sábado, 31 de marzo de 2012

LA OLA - DIE WELLE







“La Ola” –Die Welle- es una película alemana reciente, que está inspirada en un experimento psicológico –“La Tercera Ola”- realizado en una escuela americana en 1967. Éste consistía en crear una especie de liga de estudiantes dentro de la escuela, sin ningún rasgo político o ideológico y tampoco un objetivo concreto, simplemente una asociación dentro de la cual los chicos se sintieran una parte integrante y con la cual se podían identificarse. El objetivo era estudiar los efectos que tenía formar parte del grupo en el comportamiento y las actitudes de los estudiantes, efectos que no dependían de ideologías u opiniones concretas sino solamente de la pertenencia a la asociación. Específicamente en la película el profesor trata de mostrar lo fácil que es manipular a las masas de esta manera y por tanto que el peligro de una dictadura está siempre presente. Esta es la intención de fondo y el mensaje que se quiere transmitir.

Un recomendable artículo sobre esta película se puede encontrar en el blog "Una, Grande y Libre" enlazado en mi lista de blogs. Allí se trata más extensamente de la película en sí y las conclusiones están bastante en línea con las que expongo aquí:

La Ola

El profesor comienza proponiendo el experimento, que ya de entrada no es del agrado de los estudiantes más individualistas que –se nos da a entender- son los más libres e inteligentes porque rechazan de plano la idea de formar parte de algo y especialmente de adaptar algunos de sus comportamientos a esto. En efecto no todos colaboran y los primeros abandonan, indignados, cuando se empieza a imponer una mínima disciplina y código de conducta en el grupo.

Por ejemplo se introducen cambios como levantarse ordenadamente y saludar cuando entra el profesor, así como dirigirse a él de manera formal y situar a los estudiantes en la clase según sus méritos, delante los mejores y atrás los peores. Esto ya se ve como un principio de “fascismo” y es inaceptable para los estudiantes más “conscientes”. Entre paréntesis, que cosas tan simples sean vistas como "fascismo" es significativo y ya lo dice todo sobre la degeneración de la escuela actual.




El experimento prosigue y en pocos días este grupo creado de la nada, artificial y sin objetivos o programas fuera de su misma existencia, se da una especie de uniforme elemental, un emblema y unas reglas, consigue generar un sentimiento de pertenencia y orgullo en sus miembros y se empieza a crear de manera natural una separación entre los que están dentro y los “otros”. Esto en la intención moralista de la película –que a eso va- es el embrión del “racismo” y naturalmente debe ser condenado.

Pero los estudiantes son en realidad entusiastas, nadie les obliga a permanecer en el grupo y viven intensamente la experiencia, no como un simple taller de verano o ejercicio escolástico. Excepto naturalmente los perroflautas teutónicos –permítaseme esta licencia- que son la versión local de una especie transnacional. Los pertenecientes a La Ola –que es el nombre del grupo- mejoran extraordinariamente el rendimiento en clase, la concentración y sobre todo el sentimiento del propio valor. Podríamos decir también la autoestima si esta palabra no me cayera tan gorda y no estuviera tan devaluada actualmente.

De hecho la pertenencia al grupo tiene efectos tan benéficos que quizás el director empezó a preguntarse a mitad de la película si no estaba demostrando lo contrario de lo que quería. De modo que tenía que arreglarlo y aquí tenemos que las cosas empiezan a torcerse. Aparecen por tanto comportamientos agresivos de los miembros de “La Ola” y racismo hacia los otros, incluyendo una pelea con unos piojosos provocadores. Peor sobre todo tenemos al estudiante desequilibrado mentalmente, que encuentra en el movimiento un sentido para su vida y un clavo donde agarrarse, se dedica morbosamente al proyecto y se lo toma tan en serio que llega a ser un problema para el mismo profesor.

En pocos días la situación va degenerando hasta preocupar al docente que ha ideado el experimento, el cual al final convoca una reunión especial de todo el grupo. El profesor comienza con una arenga que toma gradualmente tintes xenófobos, racistas, antisemitas y lo que el lector quiera añadir. Naturalmente todo ello es una representación, pues el objetivo del profesor es revelar el sentido del experimento, disolver la asociación y explicar a sus estudiantes lo fácil que es dejarse manipular y llegar a cometer actos deplorables, llevados por la presión el grupo y el sentido de pertenencia a éste.

El estudiante psicópata sin embargo no acepta esto, y delante de todos le pega un tiro a otro chico para después suicidarse. El profesor termina detenido por la policía. Este final tan forzado denota claramente la intención ideológica y el propósito moralista de toda la película. Se trataba de mostrar cómo la identificación con un grupo lleva a actitudes “fascistas” y que es perfectamente viable, partiendo de un grupo de personas normales, generar por parte de una personalidad fuerte lo que podemos calificar como el embrión de un movimiento totalitario.

