En
el artículo anterior Húngaros se habló
de la falta de soberanía de los gobiernos democráticos en cuestiones monetarias
y económicas, y por tanto lo poco que la democracia valora a sus gobernantes
elegidos, a quienes no deja meter mano en las cuestiones importantes.
El
tema de la soberanía monetaria y la independencia de los bancos centrales es importante
–por cierto que los húngaros ya han cedido en este punto- pero el sistema
financiero es mucho más que el dinero en efectivo que circula.
En
efecto podemos ver todo el mundo de la economía financiera, las acciones y
demás valores que se compran y venden en los mercados, los muchos instrumentos
financieros que se negocian hoy en día, como una masa de varias formas de
dinero que se mueven d eun lado para otro, se intercambian y sirven para
producir más dinero. Este es el corazón y el principio básico del mundo de las
finanzas: que el dinero produce más dinero, que jugando con el dinero se
produce riqueza, en contraste con el mundo de la economía real en la cual lo
que genera riqueza es el trabajo, la producción de bienes o servicios que la
comunidad necesita o demanda.
Estamos
acostumbrados a pensar como “dinero” los billetes y las monedas, pero hay
instrumentos que funcionan en práctica como el dinero -por ejemplo los cheques- y además muchas de las transacciones no las hacemos ya con dinero en metálico,
sino con tarjetas de crédito y transferencias electrónicas, como puros
intercambios de información. La mayor parte de nuestro dinero la tenemos en el
banco de manera virtual, hasta el punto de
que si todo el mundo quisiera a la vez operar exclusivamente en dinero y
retirara sus depósitos de los bancos, éstos y el entero sistema colapsarían. El
volumen de dinero físico, en efectivo, existente es muy inferior al total de dinero que circula
en sus varias formas.
Pero
es que además las acciones y demás instrumentos financieros se pueden
considerar como una extensión del concepto de dinero o directamente como formas
de dinero. Pues son bienes que no tienen utilidad o valor en sí mismos, sino
solamente en cuanto se pueden negociar e intercambiar y sirven para comprar los
bienes y servicios del mundo real. Como diría un economista con lenguaje más
preciso no tienen “valor de uso” pero sí “valor de intercambio”. Es decir las
acciones, como el dinero en billetes, no se pueden comer ni valen para
construir casas, pero con el dinero en billetes o con las acciones –previa
venta- se compran la comida, las casas y todo lo que tiene un precio.
Creo
que se puede pensar la masa de las distintas formas de dinero como una especie de pirámide en la cual cada forma de
riqueza se apoya en la que está debajo. Empezando por la base, tenemos los bienes
materiales y los servicios, que es lo
que la gente necesita o quiere para vivir. El valor de este tipo de bienes está
garantizado en casi todas las situaciones. Si tenemos una casa, un
terreno, maquinaria, una explotación
agrícola, tenemos algo que es sólido, un bien real que perderá su valor sólo en
la hipótesis extrema de un colapso completo del orden social, una anarquía, una
revolución, cosas así. Por tanto no se trata de bienes seguros al cien por cien pero es
lo que más se acerca a ello.
El siguiente
“piso” es decir el mundo del dinero propiamente dicho, se apoya sobre esta base
de bienes materiales. Si
uno no posee bienes materiales pero –pongamos- unos cuantos millones de euros,
es rico y tiene una fortuna sólida, pero ya algo menos que si poseyera bienes
materiales: para que el dinero pierda su valor no debe colapsar la sociedad,
sólo la economía. Una situación de hiperinflación, una crisis monetaria, pueden
reducir nuestros millones euros a poca cosa. Pero en definitiva mientras la
economía sea medianamente estable nuestro dinero bajo la almohada es una
riqueza segura.
