Esta es la primera entrada de la serie de tres "Niñatos Criminales" y
voy a publicar las tres partes a la vez porque el contenido de las dos primeras
forma el artículo Niñatos Criminales en el número 4 de la revista Verbo y Acción.
La versión publicada aquí es casi idéntica, con sólo algún párrafo más y
algunos enlaces, por lo que quien haya leído la revista puede
pasar directamente a la tercera y última parte NIÑATOS CRIMINALES (III): Los depredadores y Don Quijote.
Con
una cierta frecuencia nos encontramos con noticias de crímenes o
comportamientos dañinos cometidos por jovencísimos o adolescentes, en ciertos
casos muy jóvenes e incluso apenas salidos de la infancia. Un cierto numero de
estos casos entra en el vasto ámbito de la delincuencia juvenil asociada a la
pobreza, a grupos sociales marginales, a familias deshechas o con problemas
serios, reales, como violencia, abusos, drogas, o a un entorno compuesto por
gentuza que naturalmente tiende a transmitir a sus hijos su peculiar carácter.
El
ambiente no determina todo, por supuesto, y hay personas que no siguen ese
camino por donde su ambiente les lleva. El destino no está nunca escrito, por
lo menos no con tinta indeleble. La posibilidad de elegir, la libertad y por
tanto la responsabilidad existen siempre en mayor o menor medida, excepto quizá
en casos límite.
Lo
que interesa sin embargo en este artículo es la delincuencia de lo que podemos
llamar niñatos criminales, que pertenecen
a familias normales y que han tenido todo. O más bien han tenido demasiado lo cual es seguramente parte
del problema. Para estos casos es más bien difícil encontrar una razón “social”
que justifique su comportamiento.
Ni
el más imaginativo buenista humanitario podría culpar a la explotacion capitalista o a la
pobreza, o a un ambiente desestructurado por
usar los eufemismos de su jerga, de que en la Comunidad Valenciana un chaval
agrediera a su madre porque le apagó el wifi.
O de
que en Holanda dos quinceañeras se pelearan por facebook y una de ellas organizara el asesinato de la otra
manipulando a su novio y a otro chaval para ello.
Por
cierto y entre paréntesis, sería interesante saber cuántos delitos violentos comentidos
por varones tienen una mujer detrás. Estoy seguro de que el manipulado discurso
sobre la violencia de género asumiría
un aspecto muy distinto.
Volviendo
a nuestro tema, tampoco parece que estuvieran oprimidos por la pobreza los
miles de niñatos que, en una fiesta convocada por Facebook también en Holanda, arrasaron un pueblo y lo dejaron todo
destrozado, ganándose el calificativo de chusma
por parte del alcalde del malhadado pueblo.
Y en
efecto chusma eran, pero no en el sentido antiguo de gente de mal vivir. Eran
simplemente turbas de hijos de papá y del bienestar, que en cuanto beben un
poco y son muchos desparraman la vulgaridad que llevan dentro y revelan estar
sólo un poco por encima del nivel de los monos.
Son
sólo ejemplos que apuntan a un fenómeno general. Es inútil multiplicar los
ejemplos de sucesos que con una cierta frecuencia se verifican, casos límite de
un imbarbarimento que se difunde. Como se difunden el consumo de drogas y las
tendencias autodestructivas entre los jóvenes. Púdicamente se habla entonces,
un poco para salir del paso, de pérdida
de valores. No es que esto esté equivocado, es que hay que ir más en
profundidad porque esta expresión significa bastante poco, como demuestra el
hecho de que cualquiera pueda estar de acuerdo con ella.
No
hay que escarbar mucho, en realidad, para encontrar en la disolución de la
familia y la difusion de la pedagogía progresista la raíz de la degeneración y
el primitivismo de las nuevas generaciones, víctimas de padres y educadores
progres.
