Invitado
por un lector del blog a comentar un cierto artículo de propaganda feminista
aparecido en El País, tras haberlo
leído debo decir que hacía tiempo que no me topaba con algo tan vomitivo. Creo
que vale la pena comentarlo brevemente porque da pie a alguna reflexión
interesante y es una muestra bastante ejemplar los procedimientos y el tono de
la agitprop feminista, con sus burdas
técnicas de manipulación, su inextirpable mala fe y sectarismo.
El
lector que lo haya logrado terminar, resistiendo heroicamente las arcadas, observará
que es el típico artículo que nos propinan un día sí y otro también, cuyo único
objeto es echar fango sobre el varón y crear un clima de opinión favorable para
la agenda feminista de persecución al hombre. Estamos ya demasiado acostumbrados
a esta clase de basura, cuyas miasmas generan la atmósfera mental dominante hoy
en día. Sin que casi nos demos cuenta, penetra en profundidad, hasta el punto
de que nos parece ya natural e inevitable; tanta es la fuerza y el poder de
envenenamiento mental de la propaganda hembrista.
Recorriendo
el artículo en cuestión encontramos la frase clave, que es muy reveladora, quizá
incluso más de lo que le gustaría a su autor, que se quita totalmente la careta:
"Reconozcámoslo: los varones son el mayor
arma de destrucción masiva que ha visto la historia de la humanidad, y hay unos
3.500 millones de ellos por ahí sueltos. Podemos prohibir las armas largas, las
armas cortas, las minas antipersona, las bombas de fósforo o de fragmentación,
las armas bacteriológicas, químicas y nucleares, pero al final estaremos
siempre en el mismo sitio: detrás de cada arma habrá un varón."
Le
falta sólo decir que hay que prohibir el varón pero evidentemente se le queda
en la punta de la lengua.
Es impresionante
cómo se puede caer tan bajo, pero en el fondo no hay de qué sorprenderse: no hay
límites a la degradación y la pérdida de dignidad una vez que se ha interiorizado
la propaganda antimasculina y se ha entrado en la espiral descendente de colaboración con las odiadoras del varón.
Sin
embargo, los colaboracionistas con pene siguen siendo hombres y por tanto jamás
serán aceptados por la secta feminista en igualdad de condiciones. Serán sólo
tolerados. Su destino es ser considerados como tontos útiles, tratados como
basura y descartados cuando ya no sirven. En verdad se engañan bastante si creen
que serán respetados como iguales, por el hecho de obedecer y mover la cola (en
todos los sentidos) a la voz de su ama. En realidad ellos no serán nunca parte
del mundo feminista; siempre deberán pedir perdón por haber nacido varones y se
les aceptará únicamente de manera condicional, en un mundo en que el látigo
estará siempre preparado si mean fuera del tiesto, aunque sean sólo unas gotas.
Volviendo al artículo, cuyo tema central es el carácter
violento del varón, se insiste naturalmente en los crímenes pasionales. En estos crímenes las mujeres son las
víctimas aproximadamente dos veces de cada tres, mientras que una vez de cada
tres son los hombres. Este simple dato, ya de entrada, lo dice todo sobre la
inmoralidad de la repugnante, histérica y falsificadora campaña unilateral sobre
la violencia de género, actualmente
en curso y dirigida únicamente contra el varón.
Claro que esto el artículo no lo dice porque presenta datos
reales de manera tendenciosa, para confundir y dar la impresión de que las
víctimas femeninas en los crímenes pasionales son siete veces más que las masculinas. Un elemental ejercicio, con los
datos citados en el artículo, muestra en cambio aproximadamente que son el
doble. Como confirma por otro lado - siempre de manera aproximada - el número
de muertes reales, cuando uno tiene la paciencia de rastrear algunos datos.
Datos que desde luego no están en primera página, porque la canalla mediática
lleva sólo la cuenta – eso sí con obsesiva atención – de las mujeres muertas y
no de los varones. En línea con las directrices de la secta feminista y la
mafia del maltrato, los medios hacen estadísticas
con perspectiva de género.
Naturalmente, siguiendo las mismas directrices de la verdad
oficial, se justifican siempre los crímenes cometidos por mujeres poniendo
siempre la coletilla de que éstas matan en defensa propia o cuando han sido
maltratadas. Es decir que la mujer es
siempre inocente por definición aunque sea una criminal, y esa mentalidad ha
calado en la sociedad como muestra más de una repugnante sentencia judicial.
Siguiendo con las estadísticas con perspectiva de género, éstas
deliberadamente no se ocupan de cuestiones incómodas, como los suicidios masculinos, mucho más frecuentes que
los femeninos. Y específicamente del aumento de los suicidios masculinos en
relación directa con la intensificación de la persecución contra el varón y la
parcialidad de la justicia, con la introducción de leyes persecutorias y
tribunales feministas de género. Son cosas que conoce bien quien se ocupa del
problema, pero estas informaciones se censuran y ocultan cuidadosamente; la
misma capacidad de ejercer esta censura habla bien claro del poder de la lobby y del éxito que ha tenido en
infiltrarse por todas partes.
Feminismo asesino por tanto y además por partida doble,
porque por otro lado es fácil comprender que el acoso al varón y la injusticia
legalizada provocan que haya más violencia contra la mujer. Que por supuesto es
lo que quiere la mafia feminista del maltrato, porque vive de la violencia
contra la mujer, verdadera o presunta.
Es cierto que la mayor parte de crímenes violentos y
homicidios los cometen los hombres, pero no hay que olvidar que cuando las
mujeres entran en este tipo de “faenas”, si pueden evitan mancharse las manos
ellas mismas y lo hacen por medio de un varón al que utilizan o manipulan para
ello. Sería ciertamente interesante saber cuántos homicidas varones han sido
instigados por mujeres. O también conocer en general, por simple curiosidad, cuántos
crímenes tienen detrás una mujer de una u otra manera. Creo que las
estadísticas de violencia tendrían un aspecto diverso.
