viernes, 18 de noviembre de 2011

ELECCIONES 2011


No escribo a menudo de política en este blog porque he decidido enfocarlo principalmente al comentario de fenómenos y tendencias sociales, pero esta vez voy a dedicar unas palabras a ello, pues las elecciones generales del próximo domingo se presentan como el final de la era Zapatero.




El día 20-N tenemos otra vez el rito cansino con el cual se nos llama cada cuatro años a expresar nuestro consenso al sistema en el cual vivimos, a legitimar la democracia y el sistema de los partidos tal como está organizado actualmente.

Porque de eso se trata. De una legitimación del sistema y no de participar en decisiones tomadas en sedes internacionales por personajes que juegan al monopoly –casi en sentido literal- y que no dan cuenta a nadie de ellas, seguramente no a los pueblos que de boquilla tienen la soberanía. Ni por asomo en las elecciones decidiremos cuál va a ser la política económica o monetaria que seguirá nuestro país, qué modelo de sociedad queremos, qué posición vamos a tener en el mundo.

No creo que el señor Botín tenga personalmente el poder y la importancia que le atribuye la simpática imagen que abre esta entrada, pero el sistema que representa y encarna sí. Esta imagen representa exactamente la realidad actual.

La falta de soberanía de las naciones, el carácter de marionetas y camareros de los gobiernos elegidos de frente a los mercados y el poder financiero, se está haciendo ya dolorosamente evidente, especialmente en las recurrentes crisis financieras y de deuda pública, problema que es de la máxima actualidad. La política no tiene respuestas ante esto más que obedecer a mercados y organismos internacionales, y estar pendiente de los oráculos que se dignan conceder las piratescas agencias de rating, como si fueran revelaciones divinas.

En cierto sentido son de hecho revelaciones divinas. Son la palabra del único dios que ha quedado en Occidente, el dios dinero, y el responso del oráculo o rating interpreta la voluntad de este dios caprichoso, es decir para dónde se va a mover la masa monetaria de los mercados. El único culto verdaderamente profesado es la religión del dinero, del beneficio y el interés, con sus evangelistas, sus templos y sus profetas, sus guerras religiosas para aplastar a los infieles, sus sacrificios al dios –las reformas antisociales y antinacionales sin falta exigidas- para aplacarlo y ganarse su favor, su casta sacerdotal de usureros y piratas que se pasan por la entrepierna quién gana unas elecciones. Porque se han asegurado que esas elecciones no puedan ganarlas partidos equivocados.

Además de esta cuestión, está el colosal engaño del sistema de los partidos y en especial el bipartidismo. Sobre esto y en general sobre la democracia liberal tratan algunos textos de Massimo Fini que estoy traduciendo estos meses en el blog hermano El Velo Rasgado. El análisis de Fini hace hincapié en el carácter de fraude y de farsa del sistema, cuya principal utilidad es legitimarse a sí mismo, tener a la gente engañada y deslegitimar cualquier oposición real. En resumen “darle por culo a la gente con su consenso” en el colorido lenguaje que a veces emplea el autor. No voy a añadir nada a lo que allí se dice, ni ponerme a analizar en un blog de breves artículos como éste los pros y contras del sistema democrático, pero sustancialmente estoy de acuerdo con estas ideas.

Ni siquiera cuenta nada la opinión pública en la decisión de participar en una u otra de las guerras para imponer el nuevo orden mundial angloamericano. Guerras decididas por motivos que nunca son mencionados, que se disfrazan grotescamente de operaciones humanitarias y se venden a la opinión pública con mentiras y desinformación. Este patrón se ha verificado constantemente en los últimos años y da exactamente igual el color del gobierno que esté en el poder porque todos obedecen. Afganistán, Kosovo, Irak, Libia…

