Retomamos el tema de la dictadura
mundial en fase de implantación. En la anterior entrada La dictadura mundial (I): Abolir el dinero en efectivo se comentaba la gradual
abolición del dinero en efectivo, que desemboca en una economía totalmente
virtual bajo el férreo control y
supervisión de los guardianes del sistema.
Los posibles desarrollos
de este sistema de control total están a la vuelta de la esquina, no sólo en el
campo económico; como aviso tenemos el chip biométrico
que ya se aplica a mascotas en Estados Unidos y, si se implanta en los humanos,
permitirá tenernos bajo vigilancia constante y monitorizados. También aquí se
nos dora la píldora con argumentos sobre la conveniencia y la seguridad, más falsos aún que en el caso del dinero, siendo el objetivo real y no
declarado controlarnos a todos de la manera más estrecha posible.
Ya hoy existe una campaña
de propaganda y preparación de la opinión pública para que la población se
acostumbre a ser controlada; campaña sibilina, que utiliza los falsos pretextos
ya comentados y entre líneas deja entender que quien no quiera ser controlado y
vigilado, quien muestre signos de rebelión, es sospechoso sólo por esto.
Se estigmatiza por tanto
a quien aún tiene el sentido de la libertad y se niega a ser una abeja en una
gigantesca colmena. Es decir a quien aún quiere ser auténticamente humano y no
un código de barras.
Personalmente, y no creo
estar solo, no quiero que me controlen por mi bien, no necesito estar vigilado
constantemente, no quiero mis movimientos bajo la supervisión del Estado y tampoco
que mi vida esté en manos de los bancos. Quiero y acepto vivir en un sistema
que me castigue si cometo un delito, con el justo rigor, pero es repugnante
estar monitorizado en cada movimiento.
Seguramente serán muchos
los que, con mentalidad de borregos, acepten esta tiranía de la vigilancia
total y pensarán que vale la pena pagar este precio, vivir en la sociedad del
Gran Hermano en nombre de la seguridad y la tranquilidad. Pero por desgracia
para ellos, están destinados a ser defraudados. Podemos valorar lo que vale el
pretexto de la seguridad si consideramos que hasta ayer, en nuestro país y en
cualquier otro, cuando no había ni cámaras ni internet ni trazabilidad
informática, se vivía con más seguridad. Simplemente porque las leyes se hacían
cumplir, los delincuentes eran castigados con el justo rigor, los elementos
antisociales y dañinos eran apartados de la sociedad si eran autóctonos, y
expulsados sin mayores miramientos si venían de fuera.
Es así de simple. La
monitorización constante de los ciudadanos no sirve para hacernos vivir más
seguros sino para dominarnos mejor.
Y los ingenuos que
aceptan ser vigilados y controlados en nombre de la seguridad están destinados
a sufrir una gran decepción. Porque un sistema que necesita controlar a sus
ciudadanos hasta ese punto, obsesivamente - porque evidentemente los considera el
enemigo interno - necesita también para mejor guiar el rebaño que las ovejas no
vivan nunca del todo tranquilas. Que vivan en el temor del lobo que en
cualquier momento puede asomar las orejas.
Podemos estar seguros de
que siempre habrá alguna atrocidad, alguna matanza, algún loco o enemigo de la
sociedad que consiga filtrarse entre las mallas de la vigilancia. Porque el
sistema del control total los necesita. Existirán siempre, por tanto, los lobos
solitarios o las Al Qaedas de turno y
sus acciones atroces. Si no aparecen se los inventarán, porque los necesitan, y
naturalmente los malos serán atrapados enseguida de manera muy edificante para
los ciudadanos. Así se matan dos pájaros de un tiro: por un lado la gente
tendrá siempre algo de miedo y así se la controlará mejor, por otro lado todos
quedan convencidos de que es necesario que el Estado nos vigile a todos. En la
novela de Orwell – a la cual es forzoso referirse una y otra vez - de vez en
cuando caían bombas sobre la ciudad, por obra del mismo gobierno, para que la
gente no olvidase que estaba en guerra.
Las mismas ideas fueron
expresadas hace ya mucho por Benjamin Franklin - que por lo demás me cae algo gordo pero aquí tenía razón - cuando afirmaba que quienes
sacrifican la libertad en aras de la seguridad no merecen ni la una ni la otra,
y acabarán sin tener ni libertad ni seguridad.
Palabras sabias siempre olvidadas
por la estupidez humana, que parece atraída una y otra vez, fatalmente, por los
proverbiales caminos pavimentados de buenas intenciones que llevan al infierno.
1 comentario:
Totalmente de acuerdo y que sepas que no estás solo: el ejemplo de Benjamin Franklin es una de las pruebas de que el sectarismo ideológico que vincule indisolublemente la oposición al Sistema con el neofascismo no es sino un precipicio hacia la marginalidad y el fratricidio. Hay gente muy decente (y con decente no me refiero a ser "wenoj" en el sentido progre, sino inteligente, consciente, honrada, idealista y honorable) en sectores conservadores/liberales e incluso en algunos izquierdistas, y toda regeneración que aspire a perdurar debe saber coordinar y amar a las buenas gentes de su pueblo, y no pretender alinearlas y esclavizarlas, haciendo el trabajo al Enemigo: ya dijeron los romanos "divide et impera". El demos, que se distingue del oclos en tanto está formado por hombres libres con voluntad propia (que no necesariamente tienen que pensar igual ni tener la misma ideología o religión), debe ser respetado si se quiere obtener una lealtad perenne de corazón. Yo mismo siempre he sido suspicaz a dar todos mis ahorros al banco, o a depender del papel-moneda y nunca uso tarjetas de crédito. Tampoco tengo Facebook y procuro configurar mi ordenador para que tenga las menos vulnerabilidades posibles. Y naturalmente, si un estado filosoviético me quisiera forzar a implantarme un chip defendería mi libertad hasta la muerte (a lo Wallace), y de verme solo y acorralado me suicidaría: más vale morir como un hombre libre que vivir como un esclavo. Además, como cristiano tengo el deber espiritual de desconfiar de cualquier cosa que me quieran tratar de implantar en el cuerpo, porque siendo el código de barras una transcripción numérica, bien podría tratarse de la Marca de la Bestia profetizada en el Apocalipsis. Yo veo en el abortismo a la Gran Ramera que bebe la sangre de los santos (bebés inocentes que no han cometido pecados propios), a Babilonia como ejemplo de civilización avanzada pero decadente (Occidente actual), a el Falso Profeta como todos los new-agers y destructores de la espiritualidad tradicional de signo cristiano, y a la Bestia como a los tiranos que aspiran a coronarse y a esclavizar al mundo. Veo a Cristo como la Encarnación de Dios, que si la primera vez vino como un Mesías Pacífico que se sacrificó por nuestros pecados, retornará como un Divino Rey que comandará a las huestes del Bien en el Armagedón e impondrá la Justicia tan anhelada por los piadosos.
Un cordial saludo, VIVA CRISTO y como dice el Escudo de Virginia: SIC SEMPER TYRANNIS
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