Sobre
este nivel del dinero propiamente dicho están los títulos negociados en los
mercados, las acciones, los bonos, obligaciones, que son también una forma de
dinero como he coomentado antes. Si poseo mis millones euros en acciones con
ellos me puedo comprar una casa o un terreno vendiéndolas, pero el valor de
este dinero es ya bastante más incierto que si los poseyera en billetes, es un
valor que sube y baja según los caprichos del mercado. Es más, si en el caso
del dinero en papel yo no pierdo mi riqueza a menos que colapse la economía,
para que mi riqueza en acciones se esfume basta que colapse la bolsa, y esto
sucede periódicamente, las famosas burbujas que luego “pinchan”, las fortunas
que se esfuman cuando se hunden los mercados. Por tanto se trata de una forma de dinero
que produce más dinero pero es más inestable y menos sólida, menos segura, como
sucedía en el paso de los bienes materiales al dinero.
No
hemos terminado: hay aún otro nivel del dinero que es el de los productos
derivados. Los derivados son instrumentos financieros que se negocian y tienen
un valor, se pueden comprar y vender y por tanto son una extensión del dinero,
pero su valor está ligado al valor de otra cosa que pueden ser acciones,
índices, tipos de interés, es decir principalmente los bienes financieros de
los que hemos apenas hablado y que están en el “piso” inferior. Este tercer
“piso” por tanto es un rizar el rizo: una forma de dinero construida sobre otra
forma de dinero -las acciones- que a su vez se apoya en el dinero común.
Ejemplos
de estos derivados financieros son las “opciones” que nos hacen ganar o perder según el valor que tengan en algún momento futuro
acciones, índices, tipos de cambio…éstos se llaman los subyacentes. La versión a pequeña escala de las opciones se llama “warrants",
al alcance del ahorrador medio o del pequeño inversor para mejor desplumarle con el señuelo de fabulosas ganancias, posibles efectivamente pero
bastante difíciles de lograr. Otro tipo de derivados son los SWAPS o
intercambios, los más importantes dependen del valor que tendrán ciertos tipos de interés en un momento
futuro. Tenemos también los futures
sobre acciones, índices, divisas, materias, y una larga lista que aumenta continuamente.
Un
rasgo común de los derivados es que son una apuesta sobre el futuro porque el
resultado final de este tipo de inversiones depende del valor que tendrán los
subyacentes en un cierto momento establecido. Es por tanto la filosofía de la
actividad financiera, “el dinero produce
dinero” en su mayor pureza, potenciada y llevada a un nuevo nivel de
intensidad. Aquí la inestabilidad es total. Si tengo mis diez millones de euros
en derivados, en pocos días pueden ser veinte o cien, o al contrario reducirse
a cinco o a uno, incluso puedo perderlo todo. Como se comprende, si ya en el
nivel inferior que es el de la finanza “clásica”, las acciones y bonos para
entendernos, los valores y la riqueza varían con los caprichos del mercado, en
el nivel de los derivados estas variaciones se amplifican enormemente. Es el llamado efecto palanca.
Seguramente
he aburrido algo al lector con todo esto, pero creo que era necesario. Vemos
cómo se ha ido construyendo una torre de formas de dinero una sobre otra y cada
una apoyándose sobre la anterior, una construcción más endeble e insegura a
medida que subimos de un piso al siguiente, como un castillo de bloques en el
cual el extremo superior baila continuamente. Es importante notar que la imagen
correcta no es la de una pirámide, en la cual la base es más ancha que lo que
está arriba y por tanto es estable. Es justo lo contrario: el volumen de toda la
masa de instrumentos financieros en el mercado global, es decir de las formas de dinero construidas
artificialmente sobre la base de los bienes materiales y la economía real, es
muy superior al valor de los bienes y servicios en todo el mundo. Si es una pirámide, se trata de una pirámide invertida,
y llegados este punto a nadie sorprenderán las crisis financieras, el
devastante efecto que la inestabilidad de todo este dinero fantasmagórico puede tener sobre la economía real del
trabajo y los servicios realmente productivos.
¿Cuál
es el resultado final, a qué tiende todo este intercambio de lo que es en
definitiva y como he apuntado, humo?
