lunes, 21 de marzo de 2022

¿PUEDE OCCIDENTE DOBLEGAR A RUSIA CON LA GUERRA ECONÓMICA?

 

 



Las consideraciones del artículo anterior exploraban los posibles escenarios después de que terminen las hostilidades; nadie sabe cuándo será ni cómo será resuelta esta situación, pero independientemente de ello entramos en un mundo nuevo, una era de conflicto abierto no sólo militar, sino en varias otras dimensiones.

No dedicaré mucha más atención a las groseras manipulaciones y la propaganda de guerra de bajo nivel omnipresente el nuestros medios; excepto para apuntar nuevamente que no veo claro, ni mucho menos, que los rusos sean tan incompetentes como nos quieren hacer creer. Menos aún es creíble que sean un “tigre de papel” con reservas y capacidades muy limitadas, como parece ser el convencimiento de muchos. Lo que yo veo en todo ello es mucha auto-complacencia occidental y una repetición acrítica de todo lo que viene de fuentes ucranianas; pero también y sobre todo, una actitud constante de subestimar a Rusia.

Ello es evidente no sólo en el terreno militar sino en el económico y el político, apurando diría incluso en el psicológico y en el cultural. Y es que el globalismo occidental parece convencido de una serie de cosas cuando menos muy discutibles:

Que puede hundir a Rusia con sus sanciones económicas, expulsando al país del globalismo a tela de araña en cuyo centro están las élites financieras angloamericanas, como si nada ni nadie pudiera sobrevivir fuera de éste.

Que sancionando a oligarcas y empresas van (por así decir) a “vencer y convencer”, demostrando que “el crimen no paga” y poniendo en dificultades al gobierno ruso, o incluso provocando una lucha interna.

Que con las ridículas sanciones culturales, el histerismo de masas que han alimentado, la constante propaganda en sentido único y las operaciones de guerra psicológica (PSYOPS) van a convencer a los rusos de lo malos que son; o al menos van a convencer de ello a los rusos “buenos” poniéndoles en la humillante situación de deudores morales para que se revuelvan contra su gobierno.

Sin duda estas líneas de guerra no convencional perjudicarán a Rusia y le crearán graves problemas. Ahora bien, si miramos las cosas con más atención, no sólo es muy dudoso que de esta manera se consiga hundir y humillar al país euroasiático sino que, además, todo ello bien se puede volver como un boomerang contra el sistema del globalismo occidental, sabotear la creación de esa tela de araña, debilitar la resistencia de sus hilos y en realidad permitiendo a Rusia escapar de ellos.

Dejando el tema del boomerang para el siguiente artículo me ocuparé aquí de la cuestión más limitada, pero más actual y decisiva en este momento, de si Rusia puede sobrevivir económicamente a la hostilidad de Occidente, al bloqueo económico y financiero, en breve a la guerra económica que acaba de empezar y no terminará ciertamente con el cese de las hostilidades  militares. Me parece que entre nosotros, sin duda a causa de ciertas anteojeras mentales persistentes, se comete un grave error de valoración y se menosprecia a Rusia; se la considera una nación económicamente débil, que necesita a Occidente, que poco más o menos terminará mendigando volver al redil.

Contribuye a este error óptico el excesivo peso, en general, que le damos al PIB cuando es una medida útil pero que no vale para todo. El PIB de Rusia es bajo relativamente a otros países occidentales, sobre todo teniendo en cuenta el tamaño y población del país. Sin aburrir a los lectores con estadísticas económicas, baste saber que es unas quince veces inferior al de EEUU y del mismo orden de países como España, Corea del Sur, Australia o Canadá.

¿Significa eso que se trata de un país, hablando en general, quince veces más débil económicamente que los USA, que ha de tener el mismo peso que España, Canadá o Australia con las implicaciones industriales, políticas y militares de esa baja colocación en el ranking mundial?

De ninguna manera es lícito este razonamiento de grano tan grueso que viene de tomar esta medida macroeconómica al pie de la letra y darle un valor absoluto. El PIB hablando en términos sencillos mide el volumen de la actividad económica de un país, el valor de la producción de bienes y servicios. Tiene una relación, desde luego, con el bienestar económico y la riqueza de su población, con la capacidad de mantener un aparato militar y con la fortaleza de su economía en un mercado global; pero no es lo mismo y esa relación no es tan directa como parece.

