sábado, 9 de marzo de 2013

LA MONSANTO Y EL GRANJERO DE INDIANA


 

Muchos lectores conocerán la Monsanto, la principal multinacional de la biotecnología, cuya especialidad son los OGM, las semillas genéticamente modificadas para los llamados cultivos transgénicos. También vende herbicidas, pesticidas y otros productos químicos para la agricultura, hechos a medida para sus semillas OGM.

La Monsanto tiene muy mala fama, bastante merecida en cuanto hace una constante acción de lobby para introducir los cultivos transgénicos por todas partes; convence a gobiernos y políticos para meterlos con calzador aun donde existe una fuerte opinión pública en contra; donde ya ha conseguido hacerlo en gran escala, persigue implacablemente a quienes infringen el sistema de patentes que ha impuesto a golpe de lobby, con la intención oculta o menos de copar el mercado y hacer a los agricultores dependientes de sus productos.

No es mi intención aquí entrar a discutir sobre la bondad o menos de los OGM. Como mínimo tienen el problema de que reducen la biodiversidad, la variedad de semillas y especies utilizadas en la alimentación, pues tienden a desplazar a las variedades “naturales” esto es las seleccionadas durante milenios por el hombre y a favorecer los monocultivos. Esto es un fenómeno general que no es culpa sólo de los OGM. En primer lugar es responsable el sistema actual dominado por la búsqueda del beneficio como único criterio; por multinacionales que tienen fácil juego para imponer sus intereses frente a gobiernos débiles o corruptos; por el imperio mundial y globalizado de la finanza que impone la lógica del dinero, favoreciendo monocultivos y grandes intercambios internacionales de productos, en vez de una lógica superior desde el punto de vista político, de autarquía alimentaria e intercambios limitados.

Este empobrecimiento es un mal porque la base alimentaria, agrícola, se vuelve más frágil frente a enfermedades, crisis, se acaba dependiendo de unas pocas variedades y los productos químicos son cada vez más indispensables. Todo ello trae como es lógico problemas y peligros para la salud, consecuencias a largo plazo poco previsibles y poco estudiadas. Pero al dios mercado no le interesa el futuro, le interesa el beneficio ahora o en un breve plazo Los daños producidos en el mundo donde vivirán nuestros hijos y nuestros nietos no entran en las cuentas, o si lo hacen su valor descontado en el lejano futuro es insignificante frente el beneficio de hoy. Tener esto en cuenta es precisamente la tarea de la política, de líderes que miren hacia el futuro. Un líder, a diferencia de los payasos y los contables que padecemos como políticos, es capaz de dar al futuro de su nación el mismo valor -o más- que el que da al presente, no un valor descontado o incluso ningún valor, como hace nuestra clase dirigente europea con su actitud infame de Después de nosotros el Diluvio.

Por todo ello el mercado, la economía, no debe dominar sobre la política porque ello significa robar el futuro a nuestros hijos. Pero volvamos a la Monsanto. Uno de los múltiples litigios legales lo tiene con el granjero Vernon Hugh Bowman


El problema es que el granjero compró semillas a la Monsanto y utilizó parte de la cosecha para sembrar. Esto lo han hecho todos los agricultores desde siempre, pero hoy no es ya tan común porque las semillas se suelen comprar ya preparadas.

En el caso de semillas patentadas OGM, la Monsanto desarrolló la tecnología terminator que hacía que las plantas dieran semillas estériles, aunque luego fue abandonada por varios motivos, entre ellos la pésima reacción encontrada. En efecto, era demasiado este afán por controlar totalmente a los agricultores y hacer depender la agricultura de semillas producidas únicamente en laboratorio. De todos modos el objetivo sigue siendo el mismo, a través del sistema de patentes que han conseguido imponer con su acción de lobby, con el que pueden perseguir a los agricultores que en vez de comprarles las semillas utilizan una porción de la cosecha. Algo que desde su punto de vista es necesario para proteger su inversión y sus beneficios, habiendo abandonado la tecnología terminator.

Normalmente la Monsanto se sale con la suya en estos juicios, lo cual no es de extrañar pues –muy banalmente- la ley la escribe quien domina en un cierto momento. Hoy, como es evidente y repetidamente he comentado también en este blog –la serie El Reino del Dinero- quien domina es el poder financiero y las multinacionales, que han fagocitado totalmente la política.

Por tanto, a lo que voy es que no se trata de si el señor Bowman tiene razón o no legal o moralmente –puede ser simplemente un listillo- y tampoco si son buenos o no los OGM, asunto éste que requiere una discusión en profundidad. Los OGM podrían ser la cosa mas maravillosa del mundo, sin efectos colaterales, sin problemas, superiores a las variedades tradicionales en todo, orientadas al interés general en vez de –como lo son en realidad- al beneficio y el oligopolio de pocas multinacionales. Admitamos por absurdo y como hipótesis todo esto.

Aunque así fuera, permanece el problema político y existe una razón implacable, definitiva, por la cual se les debe parar los pies a estas multinacionales; aunque investiguen menos y se perjudique el desarrollo en este campo. Lo que por otra parte no tiene porqué ser un mal; maldita la falta que nos hace llenar el mundo de cultivos OGM.

La razón política para pararles los pies es que no podemos permitir que la agricultura y la alimentación esté en manos de pocas multinacionales. Un sistema así sofoca cualquier libertad, no deja nada ni nadie fuera; pretendiendo controlar la producción agrícola, impidiendo que nadie sea capaz de cultivar de manera independiente, se pretende dar otra vuelta de tuerca, feroz, en la construcción de una tiranía de la que ya vemos demasiados signos, una situación que tiende por su propia lógica a la creación de un entramado de pocas grandes empresas, grupos financieros, que en  último análisis todo poseen y todo controlan.

Es evidente que cualquier veleidad de libertades políticas, públicas, reales, se convierte llegados a este punto en papel mojado. El poder del sistema comunista dependía no sólo de sus aparatos represivos, sino sobre todo de que la única empresa era el Estado, el monopolio absoluto fuera del cual no era posible actividad económica, no era posible trabajar ni ganarse la vida.

Esto ya es bastante malo, pero además es intolerable que pocas multinacionales controlen la agricultura, desde el punto de vista de la soberanía de una nación o de un espacio geopolítico, en nuestro caso de España y Europa. Cuando no tenemos en mano ni siquiera nuestra propia alimentación evidentemente nos tienen cogidos por las pelotas, como se suele decir.

Estas dos consideraciones, independientemente de si los OGM son buenos o malos en sí, me parece que deberían ser decisivas, para un gobierno y unas clases dirigentes dignas de este nombre.

En resumen, por la conservación de la riqueza biológica, por la soberanía alimentaria, porque hay que evitar que unos pocos –en último análisis quien controla la finanza y el dinero, porque todos los caminos terminan allí- tengan el dominio total de la agricultura, por todo ello se impone poner freno a esta gran hidra, que quiere extender sus tentáculos a toda la agricultura mundial y controlar la alimentación de todos los habitantes del planeta.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No sólo es adecuado el lenguaje que usas, sino que además expresa perfectamente la situación.
En esto se ha convertido la sociedad europea. Esto es lo que han pretendido hacer desde las ideologías de "género", del "bienestar", de la "socialización", de la "empatía", de las "nuevas masculinidades", etc, etc.
Todo un engaño en el que la mayoría ha caído con gusto, inconscientes de la tiranía que se va imponiendo.