martes, 9 de julio de 2013

LA DICTADURA MUNDIAL (V): La salida del túnel



Tras unos días de descanso y antes de una pausa estiva voy a publicar algunos artículos que tengo pendientes y en primer lugar concluir la serie de la Dictadura Mundial.

Por tanto continuamos el tema donde lo habíamos dejado, al final de la cuarta parte sobre los antimundialistas de izquierdas

¿Cómo se puede luchar contra esta tiranía en vías de construcción y ya en un estado avanzado? ¿Qué podemos hacer, personalmente, qué se puede hacer, políticamente?

Y sobre todo la pregunta fatídica e incómoda, de cuya resolución depende todo lo demás…¿Es una guerra perdida, es imposible, inútil y destinado al fracaso resistir y combatir contra fuerzas tan superiores que tienen una proyección global?
A esta pregunta hay que responder negativamente. Es decir afirmar de la manera más neta la posibilidad de dar batalla, no para luchar una guerra perdida ni como puro testimonio en un cuadro de “pesimismo heroico” – lo cual aun así tendría su valor, si no otra cosa para las generaciones futuras - sino para abatir el sistema o cuanto menos para conquistar espacios de libertad. Por muy grande que sea la medida de aparente invencibilidad y potencia de este poder, con su dominio de los ganglios vitales de la política, la finanza y la cultura, la superioridad militar de las potencias en que se apoya.

Aun cuando todo parezca perdido siempre quedará un quid que no se conseguirá erradicar y suprimir del todo, un residuo de libertad y espíritu humano que se podrá ocultar, cubrir con una capa de detritos, falsificar; pero nunca extirpar, porque está enraizado en la misma naturaleza humana. Esto representará siempre una amenaza, una debilidad permanente de un sistema que ignora necesidades y aspiraciones básicas del hombre, que quiere reducir todo a un inmenso mecanismo económico y al cálculo de la felicidad.

Pero  sin hablar tan en general, este poder está lejos de ser omnipotente o infalible. Opera sobre abstracciones y en un mundo virtual, mientras que las personas viven en un mundo local, real. Ya sólo esto abre la posibilidad de conquistar espacios de libertad. A nivel geopolítico, aunque aspire dominar todo el mundo, está lejos de haberlo logrado y se encuentra con importantes resistencias.
Poder que se apoya para crecer y dominar las naciones en una clase cosmopolita y desarraigada, sin identidad ni valores, cuyo único credo es el dinero y que no pertenece a ninguna parte. Esta es su fuerza pero también su debilidad. En efecto, puede ser verdad que el dinero mueve el mundo, pero lo es sólo al nivel más superficial, al nivel de las causas inmediatas y contingentes. A nivel más profundo, los auténticos impulsos que hacen moverse los hombres y que han hecho la historia son otros. Ninguna nación, imperio o logro humano esculpido en el libro de la historia ha sido jamás el resultado de una suma de individuos que aspiraban cada uno a maximizar su utilidad individual o su beneficio. Muy al contrario, ha sido siempre la obra de individuos que creían en una idea, en unos valores, en una patria. El interés material e individual es una condición práctica para que la empresa se realice, el cemento, lo que ayuda a mover voluntades y corazones, pero no el motor profundo.

Será verdad, sin duda, que todos quieren bienestar material y no pasar apuros a fin de mes, pero nadie está dispuesto a morir por el PIB o por los tipos de interés. En cambio los hombres han estado siempre dispuestos a morir por su libertad, por su patria y por aquello en lo que creían.

Es por ello – está ante nuestros ojos - que el poder mundialista se ve obligado a recurrir a mercenarios o a máquinas para combatir sus guerras, contra adversarios infinitamente más pobres y más débiles pero que en cambio están preparados para ofrecer su vida.

Las anteriores consideraciones nos proporcionan la base de nuestra certeza profunda, adamantina, de que existe de un núcleo inviolable de libertad, de donde siempe podrá partir la resistencia y la rebelión. Una certeza que no es demostrable y los filisteos llamarán irracional. Si queremos llamarla así, una fe en las posibilidades del espíritu humano contra el mecanismo.

Pero, armados con esta certeza y habiendo vencido la primera batalla, la batalla contra el desaliento y el derrotismo en nuestro interior, lo que se necesita es bajar al nivel de la realidad concreta, de la acción política y cultural, que es donde se cambian las cosas.