Para empezar, si consideramos el PIB en paridad de poder adquisitivo (PIB PPA) es decir corregido con el nivel de precios general en el país, el PIB ruso es bastante mayor y se acerca al de Alemania. Esta medida es más adecuada si nos interesa el nivel de vida general y también la capacidad de mantener un aparato militar, siempre y cuando el país sea autosuficiente en armamentos como es el caso de Rusia. Sigue habiendo una gran diferencia con EEUU, pero muy inferior a la que parecería considerando el PIB nominal.

Además el PIB mide todos los ramos de la actividad económica incluidos los servicios de un sector terciario que está mucho más desarrollado en Occidente, por no decir hipertrófico; hay que preguntarse si mucha de esa actividad económica es realmente importante o necesaria o, por así decir, simple hojarasca generada precisamente por el paradigma del crecimiento económico a ultranza. Ahora bien por muy difícil que sea definir el elusivo concepto de hojarasca económica (por no hablar de medirlo de alguna forma) está claro que en una situación de crisis, emergencia o guerra híbrida  se separa lo que es hojarasca y lo que no como la ganga del mineral, revelándose la verdadera fuerza económica de una nación.

Que la verdadera fuerza económica de Rusia es mayor de lo que parece es evidente considerando parámetros industriales como la producción de acero (al nivel de los EEUU) y la extracción de importantes materias primas como petróleo, gas, carbón. La industria militar es la segunda en exportaciones del mundo con la mitad del volumen de EEUU y además Rusia es un suministrador importante de varias materias primas estratégicas. Por tanto no está en una posición tan débil como parece, tanto en lo relativo a la fortaleza interna de su economía, como en sus posibilidades de comercio exterior, sus riquezas naturales, su agricultura; sin olvidar que tiene una población con un alto nivel de educación y no es segundo a nadie en nivel científico y tecnológico.

La verdad es que Rusia tiene suficientes recursos materiales, intelectuales y económicos para volver la espalda a Occidente. Sobre todo cuando hay países muy importantes están dejando claro que no van a aceptar imposiciones ni a tolerar que les digan, desde Washington, con quién pueden comerciar y con quién no. China, India y Pakistán están marcando el camino, con acuerdos comerciales y maneras de mitigar o eliminar la dependencia de los sistemas bancarios y financieros controlados por Occidente. Quizá Rusia no sea totalmente autosuficiente, sin pagar un precio prohibitivo, pero desde luego no parece que vaya a encontrarse aislada del resto del mundo; por mucho que los medios se hayan apropiado de la expresión comunidad internacional como seudónimo de Occidente o incluso solamente Estados Unidos.

Hay sin embargo un campo donde Rusia parece tener una debilidad importante: los componentes electrónicos avanzados y los chips que no produce en grandes cantidades. La producción mundial de estos componentes está mayormente situada en países asiáticos como China y Taiwán, pero actualmente depende, en manera decisiva, de patentes y herramientas que controla la superpotencia americana. Que por tanto podría ensayar un bloqueo de suministros de estos componentes electrónicos.

Esto sería grave en cuanto a la electrónica de consumo y la investigación en alta tecnología, al menos en un primer momento. En cuanto a la industria y tecnología militar rusas, habrían sido muy negligentes si no tuvieran una solución para ese talón de Aquiles. Aparte de lo anterior, otros países son también capaces de desarrollar o copiar esas tecnologías en caso necesario,  y sacudirse esa dependencia tan condicionante; algo que sería incentivado por las necesarias injerencias y el control que sería necesario ejercer en la producción y la economía de terceros países, China por ejemplo, para lograr de verdad que Rusia se quedara sin componentes electrónicos avanzados.

Terminando ya este artículo algo prolijo y considerando todo lo anterior, la respuesta a la pregunta con la que he comenzado me parece claramente negativa: Rusia no sólo puede resistir a un Occidente hostil sino que una parte de ese Occidente (Europa) tiene bastante que perder con ello, mientras que otra (EEUU) saldrá beneficiada. Rusia no va a colapsar económicamente por ello, como parecen pensar los analistas occidentales, que en su arrogancia y petulancia globalista-neoliberal, dan por fracasado e inviable un país que no siga sus parámetros y se ponga fuera del sistema occidental.