Incluso en el ámbito de la libertad de expresión, que al final parece ser lo único que le queda a la democracia para fundamentar su pretensión de superioridad moral, esto es el hecho de ser un sistema poco represivo, las cosas no están tan claras como parecen. El blanco no es tan blanco ni el negro tan negro. Existen libros e ideas prohibidas, hay gente en la cárcel por sus opiniones o simplemente por vender libros prohibidos, y cuando se trata de perseguir las ideas realmente disidentes la democracia es represiva como cualquier otro sistema. Hablé de ello hace tiempo en el blog en la entrada Inquisiciones y me remito a ese artículo. En cualquier país, democrático o no, tienen vida difícil los que critican y atacan a quienes realmente tienen el poder, pero en muchos países supuestamente represivos hay de hecho más libertad que en Europa para defender ideas disidentes. Los países europeos, si una vez fueron tierra de libertad y vitalidad intelectual, se están convirtiendo a pasos agigantados en tiranías de la corrección política, con sus leyes liberticidas y con su policía del pensamiento formada por siniestras, canallescas organizaciones de profesionales de la tolerancia militante, cuyo cometido es cerrar la boca y meter en la cárcel a quienes dicen cosas que no les gustan.

Poco a poco en Europa se está construyendo un estado policial que en la práctica sofoca toda libertad de pensamiento real. Y eso son contar que aun en ausencia de censura formal y leyes liberticidas, cuando los medios están concentrados en pocas manos y dependen de grandes grupos de poder económico, la pretendida independencia y libertad no son más que un fraude y un engaño: son órganos de propaganda como lo era Pravda en la Unión Soviética.

Por todo lo expuesto creo muy poco en el sistema de los partidos y en la democracia, y sobre todo considero bastante inútil ir a votar en estas condiciones. Comprendo el discurso del voto útil y puedo entender a quien se comporta de esta manera, pero no va conmigo: uno no tiene porqué apoyar a un partido que le disgusta y con el que no tiene nada en común sólo porque le disgusta menos que otro. El voto no es simplemente un mecanismo de decisión y una herramienta, es ante todo un acto de apoyo y legitimación, hacia el partido que se vota y hacia el sistema en general.

Un sistema que por ejemplo ha excluido de la competición electoral los pequeños partidos, imponiendo pocos meses antes de las elecciones el requisito de la obtención de un cierto número de firmas para poder concurrir. Serán partidos de ínfima consistencia pero se les ha negado la oportunidad de intentar hacer su propuesta a la sociedad, para que se escuche solamente la voz de los grandes partidos del establishment. Si la opción es elegir entre los partidos que los fulleros de la política han dejado que se presenten…pues no gracias. Ni voto útil ni zarandajas.

Con todo, no voy a hacer una gran cuestión de ello, porque el problema es la inconsistencia política de las opciones realmente alternativas en nuestro país. La cantidad de firmas exigida es objetivamente modesta y si existieran fuerzas políticas con un buen arraigo popular, como sucede en otros países europeos con los partidos identitarios, no tendrían problemas en reunirlas. El problema es éste y no otro.
  
Pero aun en el caso de que un partido realmente alternativo, fuera del partido único con varias corrientes, consiga resultados importantes, que nadie piense que el sistema va a respetar la tan cacareada voluntad popular porque usará la guerra sucia y la demonización contra todo aquello que se salga de los límites de la corrección política. Por ejemplo consideremos esta noticia procedente de Alemania donde se está buscando un pretexto para ilegalizar el partido NPD calificado como neonazi


Sin entrar en el programa del NPD, es grotesco pretender que pretenda restaurar el régimen nazi, muerto y enterrado desde hace siete décadas, o repetir sus abusos y excesos. Es un partido legal que acepta la democracia y sus reglas. Pero, eso sí, se trata de un partido nacionalista alemán y europeo, que forma parte de la ola de movimientos identitarios que están cogiendo fuerza en Europa. Y son objeto de lo que a todas luces es una persecución política.