Seguramente el primer paso es empezar por reconocer en la falsa dialéctica de los partidos mayoritarios un engaño y una herramienta más del poder mundialista. Lo mismo vale para la falsa contestación, repartida a partes iguales entre lenguas de serpiente,  cuyo objetivo consciente de desviar sistemáticamente y neutralizar los fermentos de rebelión, y tontos útiles que no saben cómo están las cosas, piensan ser rebeldes y están en cambio totalmente dentro de lo que creen criticar.
Esta toma de conciencia es el principio y un primer paso necesario, fundamental. La tiranía mundial necesita que la gente piense, cuando va a votar, que la papeleta que deposita en la urna es algo más que papel higiénico. Es necesario que el status quo sea legitimado por el rito de unas elecciones, cuya verdadera función no es elegir quien nos va a gobernar o expresar una línea política y social, sino deslegitimar y demonizar a la verdadera contestación.

El buen funcionamiento de todo el tinglado exige que la dialéctica política entre gobierno y oposición sea en realidad un cacareo de grupos y camarillas, una merienda de las dos corrientes en el partido único del sistema; una riña de gallinas por el alpiste que el verdadero dueño del corral graciosamente les proporciona. Con el trabajo de todos nosotros, naturalmente.

Naturalmente existe la posibilidad de que una fuerza política realmente alternativa se abra camino. Después de todo si una corriente de opinión lo suficientemente fuerte se forma y encuentra líderes capaces, aunque sea combatida y demonizada por los medios y los poderes fuertes, en principio puede hacer oír su voz. El mecanismo democrático prevee libertad de asociación y acción política, con el único límite del no recurso a la violencia.

Esto en principio es correcto y existe tal posibilidad. Desde luego no es necesario recurrir a la violencia ni acaricias velidades “golpistas” para oponerse a la dictadura mundialista en formación. El problema de la violencia sin embargo muy probablemente se planteará, pero desde el otro lado.

Me explico. Si una fuerza política, expresion de la voluntad popular, se posiciona contra este sistema y triunfa, difícilmente los que de verdad mandan lo aceptarán; muy al contrario, recurrirán al juego sucio, a todos los niveles. Inevitablemente pues la política – la de verdad – no es un juego. Puesto que la democracia y el sistema de partidos una fachada y una representación, será respetado el procedimiento regular mientras salga elegido quien debe salir. Si sucede que – difícil pero siempre posible – una fuerza antisistema alcanza el poder o llega a amenazar seriamente el status quo, el decorado democrático se dejará de lado, se aplicará la violencia y el golpismo si es neceario, se arrojará la máscara y se usarán medios ilegales.

En realidad estos medios pseudo- o para- golpistas los estamos viendo ya en la Europa de hoy, pero se llaman gobiernos técnicos, generalmente de hombres procedentes dela banca, no elegidos por nadie y que no responden desde luego ante los electores. Están ahí come resultado de acuerdos y enredos parlamentarios, y la presunta soberanía popular  es evidente por dónde se la pasan. Es fácil comprender cómo en un hipotético escenario de triunfo de fuerzas identitarias o fuerte oposición al sistema, no se vacilará en el uso de la represión violenta y la ilegalidad.

Este escenario sin embargo es ya una media victoria, porque en tal caso habrá caído la legitimidad, y la batalla estará por lo menos bien encaminada. Pero lo que es más importante, en tales hipótesis, si el sistema se ve obligado a suspender la democracia para negar, con la violencia y la ilegalidad abierta, la voluntad popular, a este punto estará totalmente justificada, es más será un deber cívico y una obligación moral, la rebelión y el uso de medios violentos contra el poder. En otras palabras se habrá totalmente legitimado una acción revolucionaria, en cuanto respuesta violenta respaldada por la voluntad de los pueblos contra una oligarquía de traidores que usa la violencia y la ilegalidad, oligarquía que se habrá por tanto convertido en una banda de usurpadores sin legitimidad, incluso según sus propias reglas.

Dejando de lado las hipótesis fantapolíticas, la disyuntiva hoy está clara para los pueblos del mundo: aceptar vivir bajo la bota de hierro del mundialismo o combatir contra ella. En el caso de Europa la alternativa es llegar a un despertar y un renacimiento, o viceversa o resignarse al dominio de una tiranía que en nuestra era será definitivo, cambiará la sustancia étnica de Europa, destruirá su cultura y su civilizzación.