Por supuesto en el experimento original nada de esto sucedió ni los estudiantes comenzaron a asumir comportamientos violentos. Esta es simplemente la manipulación de la película para que el espectador saque la conclusión “correcta”. Sí es verdad que mejoraron su rendimiento drásticamente –en el espacio de pocos días- y estaban extraordinariamente motivados. La cosa más violenta que hicieron fue chivarse cuando algunos miembros no respetaban las reglas establecidas. Después de cinco días se terminó el experimento y cada mochuelo a su olivo, sin estudiantes psicópatas ni pistolas. El profesor estaba eso sí preocupado porque le parecía que la cosa estaba escapando a su control. O quizá no le gustaban las implicaciones de lo que estaba observando.

En efecto es claro el sentido del experimento y sobre todo de la película también, con una moralina bien masticada y lista para el consumo. No se esconde el propósito ideológico de exaltar el individualismo a ultranza propio de nuestra sociedad, identificado con la libertad, y por tanto el corolario lógico de condena hacia cualquier sentimiento de pertenencia radicados, hacia todo grupo que proporcione un sentido de identidad a sus miembros. El único antídoto contra el totalitarismo sería por tanto el rechazo de cualquier amago identitario y una sociedad de individuos sin proyectos ni acciones colectivas –políticas en sentido estricto- centrados en sí mismos o como mucho en su inmediato círculo de afectos.

Sin embargo opino que le ha salido bien sólo a mitad la denuncia y lo que este experimento demuestra es casi lo contrario de la moraleja que se supone debemos extraer. En efecto a pesar de las buenas intenciones es difícil ocultar la realidad y no es casualidad que el tema haya recibido poca publicidad. Esta es una narración de uno de los participantes, fuertemente crítica y negativa pues es el característico tipo humano que rehúye toda forma interior y disciplina, producto humano que tan bien el sistema actual ha conseguido clonar en las nuevas generaciones:


El verdadero motivo de la terminación del experimento y la poca publicidad que tiene es justamente que la pertenencia a una comunidad y un grupo es beneficiosa para las personas. Esto en la película es concedido a regañadientes y en el experimento original quedó claro, como también quedó clara una predisposición natural hacia la disciplina y la aceptación de la autoridad si ésta es respetada, hasta el punto de cambiar comportamientos en poco tiempo. Esto naturalmente es la negación misma de una cierta ideología hoy dominante, contraria a cualquier forma de autoridad no sólo exterior sino también interior, contraria a cualquier forma interna y dominio del individuo sobre sí mismo.

Una mentalidad que no puede aceptar una sencilla verdad: las personas se desenvuelven y despliegan mejor su potencial, sienten que valen más y que tienen un lugar firme si son parte de algo más grande que ellas mismas. Tan radicado está este impulso a buscar una integración, que existía y operaba en brevísimo tiempo incluso en el grupo fabricado para el experimento, totalmente artificial y sin el mínimo ningún bagaje de ideas o intereses comunes.

La moralina corriente insiste en que dentro del grupo las personas son sólo números sin personalidad y están anulados. Pero la realidad es exactamente opuesta. Fuera de cualquier grupo, en la sociedad del hedonismo individualista a ultranza, ahí es donde las personas son números, hojas arrastradas por el viento según una bella imagen clásica. Dentro del grupo son camaradas, hojas radicadas en un tronco con un destino común.

Una multitud de individuos aislados sin más horizonte que ellos mismos no es libre de ninguna manera, es simplemente una masa en manos de poderes que no muestran su rostro y que operan de forma oblicua, subterránea. Y para manejar esta masa adecuadamente se necesita efectivamente que las personas sean números intercambiables, definidos por unos pocos parámetros cuantitativos y sin una verdadera identidad.

Y que las personas se sientan números en esta sociedad que exalta el individuo lo podemos ver en las innumerables, pueriles maneras en que buscamos una personalidad propia en signos exteriores, adoptando un estilo de consumo, una apariencia externa personalizados, siguiendo y exaltando hasta el último y el menor de nuestros caprichos porque expresan nuestra personalidad. Todo ello, naturalmente, no es más que un desesperado tentativo de comunicar a los demás y a nosotros mismos que efectivamente tenemos una personalidad.

Lo que el experimento demuestra en realidad es la tendencia, la aspiración inextirpable del ser humano a buscar el propio lugar en una comunidad. Hasta el punto de que para que el espectador no saque esta conclusión incorrecta, tuvieron que sacarse de la manga al estudiante psicópata asesino.

