Naturalmente nos lo venden con otro nombre: hay que disfrazar
la realidad y engañar a la gente, lo mejor y más largamente posible. La idea es
que, cuando la gran masa se empiece realmente a dar cuenta de lo que sucede, sea
ya demasiado tarde.
El nombre oficial de este
documento es Pacto Global para la
Emigración Segura, Ordenada y Regular y, como muchos lectores sabrán, se va
a firmar en Marruecos próximamente. El
nombre mismo es ya suficientemente siniestro para quien sepa adivinar las
intenciones que se dejan entrever: fomentar las migraciones humanas, introducir
la aberrante idea de que la migración es un “derecho” y negar por tanto el
sacrosanto derecho de los pueblos a la propia identidad y al propio territorio.
La ideología nefasta de un mundo
sin fronteras permea este documento de principio a fin. Establece un compromiso
político no vinculante (pero podemos estar seguros de que el próximo paso será
imponer acuerdos vinculantes jurídicamente
y despojar a las naciones de toda soberanía) para: facilitar y fomentar la
inmigración; intensificar el aparato de propaganda y falsificación de la
realidad, invitar a las poblaciones a
que acepten ser reeducados y reprimir
a los disidentes que no se dejen reeducar.
Esto en general. Pero sabemos
muy bien, en particular, hacia dónde se van a dirigir las migraciones de masa:
hacia Estados Unidos y Europa. El actual gobierno norteamericano no lo firmará
pero la mayoría de los europeos, salvo un puñado de honrosas excepciones, sí lo
hará. Políticos felones, vendidos y vendepatrias que, firmando el Pacto para la
Invasión, dejan bien claro de qué parte están: contra Europa y los europeos, en
nuestro caso contra España y los españoles.
El Mundialismo, el poder que
está detrás de todo esto, quiere destruir las comunidades radicadas en la
tierra y las identidades fuertes, reducirnos a una masa de individuos
desconectados y aislados; por tanto incapaces de rebelarse, domesticados y
manipulables ad libitum.
No sólo se pretende fomentar la inmigración (legal e ilegal) sino
también prohibir a los europeos la preferencia por la propia cultura, abolir la
misma noción de Europa como un territorio de cultura europea. Para ello medios
e intelectuales lengua-de-serpiente envenenan
continuamente las mentes con sentimientos de culpabilidad, falacias y desinformación;
para los recalcitrantes que se niegan a beber de la copa envenenada se usan las
palabras-policía: racismo, xenofobia,
fascismo, populismo. Y para los más recalcitrantes aún la represión: delitos de odio, denuncias, multas,
cárcel, persecución laboral, linchamiento mediático.
El resultado de estas políticas,
de no ser bloqueadas y revertidas, será la destrucción de nuestra cultura y
tradición, de nuestra identidad y nuestra misma manera de estar en el mundo.
Por tanto una de dos: o se trata de estupidez e irresponsabilidad, o de
colaboración plenamente consciente en un proyecto de genocidio cultural.
La defensa de la propia
identidad no es un crimen, ni es moralmente condenable, ni expresión de odio. En
cambio, el proyecto mundialista es criminal,
moralmente despreciable y política de odio contra Europa y sus gentes.
MAX ROMANO
MAX ROMANO
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