El objetivo por tanto, lejos de cualquier derrotismo, debe ser trabajar por una oposición real al sistema, una alternativa política, un movimiento de opinión y lucha que llegue a ser suficientemente fuerte para barrer el sistema actual y sus clases dirigentes. Es por tanto de la máxima importancia reconocer las fuerzas que son una falsa oposición y las que pueden ser parte de una verdadera.

¿Cómo se reconoce la falsa y la verdadera oposición al sistema? En primer lugar la falsa contestación es siempre la niña mimada de los medios; los expertos hablan, comprenden sus motivos; deploran ocasionalmente algún exceso, como que dejan la calle muy sucia y queman algún contenedor y hacen pintadas en los bancos.

La verdadera contestación se puede reconocer, en cambio, por el fuego rasante y concentrado de los medios contra ella, cuando ya no es posible ignorarla; por la demonización, la falsificacion deliberada de sus ideas y propósitos, la evocación de los fantasmas del pasado vengan o no a cuento.

Tratándose de luchar contra una dictadura cuya aspiracion es crear un gobierno y una sociedad mundial, uniforme y controlada por una burocracia supranacional, está claro que la accion política debe ir directamente al tema de la soberanía, en todos los ámbitos, afirmar la soberanía con todas las fuerzas porque es lo que el mundialismo niega con mayor energía. El núcleo de su poder es el dinero, el sistema monetario y financiero; por tanto la soberanía monetaria es el primerísimo objetivo.

En ningún campo como en éste el sistema defiende más celosamente sus prerrogativas y combate de raíz cualquier desafío. Cualquier forma de intercambio económico o de moneda que no pase por el sistema bancario internacional, ligada a las realidades locales, representa un desafío contra el sistema donde más le duele.

Esta es una línea de acción que se puede llevar a cabo si existe voluntad política; monedas locales, formas de dinero o documentos asimilables al dinero, instrumentos económicos y monetarios gestionados por el Estado y no mendigadas a los usureros a cambio de interés. Aunque por supuesto el objetivo final necesariamente debe ser la nacionalización de los Bancos Centrales y la soberanía monetaria total.

La soberanía jurídica es también fundamental, rechazando en primer lugar el aberrante concepto de Justicia Universal tan caro a ciertos juristas en España y especialmente al héroe progre Garzón; concepto universalita que, por una parte, legitima a jueces que se creen misioneros a meter las narices en los asuntos de los demas países, y por otra permite que la pretendida ley universal se aplique en nuestro territorio, negando por tanto el derecho a un espacio jurídico propio, independiente, expresión de la nación, cuya voluntad en cambio debe ceder ante la presunta justicia internacional.

Lo mismo vale para los tratados y las leyes internacionales, que según el perverso sistema hoy imperante – que se nos ha impuesto – en caso de conflicto con las leyes nacionales tienen la precedencia. Nuevamente aquí se niega a una nación el derecho a darse instituciones y leyes propias, en línea con el sentimiento de su población y sus tradiciones. Seguramente es necesario el hacer acuerdos jurídicos y leyes internacionales, pero el automatismo con el que prevalecen sobre la ley nacional es aberrante y simplemente un instrumento de tiranía e imposición sobre la voluntad de los pueblos. Especialmente cuando no tienen que ver con las relaciones entre países sino con el funcionamiento interno de la sociedad, una nación puede llegar a ver cómo una burocracia externa le impide dotarse de las leyes y la organización social que libremente decide.

Finalmente, la soberanía militar es un paso indispensable porque hoy en día la OTAN, lejos de ser una organización defensiva, es un instrumento de agresión contra las naciones rebeldes y – en Oriente Medio – el brazo armado de Israel. Sólo por esto merecen apoyo todos los pueblos que armas en puño se oponen a Occidente, porque en el fondo están luchando también por nuestra libertad. Por muy odiosas que nos parezca su manera de vida y sus prácticas. Ciertamente no tenemos porqué aceptar ni tolerar en nuestra casa lo que para nosotros es inaceptable, pero al mismo tiempo exportar nuestro modo de vida con las bombas es hacer el juego del mismo poder que quiere destruirnos como nación y como cultura, porque las mismas bombas y drones que hoy caen sobre los talibanes o sobre las naciones árabes rebeldes al Nuevo Orden pueden caer dentro de diez o treinta años sobre una nación europea rebelde. Recordemos las agresiones contra Serbia y su amputación territorial para crear el protectorado  mafioso USA del Kosovo gobernado, con la bendición de los Buenos, por auténtica carne de horca dedicada, entre otras cosas, al tráfico de órganos extirpados a prisioneros serbios.