Un ejemplo de los ridículos problemas y soluciones de una
concepción radicalmente equivocada, que se ahoga en un vaso de agua y por
supuesto es incapaz de reparar los daños que ella misma ha generado, es este
artículo:
Algo de toda la vida, que los niños digan cosas feas y se
vuelvan impertinentes, se transforma en un drama existencial para madres –y
padres- porque no son capaces de soltarles un bofetón a tiempo. Lo cual corrige
su impertinencia y les enseña el respeto, pero sobre todo permite que los niños
a través del castigo encuentren los límites que necesitan.
Pero
además de un general atontamiento social y disolución de la familia, muy
especialmente tenemos como factor decisivo la pérdida del padre y de su
autoridad dentro de la familia. Es bien sabido, por quien ha estudiado el tema
sin prejuicios progresistas, que la ausencia del padre conlleva un riesgo mucho
mayor para los hijos de caer en la delincuencia o en las drogas, e incluso de
sufrir abusos sexuales. Bien sabido sí, pero cuidadosamente silenciado por la
secta de la corrección política.
Un
número creciente de jóvenes crecen sin un padre, o con un padre políticamente correcto que es lo mismo
que no tener un padre digno de este nombre. Dejados a sí mismos y carentes de
una educación verdadera, que es ante todo formación del carácter, terminan
manipulados por otros y por los propios demonios que llevan dentro, que
nadie les ha enseñado a controlar y
tener a raya.
¿Y
la madre? ¿No es importante? Por supuesto que lo es y nada de lo que escribo
puede ser interpretado como un menosprecio de su papel. Pero el padre representa
ante todo la autoridad y los límites, esto es así y constituye lo esencial de
la misión del padre como figura en la familia. Una hipotética sociedad donde la
madre fuera anulada (nunca las ha habido)
tendría otras patologías y otras deformidades, pero aquí y ahora nos
interesan las aberraciones y deformidades generadas por la sociedad sin padre.
La
campaña contra el padre es paralela a la campaña continua y capilar por parte
de manipuladores que sacan partido de fomentar las peores tendencias, y
para ello desacreditan cualquier idea de límite y de forma interior. El resultado es que
las malas inclinaciones que todos llevamos dentro no encuentran un dique de
contención, desbordan y terminan por dominar a las personas.
Porque
lo mejor, lo selecto, lo excelente que hay en nosotros, hay que cultivarlo. Se
llama autosuperamiento, algo que hoy no está de moda pero que está a la raíz de
cualquier realización que tenga un valor. Lo malo, lo zafio, lo vulgar, no
necesita de cultivo, es suficiente abandonarse a ello.
Todo
esto lo niega un dogmatismo y una mentalidad, dura a morir, según la cual el
ser humano es bueno por naturaleza y sólo la sociedad tiene la culpa de la
violencia; una ideología nefasta que insiste en sus recetas equivocadas de
aplicar dosis crecientes de bienestar, sermones que pomposamente llaman educación en valores y pedagogía
progresista.
Con
todo esto ya empezamos a entender el problema de los niñatos criminales y el
embrutecimiento general resultado del dominio del ideal amorfo que comienza a
ser inculcado desde la más tierna edad.
1 comentario:
Muy sintético este artículo. Concuerdo con las claves explicativas que das: disolución familiar, pedagogía progre y ausencia del padre o padre que no ejerce de tal.
Un desarrollo extenso de la diferencia entre el padre y la madre a la hora de criar y educar a los hijos la encontré en una fuente inesperada, un teórico de la Escuela de Frankfurt, Erich Fromm, en El arte de amar. Allí enseña que el amor de la madre es por naturaleza incondicional, mientras que el amor del padre es condicional (en función del comportamiento y las actitudes del hijo) y de ahí viene la importancia fundamental del padre para la familia.
Hay que decir que Fromm rompió con la Escueña de Frankfurt a finales del decenio de 1940, por lo que no participa de los postulados más destructivos de esta escuela.
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