Por supuesto que el grupo tiene sus peligros, por supuesto que existen personalidades desequilibradas. Por supuesto que la potencia y la fuerza que genera un grupo de personas que actúan conjuntamente puede ser bien o mal utilizada. Pero es lo que tiene la libertad. En este caso la libertad política, cuyo sentido auténtico es la acción colectiva de un grupo ligado por fuertes sentimientos comunitarios.

La condena de los sentimientos de pertenencia, identitarios, equivale por tanto a la condena de la libertad política. En efecto el único tipo de asociación aceptable para la ideología en que vivimos es del tipo contractual, es decir un grupo de personas que están juntas por interés y que en realidad van cada uno a lo suyo. Tal el carácter de los partidos políticos actuales y en general de lo que se llama vida política, que apenas merece este nombre.

Pero la posibilidad de una auténtica acción política siempre existe porque, como experimentos de este tipo sugieren, no se puede eliminar la aspiración del ser humano a formar parte de un grupo y buscar en él su lugar en la vida. Aunque en verdad no es necesario ningún experimento para llegar a esta conclusión porque toda la historia y la cultura humana nos la confirman.

Sólo los dogmas del individualismo igualitario niegan esta aspiración, y la tergiversación de este experimento psicológico es simplemente la narración de cómo la ideología actual no acepta la realidad cuando no cuadra con sus premisas.

En verdad debe ocultar esta realidad, puesto que este aspecto de la naturaleza humana es  una amenaza siempre presente. Se debe vigilar constantemente para evitar que este deseo humano básico, natural, cristalice y tome la forma de una acción concreta. Por eso se debe mantener a las personas aisladas y convencidas de que la máxima aspiración en la vida consiste en ocuparse cada uno de lo suyo, de que el propio horizonte mental debe comenzar y terminar en el individuo.

Las implicaciones del experimento de La Tercera Ola son una amenaza siempre presente porque están en la naturaleza humana. Pero lo que para unos, desde su punto de vista, es amenaza, para otros es promesa y posibilidad de futuro.

miércoles, 21 de marzo de 2012

DÍA DEL PADRE


Habría querido publicar esta entrada el 19 de Marzo, San José, Día del Padre, pero no siempre uno tiene tiempo suficiente, aunque sea para los breves artículos del blog.

Esta es una fiesta que, como otras, el consumismo imperante ha transformado en poco más que una excusa para hacer regalos. Pero si ha de ser una fiesta consumista o no al final depende de nosotros: las cosas no valen nada y la intención, el significado lo es todo. De aquí que, por ejemplo, la cosilla que mis hijas han preparado para el Día del Padre tenga para mí un valor muy superior a cualquier regalo supuestamente adecuado para la ocasión. Si algo de valor permanece en esta fiesta, está en el sentimiento de los niños hacia su padre, como en el reconocimiento por parte de nuestras compañeras del valor de la figura paterna.

Quizá es afortunado que mis hijas estudien en un colegio en el que todavía hay alguien que considera importante celebrar de alguna manera el Día del Padre, porque me dicen que hay sitios donde no es así. Y ello no puede sorprendernos, dada la campaña sistemática contra el padre que caracteriza la sociedad actual, dominada por una ideología totalmente antipaterna.

Naturalmente tampoco la Madre goza de muy buena prensa. La figura materna es en el fondo menospreciada y es objeto de una propaganda sutil –muchas veces no tanto- para que las mujeres se avergüencen de serlo y consideren un estorbo la maternidad. Todas las llamadas políticas de igualdad en el trabajo, los discursos dominantes en este campo, tienen en realidad este significado y esta lectura. Se trata de reducir al mínimo o eliminar las diferencias entre hombres y mujeres en el campo laboral, debidas al estorbo y la maldición de la maternidad que sufre la mujer.

Y no cambia mucho las cosas que el Estado, para ayudar a las madres, se haga cargo casi integralmente de la crianza de los hijos, como en el modelo socialista y matriarcal de las tiranías feministas escandinavas. Al contrario, este modelo no es una valorización de la madre sino lo contrario: empuja a la mujer a no hacerse cargo de los hijos y su única preocupación es liberarla de este molesto impedimento.

El fruto envenenado, en casos extremos, de esta devaluación de la figura materna es el odio subterráneo de muchas madres occidentales por sus hijos como alguna vez he comentado en este blog.

Pero con todo, la propaganda antimaterna no es ni lejanamente comparable a la que se hace contra el padre, no es dominante en la sociedad hasta el punto en que lo es la propaganda antipaterna, y de ninguna manera es tan feroz y obsesiva.

Esto se ve por todas partes, en mil detalles grandes y pequeños. En el ataque frontal por parte de una legislación y una justicia sistemáticamente punitivas hacia el padre, en la denigración y ridiculización explícita en la cultura –qué bajo ha caído la palabra- que domina hoy en día y especialmente en la basura que fabrica para la televisión y el cine la industria del entretenimiento, pero también asume las formas más insidiosas de la propaganda oculta y de una labor de zapa que deja al padre sin un terreno firme bajo sus pies.