Ya en 2003 intentaron prohibir este partido, pero no lo lograron por los chapuceros procedimientos empleados: los infiltrados de los servicios secretos en el partido eran los mismos que recogían –o fabricaban- las “pruebas”. Esta vez es algo parecido: el pretexto es una serie de homicidios durante los últimos años, atribuidos a una ”célula neonazi” de tres personas, dos de ellas muertas suicidas y otra arrestada. Se quiere achacar al NPD la responsabilidad de estos crímenes para ilegalizarlo. Esto –evidentemente- apesta por los cuatro costados a falsificación y montaje deliberado. No sería extraño que los mismos servicios secretos infiltrados hubieran manipulado a cuatro trastornados o apretado el gatillo ellos mismos, y al final hayan cerrado la boca “suicidando” a dos de los tres integrantes de la fantasmal “célula neonazi”.

Esta es la guerra sucia que debe esperar quien se oponga al sistema, que cuando se ve realmente amenazado no duda en tirar, no sólo las caretas de libertad, tolerancia y respeto a la voluntad popular –estas caretas hace tiempo que las ha tirado para quien quiera ver la realidad- sino también la última careta del respeto a los procedimientos formales y mecanismos democráticos.

Resumiendo, no diré que el resultado de las elecciones sea totalmente indiferente; creo que no cabe decir esto, aunque sólo sea por el necio fanatismo y sectarismo del que han dado prueba los socialistas en estos desgraciados años. Pero aún así no creo que valga la pena votar ninguna de las opciones disponibles. Ni siquiera en la mediocre perspectiva del voto útil o del votar tapándose la nariz según las famosas palabras del italiano Indro Montanelli en los años setenta. Dicho sea de pasada, la retórica del derecho-deber de votar me parece totalmente risible, no sólo porque muestra una preocupante confusión semántica entre derechos y deberes, sino principalmente porque uno no tiene porqué aceptar la imposición de un deber político que en la práctica consiste en apoyar a partidos y fuerzas, a legitimar un sistema, cuyas ideas y principios no comparte.

Por todo ello y como nota personal, el domingo iré a respirar un poco de aire puro en alguna parte sin acercarme en todo el día a urnas y papeletas.

Saludos del Oso.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo dedicaré 5 minutos a votar nulo, que es lo que se está recomendando desde varias formaciones.

Por cierto, no deja de ser curioso que varias formaciones ecologistas y comunistas hayan podido presentar sus candidaturas, pese a contar con una militancia muy reducida.

Anónimo dijo...

Yo no me he molestado en ir a votar: he preferido dedicar mi tiempo a cosas realmente útiles, y no a está farsa cuando aún en el rarísimo caso de que alguno de los politicastros corruptos intentase hacer algo por España, se encontraría con la Neoinquisición económica que es la UE, pues no hay más que ver como en Grecia e Italia han quitado a sus respectivos ministros para poner en su lugar a funcionarios de "Uropa" elegidos solo por "los mercados", recomiendo este artículo de Milá sobre el tema:

http://infokrisis.blogia.com/2011/111801-la-clave-real-del-20-n.php

A parte de esto no hay ningún partido que me represente, absolutamente NINGUNO, y yo soy de la idea de que lo del "voto útil" es un timo como la copa de un pino. Además a mí no me gusta lo de ser "de un partido" lo encuentro bastante ridículo, igual que lo de los equipos de fútbol: cuando te afilias a un partido tienes que tragar mierda (y tened por seguro que en TODOS los partidos actuales hay algo de mierda como poco) y yo simplemente no valgo para eso: me acabaría hartando y los mandaría a la mierda, con los consiguientes problemas.

Saludos,

Aryan

Anónimo dijo...

Pienso igual,yo tampoco he votado soy un abstencionista de por vida, no me representa este sistema partitocrático auténticamente dictatorial al servicio de la oligarquía sobretodo financiera que controla la economía de los países y provoca crisis económicas como la que actualmente estamos padeciendo. Encima con mis impuestos tengo que pagar los privilegios de la corrupta clase política, privilegios que se autoproclaman por su cuenta para asegurarse su sustento y futuro muy por encima de las condiciones de vida de los ciudadanos.