sábado, 17 de noviembre de 2018

EL DERECHO A CURARSE Y LAS TERAPIAS ALTERNATIVAS. CONTRA EL TOTALITARISMO CIENTÍFICO





Terapias alternativas y no necesariamente pseudoterapias como regularmente se las llama en todos los medios; esta palabra pertenece a la misma categoría de populismo que, en el lenguaje político actual, significa cualquier posición política con amplio respaldo popular, pero que no gusta a quienes les pagan el sueldo a los periodistas. El uso concorde y unánime de estos términos, la falta total de una verdadera pluralidad de posiciones, indican en ambos casos la existencia entre bastidores de potentes intereses y grupos de poder.

He de precisar que no estoy en contra de la medicina “oficial” o basada en el método científico, validada por métodos estadísticos, basada en la química y la tecnología. Sus éxitos son evidentes. Digo solamente que puede haber otras maneras de practicar la medicina, que tienen detrás una larga experiencia y tradición, y no hay por qué tirarlas a la basura sólo porque no estén validadas científicamente.

Digo también que existen una casta médica, una lobby farmacéutica, un sistema de intereses constituidos alrededor de la medicina. La lobby farmacéutico-tecnológica no es un eslogan izquierdista sino una realidad, un oligopolio de grandes empresas; sería un caso único en la historia humana si no defendiese su interés corporativo. En cuanto a la casta médica, aunque no dudemos de la sinceridad y la honestidad personal de los médicos, las opiniones y la manera de ver las cosas suelen depender de con quién uno se junta.

La actual campaña contra las medicinas alternativas muestra una voluntad totalitaria. No se pretende simplemente informar sobre la falta de fundamento científico de las llamadas pseudoterapias ni perseguir prácticas demostradamente perjudiciales. Lejos de limitarse a esto (perfectamente legítimo) lo que se quiere es: impedir que los defensores de estas terapias puedan hablar y exponer su posición; perseguir a los médicos que se atrevan a interesarse por ellas; expulsarlas de las universidades mientras, por cierto, auténticas basuras ideológicas disfrazadas de ciencia (como la ideología de género) campan a sus anchas.

Puede sorprender el uso de la expresión totalitarismo científico en una persona con formación científica (aunque no médica). Pero no encuentro mejor manera de llamar a la actitud de negarle validez, verdad y eficacia a todo lo que no tenga fundamento científico.

Me parece evidente aquí una intención totalitaria y liberticida. Porque pertenece a cada uno la decisión de curarse o no curarse como quiera, mientras no ponga en peligro la salud pública. O de recurrir a algo que la ciencia no reconoce, pero no por ello necesariamente falso. Como mínimo, aunque fuese sólo una ilusión, el poder curativo de la mente a través del efecto placebo (que la medicina conoce perfectamente) puede funcionar mejor que un medicamento testado.

Y es que los métodos científicos y estadísticos dejan fuera amplias regiones de realidad, especialmente lo que no es repetible, lo que depende de la individualidad o de la mente humana. Sin embargo todo ello es no sólo importante sino fundamental en las cuestiones de la salud, la enfermedad y la curación.

MAX ROMANO

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