Artículo publicado en El correo de Madrid
Sumergidos estos días en una
auténtica inundación de propaganda feminista, cada año se nos machaca un poco
más que el anterior: en los lugares de trabajo, en las universidades, en los
medios, en los colegios.
El medio más importante en la
guerra psicológica contra la masculinidad es la Gran Falsificación de la Historia. La visión tendenciosa según la
cual el pasado de la humanidad ha consistido en una opresión sistemática del
hombre sobre la mujer. Pieza fundamental en la propaganda feminista, veneno que
ha descompuesto la mente de los hombres y ha envenenado la de las mujeres. Será
oportuno entonces compartir algunas breves reflexiones sobre ello, repasar algunas
líneas esenciales en la historia del “privilegio masculino”. Ello bastará para
exponer en pocas líneas la hemiplejía intelectual y moral de la narración feminista.
Hemiplejía porque gran parte de ella no es en un sentido estricto mentira; pero sí falsa porque considera solamente una mitad de las cosas, con plena
mala fe y deliberadamente. Veamos por tanto algunos privilegios masculinos y
padecimientos femeninos.
Empezando por el pasado
inmediato, es cierto que hasta ayer el “cabeza de familia” era el varón y la mujer
en varios sentidos era la tutelada. Pero es que ser el “cabeza de familia”
significa también asumir la mayor carga de responsabilidad, ser el que da la
cara y se enfrenta directamente al mundo.
¿Las mujeres estaban en casa en
épocas pasadas? Ciertamente, pero existe la otra mitad de la verdad: eran las
épocas en que salir de casa era peligroso, viajar un riesgo, la vida más dura y
más incómoda. El hombre debía luchar en el mundo exterior (porque era una lucha
y era áspera) asumiendo riesgos y durezas que la mujer no debía afrontar.
¿La mujer era el reposo del
guerrero? La misma expresión, que genera espasmos de horror y torrentes de
bilis en las feministas, nos dice que eran los hombres y no las mujeres los que
iban a morir en la guerra. Las mujeres estaban exentas, como estaban exentas
del servicio militar. Naturalmente podían sufrir violencia en la guerra, ser violadas y asesinadas, pero sólo después de que los hombres que las defendían hubieran muerto
por ellas.
La carga más dura, más peligrosa
y más arriesgada la ha tenido siempre el varón, es él quien siempre ha pagado
el mayor tributo de sangre. Y ello por un motivo bien preciso: desde el punto
de vista biológico o socio-biológico, el varón es sacrificable mucho más que la
mujer, porque ella es quien garantiza el futuro biológico de la comunidad. Una
comunidad puede permitirse una sangría masiva de hombres y recuperarse, pero una sangría
masiva de féminas pone en peligro la continuidad demográfica y el futuro. Por
ello es el hombre quien se ha sacrificado por la mujer, en medida infinitamente
mayor que lo contrario.
Por tanto, los rebuznos de las
analfafeministas sobre la historia humana como opresión patriarcal, se los
pueden meter por donde mejor les quepan. Que se vayan a pastar y a cuidar de su
malestar integral.
MAX ROMANO
MAX ROMANO
1 comentario:
Con una secta que públicamente ha declarado "el mundo será feminista o no será", ¿en verdad te extraña que las cosas empeoren cada año?
En absoluto alcanzo a notar que el hombre haya sido envenenado contra la mujer. En el hombre ha llegado a aplicarse aquella frase de "los hombres son como el chicle: mientras más los pisas, más se te pegan".
Leer la pancarta de "somos malas, podemos ser peores" no debería sorprenderte, pues ¿acaso ya has olvidado el artículo La Raza Enemiga, de Massimo Fini, que publicaste hace años?
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