domingo, 21 de noviembre de 2021

LA TAZA DE ORO Y LA JUSTICIA PUTREFACTA. EL CASO BLANQUERNA Y ALREDEDORES

 



El inodoro de la imagen (quién sabe por qué lo llaman “inodoro”) puede estar revestido de oro todo lo que se quiera, pero lo que va dentro sigue siendo la mierda. Quizá no sea del mejor gusto empezar unas reflexiones de esta manera, pero es la imagen que me viene inmediatamente a la cabeza cuando pienso en la justicia española y sus varas de medir las cosas; en particular en relación a la orden de ingreso en prisión para los autores de la acción en la Librería Blanquerna hace ocho años; acción que duró pocos minutos y en la que, recordemos, nadie resultó herido.

Las palabras altisonantes sobre independencia de la justicia y los principios del Derecho no son más que el revestimiento de oro de una justicia politizada y vergonzosamente parcial. La misma contradicción estridente entre el material noble con el que está hecho el sanitario de la foto y la mierda que va dentro, es la contradicción que hay entre los principios y la práctica judicial no sólo en este caso particular sino en muchos otros.

Será oportuno ver esta noticia en contexto. La condena desproporcionada y aberrante por el acto de la librería separatista es obra de la misma justicia con minúsculas y el mismo gobiernuzo que primero tratan con guantes de terciopelo y luego indultan a Juana Rivas, secuestradora de niños y falsa acusadora de su marido, porque su coño lo vale; que mantiene en prisión a un anciano por haberse defendido en su propia casa de un agresor; que excarcela a políticos golpistas responsables de delitos de Estado contra la nación española; que permite, si no avala directamente, violencias y algaradas izquierdistas o sindicales muchísimo más graves que lo de Blanquerna; que abre las fronteras a hordas de delincuentes y salvajes sin control y los deja libres, incapaz de expulsarlos como debería ser o al menos de quitarlos de la circulación. Y así podría seguir durante largo tiempo.

Desde aquí mi solidaridad y apoyo a los condenados por el caso Blanquerna y en especial a Pedro Chaparro; no porque sea más que los otros sino porque es el único al que tengo el honor de conocer personalmente, cuya posición se ha visto agravada por el “delito” de pedir medio en broma que le dieran una colleja a cierto sujeto, con cuyo nombre no mancharé estas reflexiones.

Por mucho que la justicia se ponga un ropaje de palabras altisonantes, repetidas seguramente con aire grave e importante a los estudiantes de Derecho de primer año, en demasiados casos su actuación no es mejor que el contenido de la taza del wáter revestido de oro.

MAX ROMANO

viernes, 12 de noviembre de 2021

NOVENA LÍNEA DE NECROSIS DE UN OCCIDENTE ENFERMO. EL NIHILISMO DE LA IDENTIDAD

 


 

En paralelo a la crisis de natalidad de los pueblos de Europa, tenemos en curso procesos de sustitución étnica y genocidio cultural; falsamente presentados como un destino inevitable cuando tienen mucho de política deliberada, de proyecto conscientemente perseguido y ligado a ideologías bien identificables. La falta de resistencia frente a estos procesos, la no-voluntad de preservar la propia civilización e identidad, deben considerarse una de las principales líneas de hundimiento del Occidente enfermo. Es lo que se puede llamar nihilismo de la identidad, esa enfermedad espiritual de una cultura que no cree ni siquiera en sí misma.

Como sabemos éste es un tema tabú en los medios y sujeto a creciente censura. Sin embargo la realidad se puede ocultar sólo hasta cierto punto; cada vez más personas están tomando conciencia de los problemas que trae consigo la inmigración masiva, pero no tantas tienen conciencia de la destrucción cultural, identitaria y de civilización que se está operando. Tampoco está claro para muchos que sólo en parte se trata de procesos espontáneos e inevitables: existen fuerzas e ideologías que la favorecen, y probablemente incluso un proyecto bien articulado con una agenda oculta.

Este proyecto tiene como pilares la pérdida de soberanía nacional, la fusión de todas las razas y los pueblos, la pérdida de la identidad cultural en favor de una humanidad-masa, donde no existirán pueblos y culturas diferentes, ni naciones. En particular forma parte de este diseño la sustitución de los pueblos europeos por inmigrantes, lo que equivale a la muerte de la cultura y la tradición de Europa.

