viernes, 23 de noviembre de 2018

BLACK FRIDAY, EL AQUELARRE INDECENTE DE LOS POSEÍDOS POR EL CONSUMO





Después de la gansada de Halloween llega otra moda deleznable y absurda importada de Estados Unidos, el Black Friday. La apoteosis del consumismo porque sí, sin tener siquiera la excusa de una celebración religiosa como la Navidad o la Pascua, que aunque degradadas y convertidas en pretextos para adorar al becerro de oro, aún conservan la traza de su origen y permiten, a quien lo desee, vivirlas de una manera auténtica.

Debemos de tener muy poca personalidad y debemos de haber caído realmente bajo, si tenemos tal voluntad de infantilismo y superficialidad; si somos capaces sólo de copiar lo peor y lo más estúpido de América, los subproductos de una subcultura de ínfimo nivel, en vez de fijarnos en cosas mejores que sin duda tienen y de las que podríamos aprender.

Hay  algo de profundamente obsceno, indecoroso, indecente, en esas masas histéricas que se agolpan en centros comerciales, a menudo haciendo cola mientras esperan ávidamente el momento mágico en que las puertas se abren, para lanzarse como una horda de poseídos y endemoniados sobre las estanterías.

Y es que casi literalmente están poseídos por un demonio, como si les hubiera mordido un bicho venenoso.

Se entiende que lo anterior no es algo válido de manera absoluta, al cien por cien: ciertamente algunas de las personas en este día tan necio compran cosas que realmente necesitan, aprovechando alguna de las ofertas que de verdad son ofertas. Pero todos sabemos que la mayoría de esa auténtica marabunta, los esclavos felices del consumo, van a comprar lo que no necesitan, mordidos por el bicho y poseídos por la fiebre.

Si a alguien le parecen ofensivas o despectivas algunas de las expresiones que he utilizado, tenga en cuenta que el sistema de la publicidad y del consumo es infinitamente más ofensivo y despectivo hacia sus siervos, si bien de manera más sutil: cada vez que nos convence para que vayamos a comprar algo que no necesitamos, nos está llamando imbéciles en nuestra propia cara y sin que nos demos cuenta de ello; y también nos está despreciando en silencio, con ese especialísimo desprecio impalpable y sonriente, tan a menudo practicado por quien esconde su verdadero pensamiento porque quiere nuestro dinero. O nuestro voto, que las cosas funcionan igual.

Y utilizo la primera persona porque tampoco quien escribe ha sido siempre totalmente inmune a la picadura del bicho. La frontera entre la necedad y la discreción pasa también dentro de uno mismo.

De manera que “nos” invito a considerar si realmente es necesario o útil lo que pensamos comprar en el Black Friday o lo que no pensamos comprar pero vamos a comprar igualmente. Si no lo es, utilicemos ese pequeño instante de conciencia y entendimiento para desconectar el resorte mental, para bajarnos del carro atestado de los esclavos felices del consumo. Así evitaremos ser como el burro que sigue la zanahoria, como el toro que entra al trapo y como los pájaros que vuelan deslumbrados hacia el espejo que los hará caer en la trampa.

MAX ROMANO

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