El pasado 21 de octubre ha fallecido Robert
Faurisson, uno de los principales estudiosos revisionistas de la Segunda Guerra Mundial, que ha dedicado los últimos al estudio de la historia de este período, específicamente a la crítica de la versión oficial del Holocausto y en general la persecución de los judíos. Los resultados de su
trabajo le llevaron a poner en duda gran parte de las nociones que se daban como aceptadas e indiscutibles, en la línea de la corriente revisionista. Sin entrar en profundidad ni en una
discusión de sus tesis, en líneas generales las de la mayoría de historiadores
revisionistas, negaba la existencia de cámaras de gas para liquidar a los
judíos, así como la cifra de seis millones de muertos en la persecución, y la
existencia de un proyecto de exterminio. No negaba, ciertamente,
ni la existencia de persecuciones ni los excesos y violencias cometidos por el
régimen de Hitler, del cual no era desde luego partidario.
De hecho, ideológicamente Faurisson estaba muy lejos de posiciones "neonazis" o de "extrema derecha" (cualquiera que sea el significado de estas etiquetas) y la quizá mejor definición que se ha dado de su identidad ideológica es de anarquista libertario; es decir y refiriéndonos en particular a la esfera intelectual, era una persona movida por el principio de buscar y defender la verdad, sin aceptar ningún tipo de compromiso. Si es necesario defendiendo esta verdad en solitario, según sus textuales palabras.
Creo que cualquiera que haya leído los textos de Faurisson, en particular aquellos pasajes donde defiende su trabajo y sus motivaciones, estarán de acuerdo en lo anterior. Estudioso revisionista y no negacionista, que es la etiqueta aplicada por sus detractores a toda la corriente del revisionismo histórico.
Para un conocimiento cabal de la figura de Faurisson y de su trayectoria, incluidas las persecuciones que sufrió, recomiendo leer directamente lo que escribió; dejando en cambio en el basurero intelectual los burdos y escasos necrologios que encontraremos en los medios de comunicación; estos, son solamente piezas de basura donde los que le persiguieron y sus varios esbirros, en cólera y rabia por no haberle podido callar totalmente en vida, siguen arrojándole fango después de muerto.
Gente que para cerrarle la boca ha recurrido a métodos no sólo de lobby sino también para-mafiosos, incluida la violencia física y la ruina de su vida profesional, la calumnia sistemática y los procesos por delito de opinión, que sólo cabe llamar continuación de la persecución ideológica por medios judiciales.
Dicho esto, aprovecharé este necrologio para una breve reflexión sobre la cuestión del revisionismo histórico, el antisemitismo y el nazismo, muy en general y sin pasar del ABC.
Y el ABC consiste, esencialmente, en tomar conciencia de una operación de condicionamiento mental que ha sido realizada sobre todos nosotros, quiero decir sobre el occidental medio: ésta consiste en la implantación de un reflejo condicionado psíquico, que se puede representar con la ecuación siguiente.
Negacionismo del Holocausto = Antisemitismo = Nazismo
Es decir un "negacionista del Holocausto" es un antisemita que odia a los judíos y un nazi que querría exterminarlos otra vez. Esta frase que parece una caricatura es el contenido que nos han implantado en la mente, no como discurso (pues efectivamente es una caricatura de discurso) sino como un bloque único donde las tres cosas están fundidas.
En lo anterior hemos de incluir, también, no sólo el significado estricto de los tres términos sino también sus generalizaciones abusivas. Y empezaremos por aquí. Con generalización abusiva me refiero específicamente a lo siguiente:
Entender como negacionismo no sólo la posición “dura” de los revisionistas propiamente dichos (las tesis enunciadas muy sumariamente más arriba) sino simplemente poner en duda aspectos particulares de la historia oficial, criticar o negar el relato simplista de buenos y malos que nos quiere obligar a aceptar (más que maniqueo un relato directamente infantil y además para niños retrasados mentales), o rechazar el punto de vista judeocéntrico según el cual el Holocausto es el evento central de la historia humana. Está bastante claro que todas éstas son cuestiones diferentes, cualquiera que sea la opinión que tengamos sobre ellas; el hecho de que las tengamos unidas en la mente en un bloque único, que nos cueste tanto trabajo separarlas, es sólo fruto del condicionamiento mental.
