domingo, 21 de febrero de 2021

POR QUÉ TUS HIJOS DEBERÍAN ESCUCHAR (TAMBIÉN) MÚSICA CLÁSICA

 




No hay nada malo en escuchar otras músicas, por supuesto, siempre que no sean demasiado ofensivas, primitivas o simiescas. Existe talento y buena música en los géneros popular, pop, rock, folk, etcétera. Pero nuestra música clásica contiene en un lenguaje sin palabras, a la vez oculto y a la vista de todos, una gran parte de la visión del mundo y del “alma” europea. No sólo se trata de una expresión particularmente elevada sino, también, un fenómeno único en la civilización humana, a cuya complejidad y riqueza sólo se acerca la música clásica de la India, que sin embargo es una cosa completamente diferente, literalmente otro mundo.

He aquí por tanto y en forma de breve lista, por qué tus hijos deberían crecer escuchando música clásica.

Porque como los antiguos romanos distinguían entre otium y negotium, así ellos comprenderán la diferencia entre el ocio y el negocio, desearán y buscarán realizarse en el ocio en vez de recargar las pilas para que otros hagan negocio.

Porque así aprenderán a escuchar en vez de saturar la mente y los sentidos con un estímulo más.

Porque comprenderán el valor del silencio y la concentración.

Porque aprenderán que la belleza y la profundidad se revelan a sí mismas poco a poco y no de golpe.

Porque liberará su mente del aturdimiento programado y el automatismo embrutecedor.

Porque aprenderán que el tiempo no es cantidad sino calidad; que no hay sólo uno sino especies diferentes de tiempo; ni un número en el reloj ni una sofocante línea recta, sino una curva de libertad que puede moverse adelante y atrás, fluir en círculos y en espirales.

Porque les enseñará a ver matices dentro de los matices y a explorar la fineza de la realidad.

Porque aprenderán que la libertad está en la unión de la fantasía con la disciplina.

Porque les transmitirá un sentimiento del mundo y de la vida, irreducible al mundo de los antivalores de la economía y la materia.

Porque les enseñará que cada instante se extiende hacia el pasado y el futuro, cada uno de manera diferente al anterior.

Porque les enseñará a valorar la excelencia, les vacunará contra el culto a la mediocridad, afinará su mente y su sensibilidad.

Porque les enseñará el lenguaje del sentimiento sin la razón expresa sólo lo que es pueril; que el lenguaje de la razón sin el sentimiento expresa sólo lo que es insignificante y lleva a un absurdo girar en el vacío.

Porque así aprenderán a distinguir entre una cara bonita y una bonita música.

Porque les enseñará a valorar las cosas que duran para toda la vida y también, en el mismo instante, las cosas que se marchitan enseguida y se han de disfrutar en el momento.

Porque les permitirá bajarse, al menos a ratos, del tren enloquecido de esta sociedad neurótica y desquiciada, les ayudará a liberarse del ansia y la impaciencia.

Creo que es suficiente. Y ahora que cada uno escuche lo que le dé la real gana.

MAX ROMANO

viernes, 19 de febrero de 2021

UN PEQUEÑO DICCIONARIO... Y UN CERTIFICADO DE IMBÉCIL

 

 


 

Queridos lectores: puesto que sois personas cabales y con dos dedos de frente, asumo que en algún momento alguien, convencido de expresar un pensamiento y no una flatulencia mental, os ha lanzado con mirada turbia por lo menos una de estas acusaciones: fascista, homófobo, antiguo, casposo, xenófobo, racista, misógino, especista, supremacista, machista

O tal vez hayáis sido discretos en la expresión de vuestras opiniones; hablando de manera figurada, no habéis dado las perlas de vuestras opiniones en pasto a los cerdos, como recomienda el Evangelio. En ese caso quizá hayáis evitado ser apostrofados de esa manera, por parte de esos seres fanatizados, individualistas troquelados en serie, cuya ignorancia es sólo comparable a su arrogancia. Pero aun así, todo hombre o mujer libre ha sentido alguna vez, al menos implícita u oscuramente, que se le etiqueta de esta manera. 

Todos hemos oído hasta la saciedad, en efecto, esta serie de palabras policía con las que, en realidad, se nos quiere decir una sola cosa: existe un pensamiento único y lo que tú piensas está fuera. No se admite porque no es una opinión sino una etiqueta. Como en la expresión viejopensar de la distopía 1984 de Orwell (en mi libro Crónicas de un occidente enfermo comento extensamente esta gran obra) que indica, bajo esta etiqueta colectiva, la no conformidad a la doctrina oficial.

De manera parecida, cuáles sean concretamente las opiniones del “fascista” o del “xenófobo” o incluso cuál sea el significado de estas palabras, carece de importancia. Lo que importa es que ponerles esa etiqueta desacredita las ideas y a quien las sostiene, a los ojos del necio de turno imbuido de corrección política que siempre piensa lo que se espera de él.

De hecho, cuando oigo a alguien usar una de esas palabras para desacreditar, no es que lo imagine, sino que casi veo físicamente escrito en su frente “soy un imbécil” …

Por otra parte hay también quien, sin ser activista o rabioso, es tan políticamente correcto, tan teledirigido en su emancipación y autonomía personal, con su inconformismo tan encauzado en raíles fijos, que jamás le han llamado nada de lo anterior. Los que han alcanzado este nivel de perfección se merecen un certificado de imbécil en toda regla que debería tener valor legal.

Y ahora un pequeño diccionario (muy incompleto) para ver lo que significan estas palabras policía en realidad, por como son usadas.

Fascista. Casi superfluo comentar esto, tan hartos estamos de ver cómo estúpidos ignorantes, que no tienen ni puñetera idea de nada y menos de lo que fue el fascismo, usan esta palabra para referirse a quienes se salen un milímetro de la melaza mental progresista.