Dejo para el siguiente artículo el examen de otras razones, algo más sutiles y menos evidentes, por las que esta guerra híbrida del globalismo para castigar a Rusia, en realidad debilita las bases mismas sobre las que basa su poder y su proyecto de Nuevo Orden Mundial.

MAX ROMANO

martes, 15 de marzo de 2022

LA GUERRA QUE QUERÍA EL GLOBALISMO Y LOS UCRANIANOS COMO CARNE DE CAÑÓN

 


 

Tras dos semanas de guerra, la verdad es que no conocemos demasiados detalles sobre la marcha de las operaciones: los medios rusos dan muy pocos detalles, los occidentales una ininterrumpida avalancha de propaganda y manipulación que no da casi ninguna información real, los ucranianos una serie de afirmaciones triunfalistas; las páginas especializadas de análisis son algo más útiles, pero la gran mayoría son occidentales y nos dan siempre algo que está a medio camino entre una cobertura objetiva y un panfleto de la OTAN.

Lo único que sabemos es, aproximadamente, el avance de las tropas rusas y desde luego, aunque nadie conozca realmente los planes de operaciones y objetivos últimos, el progreso parece bastante lento. El Kremlin sigue diciendo que todo va según lo planificado pero no dan detalles, los occidentales sólo nos propinan manipulación de bajo nivel y los ucranianos afirman continuamente que los rusos están totalmente empantanados y sufriendo bajas catastróficas.

Yo no tengo más información que cualquier lector de este medio; desconozco tanto la marcha real del conflicto, los planes rusos, las pérdidas reales, el potencial real de Rusia y de ucrania, los detalles de lo que está pasando. Pero algo de lo que nos llega lo podemos desbrozar con simple sentido común.

En una guerra donde no hay una gran diferencia tecnológica entre los bandos y los defensores disponen de miles de armas antitanque y antiaéreas portátiles, no sólo se origen soviético sino occidentales y modernas, el ejército atacante necesariamente tiene que sufrir bajas de cierta entidad. Ahora bien, tampoco parece cierto que estén cayendo helicópteros y aviones rusos a puñados y blindados a centenares; de ser así las redes estarían totalmente inundadas de este tipo de vídeos y no es así en absoluto: los que vemos son siempre los mismos y sin duda conoceríamos todos estas supuestas desastrosas pérdidas rusas, puesto que parece haber por todas partes drones y móviles grabando.

También parece bastante absurda la pretensión de que los rusos se estén quedando sin tropas o sin armas, lo que me parece más bien una tesis autocomplaciente que no tiene ninguna base real, una grotesca forma de subestimar a Rusia.

El avance parece lento y seguramente encuentra fuerte resistencia, pero dudo que nadie pensara ocupar en dos semanas Ucrania, un país mayor que España con 44 millones de habitantes y muchos núcleos urbanos. Sin contar con que lleva desde 2014 siendo preparado militarmente por los países occidentales, quienes sabían que este momento llegaría y han trabajado para ello; si no los lacayos de la UE seguramente las élites ocultas que han orquestado desde el principio el enfrentamiento entre ucranianos y rusos.

Para tener una referencia de comparación que puede ser útil, en la segunda guerra del golfo Estados Unidos tardó casi mes y medio en conquistar el país, aunque la resistencia posterior se prolongó durante años. Sin embargo en aquel caso era infinitamente mayor la ventaja del invasor, tanto en tecnología como en calidad de los ejércitos; sin contar con que Ucrania goza de un suministro garantizado de armas portátiles modernas occidentales.

Seguramente las cosas no estén saliendo tan bien como Moscú planeaba; pero me parece también que se trata sólo de la mitad de la historia. El ejército ruso, al contrario de lo que pretende la propaganda occidental por no decir la ucraniana, me parece que está operando bajo instrucciones de limitar en lo posible las víctimas civiles y la destrucción del país atacado, lo que probablemente tiene un precio tanto en bajas como en rapidez del avance.