Por tanto, hagamos un poco de desbrozado. Aunque uno aceptara totalmente y literalmente la versión oficial del Holocausto, éste no sería el evento central de la Historia excepto para el pueblo hebreo, y pretender lo contrario es simple prevaricación de la lobby. Ha habido genocidios, crímenes, matanzas y limpieza étnica en toda la historia humana; sin ir más lejos en el mismo período histórico contra los alemanes derrotados, así como a mucha mayor escala en Ucrania y Rusia por obra del régimen de Stalin, en China y Camboya por obra de otros regímenes comunistas. Asimismo, el hecho de rechazar una historia maniquea de buenos y malos, indagar la verdad y matizar las posiciones, reconocer que los tres bandos tenían sus razones, profundizar en las dinámicas que llevaron a la guerra mundial, preguntarse si toda la culpa fue únicamente del Malo, no significa evidentemente negar que hubo persecuciones antisemitas ni violencias; menos aún justificar ciertos métodos usados por el régimen de Hitler, ni "apoyar" sus políticas o "tomar partido" por éste, si es que tales cosas significan algo después de setenta años.
Pasemos al segundo conjunto de generalizaciones abusivas: es pura manipulación y mala fe calificar de antisemitismo no sólo el odio o el rechazo a los individuos judíos por ser tales, sino también las críticas al Estado de Israel y la impunidad para agredir de la que goza, o calificar de "antisemitismo" la denuncia del poder de la lobby sionista o judía (si hay alguna distinción nadie se ha preocupado de dejarla clara y menos aún ellos), o el examen crítico y la toma de posición respecto al papel del pueblo y la tradición hebrea en la historia de la Humanidad, en el campo de las ideas y del espíritu. También aquí está claro que todas éstas son cuestiones separadas; de la misma manera, la dificultad en separarlas y la incomodidad psicológica en tratar estos temas son, nuevamente, producto de un condicionamiento mental.
También aquí es necesario hacer limpieza. A riesgo de resultar cargante por recalcar cosas (que deberían ser) obvias: una cosa es considerar negativamente a una persona sólo por ser hebreo; otra muy distinta denunciar el aberrante poder de la lobby sionista, evidente por ejemplo en su capacidad de imponer leyes liberticidas a las democracias europeas o en su capacidad de condicionar la política exterior de los países occidentales. El poder de la lobby israelita, evidentísimo y por todos reconocido, de condicionar de esta manera las democracias-farsa de Occidente, es naturalmente del todo inaceptable. Como es obvio, denunciar esto (o tomar por ejemplo partido por los palestinos, tratados como escoria por los supremacistas judíos) no significa de ninguna manera tener prejuicios contra los judíos como tales, o pensar que el judío es el origen de los males del mundo, o cualquier otra caracterización del antisemita de caricatura. Denunciar el poder y la influencia de una lobby tiene un contenido preciso: oponerse a ella como núcleo de poder, tomar posición contra los integrantes de la lobby y contra aquellos que aceptan ser representados por ésta, y por tanto implícitamente apoyan sus acciones. El hecho de que nos sea difícil separar estas cosas es, nuevamente, una muestra del poder del condicionamiento mental.
Finalmente y entrando en el tercer grupo de generalizaciones abusivas, no está claro lo que debemos entender como nazismo o neonazismo; hoy no existe un movimiento nacionalsocialista y aunque existiera (en el sentido de conjugar socialismo y nacionalismo) no sería el nazismo histórico ni el régimen de Hitler (que por cierto lleva muerto más de setenta años) y tampoco es probable que nadie quiera hoy invadir Polonia o proclamar una cruzada contra el bolchevismo.
Si algún lector se siente ofendido en su inteligencia por estas consideraciones que dirija su indignación a la lobby sionista, a los propagandistas y a los agitadores del infeliz espantajo de Hitler setenta años después; son ellos quienes insultan la inteligencia del lector, no yo. El nazismo es un fenómeno histórico muerto y enterrado en 1945, que por cierto tenemos derecho inalienable e innegociable a estudiar y analizar sin imposiciones ni hipotecas ideológicas. Generalización abusiva por ejemplo es resucitar el fantasma del führer para criminalizar el patriotismo europeo, la defensa de la propia identidad étnica y cultural, el rechazo de la decadencia social, el nivel de auténtica basura y degeneración a la que ha llegado la cultura actual.