Ciertamente es necesario aliarse militarmente, pero siempre con la prioridad absoluta del interés de la nación. No es aceptable la participación en agresiones y aventuras militares al servicio de intereses que no son los nuestros, ni el uso de nuestros soldados como mercenarios del mundialismo.

Soberanía económica, financiera y monetaria, soberanía jurídica y legal, soberanía militar. Como un papel de tornasol, las actitudes respecto a estos problemas permiten distinguir quién es quién; los camareros del sistema, los tontos útiles, los oportunistas, o los que realmente son portadores de una propuesta alternativa y válida.

Estas son las líneas de acción que efectivamente van contra la dictadura mundial en construcción y pueden hacerla saltar por los aires. Todo lo demás, y muy especialmente las asambleas de indignados, no es más que blablabla…

7 comentarios:

Anónimo dijo...

- "...pero nadie está dispuesto a morir por el PIB o por los tipos de interés".

Para la gente, la mejor empresa por la que morir es el dinero:

http://www.alertadigital.com/2013/06/11/la-censura-mediatica-silencia-que-3158-espanoles-se-suicidan-por-la-crisis/

¡¡¡Ni siquiera en los países "tercermundistas" hay ese nivel de debilidad!!!

- El NOM ora está, ora no está; tiene mil rostros, habla mil lenguas. ¿Alguien conoce la ubicación del enemigo, para saber adónde se ha de apuntar la primera bala?
¿Se encuentra en las entrañas del monte Rushmore?, ¿se encuentra en un búnker bajo Tian'anmen?
Dudo que se le pueda hallar en un "spider hole" de Adwar, o en un desaguadero de Sirte.

Nicolás Sepúlveda dijo...

Yo creo que la resistencia está muy difícil. Aunque nosotros estemos dispuestos a morir en esta lucha, fracasaremos si no reunimos a la mayoría de la gente del planeta. Y el gran problema recae en la estupidez de la gente y la efectividad de la propaganda de la dictadura mundial. Es sólo cosa de fijarse en el rating de los programas más estúpidos, o en los comentarios de las noticias de facebook, twitter, u otras redes sociales, el progresismo, etc. Se evidencia la estupidez de la gente, que se niega a creer cualquier cosa que vaya en contra de lo que sus amos les enseñaron (haciéndoles creer que era rebeldía), como tú bien dices: "piensan ser rebeldes y están en cambio totalmente dentro de lo que creen criticar." Es la misma razón por la cual la democracia no sirve, porque en la teoría siempre ganará la estupidez, y en la práctica es un circo organizado por los verdaderos poderes.
Por mi parte estoy dispuesto a luchar hasta la muerte, física y políticamente, pero antes hay que hacer despertar a la gente, lo que creo que es el trabajo más difícil y que hasta ahora considero imposible. Saludos!

Anónimo dijo...

No creo que se pueda cambiar el culto al materialismo tan arraigado en las generaciones actuales. El poder, es hoy más fuerte que nunca, tienen a su favor todos los elementos posibles para dominar al individuo, y si eso no les diese el resultado apetecible utilizarian la violencia más destructiva para conseguir sus fines. Su dinámica es imparable.

Aún los que siguen una doctrina religiosa al límite (Islam), a la larga quedarán neutralizado por la corrosión del dinero, diluyéndose moralmente como nos está ocurriendo a nosotros.

Nos acercamos cada día más a una nueva Némesis, que acabará destruyendo incluso a quienes la propiciaron en su momento. No veo ninguna solución. Sé que mi visión es un tanto apocalíptica, pero, es tal el grado de alienaciónde de la gente, cosa verificable día a día, que los que aún estamos despiertos (o creemos estarlo), pensamos que solo una mutación en la especie humana nos haría transformarnos en algo mejor, o cuando menos, diferente.

Tal vez el mundo del espìritu y los valores morales que nos han sostenido durante siglos sea únicamente una "etapa más" en la transformación humana hacia una manera de vivir muy diferente de la existente.

Un saludo. LEG

Aryan dijo...

