jueves, 17 de abril de 2014

CRIMEA Y KOSOVO



Y en el futuro Cataluña, Provincias Vascongadas, Al-Andalus, Eurabia…




Me he ocupado en una entrada reciente de  los sucesos en Ucrania, el golpe de Estado patrocinado por Occidente y la reacción rusa que ha separado la región de Crimea de Ucrania y la ha incorporado a Rusia.


El tema sigue siendo de la máxima actualidad porque en las regiones orientales de Ucrania los movimientos prorrusos ganan terreno y no reconocen al gobierno surgido de la revolución del Maidan. La posibilidad de que el país se fracture es real y quizá se llegue a una guerra civil. O a una intervención directa de Rusia que seguramente está apoyando a los movimientos separatistas, como por otra parte Occidente ha apoyado las revueltas que han depuesto al presidente anterior y apoya al gobierno interino. Que no se comporta como interino pues ha firmado los acuerdos económicos con la UE y está ya negociando la bajada de pantalones del país frente a las instituciones financieras internacionales. Todo ello con mucha prisa y antes de celebrar el rito de las elecciones que, según los democráticos, dan legitimidad a un gobierno y a sus decisiones.

También me ocupé hace bastante tiempo del Kosovo y la guerra de la OTAN contra Yugoslavia para separar esta región y transformarla en un narcoestado mafioso gobernado por criminales, que es prácticamente un protectorado americano donde ha sido construida la base militar más grande de Europa, Camp Bondsteel.


Comento esto porque estas semanas abundan las comparaciones entre el caso de Kosovo y el de Crimea. El tono general de estas comparaciones, siguiendo la línea de los dirigentes de la UE y Estados Unidos, es rechazar que los casos sean comparables; se sostiene que la intervención en Kosovo fue moral y legítima, mientras que la anexión rusa de Crimea es un acto de prepotencia y agresividad por parte de Rusia.

Defendiendo estas posiciones los propagandistas de Occidente se ven obligados a autenticas acrobacias que caen en lo grotesco. Como por lo demás son hilarantes los momentos de involuntaria comicidad y esquizofrenia por parte de los dirigentes occidentales, como cuando apelan al respeto de la ley internacional y condenan invadir un país con pretextos completamente inventados (!).

Efectivamente los casos de Kosovo y Crimea tienen cosas en común, pero son muy distintos en los aspectos político, histórico y moral. Repasemos brevemente los aspectos más relevantes en ambos casos, lo que de paso permitirá hacer alguna anotación sobre el caso de los separatismos en la España actual, y sobre las posibilidades – desde mi punto de vista amenazas - de un nuevo Al-Andalus en España o de una futura Eurabia.

Para separar Kosovo de la aún existente Yugoslavia, Occidente fomentó el conflicto entre serbios y albaneses. Este conflicto ya existía pero se hizo mucho más áspero tras la intervención occidental y el apoyo explícito de Occidente a la guerrilla separatista albanesa del UCK. Este grupo era considerado una organización terrorista por los mismos Estados Unidos, pero de la noche a la mañana dejaron de ser terroristas, se convirtieron en luchadores por la libertad, recibieron apoyo político y material. Con la intensificación de las acciones del UCK intervino el Ejército, lo cual fue presentado por los medios-prostituta de Occidente como un intento de genocidio y de limpieza étnica. Fue el pretexto para agredir a Yugoslavia y obligarla a ceder Kosovo.

Seguramente hubo abusos por parte de los serbios – sobre todo durante la agresión occidental y en gran medida a causa de ésta – pero en general iban a por los guerrilleros del UCK y no hacían ataques indiscriminados. Ni tampoco hubo limpieza étnica alguna por parte serbia. La limpieza étnica vino después, tras la retirada de los serbios y la ocupación militar de la OTAN: la gran mayoría de los serbios fue expulsada del Kosovo, además de las otras comunidades no albanesas. Los símbolos de la cultura y la historia serbia – iglesias, monasterios, monumentos - fueron sistemáticamente devastados, y con la bendición de Occidente el nuevo gobierno narcomafioso se dedicaba a lo suyo: tráfico de drogas, armas y mujeres, tráfico de órganos de prisioneros serbios capturados.

Pasemos al caso de Crimea. A diferencia de la OTAN, Rusia no ha bombardeado Ucrania ni ha destruido sus infraestructuras para obligarla a mendigar su ayuda, ni ha fomentado acciones terroristas contra la población ucraniana en Crimea o las regiones cercanas a Rusia. Tampoco está habiendo ninguna limpieza étnica de ucranianos o tártaros en Crimea, ni la habrá en las regiones orientales si finalmente el país se rompe. Tampoco se ha instaurado un gobierno formado por auténtica carne de presidio como en Kosovo; al contrario se trabaja para integrar Crimea en el Estado ruso en igualdad de condiciones con el resto del país. Ni se persigue la cultura ucraniana ni se destruyen sus símbolos, por no hablar del tráfico de órganos de prisioneros asesinados.

