La historia de Hiroo Onoda que se comentó en la entrada anterior tiene un cierto valor simbólico y sugiere algunas reflexiones.
Existe una tendencia muy humana a ver la realidad de manera que el tipo de existencia que se lleva aparezca justificado y lleno de sentido. En particular nos negamos a ver los aspectos que podrían socavar o destruir las bases sobre las que fundamos nuestra vida. La historia de los treinta años de guerra del teniente Onoda nos da una representación muy dramática de esta idea. Pero de manera menos clara, menos aguda y evidente, en la vida de cada día, este interrogante nos acecha continuamente como un enemigo oculto.
¿Cuántas de nuestras ideas y convicciones tienen un valor intrínseco y cuántas son únicamente ilusiones a las cuales nos aferramos, porque forman la base de la vida que llevamos y le dan un sentido?
Esta es una pregunta de muy difícil respuesta pero que cada uno de nosotros debe considerar, si es que lo que hace ha de tener un significado. Particularmente si uno decide llevar a cabo una acción que vaya más allá del puro interés personal, en vez de limitarse a pasar el tiempo de la mejor manera posible.
Especialmente para quien se encuentra a disgusto con los valores predominantes en la sociedad moderna la siguiente cuestión es fundamental:
¿Vale la pena lo que hacemos, la dirección que hemos elegido dar a nuestro esfuerzo, los valores que defendemos, o estamos combatiendo emboscados en la jungla una guerra que ha terminado y que pertenece a un mundo que ya no existe?
A nivel personal está claro que uno puede aislarse del mundo y mantener una fidelidad ideal a un mundo superado. Individualmente esta solución es posible y éticamente no hay nada que objetar. Pero esta elección del tipo de “Los últimos de Filipinas” no tiene proyección de futuro ni un sentido histórico o social. Tiene sí una dignidad y un valor de testimonio. Pero este testimonio se perderá en la corriente del tiempo a menos que sea recogido por una propuesta y un proyecto que tenga esta proyección de futuro.
Lo que quiero decir es que la lucha contra las ideas dominantes de un período histórico puede efectivamente ser en algunos casos como la lucha del teniente Onoda. Es decir continuar combatiendo por pura obstinación una guerra que ya ha terminado, si uno se empeña en volver al pasado, que es como aferrarse a los restos y los residuos del mundo que fue de sus padres o abuelos, a lo que queda de sus valores e ideas pensando que sea posible dar marcha atrás y retornar a la situación precedente.
Pero no tiene por qué ser así necesariamente. Esa misma lucha puede tener un sentido cuando no se trata de reproducir el pasado o de defender valores superados, sino de afirmar valores que tienen validez permanente, porque están radicados en la realidad y en la naturaleza humana. Valores que son negados y pisoteados en un período de decadencia y degradación humana como el actual.
Por poner un ejemplo, rechazar el nivelamiento en la mediocridad que es el natural e inevitable desarrollo de la mentalidad igualitaria, no significa volver al mundo medieval, al feudalismo y a la monarquía de derecho divino, sino afirmar que la igualdad es radicalmente injusta, que las diferencias entre seres humanos son un valor y que debe existir una organización y una sana jerarquía social que las reconozca.
Aplicado a las relaciones entre hombres y mujeres, rechazar las necedades igualitarias no significa querer volver a instituciones y costumbres de un pasado más o menos reciente. Significa afirmar el derecho imprescriptible de hombres y mujeres a ser diferentes y rechazar qualquier estúpido discurso de igualdad, discurso criminal que condena a la infelicidad, a la alienación de sí mismos, a unos y otras.
Oponerse al feminismo, a su destrucción dela figura paterna y a su lavado de cerebro que convierte a los hombres en pobres gilipollas, no significa que debamos copiar todos los comportamientos de nuestros padres o abuelos. Significa ser fieles a valores afirmativos, activos, agonísticos y también de orden y estabilidad, que el varón lleva como parte de su misma naturaleza –como la mujer lleva otros- y por tanto no están ligados a un período histórico o a una sociedad determinada.
