Después de un período de inactividad por varios motivos, el Oso vuelve con una serie de artículos sobre temas variados, con la intención de mantener una cadencia regular e idealmente semanal. También se buscará que los textos publicados en El Velo Rasgado tengan relación con los temas tratados en los artículos del Oso que vayan saliendo y sean un complemento.
Hace
casi un año, en ocasión de una marcha de ciclistas desnudos y sudorosos sobre
sus vehículos en una tarde de verano, publicaba una entrada, los ciclistas en pelotas y las formas del pudor, en la cual se trataba de la pérdida del pudor como un síntoma y un indicador de degeneración humana, de regresión a un nivel inferior, amorfo, de
existencia. Se hablaba no solamente del pudor sexual y de la exhibición del
cuerpo sino también del pudor en los propios sentimientos y expresiones, en la
relación con los demás en general, aspectos más importantes y profundos que el simple pudor sexual.
El
tema de esta entrada está relacionado con ello y complementa aquellas
consideraciones. Se trata de la paulatina desaparición del cortejo en la sociedad moderna, es decir el conjunto de
comportamientos, convenciones o reglas que regulan o regulaban la aproximación
entre el hombre y la mujer, su descrédito en una parte tan grande de las nuevas
generaciones, influenciadas –o quizá cabría decir intoxicadas- por una propaganda que glorifica la sexualidad
inmediata, sin trámites ni inútiles complicaciones, propaganda omnipresente en
la industria del entretenimiento -cine y series de televisión esencialmente- y
especialmente en la dirigida a los más
jóvenes.
Esta
propaganda y toda una cierta mentalidad presenta como liberación este proceso, como la eliminación de inútiles y
fastidiosos trámites, de todas las trabas de una moral represiva, en nombre de una satisfacción inmediata y natural que abra las puertas a una vida
más auténtica y libre.
Muy
al contrario, sin embargo, cabe observar que este proceso no representa más que
una caída de nivel y una regresión al primitivismo, una pérdida de
comportamientos específicos que la humanidad ha elaborado en su desarrollo.
Lejos de ser unas restricciones sin sentido, una simple represión de los instintos impuesta de manera gratuita, representan
una parte esencial de la civilización y la cultura humana. Todas las sociedades
han tenido su manera de afrontar este tema y siempre han elaborado una manera
de gestionar –por así decir- el instinto sexual, que es una potente fuerza
cargada de tensión y de potenciales conflictos por la misma energía que mueve
en el ser humano.
Incluso
desde un punto de vista libertino o –por así decir- puramente vicioso la pérdida del ritual de cortejo
es regresión y primitivismo, algo que priva de una parte esencial del placer.
No por casualidad Casanova decía que la parte más importante e interesante de
sus aventuras eróticas era el proceso de la conquista. Para el auténtico vicioso, para el auténtico hedonista, aun
orientado como está en un ideal no precisamente elevado como el puro placer, el
proceso de llegar a él y todo lo que lo rodea es un placer en sí aunque el
punto de llegada final sea siempre el mismo. Sólo es totalmente indiferente a
ello y se centra únicamente en la simple satisfacción física el tipo más bruto
e indiferenciado de individuo. Para entendernos aquél que lo único que necesita
es un agujero cualquiera, con perdón por el lenguaje.
Lo
que pretendo decir es que aquí no se trata de moralismo, de seguir o respetar
una moral determinada o las convenciones sociales de ayer, lo cual es respetable pero también un punto de vista limitado; ni siquiera se trata del
discurso del amor y el sentimiento que tanto tiene de convencional y a menudo
falso; ni del significado de la ética sexual para el progreso civil como
argumenta Sergio Gozzoli en los dos textos que recientemente he traducido en El Velo Rasgado, Sentido moral y civilización y Familia y moral sexual. Estos temas están relacionados y
tienen su importancia pero aquí se trata simplemente de la cuestión objetiva de afrontar
la vida y las relaciones de una manera específicamente humana. Todos sabemos
que los tiempos cambian, que morales y convenciones sociales son relativas en
su forma y contenido, pero no en su sentido fundamental y en su necesidad para
una sociedad civil y auténticamente humana. Un estúpido y mediocre conformismo
no debe impedirnos ver el significado
de ciertos cambios ni ofuscar nuestro criterio.
