Escribo Estas líneas al día siguiente de una votación con la
que los británicos han decidido salir de la Unión Europea; ha debido ser un
revés de cierta entidad para las élites mundialistas que nos dirigen bajo
fachada democrática, a tenor de la impertinencia y la actitud de injerencia que
han exhibido todo tipo de personajes e
instituciones a favor de la permanencia en la UE; Unión Europea que se está
revelando un fracaso, un yugo para los pueblos de Europa, una imposición de la
degeneración social desde arriba y una manera de tener a Europa políticamente
débil y sometida a estas élites mundialistas.
Pero no es el tema de esta entrada Europa sino España. En
efecto el próximo domingo 26 se celebrarán elecciones generales en nuestro país,.
El ambiente dominante en la política y fuera de ella es, no sólo de estupidez
generalizada y bajísimo nivel por todas partes (a lo que ya estamos
acostumbrados desde hace tiempo), sino también de un fanatismo creciente y un clima
intimidatorio por parte de la extrema izquierda; situación que podríamos
describir como la salida de toda clase de ratas de sus antros las cuales, sabiéndose
impunes y cubiertas por sus congéneres en el poder, se sienten autorizadas a
agredir y vejar todo lo que está por encima de ellas y supera su ratesca
concepción del mundo.
Sobre lo primero, la mediocridad general, basta observar el
vacío de los discursos, la insignificancia de los políticos que no saben más
que repetir los lugares comunes y las vulgaridades en boga. Enanos mentales
incluso comparándolos con los políticos de la Transición, que ya es decir. Un
ejemplo entre tantos, la repetición por parte de la izquierda del término “heteropatriarcado” como fuente de todos
los males (un poco como la repelente española media actual habla de “machismo” cada vez que un hombre le
lleva la contraria); ya el uso del término “heteropatriarcado”
califica inmediatamente como mentecato a quien hace uso de él: es como si
tuviera escrito en la frente “soy
imbécil”.
Acerca de lo segundo, el fanatismo y el clima de agresión, desde
hace tiempo se repiten una serie de pequeños episodios aberrantes, pequeños
pero no aislados ni ocasionales, que se van generalizando y van a más. La quema
de dos capillas en la Galicia rural, las agresiones por llevar la bandera de
España, la prepotencia habitual e impune de los piojosos y la escoria con los
símbolos nacionales y religiosos. Prepotencia posible en primer lugar porque se
saben con las espaldas cubiertas por esa otra escoria afín que ha escalado el
poder.
Democráticamente es cierto, pero eso nunca puede ser un
argumento a favor de la chusma, sino al contrario un argumento contra la
democracia, por haber forjado una generación con semejante porcentaje de
degenerados, niñatos malcriados y revolucionarios de pacotilla asustaviejas
(pues el verdadero coraje de medirse con quienes les pueden devolver el golpe
no lo tienen).
A ellos vamos, a toda esta gente berreante que querría volver
al espíritu de los años treinta, que se llena la boca todos los días con los
bien conocidos abortos de la mitología izquierdista de la época: antifascismo,
la segunda república, el marxismo-leninismo, etcétera; referencias desde luego
que, además de ser en realidad una simple pose (no podría ser de otra manera) están condimentadas con la ignorancia, el sectarismo y una lectura de la historia
grotescamente deformada.
Sin embargo, a pesar de todo y por mucho que se empeñen en
volver al pasado y retorcer la retórica, la realidad no da para más: lo que fue
una tragedia española en un mundo de conflicto auténtico, duro y a muerte, con
modelos alternativos de sociedad y un contenido real de la política, hoy no
puede ser más que una farsa ridícula.
El material humano es demasiado diverso, los revolucionarios
de salón y mariscada incubados en los antros parasitarios de la izquierda
universitaria no son los intelectuales
de los años treinta; ni los estudiantes son lo mismo pues hoy ni siquiera
estudian sino que se limitan a parasitar, hacer botellón y jugar con los
aparatos imbecilizadores electrónicos. Los revolucionarios de ayer no son los
hijos del bienestar y niñatos malcriados de hoy que asumen poses izquierdistas;
por cierto que si aquéllos viviesen hoy pondrían a los segundos en su sitio a
guantazo limpio. Lo que no significa que los actuales sean inofensivos, sea
claro. A nivel personal y político, son perfectamente capaces en lo primero de herir o matar y en lo segundo,
también son perfectamente capaces de destrozar España. Ya han destrozado la
cultura y el Derecho, ya han infectado las instituciones y han podrido el
Estado, ya han hecho daños gravísimos.
Pero no son más que los niños mimados y malcriados del sistema, payasos totalmente integrados en la ideología dominante y a los que se permiten estos caprichos; gente cuyos ideales son en el fondo pequeñoburgueses (sí, precisamente ellos que a palabras lo rechazan, pero no es nada más que la inmadurez del adolescente que berrea su emancipación mientras papá sigue pagando) en el mejor de los casos; pero por lo general su ideal no es ni siquiera éste, sino puramente parasitario, sobre todo en la variedad izquierdista del revolucionario de plastilina y sus mediocrísimos representantes políticos. Por tanto convergen con sus “oponentes” políticos de la “derecha” en su adhesión total al status quo y al sistema de poder establecido.
En vano buscaremos potencial revolucionario o propuestas
válidas de cambio. La retórica izquierdista y leninista es únicamente eso,
retórica, porque tienen la cadena muy medida; no son expresión de nada nuevo
sino exclusivamente de la degeneración personal, política, moral, cultural que
conlleva el marxismo cultural y el pensamiento único, del cual son la expresión
desaseada y piojosa, así como las juventudes de la “derecha” son la expresión
con ropa de marca. Aunque por lo menos hay que reconocer a estos últimos su mayor aseo, que ya es algo.
Los revolucionarios “marxistas-leninistas” de hoy no atacan
los símbolos religiosos y patrióticos y quieren destruir España porque sean los
herederos de los años treinta; lo podrán pensar algunos en su confusión mental,
pero la verdad es que atacan la religión y la patria porque el Mundialismo, el
Sistema y la Finanza Cosmopolita quieren la destrucción de las tradiciones y
las patrias. Ellos no son más que sus marionetas obedientes. No son no siquiera
jóvenes a pesar de haber nacido ayer, carecen de la chispa de la auténtica
juventud y con veinte años tienen ya mentalidad senil y caduca.
No obstante las apariencias, si ha de haber un futuro para
España y Europa, no está en esta masa de viejos de veinte años y sus malos
maestros de cuarenta. El futuro está en los españoles que tienen aún el
sentimiento sano y recto de la tradición y de la patria, de quienes no se dejan
llevar por la corriente de aguas inmundas procedentes de las cloacas que rebosan y pretenden arrastrar todo a su paso.
MAX ROMANO
4 comentarios:
No se puede expresar mejor sobre esta clase de gente chuzma
Asi es, tal cual lo has expresado. Felicidades por poner en negro sobre blanco la realidad de lo que pensamos los no lobotomizados por el matrix ideologico impuesto por el sistema globalista.
Magistral exposición de nobles ideas en un texto de sobresaliente belleza y riqueza literaria a la par que emotividad.
Magistral exposición de nobles ideas en un texto de sobresaliente belleza y riqueza literaria a la par que emotividad.
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