Después de todo no se puede eliminar completamente al padre –debe seguir pagando- y no se puede abolir de momento la fiesta de San José, pero se puede siempre vaciar de contenido real el papel del padre y reducirlo al de una sombra, descafeinando y privado de los atributos que hacen un padre digno de este nombre, reduciéndolo a un mammo, a un triste apéndice de la madre, a una pobre larva que nos quieren vender como el ideal del padre moderno.

Esta en efecto es la manera de celebrar el Día del Padre que tienen los medios y nuestra sociedad. Un mal disimulado embarazo por tener que celebrar todavía el Día del Padre que se traiciona en unos artículos cuyo sentido es deconstruir –palabra de moda que resume el espíritu de los tiempos- la figura paterna:


Maldita la falta que hace una paternidad igualitaria que confunda el padre con la madre, y sobre el tema de la la responsabilidad, hay que tener una confusión mental profunda y mucha mala fe para insinuar que el padre de la familia tradicional era irresponsable porque no se ocupaba de los hijos de la misma manera que la madre. El artículo también nos informa de que varias siniestras asociaciones de hombres por la igualdad de género y la corresponsabilidad han declarado el 19 de marzo “Día del Padre Igualitario”. Esto en cristiano significa, conociendo la calaña de tales sujetos, Día del Padre Calzonazos y evidentemente su objetivo no es otro que destrozar el Día del Padre.

En este otro artículo un edificante padrecito moderno ha aprendido bien la lección, que repite como un papagallo políticamente correcto. Parece que ha leído un panfleto hasta aprenderlo de memoria y luego se lo repite al periodista. 


Lo de “amos de su casa” da casi grima leerlo. Será para que el infeliz se pueda mecer en la ilusión de que cuenta algo.

También tenemos –cómo no- el artículo gratuito cuyo sentido es puntualizar que la familia de hoy ha cambiado y no necesariamente hay un padre, que también están las grotescas patologías llamadas familias alternativas…


No está mal para celebrar el Día del Padre…esta breve reseña de artículos basta para comprender lo que nuestra sociedad piensa de los padres, qué escuálido y triste papel pretende hacernos representar.

Lamentablemente esta figura de padre-mammo ha calado hondo en la sociedad y miles, millones de padres se adaptan a este ideal, el ideal del papá alfeñique lánguido y blandito como un peluche.

De frente a tanta caída de nivel y tanta degradación, de frente a este ataque convergente contra la figura del Padre, hecho de propaganda insidiosa, de justicia sectaria y antipaterna, de leyes que cada vez hacen más difícil ejercer la autoridad paterna –también materna, pero el objetivo es en primer lugar el padre y éste se lleva la peor parte-, de confusión mental y pedagogía ideológica propagada por siniestros expertos, hay que reafirmar, contra este tsunami de propaganda perversa, el valor del Padre y su misión específica, auténtica.

Que es, de manera prioritaria, representar la autoridad y el orden, la ley y el límite, tan necesarios como el afecto y sin que una cosa quite la otra. Representar de frente a los hijos, tanto varones como féminas, una figura masculina clara y definida en contraste con la femenina de la madre. Por todo ello cualquier igualitarismo entre las figuras del padre y la madre no es más que degradación para ambos y confusión para los hijos, que no dejará de tener penosas repercusiones en su futuro.

Un abrazo y un saludo a todos los padres de parte del Oso.

viernes, 9 de marzo de 2012

8 DE MARZO


Entrada doble esta semana dedicada al feminismo en ocasión del Día de la Mujer Trabajadora o de la Mujer a secas. Día en que es necesaria una sana ironía y todo tomarse las cosas con una cierta ligereza, si uno quiere encender la televisión o leer un periódico sin que le siente mal la comida.

Escribía en efecto en el artículo anterior que por estas fechas cae uno de los días internacionales establecidos por el feminismo para hacer campaña contra los varones; no otro es el verdadero objetivo de todas las manifestaciones e iniciativas con que nos castigan cada 8 de Marzo, Día de la Mujer.

No es de extrañar que la mujer moderna, carente de una verdadera personalidad, encuentre como única manera de reivindicarse a sí misma la denigración del hombre, las campañas antimasculinas y la conquista de más privilegios para que se le regale lo que es incapaz de alcanzar de otra manera.