En resumen, de frente a la impostura progresista que pretende censurar cualquier oposición a sus ideas como reaccionaria, contra esta mentalidad que pretende imponer sus no-valores y su apología de la decadencia como las únicas ideas posibles y el resultado natural e inevitable de la evolución humana, se puede y se debe afirmar con fuerza que otro mundo es posible. Mundo que extiende su mirada a tiempos pasados, no para volver a lo que ya fue y copiarlo, sino para inspirarse, reinventar y defender principios que tienen una validez perenne. De manera adecuada a la realidad en que vivimos.
Sólo de esta manera nuestra lucha no será como la de Hiroo Onoda. No será la de un combatiente aislado que pelea por una guerra y un mundo que ya ha sido dejado atrás.
4 comentarios:
Como decía José Antonio Primo de Rivera, el hombre es portador de valores eternos.
Supongo que te refieres a algo así cuando dices que hay cosas que no tienen por qué cambiar.
En ocasiones puedo llegar a sentirme como Onoda, pero es que no queda más remedio...lo que pasa es que yo no lucho por un mundo que dejó de existir, sino por uno que no he conocido.
No das puntada sin hilo oso. Introduces primero con la historia de Onoda para luego darme a entender que yo también estoy solo en una selva y posiblemente algo loco... Pero loco de cordura, como bién dices hay ciertos valores incombustibles, lo mismo que las leyes de la termodinamica lo son.
Nuestra sociedad lleva ya mucho tiempo funcionando contra la termodinámica, la ecuación esta muy desvalanceada. Yo acepto la comparación con Onoda pues tiene mucho de real, pero a la vez que "Onodas" somos "Casandras", sabemos a donde conduce esto, sabemos del colapso mas o menos inminente y sabemos que no vamos a poder cambiarlo, por que las fuerzas invisibles de la historia estan en marcha igual que en una fisión nuclear y no hay nada que lo pueda detener.
En ningún caso soy pesimista, yo creo en lo que hago y en lo que pienso igual que Onoda, creo que hay una finalidad en todo esto, creo que ser testigos de la sensatez nunca estará demas y creo ciegamente en esas "leyes de la fisica" que traeran de nuevo el equilibrio a nuestro mundo, por que la fisica se impone por cojones, gusto o no.
Saludos
Habéis entendido perfectamente lo que quería decir y el significado que personas como nosotros podemos extraer de esta historia. Que como apuntáis no es en ningún momento de pesimismo o derrotismo sino todo lo contrario.
Luchar por un mundo que uno no ha conocido no tiene nada de malo. Al contrario, no haberlo vivido personalmente garantiza que lo que se quiere no es restaurar lo que vivimos en la niñez o la primera juventud, sino defender lo válido que había en ese mundo, porque aquí y ahora nos sigue pareciendo válido.
"Loco de cordura" es una descripción excelente y muy sugestiva para quien no soporta ya este mundo al revés en que vivimos.
En la tradición japonesa era consustancial vivir con arreglo unas normas, un código de valores, de honor. Vivir era cumplir con unos principios, obedecerlos sin cuestionarlos una vez aceptados . Era la ética del sacrifício, de un sacrificio generalmente fatalista, donde la muerte no era el enemigo sino el deshonor y la traición. Onoda cuple esos requisitos. Se enfrenta a un enemigo militarmente superior, se niega a capitular, aunque, en el fondo, sospecha que después de treinta años de combates la guerra ha terminado. Aborrece someterse a la peor de las humillaciones: la rendición. Actua como un auténtico patriota.
Su enemigo era muy poderoso, y se enfrentó a él desesperadamente, pero, a ese enemigo lo tenía frente a sí. Era un enemigo reconocible, al que se le podia combatir "con las armas en la mano".
Hoy el enemigo es distinto. Mucho más sutil y peligroso, acecha desde las estructuras del poder, es sibilino, perverso, astuto. Busca la destrucción de los que no comulgan con su ideario envilecido. Te anula psicológicamente, atacando tu dignidad personal, tus valores, tu orgullo de hombre. No puedes enfrentarte a él con las armas. Sus recursos son inmensos, te sumerge en una situación "ad nauseam", día a día, hora a hora. Muchas veces ese enemigo lo tienes a tu lado, en tu propia casa, en tu trabajo, en tu familia. ¿Como hubiese luchado Onoda contra él?. ¿Como lo haremos nosotros?.
LEG
Publicar un comentario