Es o era
tradicional, en varias fiestas de nuestra geografía, el ritual de la “quema del
pelele”; ese muñeco de trapo que festivamente es dado en pasto a las llamas y
puede simbolizar varias cosas, se le puede cargar de significado un poco “a
gusto del consumidor” por así decir.
En particular, la
quema del pelele ha sido resucitada en ocasión de fiestas y celebraciones
feministas, o fiestas tradicionales que el supremacismo hembrista ha contaminado
identificando el pelele quemado con la
“violencia machista” o el “maltratador”.
A nadie se le
escapará, creo, que lo que ahí se quema simbólicamente es el varón y la
masculinidad. El significado es transparente, por mucho que las féminas
promotoras de la quema intenten con penosas acrobacias verbales disimularlo y
negarlo.
Y mientras el
pelele de trapo arde, lo que da auténtica
grima es ver a los peleles de carne y hueso de sexo masculino aplaudiendo mientras
les queman en efigie. Naturalmente ellos también saben, en el fondo, que el pelele son ellos. Puede que se lo
nieguen a sí mismos, pero en algún rincón de su mente lo saben perfectamente, aunque
no lleguen a formular el pensamiento. Una conciencia que corroe el ser y genera
un oscuro malestar. Intentarán sí olvidarlo, enmascararlo, negarlo;
distrayéndose con estupideces o dedicándose a estupideces o hablando
estupideces; o fingiendo ser felices y creer en todo ese gigantesco montón de
basura de la igualdad y el feminismo y la perspectiva de género.
Sin embargo el
punto de partida y de llegada es el mismo: en el fondo saben que ellos son el
pelele y no pueden no saberlo. Como no puede no saberlo el varón actual que
vive permanentemente dentro de un gran ritual de quema del pelele y siente ese mismo oscuro malestar.
Como un ejemplo
particularmente desagradable de estas “celebraciones” recuerdo el vídeo de un
“ritual de magia abortista” en el que un pelele del tamaño de un feto era
golpeado, hecho blanco de escupitajos vejado de varias maneras antes de ser
quemado por “machista” y “patriarcal” y “asesino” y demás flatulencias mentales
que las “nuevas brujas” (ellas mismas se definen así) repetían festivamente,
alegremente, en compañía de seres de aspecto masculino no menos entusiastas que
sus compañeras. Por cierto que dando forma humana al pelele de trapo,
reconocían que para ellas el feto es ya un ser humano (para representar un
simple grumo de células, como fingen creer, bastaría una bola de trapo sin
brazos ni piernas ni cabeza) y por tanto reivindicaban derecho de vida y muerte
sobre él en virtud del poder del Santo Coño.
Eran personas jóvenes,
apenas salidas de la adolescencia, pero nos equivocaríamos en considerarla simplemente
una gamberrada o cosas de muchachos sin importancia. Muy al contrario era un preciso
ritual operativo de odio contra la maternidad y contra el hombre, un conjuro
mágico en sentido propio (porque la magia es poder sobre las mentes) contra la
vida y contra el futuro. Y no son cuatro trastornadas sino la expresión de
potentes fuerzas que actúan en nuestra sociedad, invisibles a los necios que no
ven más allá de sus narices.
El pelele quemado
era, aquí también, la representación de los pobres peleles que jaleaban el
aquelarre; el ritual de escupitajos y vejaciones la expresión simbólica del tratamiento
que reciben a manos de sus amas, aplaudido y coreado por ellos mismos en un perverso juego de espejos
autorreferente.
¡Bailad, peleles
de carne, bailad el baile del Santo Coño! ¡Bailad mientras os queman en efigie y
agradecéis vuestra vida de esclavos y pedís perdón por haber nacido con pito!
¡Bailad, bailad, malditos!, como rezaba el
título de una vieja película. Porque son, ellas y ellos, los malditos de la
no-vida y la negación del futuro. La quema en efigie
del feto, símbolo de la vida, del futuro y de la renovación, es elocuente. Son
el no-futuro, el agujero negro de la civilización del cual nada puede salir.
O quizá
simplemente un desagüe de alcantarilla que se ha atascado y ha rebosado
inundándolo todo. Bien pensado, quizá sea ésta la imagen que mejor describe
tantos aspectos de la sociedad actual y mucho de lo que está sucediendo.
MAX ROMANO
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