Las primeras operaciones de desintoxicación mental son las que acabo de esbozar, separando las generalizaciones abusivas de los conceptos correctamente entendidos. Ahora miremos más de cerca las cosas y pasemos al núcleo de la cuestión, a la ecuación de base que he escrito antes.
Negacionismo del Holocausto = Antisemitismo = Nazismo
Estos tres elementos, entendidos en su sentido más “duro” están fundidos en el imaginario occidental con tanta fuerza, aparentemente, como en una soldadura metálica. Sin embargo, en realidad, esta soldadura es tan débil como la que hay entre metales de diferente naturaleza, como en efecto sucede en este caso; la identificación de los tres conceptos no tiene su raíz ni en la verdad ni en la lógica sino, nuevamente, en el troquelado mental.
Así que empezaremos a clarificar algunas cosas. Negar las cámaras de gas o el proyecto de exterminio o la cifra de los seis millones no es la misma cosa que ser antisemita (de caricatura o no) ni es la misma cosa que ser “nazi” (comoquiera que entendamos esto). Es un apunte necesario, éste: muchos lectores quizá no sepan que, en los procesos inquisitoriales contra los estudiosos revisionistas, una acusación recurrente es la de querer justificar el genocidio, cuando los revisionistas lo que hacen es negar que haya tenido lugar. Es un punto realmente muy básico de lógica que no se puede justificar algo negando que haya sucedido; pero por muy elemental que sea, está fuera del alcance de personas que han llegado a jueces y a fiscales. No debemos pensar aquí que se trata de deficiencia mental o carencias cognitivas; es algo mucho peor, es una soldadura en la mente de conceptos no sólo diferentes sino totalmente incompatibles.
O esto, o una enorme mala fe y una aplicación del Derecho de perversidad inaudita.
Aclarado lo anterior y separados lógicamente los tres conceptos anteriores, la última toma de conciencia es comprender que, en el mundo real, poner en discusión la historia del Holocausto no significa ser antisemita (de caricatura o no) ni ser “nazi” (en cualquier sentido). Podría ser, pero no es así. En la realidad de las cosas, realidad como queda definida por los escritos del revisionismo y las ideas de sus defensores (no sus caricaturas) aceptar en todo en parte las tesis de los estudiosos revisionistas no implica de ninguna manera odio o rechazo contra los judíos; menos aún significa identificarse con el régimen de Hitler o negar sus aspectos negativos y sus excesos, muchos de ellos ampliamente documentados. Sin embargo, para convencerse de ello la única manera es leer directamente a estos autores. Por ejemplo y para empezar al mismo Robert Faurisson, a Maurice Bardèche o a Paul Rassinier; por citar a tres que sólo un ignorante o un embustero en mala fe puede acusar de fascismo, de antisemitismo o de simpatías “nazis”.
Los lectores me sabrán disculpar si he sido algo prolijo o denso en esta entrada, pero creo que ayudará al lector, tanto al más advertido como al aún “virgen” poco familiarizado con estos temas, como yo lo era cuando supe por primera vez de la existencia del revisionismo histórico hace muchos años. En aquel momento mis reacciones de indignación fruto del condicionamiento mental fueron fuertes, pero no lo bastante como para sofocar esa chispa que nos hace desear la verdad, chispa que no podemos suprimir más que al precio de la mala conciencia.
Con el tiempo, habiendo tomado contacto con los textos reales y no con las caricaturas, más aún cuando supe de las persecuciones, las agresiones contra los revisionistas, los procesos judiciales y las leyes promulgadas (de manera discreta y con mala conciencia) con el objetivo específico de cerrarles la boca, empecé a ver más claro en el tema. Después de tantos años, todo ello no me ha convertido en un “nazi” ni un “antisemita” pues me son extraños, tanto la identificación con el régimen de Hitler, como el rechazo hacia los individuos judíos por ser tales.
Pero sí que, con el tiempo, he desarrollado un asco incontenible, incondicional y sanguinario (en el buen sentido) por todos aquellos que pretenden escribir la verdad histórica través de los tribunales de justicia; por los grupos de embusteros organizados; por sus lacayos serviles en los medios y en la política; por los intelectuales-prostituta feladores de lobbies que traicionan su misión; misión que no es otra sino la defensa de los valores del espíritu y la verdad, pues esto es lo único que puede justificar que permanezcan sentados en sus bien pagadas poltronas, en vez de hacer un trabajo materialmente productivo.
