jueves, 2 de julio de 2020

LAS MARICONADAS DE ESTADO, EL TOTALITARISMO LGTB Y EL DEBER DE LA DISIDENCIA


Artículo publicado en El Correo de España


Como cada año llega la semana del llamado “Orgullo” en la que celebra su propia decadencia buena parte del mundo y especialmente Occidente, que parece regodearse de manera particular con el olor de su podredumbre. Los poderes públicos jalean y apoyan con entusiasmo: es el triunfo de los lobbies de la degeneración, que han tomado el control de las instituciones y marcan el territorio con una serie de Mariconadas de Estado que cada vez van a más. 

Mariconadas de Estado son los buzones de correos pintados y las banderas en los Ayuntamientos, como lo son (metafóricamente hablando) el culo en pompa y las bajadas de pantalones de los políticos frente a la secta LGTB, así como las mil otras maneras en que los poderes públicos expresan su apoyo a la causa LGTB, poniendo el Estado al servicio de los intereses de este grupo y su agenda. 

Gran Mariconada de Estado y novedad del año es el emblema arcoíris que ha ondeado en durante unos días en el perfil de twitter de la Guardia Civil; como una bandera izada en el centro de la ciudadela, para dejar bien clara su ocupación del territorio. No se podía esperar otra cosa de un país donde el ministro de interiores es abiertamente homosexual y naturalmente barre para casa.

Todo esto nos dice una cosa sola: que vivimos en un estado totalitario dominado por la ideología LGTB, donde sus partidarios y practicantes ya han tomado el control del Estado y están permeando todo con sus ideas, no sólo el aparato estatal cada ámbito de la vida y la sociedad. No se admiten discrepancias, se purga a los disidentes y se señala a los desafectos. Lo ha dejado bien claro la bandera arcoíris en el emblema de la Guardia Civil, que no ha sido una “mariconada anecdótica” sino una mariconada oficial. El Estado son ellos y oponerse a la ideología oficial no está consentido.

¿Qué es oponerse a la ideología oficial? No significa querer dañar o perjudicar a nadie por su condición, como tendenciosamente se nos ha lavado el cerebro para que pensemos con la mendaz y manipuladora palabra homofobia. 

Significa negarse a reconocer que una unión homosexual merezca el nombre, la consideración y el tratamiento legal de matrimonio; defender el concepto de normalidad como atracción y unión de hombre y mujer; no aceptar la aberración inmunda de entregar niños en adopción a homosexuales; afirmar el valor normativo de las figuras de padre y madre, la necesidad de la polaridad entre lo masculino y lo femenino en todos los ámbitos de la vida; rechazar que toda una serie de trastornos psicológicos de la sexualidad, casos de disarmonía o discrepancia, entre el cuerpo y las inclinaciones sexuales o la percepción de sí mismo, tengan el mismo valor que la normalidad; negarse a que los canallas practiquen la ingeniería sexual sobre nuestros hijos, fomentando la confusión sexual y la homosexualidad, en una etapa de su vida en que son especialmente vulnerables a estas manipulaciones.

En una palabra, defender la salud y la normalidad contra el avance de la podredumbre. No nos dicen todavía que todo ello está fuera de la ley, pero se han quedado ya sólo a un paso de ello.

Para los que nos negamos a tragar con toda esta basura impuesta desde arriba, una verdad queda clara: el Estado se ha convertido en enemigo. Sus fuerzas del orden no sólo persiguen delitos comunes, sino que se les imparte también formación ideológica y probablemente tienen ya una sección política especializada cuya misión es reprimir la disidencia; cada día más, su justicia y su derecho son la voluntad de la secta LGTB encarnada en leyes (como decía Marx del orden burgués) y por tanto son parte del poder al que nos debemos oponer. Fuera del Estado en sentido estricto, todo el Sistema en que vivimos forma parte de lo mismo. Sus medios de comunicación, sus productos del entretenimiento, todo ello es parte del mensaje oficial, todo ello es propaganda y basura.

Estamos en la disidencia y nuestro deber es luchar, resistir, negarle cualquier legitimidad a esta inmensa invasión de la alcantarilla desbordada.

El Poder quiere que cada uno de nosotros piense que está solo, que nos sintamos aislados, oprimidos por la fuerza del rebaño, nos quiere meter en la cabeza que nuestra posición no tiene legitimidad ni cabida, que estamos fuera del “tiempo” y de la “historia”.

Pero la Historia no está jamás escrita, el Tiempo no es ese triste desierto progresista donde ha muerto la libertad humana, y de lo único que estamos fuera es de las alcantarillas pestilentes.

MAX ROMANO

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pero es que entorno a toda esa "bazofia" hay organizado un gigantesco negocio, con un baile de millones gigantesco que tenemos que sufragar los maltratados ciudadanos, y me temo que el negocio va a mås con las nuevos proyectos de ley que vuelan como buitres sobre el parlamento. O damos un giro de ciento ochenta grados a la situación actual, o acabaremos pagando impuestos por no pertenecer a esos grupos.