Y esto no por cuestiones éticas en las que no entro, sino simplemente porque es la línea que tiene sentido políticamente, pues arrasar el país (cosa que podrían hacer seguramente) dejaría sin sentido las mismas razones por las que han emprendido esta guerra. Ahora bien, como no tiene ningún sentido para los rusos castigar a la población civil, sí tiene perfecto sentido para los ucranianos castigar a esa parte de su propia población que es  más favorable a Rusia; de hecho llevan haciéndolo ocho años, desde el 2014.

Para Ucrania las víctimas civiles son un activo político y de propaganda, para Rusia es exactamente lo contrario. Por todo ello, cuando rusos y ucranianos se acusan recíprocamente de atacar a la población civil e impedir las evacuaciones, me parecen más creíbles los primeros y no porque sean los “buenos” sino por una cuestión de simple lógica.

Lo anterior nos lleva a cuál puede ser el objetivo final de la invasión rusa: la ocupación total de Ucrania o “solamente” una victoria militar que permita a Rusia imponer condiciones políticas, anexionándose o controlando ciertos territorios como las provincias de Donetsk y Lugansk. Repúblicas a las que habitualmente se refieren los medios como  autoproclamadas porque, según la despectiva propaganda occidental, cuando la voluntad de un pueblo no es la que “debe ser” entonces esa voluntad es autoproclamada, que en caso contrario es una voluntad democrática.

Pero hay más territorios prevalentemente rusos en la Ucrania geográfica: en todo el Este y Sur del país sin ir más lejos, en ciudades como Odessa y Kharkov; habría que ver si prevalece el sentimiento pro o anti ruso en según qué lugares. Sólo el Oeste de Ucrania es clara y decididamente antirruso y aquí es importante recordar la historia, porque gran parte de Ucrania occidental era polaca hasta el 1945 y fue anexionada por la Unión Soviética de Stalin.

Podríamos pensar que este tipo de cosas ya no sea importante después de 80 años, pero no es así como nos recuerda el caso de los países bálticos. Estonia, Letonia y Lituania formaron durante mucho tiempo parte del imperio de los zares, tuvieron 20 años de independencia tras la revolución bolchevique pero fueron ocupados por la Unión Soviética en 1940, además de sometidos a un parcial proceso de rusificación forzada, con la introducción de población rusa. Pero incluso así, cuando cayó el comunismo 50 años después no dejaron de aprovechar la ocasión para independizarse; del mismo modo, incluso hoy después de dos generaciones, la Ucrania occidental no es lo mismo que el resto del país y es perfectamente comprensible que la hostilidad contra Rusia sea mayor allí.

Todo ello condiciona los escenarios posibles y los objetivos que puede tener Moscú. Una ocupación militar completa de Ucrania parece difícil, o imposible visto cómo están marchando las cosas. Además tendría que hacer frente a una hostilidad continua en gran parte del país y a una resistencia que gozaría del apoyo occidental en armas y en dinero para realizar llevar a cabo una campaña de terrorismo (desde el punto de vista ruso) o de lucha por la libertad (desde el otro). Militarmente un pantano, políticamente una ocupación pura y dura, económicamente una ruina.

Otra posibilidad es la división en dos zonas de influencia al estilo de Corea: una Ucrania occidental y otra oriental, lo cual es perfectamente posible y cuya viabilidad política depende de la actitud hacia Rusia de las poblaciones ucranianas interesadas.

En fin, el objetivo mínimo es la anexión de las repúblicas ya en secesión y posiblemente algún territorio más, pero ello dejaría al resto de Ucrania completamente en el bando occidental y enemistado con Rusia durante al menos una generación; políticamente sería una derrota y un resultado muy magro para el esfuerzo y el precio pagado por Rusia. Lo que está claro es que todo lo que quede fuera de la ocupación rusa va a unirse militarmente a Occidente es decir el bando enemigo, la posibilidad de un Estado neutral ha desaparecido.

Todo ello dependerá de la evolución militar del conflicto y de las fuerzas reales en juego, que en gran medida desconocemos. Pero las élites ocultas que manejan Occidente tras la farsa democrática y la ramera UE han obtenido ya resultados importantes, para los que han trabajado durante años: arrastrar a Rusia a una guerra, excavar un foso de odio y enfrentamiento entre rusos y ucranianos, enemistar a Rusia con Europa. Con ello han dado inicio a una nueva fase de la gran guerra del globalismo contra las patrias, contra Rusia y contra la verdadera Europa distinta de la ramera UE.