Esto me trae a la mente la pregunta del millón en la mayoría de foros identitarios (por ej Stormfront): “¿por qué la gente sigue votando a la misma mierda y no nos vota a nosotros, que somos los superarios-cruzadosdelarazablanca-elegidosantisionistas-pkmiegolovale?” Normalmente se responde, como si la cosa fuera de darse palmaditas en la espalda los unos a los otros, que el problema está siempre en los demás “la gente es borrega”, “los massmedia judeoyanquisionistas”, “es que Puteros2000 nos da mala fama” y un largo etcétera por el estilo: pareciera que si no fuera por el borregismo, los “sionistas” y los skins todo el mundo (ario, faltaría más) se mataría entre sí por ser los esclavos personales del caudillo megalómano de turno, pero, por extraño que pudiera parecer, la realidad NO ES ASÍ. Así que, si Occidente quiere salvarse, debe primero dejar de echar balones fuera, sea a la masa (que siempre ha sido tal, no solo ahora), a cabezas turcas de conspiranoia (aunque algo de eso haya, no tiene ni mucho menos la magnitud monotemática que se da a entender) o a los niñatos tatuados de esvásticas (¿a nadie le hace reflexionar que sean los principales apoyos de este tipo de partidos? ¿Alguien ha dicho los SA y el Maricoführer Röhm?) . El patriotismo, el racialismo y el moralismo NO nació con el fascismo y NO tiene por qué morir con él: pero si hasta Marx, el Che o Voltaire eran racistas hasta las trancas... El hombre ario es el hombre libre por excelencia, y así como el comunismo (socialismo internacional) solo triunfó en circunstancias muy puntuales (razón por la que crearon el marxismo cultural), el caso del fascismo (socialismo nacional) es idéntico, con la diferencia de que este no ha tenido la inteligencia para crear un “fascismo cultural”: así que si nadie vota al identitarismo, es por la sencilla razón de que para cambiar una satrapía por otra, es de tontos mover un dedo. Por esto, el identitarismo debe reconocer las libertades individuales, o no será (tal vez consiga algún triunfo puntual comprando voto con comida como los de AD, pero a largo plazo fracasará como ha fracasado todo el socialismo, sencillamente porque se basa en premisas nocivas cuya efectividad es inherentemente cortoplacista). Esta es la verdad, y ahora podéis hacer dos cosas: ponerme a parir y acusarme de “sionista/masón/infiltrado” por quebrantar vuestro cómodo espejismo y dogmas políticos (beatificación del fascismo), o aceptarla y tratar de construir algo eficiente de verdad. Honestamente, y después de la larga experiencia de decepciones personales que he tenido, ya no espero nada de nadie, por lo que una respuesta positiva será una (agradable) sorpresa...

Saludos cordiales,

PD: esto no quiere decir que no haya socialistas muy decentes: Rudolf Hess por ejemplo me parece una excelente persona, demasiado noble para comprender el funcionamiento de las luchas de poder entre facciones (Hitler, por cierto, ordenó dispararle “discretamente” si lograba regresar a Alemania): incluso Churchill reconoció que lamentaba el destino que le tocó...

Anónimo dijo...

Comparto el texto de la entrada, especialmente su parte final, sin soberanía en todos los sentidos(sobre todo financiera y monetaria) no se podrá salir de la actual situación tan nefasta en la que nos econtramos, bajo el yugo del mundialismo. Tal como se afirma en un acertado comentario el despertar de la gente es fundamental para intentar cambiar la situación de forma sustancial, para poder vivir en un mundo mejor con unos valores contrapuestos a los actuales.

Un saludo.

Anónimo dijo...

No creo que la gente que se suicida por la devastadora crisis que nos afecta lo haga por el dinero, vivimos en una sociedad dominada por el dinero, si lo hacen es porque no tienen trabajo y consecuentemente ingresos económicos para subsistir, obviamente no todo el mundo que se encuentra en esta situación lo hace(afortunadamente). En el llamado tercer mundo no tienen ese nivel de debilidad puesto que no conocen el consumismo que a nosotros nos atosiga, ni tampoco tienen que preocuparse por llegar a final de mes, viven de lo que les da la naturaleza, no tienen que pagar ni vivienda, ni agua, ni electricidad, ni gas, por supuesto tampoco por la comida(aunque escasee). Si mueren es por enfermedades y por inanición, no por depresión.

Anónimo dijo...

Aclaro:
Cuando afirmo que la gente no se suicida por el dinero, me refiero a que no es por adoración al dinero como es obvio, sino por la falta de dinero para subsistir al no tener trabajo e ingresos suficientes, que en nuestra sociedad es básico el tener unos ingresos mínimos para poder vivir.