Bonito barco. Limpio, arreglado y según todas las apariencias en excelentes condiciones, es el famoso Aquarius perteneciente a una de esas asociaciones colaboracionistas en la guerra contra los pueblos de Europa, cómplices en esa invasión demográfica que supone la inmigración ilegal. Como salta a la vista, no es ni una patera ni una nave destartalada; sería oportuno preguntarse de dónde sale el dinero necesario para su actividad, que no debe de ser muy poco.
El señor Pedro Sánchez, acogiendo el barco
de inmigrantes ilegales Aquarius rechazado
en los puertos de Italia y Malta, se ha estrenado con una declaración de
intenciones, la primera de lo que será su (esperamos) breve reinado. Ratón en
lo alto del queso de un poder fuera de toda proporción con sus méritos y
estatura política, comienza ya a provocar daños. Esta primera señal ha sido un
mensaje, o más bien una invitación en toda regla, a las mafias de la
inmigración ilegal y a todos los que aspiran a entrar ilegalmente en Europa.
Inmigrantes
ilegales y no migrantes, como nos quiere imponer el
lenguaje-de-mentira políticamente correcto. Las palabras son importantes. Ilegales porque existe una legalidad que
regula el derecho a entrar en un país y quien se la salta hace algo ilegal. Por mucho que pueda berrear la
propaganda babosa del “ningún ser humano es ilegal” a la cual replicaremos
con la consideración evidente de que ilegal no
es la persona, sino su presencia donde no le quieren, lo cual le convierte en
un invasor. Inmigrantes porque van de un lugar de origen (el suyo) a uno de
destino (el nuestro) mientras que la palabra migrantes, cuyo uso nos
quieren imponer, contiene en sí la negación de que existan lugares de
pertenencia, implica o sugiere la aberrante y suicida idea de que toda la
tierra es la casa de todos, de que cualquiera tiene derecho a establecerse
donde quiera pasando por encima de la voluntad de quienes viven allí.
El carácter odioso y criminal de esta concepción resulta
transparente si la trasponemos al plano personal, a pequeña escala. Es como si
personas ajenas a mí, a las que no he invitado y saben perfectamente que no las
quiero en mi casa, exigieran el derecho a entrar y establecerse en mi vivienda.
Cuando les cierro la puerta e intentan entrar por la ventana, inevitablemente
alguno se romperá la crisma. Pero no soy yo el responsable de ello, como no lo
soy si llevan un niño a cuestas y también el niño se rompe la crisma. Por
motivos humanitarios, si veo que se ha caído y está agonizando bajo mi ventana
podré ayudarle o llamar una ambulancia; incluso admitiré que tengo la
obligación de hacerlo, pero eso no le dará el derecho a entrar a vivir en mi
casa. Menos aún debo aceptar que lenguas de serpiente intenten crear en mí un
complejo de culpabilidad por ello y traten de obligarme, con técnicas de burda
manipulación emocional, a abrir la puerta de mi vivienda.
Sin embargo, lo que parece evidente a este
nivel no se comprende con la misma claridad cuando nos elevamos a esa gran casa
común que es la propia nación. Y el motivo es, precisamente, que han destruido
en nosotros la idea de Patria, del territorio como nuestra casa, la casa de un
pueblo concreto diferente de los demás. Han destruido el sentido de la
identidad, de pertenecer a un pueblo y tener una casa común, para sustituirla
con la pequeña mentalidad que termina en la puerta dela propia casa.
Lo anterior no significa que debamos rechazar al otro por principio, que debamos echar el cerrojo y no admitir a nadie. Pero sí que tenemos derecho a elegir quiénes entran y quiénes no, exigirles a quienes se establecen entre nosotros respeto y un comportamiento correcto, expulsar a los que no cumplen con ello.
El caso del barco Aquarius y los demás medios utilizados para favorecer la invasión de Europa a través de la inmigración ilegal es significativo, nos muestra hasta qué punto esta guerra contra los europeos goza de la complicidad de los políticos europeos y en general nuestras clases dirigentes. Todo ellos excepto, naturalmente, las fuerzas políticas que los medios manipulados llaman populistas, precisamente porque se hacen eco de la voluntad de sus pueblos en vez de la voluntad de quienes pagan el sueldo a los periodistas; una ironía que los superpagados juntaletras de los grandes medios por algún motivo no consiguen percibir.
No hay nada malo en salvar a los náufragos
o a la gente que está en peligro de muerte, siempre que a continuación se les
devuelva a África. No se puede o no se debe dejar a la gente ahogarse en el mar sin mover un
dedo. Ahora bien, esto es una cosa y otra muy distinta ir a buscar la gente en
las pateras, incluso hasta las costas de África, para recogerla y traerla a los
puertos europeos. Las ONG que hacen esto son, además del soporte logístico para
la invasión de Europa, asociaciones
criminales en el pleno sentido del término. Pues evidentemente una
organización de personas asociadas para favorecer una actividad ilegal es una
asociación criminal.
Por eso no se comprende por qué estos
barcos, cuyo objeto es favorecer la inmigración ilegal, no son apresados por
las fuerzas del orden y confiscados, por qué los líderes y los financiadores no
son procesados. Y la respuesta es muy sencilla: porque las clases dirigentes
europeas, sus políticos, sus medios de comunicación y los poderes reales que hay detrás de todos ellos, están embarcados en una guerra contra Europa
y los pueblos europeos, son los dirigentes, los colaboracionistas y los tontos útiles en la invasión demográfica de
Europa.
Para concluir, notaremos cómo a la
irresponsable invitación del papanatas español en el gobierno se acompaña, en
lamentable contrapunto, la estúpida alegría del ministro italiano por haber
conseguido desviar el barco hacia España. Esto denota una mentalidad muy
limitada y no comprende algo muy básico: que la cuestión atañe a toda Europa, que
es nuestro continente entero el que está en peligro de ser sumergido por la invasión
demográfica del Sur.
Triunfo habría sido el que se obligara al barco a volver a África y dejar allí a los rescatados de las pateras. Todo lo demás es alegrarse de que, en medio de un incendio, la casa del vecino vaya a ser pasto de las llamas un poco antes que la mía.
1 comentario:
Ni pongo ni quito una coma.
Has puesto palabras a las ideas que pululan por mi cabeza y yo no era capaz de expresar.
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