Me
sorprenden, pero no me impresionan y menos aún las considero motivo para
cambiar de opinión, las declaraciones de Plácido Domingo en las cuales,
aparentemente, reconoce la veracidad de las acusaciones de acoso sexual que una
serie de mujeres han lanzado contra él.
En
su momento dediqué un artículo a este caso, defendiendo al tenor y denunciando
esa caza de brujas que es el llamado movimiento Me Too. Por ello será
necesario volver ahora sobre el tema. No para rectificar nada sino para
reafirmar los conceptos expresados entonces y mi defensa del tenor.
¿Pero
no ha reconocido Domingo ser culpable con sus declaraciones? ¿No es de sabios
rectificar cuando uno se ha equivocado?
En
primer lugar e independientemente del caso personal de Plácido Domingo, siguen
siendo verdades como puños: que bastan acusaciones sin pruebas para hundir la
carrera de un hombre; que existe una infame justicia paralela feminista y
condena sobre la sola base de la acusación de la mujer; que una fémina puede
lanzar acusaciones indemostrables después de años o decenios y es el acusado
quien tiene que demostrar su inocencia, en vez de la acusadora su culpabilidad.
Toda esta basura es el resultado del dominio del feminismo sobre la sociedad
occidental, denunciarlo es una obligación moral en intelectual, aunque el señor
Domingo fuese el hombre más culpable del mundo.
¿Pero
es culpable, y de qué precisamente? Dejaré de defenderle y rectificaré
en este punto (no en el anterior) cuando se demuestre -o él mismo
reconozca- que es culpable de haber abusado de su posición de poder para con
presiones, amenazas o chantaje, forzar o intentar forzar a mujeres para tener
relaciones sexuales. O también, como falta menos grave, que haya intercambiado
favores a cambio de sexo perjudicando a otras personas, pero en este caso tan
condenable sería él como ellas. Mala práctica sin duda esta última, pero que
han existido desde que el mundo es mundo y en las que no existe ninguna
violencia ni acoso, sino un recíproco beneficio; se deberían tratar de la misma
manera que la corrupción (pues se trata de eso) y en las que la fémina es tan
responsable como el varón.
Lo
que no es acoso sexual de ninguna manera es que a un señor en posición de poder
le gusten las mujeres y les haga proposiciones, o que utilice como arma de
seducción su prestigio y su posición. De seducción, no de chantaje,
aunque las mentes deformadas o en mala fe de las feministas sean incapaces de
apreciar la diferencia). Eso es un problema entre el señor Domingo, su señora y
las señoras por él solicitadas, algo que pertenece a las relaciones personales
y no debería ser fiscalizado por la justicia mientras no se cruce la barrera
del abuso de poder.
Lo
que es repugnante y aberrante es que se confunda todo y se meta en el mismo
saco, que deliberadamente no se precise qué es ese “comportamiento inapropiado”
que podría ser tanto un verdadero abuso de poder como una proposición o un
cortejo algo insistente. ¡Qué expresión tan hipócrita y tracicionera, “comportamiento
inapropiado”! Sólo una sociedad deforme y neurótica puede poner al mismo
nivel un chantaje sexual y una relación consentida entre dos personas con
posición jerárquica diferente.
Lo
que es odioso, monstruoso es que el criterio para definir el acoso no
sean comportamientos objetivos, que no haya una frontera definida, sino que sea
la sensación subjetiva de la mujer, que ella se haya sentido incómoda.
Esta locura está ya aquí y cada vez más está sofocando las relaciones humanas.
¿Qué
ha reconocido Plácido Domingo en sus (torpes) declaraciones? Desde luego no ha
reconocido ningún tipo de delito ni de abuso de poder, como puede ver
cualquiera que busque sus palabras textuales. Nada que ver con la manipulación
y tergiversación de sus disculpas que nos han transmitido los medios, que han
tenido fácil juego en transformar unas disculpas genéricas y bastante confusas
en un reconocimiento de culpabilidad.