Ahora bien, este proyecto infame, que para mí es un proyecto criminal, tiene una premisa indispensable sin la cual no sería posible: la sumisión psicológica de los europeos con un complejo de culpa inducido. Debemos detenernos un momento sobre esto. Este sentimiento de culpabilidad es, naturalmente, un fenómeno patológico y enfermizo que va mucho más allá de la autocrítica o la necesaria reflexión sobre el propio pasado.

El motivo por el que nos hemos dejado dominar por esta culpabilidad inducida es un problema que merece ser estudiado en profundidad. Un factor es sin duda la acción de propaganda de los lobbies culturales que lo han fomentado deliberadamente, que llevan decenios tocando el mismo acorde de la culpabilidad europea y lo malo que es el hombre blanco; las camarillas ideológicas del  llamado marxismo cultural han ocupado la cultura y han impuesto la uniformidad de pensamiento, estableciendo siempre que han podido un sistema de represión de las ideas, que hoy está más vigente que nunca.

Pero tampoco debemos olvidar otro factor, y es que en los pueblos de origen europeo la religión cristiana, con su énfasis en los temas del pecado y de la culpa, ha favorecido una sensibilidad en este sentido y una cierta predisposición para la culpabilidad, que ha sido manipulada y utilizada en mala fe por otros.

Por expresarlo en pocas palabras, una cosa es ser buena persona y otra es dejarse pisotear la cabeza. Y lo que han hecho los envenenadores de las mentes es exactamente esto; pervertir la conciencia moral de nuestra tradición y el constante interrogarse que ésta conlleva, hasta convertirla en un sentimiento patológico de culpabilidad hacia sí mismos, la propia historia y la propia civilización, que rayan en el odio. Y no dejaré de remarcar que la autocrítica ha sido propia del mundo occidental en medida mayor que en otras tradiciones; porque si algo ha sido propio de la civilización europea es la vitalidad de pensamiento, la inquietud y el deseo de reflexionar sobre sí misma.

Es cierto que la llamada globalización, la tecnología y todos los cambios acelerados que vivimos constituyen un elemento de disolución y un desafío para las identidades culturales. Las razas, las culturas y las lenguas se han formado en un mundo distinto, pero esto no significa que deban desaparecer y muchísimo menos que sea un destino inevitable; significa sólo que se deben adaptar y vivir en este nuevo mundo.

Volviendo al proyecto mundialista de la destrucción de las fronteras y las identidades, que nos quieren presentar como un proceso inevitable y necesario, hay que precisar cómo están las cosas. Lo único que probablemente es inevitable es la globalización de la información y las comunicaciones, a eso no se le pueden poner puertas. En cambio los bienes y las personas se mueven físicamente, y por tanto se pueden controlar o impedir los flujos, tanto de personas como de mercancías. Quien diga que estamos obligados a abrir las fronteras porque es un destino inevitable nos está mintiendo, por intereses particulares o porque tiene una agenda política oculta. Y éste es el gran enemigo contra el que debemos luchar.

MAX ROMANO

domingo, 7 de noviembre de 2021

OCTAVA LÍNEA DE NECROSIS DE UN OCCIDENTE ENFERMO. EL HUNDIMIENTO DE LA NATALIDAD EUROPEA Y BLANCA.

 




Después de las alturas quizá excesivamente abstractas y lejanas de las últimas consideraciones en la séptima línea de necrosis, vamos a volver la mirada a dos fenómenos mucho más concretos y cercanos a la vida de todos los días, pero directamente relacionados con todo lo anterior.

En efecto, todos los fenómenos aberrantes que caracterizan el Occidente enfermo (algunos de ellos no exclusivos de Occidente) repercuten directamente en muchos aspectos de la sociedad y la política: pero especialmente en dos de ellos que representan una amenaza mortal para el futuro de nuestra civilización. En primer lugar el hundimiento de la natalidad de las poblaciones europeas autóctonas, en segundo lugar (novena línea de necrosis) la falta de resistencia de los europeos a esas políticas de sustitución étnica y genocidio cultural, que nos están imponiendo silenciosamente unas clases dirigentes de felones y vendidos, culpables de traición a nuestra civilización y de colaboracionismo con sus enemigos.

