Hay una tendencia actualmente entre los hombres, que es la de cuidarse a la manera femenina. Maquillaje, cuidado del cuerpo y de la belleza...un índice de ello es la creciente venta de productos cosméticos para hombres. Por ejemplo leamos el siguiente artículo
Las ventas de cosmética masculina aumentan a pesar de la crisis
Llama la atención el que, a pesar del paro creciente que recorta casi todos los tipos de consumo, para estos artículos, evidentemente de lujo, los hombres se gasten cada vez más dinero; debe ser muy importante para el hombre actual la cosmética, o será que a los hombres que más los utilizan no les toca de cerca el problema del paro.
Toda esta preocupación por el aspecto físico, por tener una piel delicada, por esconder arrugas y ojeras, por suavizar el aspecto masculino y por depilarse, por esconder los efectos de los años que pasan...es uno de los índices de que hay algo muy flojo en el hombre moderno. Representa una feminización del hombre, un asimilarse a comportamientos y preocupaciones que son propios de mujeres. Lo cual no significa homosexualidad y ni siquiera un afeminamiento externo evidente: al contrario, estas inquietudes acosan a hombres normales, que lo que persiguen es ser más atractivos para la mujer...como el maquillaje en la mujer tiene la misión de hacerla más atractiva para el hombre y aumentar su poder de fascinación sobre éste.
Y aquí precisamente se ve la feminización del comportamiento masculino: en el deseo de ser atractivo a la manera femenina, de atraer, fascinar con un tipo de belleza que ha sido siempre propia de la mujer y del adolescente efebo, es decir del hombre aún no formado que ha siempre atraído a los homosexuales "masculinos"; es decir y para entendernos, los que prefieren dar a recibir.
"El hombre y el oso, cuanto más feo más hermoso", se decía una vez...hoy suena anticuado pero no deja de contener mucha verdad. De un ideal de belleza viril, asociado de una manera u otra a la fuerza del carácter y a la solidez interior, ideal que podemos calificar de sincero, hemos pasado en una brutal caída de nivel a los cosméticos para hombres, cremas de belleza, sombra de ojos...una serie de productos cuya función es la de esconder y falsear la realidad; la esencia de la cosmética es en efecto la mentira, el impedir que de la apariencia externa se pueda leer la persona.
Esta homologación del hombre a la mujer, naturalmente, es aprobada con entusiasmo y fomentada por el igualitarismo, como la paralela masculinización de la mujer que confunde "liberación" y "emancipación" con asumir actitudes y comportamientos masculinos. Por supuesto desde el punto de vista de la fanática ignorancia igualitaria, no existen comportamientos o actitudes más propios de hombres o de mujeres, todos somos iguales en todo.
Ante tamaña necedad, debemos rebatir con fuerza una verdad: que la feminización del hombre erepresenta para éste una degeneración, como lo es para la mujer su masculinización.
Estando así las cosas, no puede sorprender a nadie que el feminismo encuentre terreno abonado en este tipo de hombre y penetre en la sociedad como un cuchillo en la mantequilla.
Y aquí precisamente se ve la feminización del comportamiento masculino: en el deseo de ser atractivo a la manera femenina, de atraer, fascinar con un tipo de belleza que ha sido siempre propia de la mujer y del adolescente efebo, es decir del hombre aún no formado que ha siempre atraído a los homosexuales "masculinos"; es decir y para entendernos, los que prefieren dar a recibir.
"El hombre y el oso, cuanto más feo más hermoso", se decía una vez...hoy suena anticuado pero no deja de contener mucha verdad. De un ideal de belleza viril, asociado de una manera u otra a la fuerza del carácter y a la solidez interior, ideal que podemos calificar de sincero, hemos pasado en una brutal caída de nivel a los cosméticos para hombres, cremas de belleza, sombra de ojos...una serie de productos cuya función es la de esconder y falsear la realidad; la esencia de la cosmética es en efecto la mentira, el impedir que de la apariencia externa se pueda leer la persona.
Esta homologación del hombre a la mujer, naturalmente, es aprobada con entusiasmo y fomentada por el igualitarismo, como la paralela masculinización de la mujer que confunde "liberación" y "emancipación" con asumir actitudes y comportamientos masculinos. Por supuesto desde el punto de vista de la fanática ignorancia igualitaria, no existen comportamientos o actitudes más propios de hombres o de mujeres, todos somos iguales en todo.
Ante tamaña necedad, debemos rebatir con fuerza una verdad: que la feminización del hombre erepresenta para éste una degeneración, como lo es para la mujer su masculinización.
Estando así las cosas, no puede sorprender a nadie que el feminismo encuentre terreno abonado en este tipo de hombre y penetre en la sociedad como un cuchillo en la mantequilla.
2 comentarios:
Hay parte de razón en tu comentario, pero, creo que contemplas el asunto desde una perspectiva un poco estrecha. Veamos: el hombre a través de su historia -y esto ha sucedido en todas las razas y épocas- le ha gustado parecer bello, cosa fácil de comprobar a cualquier país de nuestro ancho mundo. Ejercitarse físicamente, adornarse el cuerpo, exhibir símbolos de masculinidad, etc-, y eso no ha ido en detrimento de su virilidad, bien al contrario le ha permitido gozar de cierto status social y rivalizar con otros de su sexo frente a la hembra. Fealdad y masculinidad no deja de ser un prejuicio absurdo. Un hombre no es menos viril por que sea más atractivo físicamente ¡ni menos inteligente! El problema surge cuando en sociedades como la nuestra se polarizan los valores en lo exclusivamente estético y en valores superfluos, exagerando -de manera manifiesta- aspectos de la apariencia externa en el hombre.
Un hombre que cuide su físico -repito-no tiene por qué adoptar valores femeninos, siempre que no caiga en narcisismos feminoides ni demuestre inclinaciones equívocas. Creo que la frase "el hombre ý el oso cuanto más feo más hermoso" es absolutamente lamentable.
Gracias por tu comentario, Anónimo. Me da la oportunidad de precisar algo más lo que quería decir en la entrada.
No es mi intención sostener que el cuidado del cuerpo y el deseo de aparecer atractivo es necesariamente impropio del hombre. Llevando al extremo esta idea llegaríamos al absurdo de glorificar la suciedad y el desaliño como ideal viril.
Todo depende de la manera de hacer las cosas y del significado que haya detrás. Me parece clara la diferencia entre ejercitarse físicamente y exhibir símbolos de masculinidad por una parte, y por otra la manera de cuidarse del hombre moderno, que como bien apuntas significa a menudo caer en narcisismos feminoides.
Acerca de masculinidad y fealdad...bueno, tampoco hay que tomar esto al pie de la letra. la frase que tan poco te gusta será discutible y absurda si se toma literalmente, pero al menos contiene en forma de paradoja, algo verdadero: que un aspecto exterior "feo" puede indicar una fortaleza y dureza de carácter que no le hará "bello" pero sí mas "hermoso" como virilidad interior.
Sobre la importancia desmedida que se le da en la sociedad actual a lo superfluo y a la exterioridad, totalmente de acuerdo. es una auténtica tiranía de la imagen.
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