Concluyendo ya, descanse en paz Robert Faurisson; tuviera o no razón, en todo o en parte, era un buscador honesto de la verdad.
MAX ROMANO
De hecho, ideológicamente Faurisson estaba muy lejos de posiciones "neonazis" o de "extrema derecha" (cualquiera que sea el significado de estas etiquetas) y la quizá mejor definición que se ha dado de su identidad ideológica es de anarquista libertario; es decir y refiriéndonos en particular a la esfera intelectual, era una persona movida por el principio de buscar y defender la verdad, sin aceptar ningún tipo de compromiso. Si es necesario defendiendo esta verdad en solitario, según sus textuales palabras.
Creo que cualquiera que haya leído los textos de Faurisson, en particular aquellos pasajes donde defiende su trabajo y sus motivaciones, estarán de acuerdo en lo anterior. Estudioso revisionista y no negacionista, que es la etiqueta aplicada por sus detractores a toda la corriente del revisionismo histórico.
Para un conocimiento cabal de la figura de Faurisson y de su trayectoria, incluidas las persecuciones que sufrió, recomiendo leer directamente lo que escribió; dejando en cambio en el basurero intelectual los burdos y escasos necrologios que encontraremos en los medios de comunicación; estos, son solamente piezas de basura donde los que le persiguieron y sus varios esbirros, en cólera y rabia por no haberle podido callar totalmente en vida, siguen arrojándole fango después de muerto.
Gente que para cerrarle la boca ha recurrido a métodos no sólo de lobby sino también para-mafiosos, incluida la violencia física y la ruina de su vida profesional, la calumnia sistemática y los procesos por delito de opinión, que sólo cabe llamar continuación de la persecución ideológica por medios judiciales.
Dicho esto, aprovecharé este necrologio para una breve reflexión sobre la cuestión del revisionismo histórico, el antisemitismo y el nazismo, muy en general y sin pasar del ABC.
Y el ABC consiste, esencialmente, en tomar conciencia de una operación de condicionamiento mental que ha sido realizada sobre todos nosotros, quiero decir sobre el occidental medio: ésta consiste en la implantación de un reflejo condicionado psíquico, que se puede representar con la ecuación siguiente.
Negacionismo del Holocausto = Antisemitismo = Nazismo
Es decir un "negacionista del Holocausto" es un antisemita que odia a los judíos y un nazi que querría exterminarlos otra vez. Esta frase que parece una caricatura es el contenido que nos han implantado en la mente, no como discurso (pues efectivamente es una caricatura de discurso) sino como un bloque único donde las tres cosas están fundidas.
En lo anterior hemos de incluir, también, no sólo el significado estricto de los tres términos sino también sus generalizaciones abusivas. Y empezaremos por aquí. Con generalización abusiva me refiero específicamente a lo siguiente:
Entender como negacionismo no sólo la posición “dura” de los revisionistas propiamente dichos (las tesis enunciadas muy sumariamente más arriba) sino simplemente poner en duda aspectos particulares de la historia oficial, criticar o negar el relato simplista de buenos y malos que nos quiere obligar a aceptar (más que maniqueo un relato directamente infantil y además para niños retrasados mentales), o rechazar el punto de vista judeocéntrico según el cual el Holocausto es el evento central de la historia humana. Está bastante claro que todas éstas son cuestiones diferentes, cualquiera que sea la opinión que tengamos sobre ellas; el hecho de que las tengamos unidas en la mente en un bloque único, que nos cueste tanto trabajo separarlas, es sólo fruto del condicionamiento mental.
Por tanto, hagamos un poco de desbrozado. Aunque uno aceptara totalmente y literalmente la versión oficial del Holocausto, éste no sería el evento central de la Historia excepto para el pueblo hebreo, y pretender lo contrario es simple prevaricación de la lobby. Ha habido genocidios, crímenes, matanzas y limpieza étnica en toda la historia humana; sin ir más lejos en el mismo período histórico contra los alemanes derrotados, así como a mucha mayor escala en Ucrania y Rusia por obra del régimen de Stalin, en China y Camboya por obra de otros regímenes comunistas. Asimismo, el hecho de rechazar una historia maniquea de buenos y malos, indagar la verdad y matizar las posiciones, reconocer que los tres bandos tenían sus razones, profundizar en las dinámicas que llevaron a la guerra mundial, preguntarse si toda la culpa fue únicamente del Malo, no significa evidentemente negar que hubo persecuciones antisemitas ni violencias; menos aún justificar ciertos métodos usados por el régimen de Hitler, ni "apoyar" sus políticas o "tomar partido" por éste, si es que tales cosas significan algo después de setenta años.
