sábado, 23 de junio de 2012

EL REINO DEL DINERO (III): El opio del pueblo



La anterior entrada de esta serie, Mercaderes de humo, creo que fue algo indigesta pero en fin he aquí la tercera y última, que será completada por una serie de textos en El Velo Rasgado sobre economía y moneda –forzosamente de extensión muy limitada- el primero de los cuales, El espejismo de los intereses, publico hoy y está extraído del excelente libro de Maurizio Blondet “Esclavos de los bancos”. En este libro, del que publicaré varios fragmentos, se explica muy claramente el origen y el funcionamiento del sistema monetario actual y su carácter de instrumento en manos de una casta de manipuladores profesionales del dinero; instrumento a través del cual acumulan cada vez más riqueza y son mantenidos por el trabajo de los demás, además de condicionar la política y vaciar de contenido el concepto de democracia y la misma política.

También es muy recomendable, y pensaba traducirlo, un texto de Larry Hannigan, quizás conocido por algunos lectores. En él se explica en forma narrativa el mecanismo de la creación de moneda y el engaño  del sistema bancario. He visto que qbit lo publicó hace tiempo en su página así que pongo el enlace:


El tema de esta entrada es la religión del dinero que constituye un importantísimo pilar del poder de los mercaderes de humo de que hablaba en la anterior entrada. El culto del dios dinero es un importante elemento en este poder, hasta el punto de que se puede considerar el opio del pueblo en el preciso sentido que el marxismo clásico daba a esta expresión para referirse a la religión en general. Es decir un sistema de creencias fomentado por la clase dominante para mantener adormecidas y dominadas a las masas.

La clase dominante de los mercaderes del dinero naturalmente fomenta esta adoración del dios dinero y podemos observar cómo de mil maneras consigue plasmar la mentalidad corriente, a través de una propaganda continua. Esto es muy necesario para ellos, porque al fin y al cabo la religión del dinero es antinatural: está claro que las necesidades materiales de la vida son comunes a todos nosotros y la riqueza es deseada más o menos por todos o al menos por la mayoría, pero la vida no se reduce a economía ni a sacar el máximo beneficio.

El centro de la vida no está ahí para la gente normal ni lo ha estado nunca. Tal mentalidad es propia de grupos muy particulares de personas, es la visión del mundo propia del comerciante, más aún específicamente del comerciante de dinero, que hoy en día domina con fuerza incontrastada. Visión que necesita, para imponerse a la población en general, de una propaganda capilar y del opio del pueblo que es la religión del dinero.

Naturalmente la visión marxista de la religión, aplicada a las tradiciones religiosas de los distintos pueblos es una grosera caricatura, aun cuando haya podido tener en ocasiones una parte de verdad. Pero cuando consideramos no una verdadera religión, portadora de valores trascendentes que de alguna manera comunica con las necesidades profundas del ser humano sino la grosera caricatura de religión que es el culto del dios dinero, el punto de vista marxista es rigurosamente cierto. Es como si dos espejos deformantes dieran al final una visión correcta. El culto y la adoración del dios dinero es necesario para que los banqueros dominen el mundo y tengan controladas a las masas.

Cierto es que son sorprendentes los paralelismos que podemos notar asumiendo este punto de vista. Considerando el dinero en sí, la masa de dinero que circula en el mundo a través de las arterias del sistema financiero, como una especie de divinidad perversa y caprichosa, aparece como nada más que un dios de cartón, que en las mentes y los corazones de una humanidad sin principios ni valores ocupa un lugar que no puede permanecer vacío, lugar que tras el desalojo de su anterior morador ha sido ocupado casi literalmente con un becerro de oro. La misma referencia bíblica nos parece sugerir que esta tentación de sustituir a la divinidad con el dinero no es cosa de hoy, que al contrario es muy antigua y se trata de una tentación muy fuerte para algunos.

