sábado, 22 de enero de 2022

UNDÉCIMA LÍNEA DE NECROSIS DE UN OCCIDENTE ENFERMO. LA ALIENACIÓN MENTAL QUE SE PRETENDE DE NOSOTROS

 




Entre las numerosas obras de carácter distópico que han sido escritas a lo largo del tiempo, de muy desigual valor, destacan cuatro de manera especial: Nosotros de Evgueni Zamiátin, Un mundo feliz de Aldous Huxley, Fahrenheit 451 de Ray Bradbury, 1984 de George Orwell. Las podemos considerar como las cuatro grandes distopías del siglo XX y las comento con cierto detalle en mi libro Crónicas de un Occidente enfermo.

Cada una de estas obras tiene algo que decirnos, pertinente para nosotros en este momento histórico que vivimos; pero aquí y para ilustrar la undécima y última “línea de necrosis” de nuestra época nos fijaremos en 1984 y particularmente en el concepto orwelliano de doblepensar. Como veremos ilustra a la perfección el carácter perverso de la corrección política y el progresismo en general.

Doblepensar significa mantener dos ideas contradictorias en la propia mente, con absoluta sinceridad y convicción. Tomando prestado un ejemplo de la novela de Orwell, la doctrina oficial requiere creer firmemente que las leyes físicas, como la ley de gravedad, son válidas sólo porque el Partido así lo quiere y pueden ser anuladas a voluntad. Por otra parte, los cálculos para que los aviones no se estrellen y los misiles lleguen a su destino se hacen como es debido, según las mismas leyes físicas que el otro rincón de la mente piensa que son relativas y dependen de la voluntad del Partido.

Pues bien, doblepensar requiere la capacidad de sostener ambas cosas al mismo tiempo; no se trata de hipocresía ni de afirmar una verdad oficial creyendo lo contrario, sino de construir dos realidades incompatibles en la mente creyendo en ambas y aplicando el “principio de oportunidad” por así decir en las relaciones con el mundo fuera de nuestra mente. Esta destrucción del principio de realidad da un sabor peculiar a la parte final de la novela de Orwell y podría dar una impresión de irrealidad; sin embargo es precisamente uno de los puntos en que Orwell acierta plenamente.

Para ver cómo la pesadilla de Orwell se está convirtiendo en realidad volvamos al tema de la igualdad de género (tercera “línea de necrosis”, que nos proporciona un buen ejemplo, tomado del libro de Alicia Rubio Cuando nos prohibieron ser mujeres… y os persiguieron por ser hombres. La autora ha tenido una larga experiencia como profesora de Educación Física y nos habla de cómo, en la enseñanza de esta materia, se utilizan lógicamente baremos diferentes para varones y mujeres; esto se hace necesario para tener en cuenta las grandes diferencias fisiológicas, de rendimiento, fuerza, resistencia y flexibilidad. Como también sucede en el deporte de competición: se utilizan baremos diferentes, perogrullescamente, porque somos diferentes.

Sin embargo incluso Perogrullo es un pensador demasiado difícil para el políticamente correcto. Sucede que chicos y chicas no se comportan de la misma manera ni escogen las mismas actividades, a pesar de una machacona y estúpida campaña por la igualdad de género en los deportes, impertinente hasta el punto de pretender decirles a los niños, en el colegio, a lo que cada uno tiene que jugar. Los resultados de estas campañas grotescas son nulos o limitados, en cualquier caso inferiores a las expectativas de los fanáticos doctrinarios de la igualdad; entonces, para explicar entonces el fracaso de su igualdad de género, los educadores y quienes tienen relación con este mundillo se agarran a clavos ardiendo, se inventan explicaciones peregrinas y ridículas, insisten cansinamente en el disco rayado de los estereotipos. Cualquier cosa con tal de no reconocer que existen divergencias fisiológicas y psicológicas fundamentales entre los sexos, cualquier cosa menos reconocer que somos diferentes.

Ahora bien, la existencia de estas diferencias es un dato de hecho incluso para estos doctrinarios; no es sólo que lo sepan sino que forma parte de su práctica cotidiana desde el momento en que ellos mismos usan baremos distintos para hombres y mujeres, en las competiciones deportivas y en la educación física. ¿Cómo es posible al mismo tiempo usar estos baremos en la práctica y para todo lo demás ignorar estas diferencias? Por un acto de negación de la realidad y práctica del doblepensar.

Me he extendido un poco sobre este punto para hacer comprender que en las obsesiones del progresismo, no sólo en la igualdad de género sino en todo lo demás, hay algo más que el hecho de pretender obligarnos a aceptar una verdad oficial. El progresismo ni se conforma con esto y no le basta la simple hipocresía de quien dice una cosa y piensa otra.

Lo que el progresismo quiere es algo mucho más siniestro: el convencimiento a la hora de negar una realidad que tenemos ante los ojos; la manera de hacer esto es la práctica del doblepensar manteniendo compartimientos estancos en la mente. Esto es lo que se pretende de nosotros y, me temo, en muchas personas realmente lo han conseguido.

