecto, se trata de reblandecer y descomponer la mente del varón, crear un cortocircuito en la percepción que éste tiene de sí mismo y de su lugar en el mundo, solicitando su instinto sexual en combinación con la exhibición y la justificación de violencia contra lo masculino. Esto cuando el receptor del infecto mensaje es hombre. Si es mujer el objeto es alimentar la agresividad de las mujeres contra los varones, es decir fomentar y jalear la violencia con perspectiva de género pero manteniendo al mismo tiempo la conciencia tranquila; siempre se encuentra un pretexto, recordémoslo.

Como intención secundaria, se trata también de colar aquí el improponible discurso de igualdad de género: que las diferencias fisiológicas y cerebrales no significan nada, que todas las sociedades humanas, en toda la historia, se han equivocado asignando la tarea de la guerra a los hombres.

Ni siquiera se preocupan en esto, por cierto, de incorporar un mínimo de sutileza; de hacer luchar a la mujer de manera diferente, que ésta supere al varón usando también (por ejemplo) seducción, astucia, agilidad, manipulación psicológica, u otras habilidades que se podrían vender como más específicas de la mujer. Nada de ello: la heroína vence a todos los hombres a base de mamporros puros y duros.

Auténtico material para consumidores de entretenimiento ceporros y compulsivos que, literalmente, se tragan cualquier cosa que les pongan delante. Pero éste es también el espíritu de los tiempos: estamos en una sociedad que se vuelve cada día más tonta, tanto los hombres como las mujeres. Uno de los pocos ámbitos en los que hay de verdad paridad de sexos.

viernes, 18 de septiembre de 2020

LA LEY DE FALSIFICACIÓN DE LA HISTORIA, EL NEGACIONISMO DEL FRANQUISMO Y LA ESPAÑA DEL ABORREGAMIENTO

 


 

Artículo publicado en El Correo de España

Filípica contra el pueblo español

Como hay que llamar a las cosas por su nombre, es mejor hablar de ley de falsificación de la historia que es el verdadero nombre de este nuevo aborto legislativo llamado memoria democrática, parido por la horda de enanos políticos que se ha encontrado con el gobierno del país entre las manos.

No sé si algún estúpido mirará los telediarios de la televisión estatal pensando que dan información; supongo que sí por el cuidado que ponen en confeccionarlos. Sin embargo, aunque como fuente de información no valgan prácticamente nada, vale a veces la pena verlos como ejemplo de indecencia. En particular cuando han hablado estos días del proyecto siniestro de la mencionada ley de falsificación de la historia, tan descarada es la propaganda, tan penosos y ridículos los presentadores, tan intelectualmente babosos los “expertos” llamados a pontificar durante interminables minutos, que da grima verlo; casi inspiraría ternura, de no ser porque todo esto va en serio: si nada lo remedia la basura de convertirá en ley y los que defienden, realmente, la memoria y la verdad, serán perseguidos e ilegalizados. Primer objetivo de esta saña enfermiza la excelente Fundación Nacional Francisco Franco, a la que desde aquí apoyamos y apoyaremos de todas las maneras posibles.

Volviendo al telediario del régimen, para guardar las apariencias, después de largos minutos de propaganda se concede también la palabra a quienes critican la ley, durante más o menos diez segundos. Supongo para que el estúpido de más arriba (el que cree que informarse es ver el telediario) piense que se ha dado espacio a varios puntos de vista.

Ley orwelliana podríamos decir: como en la novela de George Orwell 1984 las palabras dicen lo contrario de lo que significan: en el “Ministerio de la Verdad” se falsifica la historia y en el “Ministerio del Amor” se tortura. De igual manera la “memoria democrática” de este gobierno basura que nos aflige significa cancelar la memoria de la historia verdadera, silenciar las voces disidentes e imponer como narración única la sectaria, falsa y deforme falsificación de la historia. Incluso incluyéndola en los programas escolásticos como han incluido la bazofia feminista, de género, etcétera.

El objetivo último es sustituir la historia con una narración oficial exactamente como, en Europa, lo que se nov vende como “Historia de la Segunda Guerra Mundial” es la propaganda de guerra de los vencedores impuesta por ley. De hecho, quizá dentro de no mucho de hablará de negacionistas del franquismo para criminalizar a quienes defiendan la historia real y se les perseguirá legalmente; algo que por lo demás ya está en la ley. Y se tratará también de la propaganda de guerra de los vencedores porque, si bien perdieron la Guerra Civil, por el momento han ganado la guerra cultural. Pero eso es otro asunto que nos llevaría lejos.