Se trata de un dios sin rostro –el dinero no tiene color- y escurridizo, con la cualidad de un fluido que penetra y llega a todas partes, que se apoya en soportes como los billetes pero también puede asumir la forma de acciones y productos financieros, o estar simplemente en memorias de ordenador. Que fluye como la sangre en las venas de los intercambios materiales y ya ocupa el entero planeta, porque los mercados están todos conectados entre sí y el dinero puede moverse en un instante como simple intercambio de informaciones.

Consideremos con qué buena voluntad, servilismo y falta de dignidad los gobiernos democráticos imploran que el dinero se digne afluir a sus países y no se vaya a otra parte. Casi literalmente es como si rezaran suplicando el favor divino, no vacilando ante ninguna bajada de pantalones para contentar a los mercados, obedeciendo a los grandes sacerdotes de este culto: a los expertos, las agencias de rating y las instituciones financieras que conocen los caprichos de la divinidad e incluso pueden atraer sus favores.

Naturalmente tales favores no son gratuitos: se exigen actos de sumisión y sobre todo sacrificios, sacrificios que hemos de pagar todos nosotros en cuanto personas que trabajamos, porque el dinero es un dios caprichoso y cruel que exige rentabilidad, como el criterio supremo que pasa por encima de todo lo demás. Se exige que la sociedad y la economía se sigan las directrices, el diktat de los intérpretes del moderno oráculo de Wall Street.

Cuánta poca libertad tienen los gobernantes y lo que vale la soberanía popular lo podemos ver si se sacan un poco los pies del tiesto en la cuestión crucial: en cuanto se le ocurre a alguien tocar el tema de la soberanía monetaria, intentar ejercitar un control sobre el Banco Central del país y por tanto sobre la emisión de moneda, recibe rápidamente un regletazo en los dedos. En la primera entrada de esta serie, Húngaros, se hablaba del intento del gobierno húngaro en este sentido, y recientemente Berlusconi –que tampoco es santo de mi devoción- en Italia comentaba imprudentemente que el Estado italiano podría emitir moneda para ayudar a su economía. Como sabemos Hungría al final ha debido renunciar a esta parte de sus reformas ante la presión y el chantaje internacional, y Berlusconi algo así como dos días después ha declarado que sus declaraciones habían sido solamente una broma.

Ciertamente es una broma de mal gusto le inmensa mayoría de las palabras que los políticos emiten por la boca, pero nunca tienen que pedir disculpas por ello, excepto cuando se trata de ciertas bromas que no se permiten. Por otra parte a ellos les da bastante igual lo que pase con la sociedad: se puede ir al carajo pero ello les importa un comino a los políticos porque ellos de cualquier manera estarán cubiertos. Como acólitos de segundo nivel son indispensables para controlar a la población.

Y a la gente se la controla también haciendo calar la idea de que la sociedad es economía y finanza. ¿Cómo interpretar si no la constante obsesión en los medios con los movimientos de la bolsa, con el rating y el coste de la deuda, el bombardeo continuo de informaciones siempre en primera página? El especialista o el simple inversor en Bolsa desde luego no necesita estos artículos en las noticias del día ni le sirven para nada: la información con la que opera la va a buscar en lugares especializados dedicados específicamente a ello, más completa y en la forma que necesita. Tampoco el objeto es informar realmente al público ni explicar a la gente cómo están las cosas y hacer que comprenda la partida que se juega sobre sus cabezas. Esto es lo último que se pretende.

Muy al contrario, el objeto de tanta insistencia, de tanto hablar de mercados, economía y deuda cada día es de tipo propagandístico, es condicionar a la gente para que vea el mundo, la política y la sociedad sólo a través del prisma de la economía.

Para que piense que sólo esta sociedad es posible, que no hay alternativas políticas o económicas a este dominio de los especuladores y los banqueros. Pero las hay aunque toda la casta de los periodistas siervos del poder esté de acuerdo en ocultarlo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

El ejemplo lo teneos cerca:

Mariano Rajoy(ese ser repugnante , como su antecesor, que nos ha impuesto la masa borrega):

"La economía es lo que importa"

"La economía lo es todo"