Considerando todo esto, las pretensiones de superioridad moral de Occidente y sus chillidos histéricos sobre la prepotencia rusa se revelan por tanto como discursos penosos e hipócritas en grado superlativo. Se trata del enésimo ejemplo de la paja en el ojo ajeno y las vigas gigantescas en el propio.

Naturalmente la anexión de Crimea ha sido incruenta no sólo porque la población en su mayoría la apoyaba, sino también porque Ucrania no estaba en condiciones de resistir militarmente. Puede que la recuperación de Ucrania estuviera en la agenda de Rusia pero las acciones de subversión por parte de Occidente se lo han puesto en bandeja. Recordemos que en primer lugar han sido los países occidentales los que han desestabilizado Ucrania realizando una jugada que Rusia no puede dejar de ver como una agresión.

Pasando a lo que tienen en común los episodios de Crimea y el Kosovo, en ambos casos una gran potencia apoya una región secesionista, con la oposición de otra potencia que no es capaz de impedirlo. Lo cual nos lleva a la legitimidad histórica y política del secesionismo, de los cambios de fronteras, de la modificación pacífica o violenta del status quo.

Esta es una cuestión que evidentemente no puede ser resuelta objetivamente, como si fuera un problema científico. La legitimidad no es el resultado de una fórmula o una demostración, sino una toma de posición humana; es algo que reside en la mente y los corazones de las personas y no en principios abstractos o en la estructura del mundo. En pocas palabras una opinión respaldada por una fuerza política suficiente para imponerla. Un sistema o un poder son legítimos si las personas lo consideran como tal.

La legitimidad de un poder, una tendencia política, una nación, es algo que se renueva generación tras generación. Y cuando no existe acuerdo la cuestión se resuelve con el conflicto como siempre ha sucedido: lucha política cuando se puede resolver de este modo, conflicto militar cuando las diferencias son tales que los medios de la política no son suficientes.

Las naciones cambian, prosperan, decaen y ninguna realidad está fijada por toda la eternidad. La justificación o no de un separatismo depende de las fuerzas en campo y la voluntad de las generaciones presentes. Sin embargo esto no quiere decir que las consideraciones históricas sobre la nación y la identidad estén privadas de valor.

Al contrario son fundamentales, pero no porque la historia pasada deba dejar escrita y legitimar (o no) la política de hoy, sino porque el pasado se proyecta en las mentes de la generación presente, forma parte del soporte de una tradición y una identidad que son una fuerza moral y política tan relevante como la fuerza militar o económica.

Por ejemplo, la justificación de la posición serbia sobre el Kosovo no está en que haya sido la cuna de la nación serbia hace cientos de años y deba seguir así porque está escrito en la historia. Este pasado es relevante porque se proyecta sobre las generaciones actuales y la identidad de la nación serbia sigue viviendo en la mejor parte de aquel pueblo.

En el caso de Crimea, la región ha sido rusa desde que el poder de los zares hizo retroceder a los mongoles al interior de Asia, cuando ni siquiera existía una nación llamada Ucrania. Que este territorio fuera asignado a Ucrania hace setenta años es un episodio soviético, como también lo fue la inclusión en Ucrania de las regiones orientales en los años convulsos de la revolución rusa y la guerra civil.

Pero esto en sí mismo es historia, ya sea antigua o reciente. Ni da ni quita legitimidad por sí mismo; la da o la quita el significado de esta historia para las generaciones de hoy. Crimea ha vuelto a Rusia porque sus habitantes se sienten rusos y porque la relación de fuerzas en campo y los avatares políticos lo han permitido; en realidad y en la sustancia nunca dejó de ser rusa.

La batalla por el Kosovo, en cambio, los serbios la perdieron cuando permitieron que, durante el siglo XX, la minoría albanesa se convirtiera en una mayoría del 90%. El que en un cierto momento una potencia extranjera se lo haya arrebatado con la fuerza – de manera irreversible – ha sido solamente la fase conclusiva y el punto final que ha certificado esta pérdida.

A nadie se le escapará la relevancia de todo esto para nosotros, españoles y europeos. En lo relativo a nuestro país y a propósito del separatismo catalán y vasco, ciertamente ninguno de los dos tiene espesor ni justificación histórica, por mucho que los nacionalistas vascos y catalanes lo intenten manipulando la historia.

Pero como he comentado antes lo que cuenta es la voluntad de las generaciones y la situación de las fuerzas en juego hoy en día, y la historia es relevante en la medida en que tiene un significado en la mente y la voluntad de las personas.

Si España desaparece de las mentes y los corazones la perderemos, e importa poco que legalmente y desde un punto de vista militar se pueda mantener la unidad del país. Aunque también aquí un escenario del tipo Kosovo es siempre posible en un futuro hipotético, si un gobierno antimundialista español se encontrara aislado.