En el Parlamento efectivamente se ha hablado de ley orwelliana (Espinosa de los Monteros). Está muy bien decirlo, es una crítica pertinente y debería ser definitiva: ya sólo la evidencia de que esta ley basura es orwelliana sería suficiente para tumbarla, ante un Parlamento y un pueblo con un mínimo de nivel, ante políticos que realmente creyeran en lo que dicen cuando babosean de democracia y libertad. Pero…

¿Cuántos parlamentarios han leído 1984 de Orwell y lo han comprendido? Siendo muy generosos quizá el 50% y a lo mejor el 10% recuerdan lo que decía el libro. En cuanto a la población en general muchísimos menos; pero no se trata de los libros que cada uno haya leído o no, sino de que a la mayor parte de la gente le importa un comino la verdad y la libertad.

Un amigo mío italiano proponía una personalísima y venenosa etimología de la palabra latina populus y por tanto de la correspondiente italiana popolo. Decía que venía de “popopopo…” es decir de intentar hablar con la boca llena, que es lo que realmente le preocupa a la gran masa del pueblo. No sé si esto es válido en general y siempre; probablemente sí a menos que ese pueblo esté vertebrado por unas ideas y unos valores que le puedan elevar y ennoblecer. Más o menos como a nivel individual la tendencia natural es decaer y hundirse, porque es lo más fácil, a menos que uno haga el esfuerzo para ir hacia arriba y no hacia abajo.

Seguramente la etimología es válida para el pueblo español, hoy, si vemos en lo que se ha convertido. Aborregado hasta lo inverosímil, ya ha dejado atrás lo de pan y toros. Al menos el pan era bueno y los toros una noble tradición que tenía ecos de la antigüedad mediterránea. Hoy se conforma con comida basura y entretenimiento de alcantarilla. Pero sobre todo deja que le pongan los pies encima de la cabeza, que le roben y que le quiten derechos sin pestañear.

A veces pienso, y más de un amigo me ha dicho lo mismo, que le habría venido bien al pueblo español un dictador de verdad, sanguinario y despiadado, en lugar de Franco tan malamente recompensado por los nietos de aquella España a la que hizo progresar durante decenios. Una buena tiranía comunista con un millón o dos de fusilados y decenios de miseria, que nos habría vacunado para siempre de esta gentuza del puño en alto que habla a despropósito de “genocidio” y llama memoria democrática a su cubo de basura lleno de mentiras que nos quieren hacer comer sí o sí.

Miremos, hoy, a nuestro alrededor ¿Cómo le va a importar a la mayoría de la población la verdad histórica, la libertad de discusión, etcétera? Desde luego para ello no se puede contar con el pueblo del popopopopulus; menos aún con la “opinión pública” que es la opinión publicada por los periodistas conformistas, putas baratas del sistema; tampoco evidentemente con los intelectuales de moda, que son sus putas de lujo, o si queremos escorts puesto que se dan aires.

Por supuesto en nada de lo anterior hay que leer menosprecio alguno por las prostitutas auténticas, que en su honesta y útil labor no engañan a nadie.

En la lucha por la verdad y la libertad contamos con nosotros mismos y con la parte del pueblo español que no se ha dejado corromper y degenerar. Que no son muy pocos, pero sí son pocos.

En efecto, el cuadro intelectual, ético y (si nos gusta la palabra) existencial de la sociedad española hoy lo vemos pintado, como si fuera un gran fresco, en las clases dirigentes con su policromía exuberante de tipologías indecentes.

Los rencorosos sectarios y miserables; los ignorantes y mediocres cuya ambición y satisfacción cuasi sexual está en pisotear a quienes son mejores que ellos; los pusilánimes oportunistas y cobardicas; los arribistas indiferentes a cualquier cosa que no se refleje directamente en su cuenta bancaria; los parásitos cuya aspiración vital es vivir del cuento, incluyendo féminas inútiles que, mientras berrean de emancipación femenina, basan su carrera en méritos de almeja; las ratas que son la antítesis del verdadero guerrero, sin escrúpulos a la hora de despreciar la vida humana y matar sin dar la cara, pero que lloriquean como nenazas cuando se les toca un cabello.

Todos y cada uno de esta lista incompleta de personajes deleznables, muy presentes en la galería de horrores de la política española, no salen de la nada, sino que tienen su correspondiente base social que es igual que ellos y de la cual son imagen especular.

¿Visión negativa y pesimista? Puede, pero de nada sirve ocultarnos la realidad. Sin embargo, como he escrito muchas veces las cosas no se miden sólo con el número sino con el valor de las ideas, con la calidad humana y con la voluntad. Y pienso también que en el pueblo español hay reservas de dignidad y fondos de orgullo que están ahí y pueden ser reportados a la luz, aunque para arrancar la costra de gilipollez acumulada tras cuarenta años de democracia no sea necesario un raspador sino un martillo neumático.

MAX ROMANO