Pasemos al segundo conjunto de generalizaciones abusivas: es pura manipulación y mala fe calificar de antisemitismo no sólo el odio o el rechazo a los individuos judíos por ser tales, sino también las críticas al Estado de Israel y la impunidad para agredir de la que goza, o calificar de "antisemitismo" la denuncia del poder de la lobby sionista o judía (si hay alguna distinción nadie se ha preocupado de dejarla clara y menos aún ellos), o el examen crítico y la toma de posición respecto al papel del pueblo y la tradición hebrea en la historia de la Humanidad, en el campo de las ideas y del espíritu. También aquí está claro que todas éstas son cuestiones separadas; de la misma manera, la dificultad en separarlas y la incomodidad psicológica en tratar estos temas son, nuevamente, producto de un condicionamiento mental.
También aquí es necesario hacer limpieza. A riesgo de resultar cargante por recalcar cosas (que deberían ser) obvias: una cosa es considerar negativamente a una persona sólo por ser hebreo; otra muy distinta denunciar el aberrante poder de la lobby sionista, evidente por ejemplo en su capacidad de imponer leyes liberticidas a las democracias europeas o en su capacidad de condicionar la política exterior de los países occidentales. El poder de la lobby israelita, evidentísimo y por todos reconocido, de condicionar de esta manera las democracias-farsa de Occidente, es naturalmente del todo inaceptable. Como es obvio, denunciar esto (o tomar por ejemplo partido por los palestinos, tratados como escoria por los supremacistas judíos) no significa de ninguna manera tener prejuicios contra los judíos como tales, o pensar que el judío es el origen de los males del mundo, o cualquier otra caracterización del antisemita de caricatura. Denunciar el poder y la influencia de una lobby tiene un contenido preciso: oponerse a ella como núcleo de poder, tomar posición contra los integrantes de la lobby y contra aquellos que aceptan ser representados por ésta, y por tanto implícitamente apoyan sus acciones. El hecho de que nos sea difícil separar estas cosas es, nuevamente, una muestra del poder del condicionamiento mental.
Finalmente y entrando en el tercer grupo de generalizaciones abusivas, no está claro lo que debemos entender como nazismo o neonazismo; hoy no existe un movimiento nacionalsocialista y aunque existiera (en el sentido de conjugar socialismo y nacionalismo) no sería el nazismo histórico ni el régimen de Hitler (que por cierto lleva muerto más de setenta años) y tampoco es probable que nadie quiera hoy invadir Polonia o proclamar una cruzada contra el bolchevismo.
Si algún lector se siente ofendido en su inteligencia por estas consideraciones que dirija su indignación a la lobby sionista, a los propagandistas y a los agitadores del infeliz espantajo de Hitler setenta años después; son ellos quienes insultan la inteligencia del lector, no yo. El nazismo es un fenómeno histórico muerto y enterrado en 1945, que por cierto tenemos derecho inalienable e innegociable a estudiar y analizar sin imposiciones ni hipotecas ideológicas. Generalización abusiva por ejemplo es resucitar el fantasma del führer para criminalizar el patriotismo europeo, la defensa de la propia identidad étnica y cultural, el rechazo de la decadencia social, el nivel de auténtica basura y degeneración a la que ha llegado la cultura actual.
Las primeras operaciones de desintoxicación mental son las que acabo de esbozar, separando las generalizaciones abusivas de los conceptos correctamente entendidos. Ahora miremos más de cerca las cosas y pasemos al núcleo de la cuestión, a la ecuación de base que he escrito antes.
Negacionismo del Holocausto = Antisemitismo = Nazismo
Estos tres elementos, entendidos en su sentido más “duro” están fundidos en el imaginario occidental con tanta fuerza, aparentemente, como en una soldadura metálica. Sin embargo, en realidad, esta soldadura es tan débil como la que hay entre metales de diferente naturaleza, como en efecto sucede en este caso; la identificación de los tres conceptos no tiene su raíz ni en la verdad ni en la lógica sino, nuevamente, en el troquelado mental.