Homófobo. Dícese de quienes consideran la homosexualidad una desviación sexual, niegan la equivalencia de sus uniones a la familia natural y rechazan su pretensión, aberrante y frívola, de criar o educar niños. Nada que ver con odio o voluntad de persecución.

Antiguo. Quien no piensa que haya que tirar el pasado a la basura ni que todo lo nuevo sea siempre mejor. En particular no piensa que la gente hoy sea más inteligente ni mejor, ante la evidencia abrumadora de que la generalidad de la gente es cada vez más tonta y limitada.

Casposo. Más de lo mismo, usado particularmente por sujetos jóvenes o de media edad por fuera, pero seniles por dentro y aquejados aún por conflictos adolescentes sin resolver con los padres.

Xenófobo. El que piensa que la patria es identidad y territorio, no unas coordenadas en un mercado global. El que distingue entre la gente propia y la ajena, se reserva el derecho de admisión y no acepta al primero que llegue.

Racista. El que sabe que las razas existen, afirmando sus diferencias como un factor importante en capacidades, inteligencia, nivel social y civilización. Sin dejarse amedrentar por la policía del pensamiento igualitaria y las mentiras que nos impone a la fuerza.

Misógino. Uno que rechaza toda la porquería feminista.

Especista. El que piensa que la esencia del ser humano consiste en estar por encima de los animales y no se siente culpable por haber salido de la animalidad.

Supremacista. El que piensa que las sinfonías de Beethoven son superiores a las danzas tribales.

Machista. El que le lleva la contraria a una mujer.

Y ahora, queridos lectores, no os lo toméis a mal si, como temo, no habéis estado a la altura de ganaros el certificado de imbécil.

 MAX ROMANO

viernes, 12 de febrero de 2021

EL GLOBALISMO SE QUITA LA CARETA PERO DA IGUAL, PORQUE HAN CONVENCIDO A TODOS DE QUE LA VERDAD ESTÁ EN LA CARETA

 



Muchos de nuestros lectores habrán tenido conocimiento del artículo de la revista Time donde, de manera triunfalista y sin pudor ninguno, se reconoce que hubo una conspiración para expulsar a Donald Trump del poder. Implícitamente dándole la razón a este último, si no en las acusaciones de fraude electoral, sí cuando denunciaba un complot contra él.

https://time.com/5936036/secret-2020-election-campaign/

Fueron cambiadas leyes y procedimientos electorales. Fueron reclutados millones de votantes por correo, que finalmente fueron una proporción excepcional y anormalmente alta del voto total. Muchos millones de dólares, concedidos por el Congreso o donados por empresas privadas, se destinaron a financiar la “administración de las elecciones” para que fueran correctas y se celebraran regularmente. Con escasos resultados esto último, por cierto, si recordamos el caos chapucero en el que se hizo todo y se contaron los votos.

El artículo de Time se revela una obra maestra de hipocresía y retorcimiento del lenguaje; más que por comentar el artículo, vale la pena detenernos en el lenguaje empleado, porque es un verdadero ejemplo de Neolengua del sistema y de las formas del poder globalista, además de un insulto a la inteligencia de cualquiera. Un lenguaje que vemos empleado también aquí y lo veremos cada vez más en el futuro.

La campaña contra Trump es llamada “esfuerzo para proteger las elecciones” e incluso “conspiración para salvar las elecciones”. A la censura en las redes sociales se la llama “luchar contra la desinformación”. A la conspiración para expulsar a Trump del poder se le llama “frustrar el complot de Trump para seguir en el poder”.

En resumen, una gigantesca manipulación social y mediática, incluyendo probablemente también fraude electoral a gran escala, es presentada como el esfuerzo de garantizar unas “elecciones limpias”, es decir unas elecciones en las que ganara Joe Biden.

Es decir que: por definición, el presidente no podía ser reelegido; por definición, las elecciones no serían limpias si continuaba en el poder y por definición, dijeran lo que dijesen los votos, Donald Trump intentaría mantenerse en el poder de forma ilegítima.

Esto es lo que habían decidido. ¿Quiénes?

Algunos componentes de esta alianza son mencionados explícitamente: la multinacional abortista y traficante de fetos despiezados Planned Parenthood, los ecologistas de “izquierda caviar” de Greenpeace, la gentuza alrededor del movimiento racista antiblanco Black Lives Matter, además de varias grandes empresas tecnológicas…

En breve, los benjamines de la izquierda cultural y del capitalismo globalista. Una especie de “alianza informal” entre activistas de izquierdas y grandes empresas. ¿Se trata de una alianza contra natura? 

De ninguna manera. La “izquierda” cultural y la “derecha” económica internacionalista son una y la misma cosa. Son las dos caras de una misma moneda, las dos patas de un globalismo que tiene su agenda bien clara: la destrucción de naciones, patrias e identidades, la degeneración social, el hundimiento de la natalidad de las razas blancas, la destrucción cultural de Europa y su invasión demográfica.

La izquierda cultural y el capitalismo global son como dos departamentos de la misma organización; tienen detrás los mismos poderes y simplemente se reparten el trabajo para engañar mejor. Son lo que, en pequeño y a la escala de nuestra política nacional, he siempre llamado la rama descamisada y la rama encorbatada del partido único.

En muchas cosas el globalismo se está quitando la careta y la realidad de las cosas es cada vez más patente para quien quiera verla. Pero quizá se la quite sólo porque ha entendido que da igual llevarla puesta o no: la mayor parte del público prefiere mirar la careta en vez del rostro verdadero, y esa careta sigue siendo para ellos la realidad que guía sus acciones y opiniones.

MAX ROMANO