Estúpido
y mediocre conformismo, entre paréntesis, que no es más que la pasividad supina de los heterodirigidos –permítaseme una
palabreja de vez en cuando- que se creen muy libres porque rechazan cualquier
regla de conducta y cualquier disciplina interior, mientras que son exactamente ésos los individuos más masificados, esclavos de sí mismos y de sus impulsos
inmediatos y por tanto manipulables.
Se
puede incluso argumentar, volviendo al tema, que la caída de nivel que denota el fenómeno de la pérdida
del cortejo es más profunda que en el
caso de la pérdida del pudor sexual. En efecto, como observaba en la otra
entrada, es natural que los animales no tengan pudor; éste es propio de los
humanos, es más, específicamente propio de las formas más elevadas y
diferenciadas de sociedad humana. Los primitivos a menudo no conocen el pudor o
sólo formas elementales de éste, justamente porque viven inmersos en la
naturaleza como una especie animal.
Pero
aunque los animales no tengan pudor, sí que tienen un ritual de cortejo, unos
comportamientos genéticamente programados para regular el acercamiento del
macho a la hembra cuyo fin último es la cópula. De manera que la pérdida de estos
comportamientos en el hombre, lejos de representar una liberación como obtusamente muchos piensan, va incluso más allá de una simple
regresión en general al primitivismo, para caer en un nivel de diferenciación y de comportamiento incluso inferior
al animal.
Esta
idea queda expresada perfectamente en el siguiente pasaje del etólogo Konrad Lorenz,
extraída de su obra “Los ocho pecados
capitales de nuestra civilización”. Escritas hace ya cuarenta años, estas
palabras del gran estudioso no necesitan comentario.
“Por motivos fácilmente comprensibles, la necesidad
imperiosa de una satisfacción inmediata tiene consecuencias particularmente
graves en el campo del comportamiento sexual. Con la pérdida de la capacidad de
perseguir un fin a largo plazo, se pierden todos los módulos comportamentales
más diferenciados del cortejo y de la formación de la pareja, y esto vale no
sólo para los comportamientos desarrollados a lo largo de la filogénesis con el
fin de mantener unida la pareja, sino también para aquellas normas típicamente
humanas que en el ámbito de la vida cultural tienen una análoga función. El
comportamiento resultante, es decir la cópula inmediata glorificada y erigida a
norma por el cine actual, no puede ser definido ni siquiera ‘animalesco’ puesto
que tal comportamiento aparece sólo excepcionalmente en los animales
superiores. Quizá podría definirse ‘bestial’ si entendemos por ‘bestias’ los
animales domésticos en los cuales el hombre, para facilitar la crianza, ha
cultivado la desaparición de todos los módulos comportamentales más altamente
diferenciados en la formación de la pareja.”
En una palabra: regresión bestial.
4 comentarios:
Vamos para atrás, cómo los cangrejos, encaminados a una involución animal que ya podemos ver claramente representada en nuestros botellódromos, donde la especie cani va ganado adeptos a cada vez más brutos e irracionales. El fin de la especie, supongo. O al menos al debilitamiento que nos llevará a ser colonizados por otra civilización superior.
Un saludazo.
Curiosamente, este fin de semana me topé en Madrid con una marcha de ciclistas en pelotas (hay que ver que casualidades tiene la vida...).
A lo escrito en la entrada también podría añadirse una reflexión sobre el origen del sentimiento de "superioridad" que parecen mostrar algunos individuos (y hasta "individuas") por fornicar con lo primero que se encuentran.
No sabía que la marcha de ciclistas en pelotas iba a convertirse en un rito anual...la entrada que escribí en el blog se refería a la del año pasado.
Sobre los individuos que se creen superiores por fornicar compulsivamente, pues son eso, compulsivos, porque de "anticonformistas" no tienen nada. Son conformistas hasta la médula que en realidad dependen obsesivamente de la moral de ayer que tanto niegan, aunque sea para hacer lo contrario. Una falta de libertad y autonomía interior evidente.
Ciao Oso Sol.
non saprei in quale altra maniera contattarti...(^_^)
Le mail tornano indietro dalla "posta calda"...;^)))
ho spedito anche a Gmail... se puoi, mandami una mail all'indirizzo solito....
Publicar un comentario