Estos resultados políticos ya han sido obtenidos, usando a los ucranianos como carne de cañón en un diseño que comenzaron a actuar en 2014 y que perfectamente podemos considerar una guerra no convencional o guerra híbrida como se ha comenzado a llamar, en la cual la militar sólo es una de las dimensiones y ni siquiera la más importante.

El resultado de hundir a Rusia, sin embargo, dudo que vayan a conseguirlo, menos aún consolidar la hegemonía del mundialismo. En efecto en más de un aspecto, los procesos que acaban de empezar pueden llevar a que les salga el tiro por la culata a las élites globalistas. Será el tema del siguiente artículo de esta serie.

MAX ROMANO

lunes, 14 de marzo de 2022

LAS PROVOCACIONES CONTRA RUSIA Y LA SUPERIORIDAD MORAL DE LOS SANTURRONES DE OCCIDENTE

 

 


 

Reconozco que, antes de que comenzara el ataque ruso, no consideré posible que realmente Rusia fuese a embarcarse en una guerra terrestre clásica, lanzando una ofensiva a gran escala en el territorio ucraniano. Sin embargo sí estaba claro que Moscú no iba a aceptar que la OTAN llegase otra vez (después de las repúblicas bálticas) a un paso del corazón de Rusia; incluyendo poblaciones y territorios que, a causa de las desafortunadas fronteras heredadas de la era soviética, están actualmente bajo soberanía  ucraniana.

Mientras Ucrania era un estado amigo o al menos neutral, el estado de las cosas era aceptable para Rusia. Pero ese equilibrio fue roto en 2014 por uno de esos golpes de estado orquestados por las élites de Occidente, presentados como “revoluciones populares” por ese imperio de los medios del que hablé en el otro artículo, la gran agencia de noticias oficial de Occidente.

Desde entonces la población rusa en Ucrania ha sido maltratada, las escaramuzas y los bombardeos constantes en las dos regiones que tuvieron la fuerza de oponerse al nuevo gobierno anti-ruso. La guerra empezó realmente en 2014, con esa jugada occidental cuyo objeto era provocar el conflicto entre Ucrania y Rusia, utilizando tensiones que ya existían, para enfrentar ambas naciones y enemistarlas. En los últimos meses, la nueva jugada de ventilar el ingreso de ucrania en la OTAN buscaba directamente recrudecer este conflicto y provocar a Rusia, empujándola a una solución militar.

¿Tenía otras opciones Rusia? Nadie está obligado a iniciar una guerra, desde luego; pero Occidente con sus continuas provocaciones ha cruzado una línea en la que Rusia se siente directamente amenazada en su existencia como gran potencia. A nadie se le escapa que la OTAN es una alianza militar hostil a Rusia; además, el objetivo no declarado de las élites occidentales desde la caída de la Unión Soviética, es el de desmembrar la gran nación eslava. Una nación demasiado grande y fuerte aun cuando es débil.

Tan propaganda son los medios rusos como los medios occidentales: nos presentan los puntos de vista de quien está detrás de ellos. En toda la llamada información que se propina a los ciudadanos de Occidente y también en la mayor parte de la opinión, falta el punto de vista ruso; para Rusia este conflicto es casi como una guerra civil, en la que Occidente ha enfrentado a unos pueblos eslavos contra otros; desde la perspectiva rusa, toda la política de Occidente ha sido una agresión geopolítica a gran escala y una serie de provocaciones.

Al menos deberíamos reconocer que en ello hay parte de razón. ¿Qué parte? Concretamente en el caso ucraniano, la parte de verdad expresada por el punto de vista ruso es más o menos igual a la proporción de ucranianos que prefieren Rusia a Occidente; pues esos ucranianos existen y son numerosos, como sin duda son también numerosos los que piensan lo contrario.

La voluntad occidental de desmembrar Rusia y anularla como gran potencia no es una paranoia de las élites rusas, surgida en noches de vodka y blinis con caviar: es un diseño geopolítico real ya avanzado, logrado en parte en el Cáucaso, fracasado en Bielorrusia, medio fracasado en Asia Central. Si Moscú hubiera aceptado la pérdida de Crimea, si permite que Occidente tome el control total de Ucrania, lo siguiente sería ver cómo se fomentan las tensiones internas y el separatismo en la misma Federación Rusa. Recordemos que se trata de un país inmenso y no homogéneo con decenas de pueblos diferentes, con un mapa étnico y un sistema de equilibrio político cuya complejidad es poco conocida en el exterior.