Ignoro
qué hay detrás de tales disculpas; si es pura confusión mental y una incapacidad
de encuadrar el hecho de que en el matriarcado histérico occidental
(especialmente los Estados Uterinos de América) la iniciativa sexual masculina
se ha convertido en algo perseguible; si es una discutible estrategia de
defensa legal, simplemente el resultado de malos consejos, o si el cantante es
incapaz de oponerse a la neurosis colectiva que se ha apoderado de la sociedad
en que vive.
Naturalmente
las feministas y sus heterodirigidos mentales han exultado ante este mea
culpa: para ellos demuestran la justicia y la necesidad del Me Too, la validez del aberrante
principio según el cual la mujer siempre tiene razón, que “hay que creerla sí o sí” como nos recuerdan las vomitivas palabras,
por todos conocidas, de nuestra vice-empoderada por méritos feministas.
Yo
en cambio considero estas declaraciones como algo mucho más siniestro. Recuerdan
de manera ominosa las autoinculpaciones de los acusados en los juicios
políticos de las purgas estalinistas y los procesos de la Revolución Cultural
en la China de Mao: también allí los imputados se acusaban a sí mismos y
solicitaban su propia condena. Sin ir tan lejos, nos hacen pensar en el reconocimiento
de culpabilidad que exigen aquellos sistemas judiciales, o ambientes, donde no
importa tanto la realidad de los hechos sino que el acusado se someta a unas
reglas del juego precisas que dicen: el sistema es infalible, más vale agachar
la cabeza y pedir perdón si se quieren limitar los daños.
Y
es que las declaraciones de Plácido Domingo tienen exactamente ese sabor. Son
un signo -uno más- de que todo Occidente vive ya en un régimen totalitario
feminista, donde a un acusado de delitos de
género le sale más a cuenta aceptar su culpabilidad y agachar la cabeza que
defenderse. Esto no sorprenderá a nadie: dentro de un régimen totalitario “clásico”
que persigue delitos políticos o ideológicos, un acusado puede defenderse sólo
cuestionando el sistema y esto, naturalmente, es lo que no se le permitirá bajo
ningún concepto.
En
el Occidente actual existen, sin duda, muchas garantías legales y a menudo
excesivas, hasta el punto de que se llega a proteger más al delincuente que a
la víctima, excepto en el caso de que una
mujer acuse a un varón por delitos de género. Se ha ido construyendo poco a
poco un sistema legal de persecución contra el hombre, introduciendo
legislación basura y principios monstruosos (la palabra de la mujer vale más
que la del varón, inversión de la carga de la prueba, centralidad de la
percepción subjetiva de la mujer contra hechos objetivos y demostrables) cuyo
resultado es que, en muchos casos, un hombre se puede defender contra
acusaciones de abuso y acoso solamente atacando y cuestionando el sistema. Y
esto no se puede tolerar, por tanto le será más conveniente declararse
culpable.
Hemos
llegado al punto en que la gente se acusa a sí misma cuando la Gorgona
feminista se lo exige. Ya tenemos aquí y ahora la revolución cultural
femibolchevique contra el enemigo de clase; ya tenemos y son moneda corriente
las grandes purgas de la vagina dentata travestida de justicia contra
los disidentes. Todo ante la indiferencia de una sociedad de papanatas. Y es
que la tiranía sobre las mentes es la mejor policía política, es la fábrica
perfecta de esclavos contentos de serlo que se reprimen a sí mismos.
1 comentario:
Buen comentario, poniendo el dedo en la llaga de una situación que se ha hecho insostenible para los hombres. No disculpo, en absoluto, a Plácido Domingo, pues me parece un cobarde asumiendo ridículas e incongruentes acusaciones como las de "comportamiento inapropiado". Acaso un hombre de su posición, gama, prestigio, dinero y atractivo personal tendría necesidad de babear o imponer sus apetencias sexuales a mujeres de su entorno artístico? Si así lo hizo (como él cobardemente ha confesado), se merece el desprestigio y el boicot a que se le ha sometido. No tiene disculpa. y lo peor es que ha dado alas a mafias feministas como Me Toó para seguir ensañándose contra cualquier hombre con fama y dinero al que se pueda chantajear y desplumar impunemente.Tipos como Plácido nos hacen un flaco favor a los que luchamos contra esa pandemia del feminismo de género.
Un saludo. Erodaín.
Mucha suerte en la presentación de tu nuevo libro.
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