Así que empezaremos a clarificar algunas cosas. Negar las cámaras de gas o el proyecto de exterminio o la cifra de los seis millones no es la misma cosa que ser antisemita (de caricatura o no) ni es la misma cosa que ser “nazi” (comoquiera que entendamos esto). Es un apunte necesario, éste: muchos lectores quizá no sepan que, en los procesos inquisitoriales contra los estudiosos revisionistas, una acusación recurrente es la de querer justificar el genocidio, cuando los revisionistas lo que hacen es negar que haya tenido lugar. Es un punto realmente muy básico de lógica que no se puede justificar algo negando que haya sucedido; pero por muy elemental que sea, está fuera del alcance de personas que han llegado a jueces y a fiscales. No debemos pensar aquí que se trata de deficiencia mental o carencias cognitivas; es algo mucho peor, es una soldadura en la mente de conceptos no sólo diferentes sino totalmente incompatibles.
O esto, o una enorme mala fe y una aplicación del Derecho de perversidad inaudita.
Aclarado lo anterior y separados lógicamente los tres conceptos anteriores, la última toma de conciencia es comprender que, en el mundo real, poner en discusión la historia del Holocausto no significa ser antisemita (de caricatura o no) ni ser “nazi” (en cualquier sentido). Podría ser, pero no es así. En la realidad de las cosas, realidad como queda definida por los escritos del revisionismo y las ideas de sus defensores (no sus caricaturas) aceptar en todo en parte las tesis de los estudiosos revisionistas no implica de ninguna manera odio o rechazo contra los judíos; menos aún significa identificarse con el régimen de Hitler o negar sus aspectos negativos y sus excesos, muchos de ellos ampliamente documentados. Sin embargo, para convencerse de ello la única manera es leer directamente a estos autores. Por ejemplo y para empezar al mismo Robert Faurisson, a Maurice Bardèche o a Paul Rassinier; por citar a tres que sólo un ignorante o un embustero en mala fe puede acusar de fascismo, de antisemitismo o de simpatías “nazis”.
Los lectores me sabrán disculpar si he sido algo prolijo o denso en esta entrada, pero creo que ayudará al lector, tanto al más advertido como al aún “virgen” poco familiarizado con estos temas, como yo lo era cuando supe por primera vez de la existencia del revisionismo histórico hace muchos años. En aquel momento mis reacciones de indignación fruto del condicionamiento mental fueron fuertes, pero no lo bastante como para sofocar esa chispa que nos hace desear la verdad, chispa que no podemos suprimir más que al precio de la mala conciencia.
Con el tiempo, habiendo tomado contacto con los textos reales y no con las caricaturas, más aún cuando supe de las persecuciones, las agresiones contra los revisionistas, los procesos judiciales y las leyes promulgadas (de manera discreta y con mala conciencia) con el objetivo específico de cerrarles la boca, empecé a ver más claro en el tema. Después de tantos años, todo ello no me ha convertido en un “nazi” ni un “antisemita” pues me son extraños, tanto la identificación con el régimen de Hitler, como el rechazo hacia los individuos judíos por ser tales.
Pero sí que, con el tiempo, he desarrollado un asco incontenible, incondicional y sanguinario (en el buen sentido) por todos aquellos que pretenden escribir la verdad histórica través de los tribunales de justicia; por los grupos de embusteros organizados; por sus lacayos serviles en los medios y en la política; por los intelectuales-prostituta feladores de lobbies que traicionan su misión; misión que no es otra sino la defensa de los valores del espíritu y la verdad, pues esto es lo único que puede justificar que permanezcan sentados en sus bien pagadas poltronas, en vez de hacer un trabajo materialmente productivo.
Concluyendo ya, descanse en paz Robert Faurisson; tuviera o no razón, en todo o en parte, era un buscador honesto de la verdad.
MAX ROMANO
1 comentario:
dentro de poco te cierran el blogsucho maldita basura nazi conspiranoico y patridiota hijo de prostituta! bazofia fascista ignorante! estar en contra de la segregacion racial se llama SENTIDO COMUN no "racismo antiblanco" conspiranoidiota hijo de ramera! no existe ningun "gobierno judio mundial" ni ningun "plan kalergi" magufo conspiranoico y patridiota de mierda!
Publicar un comentario