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Este artículo fue publicado en El Correo de Madrid
LA TRAICIÓN DE LOS CLÉRIGOS
Recupero esta venerable expresión, título de un libro famoso
hace muchas décadas, para hablar de la Europa de hoy y sus “clérigos” entendidos
en un sentido literal: la jerarquía de la Iglesia Católica y en primer lugar su
máximo representante.
La posición oficial de la Iglesia quedó patente con meridiana
claridad con ocasión de la Pascua, concretamente en el Viernes Santo durante el
Vía Crucis en Roma retransmitido por
televisión a todo el mundo. A lo largo de las varias estaciones hubo las
consabidas lecturas y reflexiones. Sin embargo, lejos de centrarse en lo
espiritual y en el significado de la Pascua, casi todas ellas eran pequeñas piezas
de propaganda cuyo objeto era transformar el acto religioso en un alegato interminable,
insidioso e indecoroso a favor de la inmigración masiva, de la acogida
indiscriminada, de la apertura de fronteras.
Esto se llama traición: a Europa, a sus pueblos y a su
civilización (que es cristiana pero también algo más que esto; por otro lado tampoco
la cristiandad coincide con el mundo europeo). Traición por parte de los
clérigos y de esa corriente del cristianismo actual que ha encontrado una
convergencia ideal con el mundialismo destructor de las identidades,
convirtiéndose así en una fuerza más al servicio de la invasión demográfica.
Para valorar las implicaciones de esto basta considerar algunos
simples datos. Hoy en día la ya densamente poblada Europa tiene 700 millones de
habitantes; África tiene 1.200 millones que a duras penas logra alimentar y ya
están no sólo llamando a nuestras puertas, sino entrando en gran número y
teniendo muchos más hijos que los europeos degenerados, homosexualizados y
feminizados. Además de lo anterior, de aquí al año 2050 la población africana crecerá
en otros 1.200 millones; esto significa que África va a tener un exceso
demográfico de muchos cientos de millones de personas, el cual evidentemente buscará
una salida en Europa.
Es fácil entonces imaginar las consecuencias desastrosas de
un mundo sin fronteras. A largo plazo naturalmente la explosión demográfica se
frenará de una u otra manera, pero no antes de que Europa haya sido sumergida
por África. ¿Escenarios posibles? Quizá una Euráfrica de las favelas, o un
continente de color café con leche donde las razas blancas hayan desaparecido,
o balcanizada en un cuadro de limpieza étnica y guerra racial generalizada. En
el peor de los casos un escenario de persecución contra la minoría de los
europeos autóctonos, que serán objeto de revanchismo, complejo de inferioridad y odio
sanguinario debido a su superioridad cultural y civil.
En cualquier caso nuestro mundo quedará destruido. Esto es lo
que va a suceder si no se detienen y revierten las políticas criminales, favorables
a la invasión demográfica y la colonización étnica de Europa, si vence la ideología
suicida, la mentalidad del yo-soy-tú
y del todos-somos-ciudadanos-del-mundo.
La actitud suicida del
Pontífice y de una gran parte de la Iglesia, junto con los fieles que compartan
esta actitud, define con claridad de qué parte están: junto a los enemigos de
Europa y de sus pueblos. Les reconoceremos la pureza de intenciones, porque su
actitud proviene de motivaciones ideales y su objeto no es la destrucción de
Europa. No obstante, este será el resultado de lo que propugnan.
Pero además de ellos también hay otros que, precisamente, lo que buscan es la muerte de
Europa; en este otro caso cabe hablar de proyecto
criminal contra la identidad y la civilización europea, de oligarquías
psicópatas y lobbies canalla que hay que desalojar definitivamente del poder.
No obstante estas diferencias, que implican evidentemente una
diferente valoración moral, desde el
punto de vista objetivo y político de
la lucha por nuestra civilización, tanto la Iglesia inmigracionista como las
lobbies canalla y sus oligarquías criminales son nuestros enemigos en la
batalla que nos espera, un conflicto decisivo por la supervivencia de lo que
somos, que ya está apareciendo en el horizonte.
MAX ROMANO
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