Tengo algunas entradas listas sobre temas variados, pero han de esperar porque una y otra vez debo volver sobre los abusos del feminismo en nuestro país, que son la auténtica especialidad de la España actual.
Para quien aún dude de que vivimos en una dictadura feminista, he aquí dos noticias del mismo día que tienen que ver con la Justicia. Naturalmente, como el lector comprobará por sí mismo, hablar de Justicia ya no es más que una broma de mal gusto en este país. Desde hace años la canalla que nos gobierna ha ido llenando el aparato estatal con feministas cuya obsesión es castigar a los hombres y hacerles la vida imposible. Y los resultados se ven. En el caso de la justicia –me es imposible escribirla con mayúsculas- son evidentes por un lado el afán por apretar la soga en torno al cuello del varón, cada vez un poco más, y por otro lado la persecución implacable hacia cualquier muestra de disidencia y oposición.
La primera noticia y tema de esta entrada –la segunda parte mañana- es una sentencia del Tribunal Supremo -por tanto entiendo que inapelable- que condena a un hombre divorciado de su mujer, en régimen de separación de bienes, a pagar por los trabajos domésticos que ella ha realizado durante los años de matrimonio:
Para realizar este cálculo la justicia ha aplicado una tarifa de 600 euros mensuales durante el período considerado, llegando a un total de 108.000 euros.
Evidentemente a las juezas y abogadas feministas les debe parecer insultante que en régimen de separación de bienes el hombre esté menos desprotegido y sea más difícil para la mujer desplumarlo. Les debe provocar tantos dolores de estómago que para corregir la situación se han inventado este nuevo atropello. A cualquier persona decente debería caérsele la cara de vergüenza por llamar a esto justicia, pero es que ni tienen vergüenza ni son personas decentes. Si la motivación original de una pensión y una compensación en caso de separación era la de proteger la parte más débil –incluidos los hijos- hoy en día el derecho de familia se ha convertido nada más que en un instrumento de opresión y de vejación contra los hombres.
Aquí no se trata de proteger la parte más débil y de valorar necesidades sino pura y simplemente de buscar un pretexto para desplumar al varón, de atracarle a mano armada –la de la justicia-.
Si se entra a valorar económicamente el trabajo de la mujer para pedirle cuentas al varón, si se quiere reducir tan rastreramente el matrimonio a esto, no se comprende porqué no se tienen en cuenta los gastos debidos a la presencia de la mujer. ¿O es que ella no come del sueldo del marido y no tiene alojamiento gratis en la casa que éste ha comprado con su trabajo? Si la mujer debe ser asimilada a una chacha que ha trabajado en negro durante años y reclama su salario –que es ni más ni menos el sentido de esta sentencia aberrante- el marido le ha proporcionado no sólo comida y alojamiento sino que ha debido soportar toda una serie de gastos adicionales por estar casado y tener que mantener a la familia. Gastos y servicios cuya beneficiaria es la mujer, y por tanto aplicando esta triste lógica constituyen una deuda de la mujer hacia el hombre.
Es decir que razonando de esta manera hay que tener en cuenta no sólo lo que la mujer da sino lo que recibe. Esto desde la más elemental lógica y equidad. Pero naturalmente esto no le interesa a la justicia feminista que de manera unilateral y deshonesta tiene en cuenta sólo la mitad de la cuestión para, repito, expropiar al varón y robarle, porque esto no se puede llamar de otra manera que extorsión legalizada.
Es propable que haciendo las cuentas, desde el punto de vista económico es la mujer la que debería pagar al marido porque ha salido ganando. Algo que han sabido siempre todas las culturas. Recordemos la institución de la dote que la mujer debía aportar cuando se casaba. Y sin ir tan lejos cualquiera que se haga dos cuentas llegará a esta conclusión. Si fuera por puro y simple interés económico ningún hombre se casaría nunca, excepto los hombres-ladilla que se casan con mujeres ricas por dinero.
Extraño es que la justicia no haya entrado a valorar los servicios sexuales; quizás parecía feo asimilar la mujer, ademas de a una chacha, a una puta. Todo se andará. Unos años más de víboras en el poder y llegaremos también a esto.
Aquí cualquier principio de equidad, cualquier lógica de justicia es inexistente. Aquí domina exclusivamente el sectarismo, la sed punitiva contra el varón y la voluntad de latrocinio. La palabra extorsión que antes he utilizado es perfectamente apropiada porque el varón no tiene defensa, no tiene elección porque el Estado está contra él.
Los órganos del Estado se han convertido, con esta gentuza que lleva años destrozando España, en organizaciones para dañar a los varones y favorecer sistemáticamente a las mujeres. Ciudadanos de primera y de segunda clase. Hoy en día los hombres pueden esperar justicia tanto como en la Edad Media un vasallo podía esperarla en un conflicto con un noble. Justicia y Estado son ya abiertamente, descaradamente, enemigos del varón y están creando un aire cada vez más irrespirable para nosotros.
Lamento la brutalidad pero hoy en día hay que ser un poco gilipollas para casarse. E incluso para vivir con una mujer. Aunque yo la verdad es que no he aplicado el consejo y tampoco me va tan mal, pero por supuesto no voy a discutir situaciones personales.
Parece mentira, pero por desgracia han convertido en verdadera la frase hecha según la cual el amor de pago es al final el que sale más barato. El matrimonio es hoy en día una trampa mortal para el hombre. Las feministas lo han convertido en esto. La única salida que han dejado a los hombres es evitarlo como la peste. O buscar otro país donde las leyes sean menos infames y donde las mujeres sean normales. Boicot total y completo hasta que no cambien mucho las cosas y se haga un barrido total de toda esta gentuza, en la magistratura y en la política. Pero lo que es esta generación, está perdida, totalmente y sin remisión. La única esperanza es una nueva generación de hombres capaz de decir no al feminismo.
Si alguno de mis lectores debe tomar estas decisiones, quiero decir casarse y formar una familia, en mi opinión hará muy bien en ser espabilado y ser plenamente consciente de que es considerado un ciudadano de segunda por la sociedad en que vive. Debe como mínimo informarse de todos los aspectos legales, elaborar estrategias defensivas, analizar la hipótesis de fracaso del matrimonio y valorar sus consecuencias por si acaso. Debe considerar si vale la pena el riesgo de entrar en el porcentaje cada vez mayor de matrimonios que se rompen. Sabiendo que en este caso deberá defenderse de leyes y jueces inicuos, a los cuales hay que temer por el poder que tienen pero a los que nunca se podrá respetar. Como uno no respeta un clan mafioso o una fuerza de ocupación que nos imponen su ley.
Mañana la segunda parte con el comentario de la otra noticia, la persecución del juez Serrano.
2 comentarios:
La noticia me parece muy, pero que muy, surrealista.
¡Uno nunca termina de ver todo lo que es posible de dar de sí la estupidez feminista!...
Pues sí que es surrealista, pero lo que pone los pelos de punta es la falta de reacción ante estos abusos.
Como comprobarás, la otra noticia que comento en la segunda parte de la entrada es si cabe aún más surrealista.
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