En efecto, volviendo a los profesionales de la educación física, tengo la horrible sospecha de que muchos de ellos crean sinceramente en la igualdad de género y al mismo tiempo en la necesidad de aplicar baremos distintos en las pruebas físicas. Si esta sospecha es cierta, no estamos hablando simplemente de la imposición de una verdad oficial, sino de una verdadera forma de alienación mental.

A esto lleva la negación del principio de realidad y la confusión de la moral con la verdad, éste es el significado verdadero de la corrección política: una forma particularmente perversa de alienación mental que, naturalmente, combate y reprime rabiosamente, cuando llega al poder, a todos aquellos que no comparten esta alienación.

MAX ROMANO

 

viernes, 14 de enero de 2022

DÉCIMA LÍNEA DE NECROSIS DE UN OCCIDENTE ENFERMO. EL SISTEMA DE CONTROL TOTAL Y REPRESIÓN IDEOLÓGICA EN NOMBRE DE LA LIBERTAD

 


Todos los fenómenos que han ido apareciendo en las precedentes líneas de necrosis en buena medida son también políticas que los lobbies y las oligarquías ocultas nos quieren imponer, como he comentado repetidamente. Muchos perciben la degradación que esas políticas están vertiendo en la sociedad y, por tanto, no son aceptadas sin resistencia.

La apertura de fronteras y la sustitución étnica, las agendas de las varias lobbies del género estropeado incluyendo la manipulación sexual de nuestros hijos por degenerados sexuales, la degradación de la cultura y la educación; todos estos son temas fundamentales que tocan cuerdas profundas, provocan reacciones. Existe por tanto, siempre, la amenaza de una rebelión abierta contra estas agendas. Por muy intensa que sea la propaganda, por muy perfeccionado y potente que sea el sistema de hipnosis para rebajar el nivel de conciencia y hacernos comulgar con ruedas de molino, nunca se logrará apagar del todo el sentido de lo recto y lo torcido, eliminar y sofocar completamente valores humanos básicos. Y cuanto mayor sea el alcance de las aberraciones, cuanto más grandes sean esas ruedas de molino, mayor será la resistencia. Hasta el punto de que, como ya empezamos a darnos cuenta, el enemigo principal de las oligarquías psicópatas que nos gobiernan son principalmente sus propios ciudadanos; en los años venideros esta realidad será cada vez más evidente.

De esta manera, se hace necesario recurrir a la represión y al control sobre la población, o al menos contra esa parte de población que no han logrado hipnotizar del todo. Con varios pretextos y razones peregrinas se nos vigila y controla cada vez más en nombre de nuestra seguridad: cámaras por todas partes, espionaje electrónico, dinero electrónico rastreable, sistemas expertos (bajo el pomposo nombre de inteligencia artificial) que hacen innecesario colocar un ser humano detrás de cada cámara o micrófono. Dentro de poco todos los coches deberán llevar de fábrica un localizador, se nos dice que para informar de accidentes en tiempo real y mejorar la asistencia; pero el verdadero objeto, naturalmente, es saber en cada instante dónde está y dónde ha estado cada coche.

No se ve un límite a esta deriva hacia el control y la vigilancia total, aceptada por la población de una manera irreflexiva y totalmente conformista como una auténtica masa de borregos. Aunque sean borregos emancipados de todo y de todos.

El fanatismo de las restricciones a causa de la “pandemia” que no es tal, el delirio liberticida para imponer la vacunación a toda la población, la represión histérica de las voces disidentes en este tena, son algunas cuestiones muy actuales que muestran las costuras malamente disimuladas de este sistema de control total, son descosidos en la retórica de la libertad y la autonomía individual que se está revelando por lo que vale. En particular es grotesco observar cómo las gritonas del “mi cuerpo, mi decisión” aceptan dócilmente que se les imponga la inoculación de productos experimentales introducidos en sus cuerpos, cuyos efectos a largo plazo nadie conoce y que ya están demostrando efectos nocivos.

Eso por un lado. Por otra parte se introducen cada vez más delitos de opinión o “delitos de odio” como si los sentimientos se pudieran, o debieran, fiscalizar por parte de la magistratura. Los “delitos de odio” y el “discurso de odio” son expresiones en clave para indicar las ideas prohibidas, que se salen del rango que el sistema ha acotado como aceptable. Y es que el sistema de control del pensamiento en las sociedades democráticas actuales consiste en limitar el rango de opiniones admitidas, para dentro de este rango permitir el debate y la confrontación, aparentemente vivos pero totalmente insignificantes.

En cuanto a las opiniones que caen fuera son reprimidas, por las buenas o por las malas. Esto se ha practicado siempre, por supuesto, pero hoy se disfraza mejor que en otras épocas. De cualquier manera, hoy en día la fabricación por los medios de la “realidad percibida” hace casi innecesaria la censura abierta.

De esta manera, el control del pensamiento y de la opinión es perfectamente compatible con un régimen de libertades formales y se obtiene una masa contenta de esclavos enjaulados que no ven ni siquiera la propia jaula.

MAX ROMANO