domingo, 6 de octubre de 2019

LA CABEZA EN LA CAJA, LAS PERRAS DE PAJA Y EL HUMOR NEGRO CON PERSPECTIVA DE GÉNERO






Artículo publicado en El Correo de Madrid

Los aficionados a la crónica negra y truculenta habrán degustado con placer el episodio reciente de la mujer que, al parecer, asesinó a su compañero y tras unos meses le hizo llegar a una amiga su cabeza en una caja. Es que hay mujeres que no se lo toman nada bien, cuando el hombre quiere dejarlas; se revelan, literalmente, mujeres de armas tomar.

Naturalmente no habrá ningún minuto de silencio por el asesinado y decapitado por parte de nuestras mediocres administraciones con perspectiva de género. Nunca lo hay en estos casos, como nunca lo ha habido ni lo habrá por los niños asesinados por mujeres.

Pero sí que ha habido una tertulia televisiva donde se hablaba del caso de la cabeza en la caja, de manera ligera, cómica, casi simpática, ironizando. Parecía que estaban comentando alguna película de bajo presupuesto de esas que uno ve con los amigos para desternillarse de risa por lo mal que están hechas.

Que no se me entienda mal. No tengo nada en contra del humor negro; el humor auténtico es cruel, puede y debe ser ofensivo; el humor negro en particular ha acompañado siempre a la humanidad. Pero la crueldad ha de ser para todos. Porque como es casi banal observar, si la decapitada hubiera sido ella maldita la gracia que le habría hecho a nadie; no sólo se habrían convocado minutos de silencio con perspectiva de género sino que las instrucciones dadas a los contertulios habrían sido de signo opuesto: cargar las tintas sobre la crueldad y la maldad de los hombres, en vez de banalizar el suceso, como les han ordenado en este caso siendo la cortadora de cabezas una mujer.

Los participantes en esa tertulia televisiva ni siquiera son culpables de una especial malignidad, ni manifiestan un nivel de infamia fuera de lo común; encarnan sólo la horrible mediocridad conformista de la sociedad actual y no son ni mejores ni peores que el resto de la chusma televisiva, la chusma mediática y la chusma política.

Simplemente han expresado una verdad social de nuestro tiempo: que el varón no vale lo mismo que la mujer, que está permitido reírse del hombre y sus males mientras, muy al contrario, cualquier cosa que moleste a una fémina es un delito de lesa majestad.

Esta es la soberana mierda de sociedad en que vivimos y éste es el repugnante doble rasero actualmente vigente. Por todo ello es un deber cívico y una obligación moral boicotear, sistemáticamente, cualquier minuto de silencio, cualquier manifestación de repulsa y cualquier iniciativa que tenga que ver con esa emergencia inventada llamada “violencia de género” porque detrás de ello se esconde, siempre, la guerra contra la masculinidad y la persecución del varón.

¿Hasta cuándo? ¿Cuándo empezaremos a respirar aire puro y desaparecerá este doble rasero? Nunca mientras dure esta sociedad de castrados mentales, pusilánimes, mediocres y perras de paja.

¿Perras de paja? Sí porque esto es el poder femenino y la sociedad hembrista: un dominio de perras de paja cuyo poder se basa exclusivamente en haber anulado al hombre, convirtiéndole en un pelele patético, un borrego conformista, un guiñapo mental, intelectual y moral. Las perras de paja no tienen nada que proponer, ningún contenido de civilización, son capaces sólo de dominar sobre un mundo de peleles.

Las mujeres tomarán la posición que mejor consideren. Pero para los varones, la situación ya no admite medias tintas ni neutralidades: se es un pelele o se es un hombre. Y el criterio para distinguir unos de otros es perfectamente claro, de una pureza casi apolínea: es pelele quien acepta los criterios y las vigencias actuales, es hombre quien reconoce que vivimos en una tiranía feminista que odia la masculinidad; naturalmente con la obligación implícita de luchar contra ella y derribarla.

MAX ROMANO

domingo, 22 de septiembre de 2019

LAS MUJERES SON MÁS TONTAS QUE LOS HOMBRES. LO ESTABLECE EL MONOPOLY FEMINISTA.