Pero dejando de lado la fantapolítica, la batalla por España hemos empezado a perderla cuando gobiernos centrales débiles, cobardes e indignos han permitido que los nacionalistas vascos y catalanes se les subieran a la chepa (metáfora excelente por cierto, para una clase política de jorobados mentales y morales), controlaran la educación y contaminaran las mentes de las nuevas generaciones, con el único objetivo de destruir la idea de España y fomentar el rechazo a todo lo español.

Esto ya es bastante malo pero a largo plazo la auténtica y definitiva línea del frente es la demográfica. Como los serbios han perdido la verdadera batalla del Kosovo durante las décadas del siglo XX, la batalla por España y por Europa la perderemos si permitimos que las poblaciones de origen no europeo se conviertan en mayoría, en regiones o en países enteros.

Los serbios a principios del siglo XX no podían imaginar que su minoría albanesa se convertiría en mayoría en unas pocas décadas, que en el Kosovo, cuna de su cultura, los albaneses se rebelarían y terminarían perdiendo ese territorio. De la misma manera, el día de mañana podemos tener mayorías de origen árabe en el sur de España o en otras regiones. Si esto sucede  - no dentro de siglos sino en vida de nuestros hijos o nietos – muy bien podrá haber rebeliones armadas de barbudos, limpieza étnica de españoles, destrucción de catedrales y eliminación de los símbolos de la historia española. Las imágenes de monasterios ortodoxos serbios del Kosovo incendiados y con sus frescos devastados a golpes de pico pueden repetirse en nuestra propia tierra.




Sólo alguien en mala fe, un imbécil o un ciego puede pensar que esto es imposible. Es posible y ha sucedido en la historia, una y otra vez. Si alguien con voz y palabras tranquilizantes, untuosas, nos asegura que esto no será nunca posible y no debemos preocuparnos, debemos saber reconocer al instante su verdadero rostro: el de una serpiente que quiere engañarnos para mejor destruirnos.

Y lo mismo puede suceder en Europa en su conjunto. El lector me permitirá repetir una vez más que cuando los no europeos sean mayoría, en España y Europa, habremos perdido la batalla. Antes o después se deberán ceder regiones o países enteros, e incluso la continuidad de nuestra civilización estará en entredicho.

Esta es la verdadera cuestión, la sustitución de los europeos por los no europeos. Y no importa quién tenga mayores y mejores ejércitos porque la demografía es más fuerte que la fuerza militar.

viernes, 4 de abril de 2014

AZOTES DE NUESTRO TIEMPO: DISCRIMINACION POSITIVA

Esta entrada del blog fue la primera versión para el capítulo correspondiente del libro "Azotes de Nuestro Tiempo" publicado en 2017. Se dejan algunos párrafos como muestra.




Todos hemos oído hablar de la discriminación positiva, o affirmative action como es llamada en el mundo angloparlante. En efecto es en aquellos países y especialmente en EEUU donde todo comienza y la mala hierba de la corrección política consigue enraizar en primer lugar, para luego extenderse y envenenar el resto del mundo.

[...]

Políticas de discriminación positiva son los sistemas de cuotas en los cuales se impone una cierta proporción de mujeres, o negros, o miembros de cualquier colectivo con el certificado de minoría discriminada; lo son las repugnantes leyes de igualdad que imponen una presencia paritaria por sexos en las listas de candidatos. Pueden ser también ayudas encubiertas, ventajas fiscales, trato de favor en pruebas y exámenes, y un sinfín de otras prácticas de las cuales a menudo ni siquiera somos conscientes porque se ocultan sistemáticamente o se disfrazan. Y cuando esto no es posible se acompañan con una avalancha de propaganda para hacer comulgar a todos con ruedas de molino.

[...]

Si de verdad los partidarios de las cuotas, los rebuznadores de la igualdad que pontifican sobre injusticias estadísticas, creyeran en sus ideas, deberían exigir por ejemplo ser atendidos sólo por médicos favorecidos por los sistemas de cuotas.

Como deberían, antes de escoger un pediatra, consultar las oportunas estadísticas y confiar la salud y el bienestar de sus hijitos sólo a un minoría discriminada, a alguien que haya podido desarrollar su potencial y superar los prejuicios sólo gracias a las cuotas.

Diré aún más: moralmente están obligados a ello para dar ejemplo, y para practicar de manera eficaz, en primera persona y en su propia vida, la discriminación positiva y la lucha contra prejuicios y estereotipos.

Siguiendo sus propias ideas, los políticamente correctos deberán admitir que con esto no les deseo ningún mal; al contrario deberían agradecerme el consejo que les doy para mejor cuidar de su salud, y además vivir en la práctica y no sólo en teoría sus ideales.

[...]

La corrección política es junto con el feminismo y el racismo antiblanco la principal fuerza que hay detrás de la affirmative action. Nada de extraño pues estos tres Azotes proceden de la misma camada monstruosa y deforme del marxismo cultural; son parte del fermento de descomposición y podredumbre que marca la decadencia profunda y el hundimiento de nuestra civilización.