Cada fecha tiene su especialidad: otro día señalada es el dedicado a la violencia sobre la mujer, que se aprovecha para intensificar la propaganda con el tema de la violencia machista, hasta el punto de configurarse como un verdadero Día del Odio antimasculino. En 2010 preparé una extensa entrada:


En cambio el 8 de Marzo se suele dedicar más a las campañas para introducir nuevos privilegios femeninos y especialmente a machacar con las habituales mentiras sobre la brecha salarial. Todo ello acompañado con la habitual salsa de los estudios pseudocientíficos y las estadísticas manipuladas,  para convencernos de que las mujeres son mejores en todo, que regalarles privilegios que nunca terminan y favorecerlas es un acto de justicia. Estas campañas de propaganda funcionan, porque crean un ambiente de opinión que la mayoría de las personas, carentes de sentido crítico o simplemente de acceso a opiniones diferentes, absorben casi por ósmosis.

También se aprovecha de todos modos el 8 de marzo para anunciar nuevas leyes persecutorias contra  los varones, como ésta que pretenden introducir en Reino Unido:


Es decir que un silbido, un piropo, un comentario se pueden convertir en delito si la mujer así lo decide y denuncia. Se está llegando a criminalizar cualquier cosa que haga o diga un hombre. Si la mujer, según su criterio subjetivo, decide que se trata de molestias, a la cárcel con él. Y nadie pensará seriamente que esta ley no se aplicará por un piropo o un comentario fuera de tono, que nadie irá a la cárcel por ello.

Seguramente cuando se introdujo en España la infame ley de Violencia de Género hubo lenguas de serpiente que, con voz suave y tranquilizadora, decían que esta ley iba sólo contra los que pegan a sus mujeres, pero que nadie iría a la cárcel por un empujón o una discusión con su mujer, o simplemente por una rabieta de ésta. Mentiras cochinas porque todo esto ha sucedido y está sucediendo. Por un empujón, una simple discusión o un insulto, o incluso por nada en absoluto ha habido hombres que han acabado en el calabozo, por un fin de semana o por varios días. Y además han tenido que soportar los cursos de reeducación y lavado de cerebro impuestos por el vil chantaje de la justicia feminista.

Esta canalla no se detendrá y la persecución del varón irá a más simplemente porque nadie les para los pies a estas perturbadas mentales llenas de odio. Llegará el momento en que un hombre podrá ser acusado por cualquier cosa que diga o haga, incluso por un comentario hecho en una conversación privada que sea escuchado por alguna hija de puta que pase cerca o captado por alguna cámara o micrófono.

¿Qué no llegaremos nunca a tanto? ¿Qué es inimaginable? Veremos dentro de diez años. Hace sólo dos décadas eran inimaginables muchas cosas que hoy en día la mayoría acepta como cosa normal.

Y si alguno piensa que puede esconder la cabeza en la arena y vivir su vida se equivoca completamente porque antes o después, por algún motivo, vendrán a prenderlo también a él. Y por supuesto también a los hijos de las mujeres que hoy en día apoyan estos atropellos o callan.

Volviendo a nuestro país, este año y como nota discordante en medio de la habitual propaganda, tenemos una única nota positiva que es como una bocanada de aire fresco: el informe de la Real Academia condenando las grotescas guías de lenguaje no sexista que han proliferado como hongos en los últimos años en varias comunidades autónomas:


Y ha estado grande Pérez-Reverte que es uno de los académicos firmantes, junto con varias mujeres de la RAE, que desde luego tienen otro nivel respecto a las que infestan la administración estatal y son responsables de esas guías:


Pero aparte de esta gota de agua en el océano, los medios han cumplido con lo que se esperaba de ellos para el día de marras:




Este último artículo es particularmente grotesco en su propaganda. Excelente ejemplo de manipulación y desinformación por parte de aporreadoras feministas de números y teclados enchufadas en la administración. Se nos intenta convencer de que las mujeres son mejores y están más preparadas pero luego en la vida profesional ganan injustamente menos que los hombres por ser féminas. La “demostración” de que ellas son mejores es risible: aprueban más las pruebas de acceso a al universidad y sacan mejores notas. Como si la universidad fuera lo mismo que la vida, metiendo en el mismo saco cualquier tipo de estudios y espulgando las estadísticas hasta sacar los números que las feministas quieren

Y pasando al mundo laboral se repite la propaganda de la brecha salarial, confundiendo el menor salario medio de las mujeres con la mentira según la cual por el mismo trabajo las mujeres cobren menos sólo por ser tales. Ignorando toda una serie de factore: que hay un gran número de mujeres de otra generación, que muchas eligen dedicarse a la familia, ignorando los pluses por trabajar en  lugares peligrosos o incómodos a los cuales van principalmente hombres. Ignorando muchas otras cosas y sobre todo que hombres y mujeres somos diferentes.

Se presenta tendenciosamente como una injusticia que sean prevalentemente las mujeres quienes dejan el trabajo o le dediquen menos tiempo a la carrera profesional, implícitamente despreciando y denigrando la elección de la mujer que prefiere dedicarse a la familia y el cuidado de los hijos. No hay que sorprenderse de ello: denigrar y despreciar la maternidad y la familia que es lo que siempre ha hecho el feminismo.