Artículo publicado en El Correo de Madrid


Así como suena: va a salir una nueva versión del juego que se presenta como un “monopoly feminista” porque las reglas dan una ventaja a las mujeres. Naturalmente cada uno jugará como le venga en gana pero las reglas son las que son. Si es que no se trata de una broma, pero aunque así fuera diría la verdad, involuntariamente, sobre lo que realmente significan el feminismo y la “paridad”: regalarles privilegios a las mujeres.

En referencia a las reglas del juego, evidentemente asignar 240 “dólares” a las féminas y 200 a los hombres cuando pasan por la casilla de salida es exactamente lo mismo que afirmar la incapacidad de la mujer para jugar en igualdad de condiciones; tratándose de un juego intelectual y no físico, equivale a decir que la mujer es más tonta.

¿Cuánto más tonta? El diseño del juego asigna a las mujeres un 20% de discapacidad mental porque las féminas necesitan un 20% de ventaja para competir con el varón (40 puntos de ventaja sobre 200), con perdón por lo poco elaborado del razonamiento. Seguramente un juego perfecto para alguien que quiera enseñarles a las niñas que son más estúpidas que sus compañeros varones. Además en este juego el varón siempre quedará mejor parado: si gana dirá que es a pesar de la desventaja, si pierde a causa de ella: en cuanto a la fémina, se podrá decir de ella, si gana, que es porque partía con ventaja, en cambio si pierde a pesar de la ventaja debe de ser realmente torpe…

Naturalmente hay otras cosillas en el juego, como invertir en “inventos creados por mujeres” lo cual se aprovecha para colar, de tapadillo, falsificaciones feministas. Por ejemplo lo de que el wifi fue “inventado por una mujer” es algo que sólo puede “venderse” a lectores desinformados. Hedy Lamarr, además de ser hermosa y dotada actriz, hizo contribuciones a unos desarrollos técnicos que muchos años después harían posibles tecnologías inalámbricas como el wifi, bluetooth, etc. Sin quitar ningún mérito a esta mujer, efectivamente fuera de lo común, ni fue la única que contribuyó en este campo ni mucho menos “inventó el wifi”. Una más de las muchísimas manipulaciones y tergiversaciones feministas que circulan, repetidas hasta la saciedad hasta que pasan por ser la verdad.

Volviendo al 20% de discapacidad intelectual que estima el monopoly feminista para la mujer, la situación recuerda a esas partidas de ajedrez donde un maestro jugaba con un jugador de nivel muy inferior, al cual se asignaba una ventaja de una o dos piezas para que tuviese al menos una oportunidad. Pero aquí la desigualdad era aceptada, asumida desde el principio, y nadie soltaba estupideces sobre igualdad y “empoderamiento”.

Una analogía algo mejor sería una carrera de velocidad donde a los blancos se les diera una ventaja inicial para que pudieran competir con los negros. Así los atletas blancos tendrían la oportunidad de vencer, pero creo que ninguno con un mínimo de dignidad aceptaría una competición así.

Siguiendo en esta línea, una imagen más extrema será útil. Imaginemos otra vez una carrera donde, junto a atletas bien formados y entrenados, participen también cojos, contrahechos, gordos y vagos incapaces de disciplina física que reivindican el “derecho a ganar”. Para darles una oportunidad y lograr el ideal de igualdad, el segundo grupo arranca decenas de metros por delante y al final, efectivamente, llegan todos más o menos igualados. Sucede también que uno de los discriminados positivamente, mórbidamente obeso (de forma menos cursi el gordaco de toda la vida) y con derecho a la autoestima, obtiene la tercera posición por los pelos; como además resulta ser un poco retrasado se pavonea impúdicamente y hace ostentación de su medalla frente a los verdaderos atletas a los que ha “vencido”.

Esto no es lo que yo pienso de la mujer, que quede bien claro. Pero sí es lo que piensa de la mujer el feminismo de los privilegios y de la discriminación positiva.

Y saliendo un poco del tema, es también una imagen que captura toda la miseria de la sociedad igualitaria.

MAX ROMANO

miércoles, 18 de septiembre de 2019

EL DÍA DE LA MADRE, EL PROFESOR DE FILOSOFÍA Y LA GUERRA CONTRA LA MATERNIDAD







Artículo publicado en El Correo de Madrid

Dos episodios relacionados entre sí: uno con algo de repercusión en los medios, el otro absolutamente privado. Cada uno a su manera, nos abren una pequeña ventana de comprensión sobre el mal profundo de la sociedad actual.