El
sentido es que todo este humo, esta plétora de acciones, bonos, obligaciones,
opciones, SWAPS, esta masa de dinero virtual, se intercambia y negocia
constantemente y también compra bienes
reales que son parte de este juego. Y cuando llega la crisis, cuando la
bolsa baja o colapsa o simplemente como parte del normal juego de
fluctuaciones, después de tanto cambiar de manos, cuando el humo pierde su
valor y se revela por lo que es, unos se quedan con el humo y otros con lo que
vale, con los bienes reales.
Y al
final la cuestión es simplemente ésta: ¿Quiénes son los tontos que se han
quedado con el humo y quiénes son los listos que se han quedado con las casas,
las tierras, las industrias?
La
respuesta la tenemos delante de los ojos. Sin ir más lejos, en nuestro país la
gran cantidad de pisos en poder de los bancos, a nivel mundial la
concentración de la propiedad de empresas, explotaciones de materias primas y
agrícolas en pocos grandes grupos, el poder creciente de los
señores del dinero y su lenta, progresiva apropiación o expropiación del
planeta y de los bienes reales. El mercado de los cereales, de las más
importantes materias primas y productos básicos, todos están concentrados en muy pocas manos.
Es
la creación de un nuevo feudalismo pero a nivel global, en el cual una casta
mundial de mercaderes de humo se hace con el control de la economía y los
bienes del planeta.
Existe
una película australiana que salió hace pocos años, The Bank, que plantea las cosas un poco de esta manera. Película simpática con alguna punta de ingenuidad, no está
mal aunque se limite a apuntar los cañones contra la banca sin entrar en
cuestiones políticas ni profundizar mucho. Sin embargo hay necesidad de
películas así.
He
usado el término feudalismo pero es
algo inadecuado. La nobleza feudal europea o japonesa estaba al vértice de la
sociedad por su naturaleza guerrera, no sólo era mantenida sino que, como
contrapartida, realizaba una función esencial en la sociedad y se exponía a sí
misma a los riesgos de la guerra. Quizás la hiperclase
mundialista de hoy en día -como se la llama alguna vez- sea más afín a la
nobleza cortesana que simplemente era mantenida sin realizar una verdadera función que justificase sus
privilegios. Nobleza de aristócratas de salón que fue decayendo o fue barrida con
más o menos violencia por las fuerzas históricas por su carácter puramente
parasitario y su inutilidad.
¿Realmente
está justificado el poder de los señores del dinero para la función que
realizan? La gestión del dinero y del crédito es necesaria en una economía,
pero el desarrollo anormal de la economia financiera no tiene utilidad más que
para ellos mismos y a expensas del resto de la sociedad, no tiene otro sentido
que el del crecimiento de una enorme tenia o gusano solitario que crece y crece
hasta que es más grande que el cuerpo que la sustenta.
Cuando
vayan concentrando en sus manos más y más poder, cuando se vayan convirtiendo
en los propietarios del mundo y todos los demás poco a poco se vayan
convirtiendo en sus esclavos resultará cada vez más evidente que son una clase
esencialmente parasitaria cuyos privilegios y poder no tienen legitimidad, que
no existe ninguna justificación para que sean los amos del mundo, que ello es inaceptable.
Puede
parecer imposible un escenario de este tipo hoy por hoy, pero es menos lejano
de lo que podríamos pensar. Con todo el poder de sus traidores en la política,
en los medios, ningún sistema es perfecto y el ser humano es fundamentalmente
libre e imprevisible. Por eso la
Historia está siempre abierta y todo es posible.
Es probable que haya que pasar por tiempos difíciles antes de que se produzca
un despertar: quizá debamos llegar a una situación realmente extrema para que la Política recobre su
lugar, para que la Espada
sea desenvainada y empiecen a rodar las cabezas de una casta de parásitos cuyo
dominio está fundado en nada más que en su habilidad para jugar con el papel y
con los números.
2 comentarios:
El retorno que está sufriendo la sociedad podría establecerse en la consolidación de tres sectores específicos: los oligarcas, los políticos y el resto de la población.
Dos grupos privilegiados frente a uno que mantiene el sistema completo.
Como siempre el grueso de la población ha de trabajar y pagar impuestos para enriquecer a los otros dos sectores que son minoritarios y mantenidos, la pirámide socio-económica está bien definida.
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