Rusia está combatiendo por su supervivencia como potencia, contra un Nuevo Orden Mundial cuya aspiración al gobierno planetario y la destrucción de las patrias, de todas las patrias, encuentra un obstáculo importante en la existencia y la pujanza de la Federación Rusia.

En toda la cobertura mediática de esta guerra, en todas las actitudes de los voceros de Occidente, resalta una actitud de superioridad moral a priori bastante insoportable, cuya verdadera raíz no es sólo política en el sentido de “estoy con quien me da de comer” sino ideológica. Esta pretensión de representar la Verdad, la Justicia y la Moral con mayúsculas, es lo que hace particularmente intolerable la manipulación y las actitudes de superioridad moral de los santurrones hipócritas de Occidente.

El simple ejercicio de invertir las partes nos lo muestra con claridad: si Rusia u otra potencia, por algún milagro geopolítico consiguiera desestabilizar Canadá o Méjico, colocando un gobierno anti-USA y luego pretendiendo incluir a ese país en una alianza militar hostil, Estados Unidos no tardaría ocho años en intervenir sino ocho semanas, por no decir ocho días.

La hipocresía y doble moral occidental ha condonado invasiones y agresiones recientes, con justificaciones menos válidas que la rusa actual, a miles de kilómetros del territorio americano o europeo, no a las puertas de casa como en Rusia. ¿O nos hemos olvidado de la invasión de Irak y de Afganistán, de las agresiones contra Serbia, la guerra provocada en Libia para derrocar a Gadafi, la agresión fallida hasta ahora contra Siria para derrocar a Assad? Por mencionar sólo las principales.

Las razones esgrimidas por Rusia, en el sentido de querer liberar a los ucranianos de su propio gobierno, pueden parecer un cínico pretexto; pero son verdaderas y legítimas relativamente a esa parte del pueblo ucraniano que, efectivamente, desea ser liberado por los rusos; naturalmente, no lo son relativamente a esos otros ucranianos que no tienen ningún deseo de ser “liberados” con una invasión.

Pero la justificación rusa es al menos tan válida (si no más) como la occidental de haber querido “liberar” a los afganos o a los iraquíes o a los libios: en esos casos lo de “liberar” hay que ponerlo sin duda alguna entre comillas.

Cuántos de los afganos deseaban ser “liberados” se ha visto recientemente, cuando, después de veinte años de “liberación” y cientos de millones en ayuda militar, el gobierno pro-occidental se disolvió como nieve al sol antes de que se marchara el último soldado occidental. La “liberación” rusa de Afganistán fue desde luego mucho más creíble, pues el gobierno comunista que dejaron resistió tres años tras la salida de las tropas soviéticas.

Por lo que respecta a los iraquíes, se sintieron tan “liberados” por Occidente que la oposición militar contra los ocupantes duró años, hasta el punto de que, en una ciudad como Fallujah, para acabar con la resistencia tuvieron que recurrir abundantemente a bombas incendiarias de fósforo blanco, provocando un número de bajas desconocido entre los civiles liberados.

La histeria absurda a la que asistimos, por parte occidental, no se ha visto en ninguna de las invasiones y agresiones por parte de Occidente, por no hablar de las sanciones ad personam que Occidente está adoptando. Castigar a funcionarios y militares de una potencia soberana es una manera de decir nosotros somos los buenos, es la enésima ridícula, impúdica pretensión de darse a sí mismos un certificado de superioridad moral, por parte de los santurrones hipócritas de Occidente.

Podemos hacer la valoración moral que queramos de este conflicto, pero es segura una cosa: nada de esto habría sucedido si Occidente se hubiera abstenido de provocar a Rusia y hubiera respetado el statu quo. Esta desgraciada guerra entre europeos no se habría desencadenado si la Unión Europea no fuera la ramera de Occidente, sometida a las élites globalistas y en particular militarmente a Estados Unidos través de la OTAN. Una alianza militar que expresa intereses occidentales y globalistas, que son contrarios a los de la verdadera Europa.

MAX ROMANO