El objeto de este tipo de artículos, dosificados a lo largo de todo el año pero más frecuentes en los momentos oportunos, es hacer más digerible algún nuevo privilegio para la mujer, una nueva intensificación y extensión de la discriminación positiva y o alguna nueva política de género para perjudicar a los varones. Se aprovecha para ello el Día de la Mujer con el objeto de desarmar moralmente a los hombres y acallar cualquier protesta. Este año se trata de las cuotas impuestas en toda Europa:


La vomitiva frase de la comisaria europea que propone esto tiene tela: no le gustan las cuotas pero sí el resultado. De idéntica manera yo podría decir que si le saco la navaja a uno por la calle para robarle el dinero, no me gustan los métodos pero desde luego sí me gusta el resultado.

La comparación es de lo más pertinente: se trata robarle a los hombres sus puestos para regalarlos a quien no los merece y cuyo único mérito es ser mujer. Esto son las cuotas. Y este es el resultado que la comisaria quiere: que haya más mujeres por imposición igualitaria, objetivo totalmente aberrante.

El tema de las cuotas tiene varias facetas. No se trata sólo de la eficiencia o de que haya incapaces en posiciones de poder. Que también, pero la eficiencia puede no ser el criterio supremo, y en todo caso un cierto porcentaje de inútiles en posiciones altas ha sido siempre fisiológico en todas partes. Si no son demasiados –y sobre todo no pretenden mandar- se puede vivir con ello. Pero se me antoja que las incapaces puestas a dedo, a diferencia de los incapaces puestos a dedo, en general quieren también mandar.

No es tampoco lo peor que la mujer realmente capaz pueda ver puesta en duda su valía, en cuanto es difícil saber si está ahí porque lo merece o sólo porque es mujer. Esto puede ser un problema para algunas mujeres, y de hecho a las mujeres que realmente valen las cuotas no hacen más que humillarlas.

Esta posible repercusión negativa sobre las mujeres sin embargo es la injusticia secundaria, la primaria siendo naturalmente la que recae sobre los varones. Que a las mujeres se les regale lo que los hombres deben conquistar en una dura competición y poniendo en juego todas sus capacidades. Que una mujer le pase por delante a un hombre con superiores méritos.

Esto es ya de por sí un castigo al varón desde el punto de vista práctico, social, en la competición de la vida. Pero existe también un aspecto más sutil que me hizo notar mi amigo Rino della Vecchia, responsable del portal italiano Uomini 3000 y autor de un excelente libro sobre la cuestión masculina.

Una gran parte del valor de un hombre, o mejor de la percepción que él tiene de su valor, como su imagen y consideración ante la sociedad y también ante la misma mujer, está ligado al esfuerzo que hace y al uso de sus cualidades, para abrirse camino y labrarse un lugar en la vida. Se trata aquí del sentimiento personal ligado al propio empeño, del significado que tiene para uno mismo, el sentido de todo ello como fuente de valoración ante sí mismo y ante los demás.

El feminismo a través de las cuotas tira todo esto por la borda. Naturalmente con plena conciencia de ello y la más sibilina intención. Es una forma de decirle al hombre que todo el esfuerzo que hace y sus cualidades no valen un pimiento y que en definitiva él mismo no vale nada. Este es el mensaje profundo de las cuotas y su intención oculta.

Saludos del Oso.

lunes, 5 de marzo de 2012

¿JUSTICIA FEMINISTA O JUSTICIA FEMENINA?


Tenemos semana feminista: el 8 de marzo, día de la mujer, no sería tan antipático si fuera simplemente eso, un día dedicado a la mujer, en vez de ser como es uno de los días internacionales contra el varón -otro es el día contra la "violencia de género" o algo así- en el cual se intensifica la avalancha de impúdicas falsedades, manipulaciones y lavado de cerebro por parte del feminismo mundial. Una de las fechas que las hembristas aprovechan para introducir nuevas iniquidades, esparcir a manos llenas sus mentiras y sus risibles estudios y estadísticas manipuladas para demostrar que las mujeres son mejores en todo.

Si tengo tiempo quizás dedique un artículo a ello esta semana, pero el tema de hoy es más puntual: el sentido feminista –o femenino- de la  justicia.

Los aforismos de Schopenhauer sobre la mujer son a veces excesivos, pero seguramente constituyen, aunque no se esté de acuerdo con todo, una saludable lectura y una excelente desintoxicación mental en estos tiempos de adoctrinamiento hembrista. En uno de ellos notas afirma que el defecto fundamental de la mujer es la injusticia.

¿Tenía razón el filósofo alemán? ¿Son sus palabras excesivas e injustas? ¿Hay mujeres con sentido de la justicia?