Esta octava línea de necrosis trata de lo primero, la caída de la natalidad, que en Europa los europeos autóctonos y fuera de ella las poblaciones blancas en general, hayan dejado de tener hijos suficientes; no ya para crecer sino simplemente para un reemplazo generacional, es decir para perpetuar la sociedad. La media de hijos por mujer necesaria sería de 2,1 pero la natalidad europea y blanca es muy inferior; en España se tienen 1,2 hijos por mujer, una natalidad totalmente insuficiente. En el otro extremo Francia con 1,8 hijos y la media europea es de 1,6. La consecuencia de esto es que los europeos irán bajando de número y dejando un vacío que los criminales apólogos de la sustitución étnica quieren llenar con no europeos.

Pero la situación es aún peor de lo que podríamos pensar con estos datos porque precisamente, dentro de los países europeos, quienes más hijos tienen son las comunidades de no-europeos, especialmente las provenientes de países musulmanes. La alta (relativamente) natalidad de Francia es debida a que la proporción de población musulmana en ese país es muy alta, como sucede también en Suecia y Reino Unido.

Nos dirán, mintiendo, que la mayor natalidad en esos países tiene que ver con las políticas de conciliación y el apoyo a la familia. Esto es totalmente falso, excepto en países donde efectivamente se apoya a la familia como Hungría y Polonia. La realidad que nos quieren esconder es que existe una relación evidente entre la mayor natalidad y la proporción de no-europeos. Donde hay menos inmigración y más natalidad, como en algunos países del Este europeo, ello se debe bien a que el gobierno apoya la familia, bien a que la sociedad ha resistido en parte la degeneración social promovida por Occidente, que es la causa principal de que los europeos y específicamente las mujeres europeas ya no quieran tener hijos.

Vamos a esto precisamente. Las causas de la caída de la natalidad son varias y muchos factores se pueden invocar. Quizá lo primero que nos venga en mente sea la difusión de un estilo de vida hedonista y egoísta. Esto es cierto pero hay mucho más.

El condicionamiento mental para que centremos nuestra vida en un estúpido afán de posesión de cosas y en el culto de un decorado de imágenes, en detrimento de las relaciones humanas y el sentido del deber.

La falta de apoyo verdadero a la familia por parte de los gobiernos. Me refiero a las familias de europeos, porque a las de no-europeos se las subvenciona y ayuda; los gobiernos de expoliadores y ladrones, extorsionadores de su propia gente, obligan a los europeos a pagar por ello.

La corrupción de menores en las escuelas por la repugnante ideología de género y los lobbies de la degeneración, que se han infiltrado en la educación con el preciso objeto de fomentar la homosexualidad y las identidades sexuales débiles, indefinidas; naturalmente además de facilitarles el trabajo a pedófilos,  pederastas y degenerados sexuales en general. Todo esto sin duda perjudica la natalidad.

Pero sobre todo la ideología feminista que ha desacreditado la maternidad a través de una campaña de propaganda continua y feroz. En efecto, si las mujeres no quieren tener hijos la sociedad no se renueva y la civilización se extingue; es así de sencillo. La campaña contra la maternidad ha prácticamente secuestrado el cerebro de las últimas generaciones de mujeres, hasta el punto de suponer una amenaza mortal para la continuidad de nuestra civilización. La propaganda feminista es por tanto no sólo perversa e infame éticamente, sino sobre todo criminal porque es un arma de destrucción masiva, utilizada para cometer el crimen de sustitución étnica contra los pueblos de origen europeo.

Entrando ya en un plano más simbólico, esta caída de la natalidad indica una falta de vitalidad, no al nivel físico (o no sólo) sino también anímico y espiritual.

A un nivel más profundo que el de las causas que se pueden identificar y analizar, la no-voluntad de tener hijos y sacar adelante una familia es el reflejo de una lesión que afecta la vitalidad a todos los niveles, una zona de muerte que crece dentro de nosotros.

El mundo de zombis de las nuevas masculinidades y del género indeciso y de zombis fémina con úteros vacíos, que cuidan su calidad de vida y su autoestima y están todos muertos por dentro, se encuentra con el mundo de mujeres con los vientres llenos de niños.

MAX ROMANO