El primero, un anuncio publicitario en ocasión del Día de la Madre que generó una de las polémicas más estúpidas que yo recuerde y dio pie a que el gobiernuzo de taifas valenciano, dominado por las hordas de la degeneración, iniciara un expediente sancionador. Supongo que quedó en nada, pero el aviso estaba dado. El problema con aquella publicidad era que presentaba a las madres como “muy entregadas”, “poco egoístas” y “sin quejas”. Más allá de la finalidad comercial, a su manera se trataba de un elogio a las madres y transmitía una visión positiva de la maternidad. Cuesta trabajo ver qué había de malo en ello, pero fue suficiente para provocar ataques incontrolables de urticaria, a esos que están siempre al acecho y van a la caza de “estereotipos” y de “sexismo”; como los cerdos que se usan (o se usaban) para encontrar las trufas enterradas donde nadie más puede hacerlo, ellos son capaces de hallar sexismo y estereotipos en lugares insospechados.

El segundo episodio fue protagonizado por un profesor de filosofía que, en su clase de instituto y como parte de un discurso más general, tuvo la osadía de hablar positivamente de los valores de la maternidad y su importancia para la mujer. Esto le valió una reprimenda por parte de sus superiores y fue parte de los motivos (puramente ideológicos) por los que posteriormente perdió su trabajo. Se trata de un pequeño episodio que no es un caso aislado ni anómalo, sino que representa la situación general: el “golpea a uno para educar a cien” de siniestra memoria se ha reciclado como una consigna no escrita del actual sistema educativo, un tabú que prohíbe mencionar la maternidad como algo positivo o reivindicar sus valores. Quien lo hace es reprendido o represaliado, como le sucedió a este profesor.

En los dos casos que he comentado hay necedad, retorcimiento y deformación mental, sectarismo, ceguera. Todo ello es verdad y sin embargo si nos quedáramos aquí no llegaríamos al fondo de las cosas. En efecto hay necedades no casuales sino orientadas, retorcimientos y deformaciones mentales no al tuntún sino bien dirigidos, sectarismos no gratuitos sino con una finalidad precisa.

Lo que estamos viviendo es algo más grande y que trasciende el ámbito puramente individual. Estamos ante una campaña masiva, capilar, permanente contra la maternidad; la existencia de esta campaña revela la de un poder que la proyecta y ejecuta, invisible pero no tanto y que de cualquier manera se revela por sus efectos; es capaz de censurar la publicidad, las palabras de los personajes públicos, el contenido y el discurso de los medios; puede imponer directivas de obligado cumplimiento a los colegios para que las chicas no reciban mensajes positivos acerca de la maternidad, articulándose en una represión directa contra cualquiera que se salga del guion de obligado cumplimiento.

Desgraciadamente esta campaña antimaterna ha calado hondo en la mentalidad de la mujer moderna, que ya no ve la maternidad como una alta misión y una posibilidad vital de realización sino como un impedimento y un obstáculo.

Naturalmente, esto denota la total falta de criterio y de personalidad de la mujer media actual. La emancipada de todo y de todos. Pero tan limitada mentalmente que ha apurado hasta las heces y con entusiasmo la gran copa de vulgaridades, de miserias intelectuales, de paupérrimos criterios de medida e ideales de vida que le han vendido. No sólo se ha dejado convencer de que debe dejar de ser sí misma y competir con los hombres en todo, sino que además se ha dejado convencer de la estupidez definitiva: que la única cosa que ella puede hacer y los hombres nunca podrán, la maternidad, es demasiado poco para ella.

Este esfuerzo sistemático para llevar a las mujeres al rechazo de la maternidad, para lograr que las mujeres no quieran tener hijos, es un envenenamiento de nuestro presente y un sabotaje de nuestro futuro, una guerra criminal y canalla contra nuestra civilización. Todos los que colaboran en ello: movimientos políticos, intelectuales de la degeneración, féminas desviadas, eunucos mentales, cobardes colaboracionistas; todos ellos forman la gran chusma que está destruyendo nuestro futuro, la horda oscura portadora de una cultura de la muerte y de la nada, los artífices del gran aborto que amenaza acabar con nuestro porvenir sin darle siquiera el tiempo de nacer.

MAX ROMANO