Seguramente las habrá. Nunca se puede generalizar del todo.

No sé si la opinión del filósofo sobre las mujeres de hace siglo y medio era correcta o no, pero lamento decir que la realidad nos demuestra que, cuando se trata de ciertos temas, las mujeres de hoy en día con algo que se parezca al sentido de la justicia son más bien pocas, o en todo caso si son muchas lo esconden muy bien y se callan cuando les conviene. Lo que no hace más que confirmar la tesis. Y la mayor parte de los hombres, por su parte, no son capaces de oponerse a iniquidades manifiestas cuando éstas se presentan como defensa de los derechos de la mujer. Evidentemente el hombre medio actual tiene una especie de zona de sombra y un bloqueo mental en su cerebro, implantado por el feminismo, o en el mejor de los casos si comprende la situación no se atreve a hablar.

Hace tiempo, como desgraciadamente sabemos, que la presunción de inocencia para los hombres no existe -y no sólo en nuestro país- cuando se trata de un delito contra la mujer, real o inventado por las feministas. El ejemplo más sangrante es la odiosa ley inspirada por el odio antimasculino y conocida como Ley de Violencia de Género, pero en general, cuando una mujer acusa a un varón, cada vez menos vale el principio de que a una persona de la debe considerar culpable y debe ser castigada sólo cuando una sentencia judicial así lo establece. Principio del cual sigue que nadie debe ser encarcelado hasta que se haya dictaminado que es culpable, excepto si hay razones particulares que lo justifiquen.

Pensábamos que estas cosas estaban establecidas y eran parte de nuestra cultura hasta que llegaron las feministas. Cuando está por medio de alguna manera el tema del sexo las mujeres, enardecidas y con el ánimo inflamado por las susodichas, se comportan como una lobby sin distinción de clases sociales o partidos políticos, siguiendo los criterios de la lucha de clases en vez de criterios de justicia.

Además de la trágica leyezuela mencionada antes, podemos recordar infamias jurídicas por directiva europea, como la inversión de la carga de la prueba para un hombre acusado de molestias: es el acusado quien debe demostrar que es inocente. Molestias que por lo demás –aberración jurídica al cuadrado- no se definen claramente y pueden ser cualquier cosa que la mujer entienda como tal.

A veces se reconoce el problema de las falsas acusaciones, en el campo mencionado y sobre todo en el de la violencia de género. Normalmente feministas y hombres domesticados niegan que haya denuncias falsas, pero cuando se dignan reconocer que alguna puede existir lo hacen lamentándose de que esto es una injusticia porque quita credibilidad al testimonio de las víctimas reales.

Este punto de vista naturalmente es tendencioso y digno ejemplo del sentido de la justicia feminista, de un condicionamiento mental profundo de la sociedad, que lleva a considerar sólo el punto de vista femenino y quitar cualquier valor al masculino.

Las acusaciones falsas son inmorales y odiosas porque, unidas a leyes injustas, llevan a la cárcel a personas inocentes y fácilmente les arruinan la vida y la carrera. La iniquidad primaria y fundamental es ésta, que hombres inocentes son encarcelados injustamente. Sólo en segundo lugar puede hablarse de que alguna víctima verdadera pueda no ser creída, hipótesis más teórica que real. Estaría bien empezar a tener claras estas cosas.

He hablado de sentido de la justicia feminista, pero hoy en día parece que las mujeres en su gran mayoría no tienen nada que objetar a los atropellos del feminismo y a la persecución contra los hombres. De manera que quizás haya que hablar de un sentido de la justicia femenino que es la negación misma del concepto.

Por supuesto la injusticia es también muy propia de los hombres y demasiado bien lo sabemos, pero los hombres en general cuando obran injustamente, saben de alguna manera lo que están haciendo y lo que están vulnerando, conservan un rastro del ideal de la justicia aunque sea para negarlo. Las mujeres en cambio a  menudo o son incapaces o no quieren hacer esta distinción, o simplemente es del todo irrelevante para ellas. Con la mejor conciencia y ligereza, como la cosa más natural del mundo, confunden el punto de vista femenino y su interés con los principios de justicia, como algo que cae por su propio peso y se les debe sin mayor discusión. Y esto sin contar la desenvoltura con la que hacen uso de la mentira y la falsificación más descarada, y en especial modo la manipulación de los sentimientos y el chantaje moral, campos en los cuales hay que reconocer a la mujer una superioridad indiscutible sobre el varón.

No otra cosa estamos viendo los últimos años en Occidente con las leyes escritas por feministas y aprobadas con entusiasmo por la inmensa mayoría de las mujeres, y sufridas por los hombres. No otra cosa son los infinitos privilegios para la mujer, las cuotas, la discriminación positiva y todo lo demás.

