Cualquiera que tenga dos dedos de frente y un mínimo de sensibilidad (la verdadera, la
auténtica, no esa cosa que el decadente llama “sensibilidad”, grasienta y
mórbida, pegajosa y fofa como un molusco muerto) siente que la sociedad actual
ha colmado su medida interior para las imbecilidades.
Con otras palabras, uno está harto de estupideces. Así que
pongamos algunas cosas en su sitio.
Viva el juguete bélico y vivan los bofetones a tiempo a los
niños. Vivan los educadores que incitan a los niños a jugar y no a socializar. Vivan las obras y los
discursos, en todos los campos, en los que se ensalza el patriotismo, la
familia, el heroísmo y los valores guerreros, el sacrificio y la comunidad.
Abajo los bodrios infumables con los que nos quieren reeducar en el mediocre moralismo barato igualitario y su fangoso,
trasnochado sustrato mental paramarxista-freudiano.
Vivan los estereotipos de género, sexistas y patriarcales,
símbolo de salud y civilización. Vivan las películas en las que los malos no
son víctimas de la sociedad, sino hijos de mala madre puestos en libertad por
abogados izquierdistas, donde a los villanos les vuelan la cabeza héroes como
debe ser: políticamente incorrectos, incorregiblemente y rigurosamente
machistas, que ostentan un soberano desprecio por sociólogos, psicólogos y toda
la morralla progresista que lleva decenios infestando Occidente.
Podrán parecer nimiedades y cosas secundarias, o serlo
efectivamente; pero es que el veneno entra en pequeñas dosis y cuando nos
queremos dar cuenta, ya estamos envenenados.
Lo que quiero decir es que debemos aprender a vivir, a
entretenernos, a sentir dentro de nosotros siguiendo el principio férreo de rechazar
lo que el sistema, sus malos maestros y sus ideólogos han preparado para nosotros.
Fuera de nuestra mente su televisión, sus repugnantes
productos que tienen, siempre, un contenido ideológico y un veneno oculto;
desdeñemos sus formas de entretenimiento, los modelos de vida que nos propone
el sistema, nunca inocentes sino cargados de decadencia. Fuera sus expertos y
sus malos consejeros. Fuera sus mercenarios de la degeneración pagados para
corrompernos a nosotros y a nuestros hijos.
No aceptemos todo lo que se nos propone, encendamos el
cerebro y tengamos sentido crítico. Hagamos el esfuerzo de salir de la
pasividad que quieren de nosotros para mejor meternos su inmundicia en la
cabeza. Hagamos el esfuerzo de seleccionar, de buscar, de crear nuestro
entretenimiento, nuestro ocio y nuestra ocupación del tiempo.
No es difícil en absoluto orientarse: en todo lo que el
progresismo ve con malos ojos, ahí está la libertad y la regeneración.
Aprendamos a encontrar nuestra verdad en nuestra cultura: en nuestra música
popular y música clásica, en nuestra literatura, en nuestras tradiciones
populares, en nuestro arte figurativo, en nuestros cuentos políticamente
incorrectos de príncipes y princesas como debe ser, en vez de repelentes
princesas guerreras, hadas vulgares y ordinarias, orcos buenos y príncipes
calzonazos.
Una lectura meditada de uno de los clásicos, una
contemplación serena de Velázquez o El Greco. Una visita a un castillo medieval
de los muchos que se conservan, imaginando una atroz batalla concluida con una
exaltante matanza de infieles o de enemigos de la Patria, seguida por la emotiva
sepultura de los caídos.
Existen múltiples puertas que nos abren la verdad de lo que
fuimos y que están ahí, porque fueron el producto del inconsciente de nuestros
pueblos, son una posibilidad justo bajo la superficie de la conciencia
envenenada por el sistema; entreabrir una de esas puertas, que pase un rayo de
luz, puede ser suficiente para descontaminar la mente, mostrar en toda su
miseria y su bajeza el verdadero nivel de la “cultura”, la “educación” y los “valores” que se nos quieren proponer
hoy en día.
Max Romano
Max Romano
7 comentarios:
Como siempre exposición brillante
Rotunda veracidad suscribo
Rotunda veracidad suscribo
Jajaja! si señor, con dos cojones...
Muy bueno
El nuevo orden mundial maneja nuestra vida y lo tiene todo muy bien atado: políticos, medios de desinformación, educadores corruptores, el dinero...
Ir contra ellos es peor que nadar contra corriente, porque tienes la incomprensión social y hasta de la família, pareja...
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