viernes, 11 de enero de 2013

NIÑATOS CRIMINALES (I): El ideal amorfo

Esta es la primera entrada de la serie de tres "Niñatos Criminales" y voy a publicar las tres partes a la vez porque el contenido de las dos primeras forma el artículo Niñatos Criminales en el número 4 de la revista Verbo y Acción. La versión publicada aquí es casi idéntica, con sólo algún párrafo más y algunos enlaces, por lo que quien haya leído la revista puede pasar directamente a la tercera y última parte NIÑATOS CRIMINALES (III): Los depredadores y Don Quijote.

Con una cierta frecuencia nos encontramos con noticias de crímenes o comportamientos dañinos cometidos por jovencísimos o adolescentes, en ciertos casos muy jóvenes e incluso apenas salidos de la infancia. Un cierto numero de estos casos entra en el vasto ámbito de la delincuencia juvenil asociada a la pobreza, a grupos sociales marginales, a familias deshechas o con problemas serios, reales, como violencia, abusos, drogas, o a un entorno compuesto por gentuza que naturalmente tiende a transmitir a sus hijos su peculiar carácter.

El ambiente no determina todo, por supuesto, y hay personas que no siguen ese camino por donde su ambiente les lleva. El destino no está nunca escrito, por lo menos no con tinta indeleble. La posibilidad de elegir, la libertad y por tanto la responsabilidad existen siempre en mayor o menor medida, excepto quizá en casos límite.

Lo que interesa sin embargo en este artículo es la delincuencia de lo que podemos llamar niñatos criminales, que pertenecen a familias normales y que han tenido todo. O más bien han tenido demasiado lo cual es seguramente parte del problema. Para estos casos es más bien difícil encontrar una razón “social” que justifique su comportamiento.

Ni el más imaginativo buenista humanitario podría culpar a la explotacion capitalista o a la pobreza, o a un ambiente desestructurado por usar los eufemismos de su jerga, de que en la Comunidad Valenciana un chaval agrediera a su madre porque le apagó el wifi.


O de que en Holanda dos quinceañeras se pelearan por facebook y una de ellas organizara el asesinato de la otra manipulando a su novio y a otro chaval para ello.


Por cierto y entre paréntesis, sería interesante saber cuántos delitos violentos comentidos por varones tienen una mujer detrás. Estoy seguro de que el manipulado discurso sobre la violencia de género asumiría un aspecto muy distinto.

Volviendo a nuestro tema, tampoco parece que estuvieran oprimidos por la pobreza los miles de niñatos que, en una fiesta convocada por Facebook también en Holanda, arrasaron un pueblo y lo dejaron todo destrozado, ganándose el calificativo de chusma por parte del alcalde del malhadado pueblo.


Y en efecto chusma eran, pero no en el sentido antiguo de gente de mal vivir. Eran simplemente turbas de hijos de papá y del bienestar, que en cuanto beben un poco y son muchos desparraman la vulgaridad que llevan dentro y revelan estar sólo un poco por encima del nivel de los monos.

Son sólo ejemplos que apuntan a un fenómeno general. Es inútil multiplicar los ejemplos de sucesos que con una cierta frecuencia se verifican, casos límite de un imbarbarimento que se difunde. Como se difunden el consumo de drogas y las tendencias autodestructivas entre los jóvenes. Púdicamente se habla entonces, un poco para salir del paso, de pérdida de valores. No es que esto esté equivocado, es que hay que ir más en profundidad porque esta expresión significa bastante poco, como demuestra el hecho de que cualquiera pueda estar de acuerdo con ella.

No hay que escarbar mucho, en realidad, para encontrar en la disolución de la familia y la difusion de la pedagogía progresista la raíz de la degeneración y el primitivismo de las nuevas generaciones, víctimas de padres y educadores progres.

Un ejemplo de los ridículos problemas y soluciones de una concepción radicalmente equivocada, que se ahoga en un vaso de agua y por supuesto es incapaz de reparar los daños que ella misma ha generado, es este artículo:


Algo de toda la vida, que los niños digan cosas feas y se vuelvan impertinentes, se transforma en un drama existencial para madres –y padres- porque no son capaces de soltarles un bofetón a tiempo. Lo cual corrige su impertinencia y les enseña el respeto, pero sobre todo permite que los niños a través del castigo encuentren los límites que necesitan.

Pero además de un general atontamiento social y disolución de la familia, muy especialmente tenemos como factor decisivo la pérdida del padre y de su autoridad dentro de la familia. Es bien sabido, por quien ha estudiado el tema sin prejuicios progresistas, que la ausencia del padre conlleva un riesgo mucho mayor para los hijos de caer en la delincuencia o en las drogas, e incluso de sufrir abusos sexuales. Bien sabido sí, pero cuidadosamente silenciado por la secta de la corrección política.

Un número creciente de jóvenes crecen sin un padre, o con un padre políticamente correcto que es lo mismo que no tener un padre digno de este nombre. Dejados a sí mismos y carentes de una educación verdadera, que es ante todo formación del carácter, terminan manipulados por otros y por los propios demonios que llevan dentro, que nadie  les ha enseñado a controlar y tener a raya.

¿Y la madre? ¿No es importante? Por supuesto que lo es y nada de lo que escribo puede ser interpretado como un menosprecio de su papel. Pero el padre representa ante todo la autoridad y los límites, esto es así y constituye lo esencial de la misión del padre como figura en la familia. Una hipotética sociedad donde la madre fuera anulada (nunca las ha habido)  tendría otras patologías y otras deformidades, pero aquí y ahora nos interesan las aberraciones y deformidades generadas por la sociedad sin padre.

La campaña contra el padre es paralela a la campaña continua y capilar por parte de manipuladores que sacan partido de fomentar las peores tendencias, y para ello desacreditan cualquier idea de límite y de forma interior. El resultado es que las malas inclinaciones que todos llevamos dentro no encuentran un dique de contención, desbordan y terminan por dominar a las personas.

Porque lo mejor, lo selecto, lo excelente que hay en nosotros, hay que cultivarlo. Se llama autosuperamiento, algo que hoy no está de moda pero que está a la raíz de cualquier realización que tenga un valor. Lo malo, lo zafio, lo vulgar, no necesita de cultivo, es suficiente abandonarse a ello. 

Todo esto lo niega un dogmatismo y una mentalidad, dura a morir, según la cual el ser humano es bueno por naturaleza y sólo la sociedad tiene la culpa de la violencia; una ideología nefasta que insiste en sus recetas equivocadas de aplicar dosis crecientes de bienestar, sermones que pomposamente llaman educación en valores y pedagogía progresista.

Con todo esto ya empezamos a entender el problema de los niñatos criminales y el embrutecimiento general resultado del dominio del ideal amorfo que comienza a ser inculcado desde la más tierna edad.

1 comentario:

León Riente dijo...

Muy sintético este artículo. Concuerdo con las claves explicativas que das: disolución familiar, pedagogía progre y ausencia del padre o padre que no ejerce de tal.

Un desarrollo extenso de la diferencia entre el padre y la madre a la hora de criar y educar a los hijos la encontré en una fuente inesperada, un teórico de la Escuela de Frankfurt, Erich Fromm, en El arte de amar. Allí enseña que el amor de la madre es por naturaleza incondicional, mientras que el amor del padre es condicional (en función del comportamiento y las actitudes del hijo) y de ahí viene la importancia fundamental del padre para la familia.

Hay que decir que Fromm rompió con la Escueña de Frankfurt a finales del decenio de 1940, por lo que no participa de los postulados más destructivos de esta escuela.