Un ejemplo perfecto de todo esto lo tenemos en unas protestas que se han verificado en Italia contra una sentencia del Tribunal Supremo, comentadas en este atículo de El País:


La sentencia establece que los imputados por violaciones en grupo no deberán ingresar automáticamente en prisión sino que será el juez quien establecerá esta medida caso por caso, según los supuestos habituales para la cárcel preventiva en Italia, que son el riesgo de fuga, de que las pruebas sean borradas o manipuladas o de reiteración del delito.

Por tanto no se trata de guante blanco para agresores como reza el tergiversador título de El País –no se podía esperar menos de ellos- sino de un elemental principio de presunción de inocencia. No se trata de que un violador no vaya a la cárcel como tendenciosamente se ha dicho, ni de que acusados de violación sean excarcelados automáticamente hasta el juicio. Ni mucho menos. Se trata de que el juez valore caso por caso y si está justificada la cárcel preventiva la aplique, como para cualquier otro delito de violencia contra la persona. Está claro que en la mayor parte de los delitos violentos la cárcel preventiva es lo habitual, pero el juez debe tener la oportunidad de valorar y en su caso decidir si las acusaciones tienen una base o no, si está justificada una privación de libertad antes del proceso y la condena.

Las reacciones a esta sentencia sólo se pueden calificar de indecentes, como indecentes son quienes desean que un hombre sólo por ser acusado, sin valorar nada más y de forma automática, sea encarcelado con las consecuencias que son de suponer. Basta que a una zorra cualquiera se le crucen los cables por cualquier motivo y llevará a un hombre a la cárcel. Aunque la acusación sea tan claramente falsa que luego ni siquiera llegue a juicio, aunque desde el principio sea evidente para todos su falsedad, se quiere que el juez esté obligado a meterle en la cárcel preventivamente. Luego será liberado, sí, pero habrá pasado en la cárcel quién sabe cuánto tiempo y tendrá el estigma del violador. Inocente o no se le quedará pegado.

Esto es lo que ya sucede en España con la Ley de Violencia de Género para casos infinitamente menos graves que una violación. Puede bastar un simple empujón, un rasguño, incluso un insulto o una discusión para que automáticamente y sin considerar nada más, sólo por la denuncia de la mujer, el varón sea expulsado de su casa y se vea entre rejas por lo menos unos días.

Ante estas aberraciones repito la pregunta impertinente y llegados a este punto casi retórica. ¿Debemos hablar de sentido de la justicia  femenino o feminista?

Temo que la mayor parte de las mujeres, de derechas o de izquierdas, de cualquier color y extracción social, compartan los criterios de justicia feministas aun cuando su iniquidad sea evidente. En una palabra razonan según los criterios de lucha de clases contra el hombre propios del hembrismo. Esta es la realidad de la cual tenemos continuamente pruebas y demostraciones concretas, en la actitud práctica de las mujeres, en sus opiniones, en la acritud e intolerancia con que rechazan cualquier punto de vista masculino que no sea repetir a papagallo la propaganda feminista y lo califican de machista.

Excepto por supuesto cuando les toca de cerca y en su propia piel, cuando sucede que un hijo, un compañero, una persona cercana, es víctima de las acusaciones de otra mujer y de una justicia persecutoria. Pero en este caso, naturalmente, se sale de la lucha de clases sólo para entrar en el ámbito del interés particular.

Un hombre normal no siente la menor solidaridad con quien perpetra un delito real contra una mujer, el sentido de la justicia le dice –es casi superfluo decirlo- que los autores de estos crímenes, graves, deben ser castigados como merecen, pero también que se debe condenar con pruebas y que un inocente no debe ser condenado, que una simple acusación no puede ni debe ser una condena.

La mujer media de hoy y el gilipollas domesticado que la sigue babeando piensan de otra manera. Sienten por default una solidaridad automática con la mujer que acusa a un hombre y piensan que ella siempre tiene razón. Para ellos la sola acusación es ya una condena que se debe empezar a cumplir inmediatamente y el paso por los tribunales es sólo un trámite burocrático.

Este es el sentido de la justicia de la mujer actual. O quizá la de todos los tiempos, sólo que la actual tiene carta blanca para dar rienda suelta a sus peores tendencias sin que nadie le pueda parar los pies; ciertamente no el hombre actual, domesticado hasta extremos inverosímiles y condicionado mentalmente para aceptar cualquier atropello para que no le llamen machista.

Schopenhauer después de todo quizá tenía razón.

Que me perdonen las mujeres a las cuales todo esto no se aplica. No tengo nada contra ellas. Pero si esta vez no he sabido o no he querido distinguir entre feministas y mujeres en general y me ha salido un artículo algo misógino, es que honestamente no puedo ver las cosas de otra manera.