No hay que olvidarse tampoco de los infanticidios y los maltratos
contra la infancia en familia, cuya responsable es la madre en una mayoría de
casos. Como el hecho de que los hombres maten más que las mujeres en la pareja
se utiliza para justificar las campañas de violencia
de género, exclusivamente contra el varón, es evidente que sería conforme a
elemental justicia y equidad una campaña, exclusivamente contra la mujer, para combatir la violencia materna. Con carteles de niños torturados o muertos y
frasecitas como estas:
Por favor mamá no
me mates…
Tarjeta roja a la
madre maltratadora…
Cuando ahogas a un
niño en la bañera dejas de ser una mujer…
También serían de agradecer manifestaciones, discursos de
chupatintas inútiles y palabras graves de circunstancia, cuando alguna mujer
mata a sus hijos. Pero por alguna razón, en estos casos ni la conciencia cívica
ni los corazoncitos sensibles de los buenos ciudadanos se dan por enterados.
Pero volviendo a la pieza de propaganda feminista a la que
nos referíamos más arriba, donde se hace
más hincapié es en la guerra. Efectivamente la guerra es cosa de hombres y
siempre lo ha sido. La naturaleza humana es lo que es y al hombre le atrae la
guerra, lo militar y la lucha, incluso cuando sus ideas se lo impiden y debe
cultivar esta inclinación con mala conciencia y a través de vías oblicuas como
la pasión por la historia militar, el modelismo y el coleccionismo militar, o
sucedáneos como la guerra virtual en los juegos electrónicos, o deportes como paintball, softball, las disciplinas de
lucha.
Esta es la realidad humana, por mucho que nos pongan la
cabeza como un bombo con las mujeres
guerreras y los marimachos que quieren jugar a ser soldado. Por mucha
propaganda amazónica que nos propine hoy en día el cine y la televisión, donde
en cada película o serie de acción – siguiendo sin duda alguna una directiva
oculta – aparecen mujeres guerreras en pie de igualdad con los hombres, mientras
sigamos siendo hombres y mujeres las cosas estarán así.
Ciertamente ha habido casos particulares de mujeres
combativas o guerreras, en la historia y en la actualidad, pero eso no quita
para que el instinto guerrero sea cosa propia de hombres. O como mínimo mucho
más propia de varones que de mujeres.
Como afirma el autor italiano Massimo Fini, cualquier
hombre bien nacido frente a la elección entre la guerra y la mujer escoge lo
primero. O si no hay ocasión de coger el fusil prefiere ir al fútbol que, como
el italiano apunta certeramente, es una metáfora de la guerra.
En el discurso feminista, el tema de la guerra es la
acusación principal contra el hombre como arma
de destrucción masiva; en línea con el pensamiento débil y decadente típico
de la progresía, que arremete desde siempre contra la moral y la organización
social patriarcal, machista y violenta. Una jerga que conocemos
bien.
Esta gente parece creer que las mujeres son más pacíficas,
serenas, tolerantes y bondadosas que los hombres. Ante lo cual realmente me
parto de risa. Que la guerra y la agresividad sean sobre todo masculinas
significa solamente que la voluntad de poder de la mujer se expresa de otra
manera, que su agresividad es diferente y - digámoslo claramente - más
retorcida, menos física y directa. Quien cree que un mundo dominado por mujeres
sería un paraíso de bondad, sereno y feliz, se ha fundido el cerebro
totalmente.
Pero dejando de lado las tonterías sobre la bondad de la
mujer para engañar a los despistados, y volviendo a la guerra y la agresividad
como típicamente masculinas, la verdadera cuestión es otra.
La acusación al
varón como portador de guerra a lo largo de la historia, tiene como mentalidad
subyacente un mediocre pacifismo y moralismo que no es sino odio hacia nuestra
historia y nuestro pasado, en definitiva hacia lo que somos. La guerra ha
jugado y juega un papel esencial en la construcción de la civilización y en
cualquier desarrollo civil, político, tecnológico. En la historia es la violencia
lo que ha resuelto más problemas y cuestiones, a pesar del - muy evidentemente falso
- lugar común que pretende lo contrario.
Ha sido la guerra fuerza motriz e instrumento fundamental
para el progreso tecnológico y la ciencia, así como para el hecho político a lo
largo de la historia, es decir la formación de comunidades humanas, naciones e
imperios, para la forja de los pueblos y su identidad, las instituciones y las leyes.
La civilización ciertamente no es sólo guerra,
ciertamente, pero la guerra es inseparable de la civilización y la historia
humana, y nos ha forjado tal como somos.
El hecho innegable de que hoy en día se haya acabado la
época de las guerras clásicas entre grandes potencias, fundamentalmente a causa
de las armas nucleares que la convierten en un juego suicida, no cambia nada de
ello. Seguirán existiendo los conflictos y la lucha porque son el motor de la
historia.
Pero es que no se trata sólo de esto. La guerra y el
instinto agresivo que hay detrás de ella no son más que una expresión y un
aspecto de la creatividad y la iniciativa, que se expresan también en otros
muchos campos, y también han sido masculinas prevalentemente, así como como el
afán de conocimiento y de poder. Todo viene de la misma fuente profunda.
Agresividad, en sentido amplio, no es sólo abrirle la
cabeza a alguien, es también resolver un problema, abrir un camino nuevo,
construir y dar forma a algo donde no había nada, penetrar en los secretos de
la naturaleza. Y sobre todo construir una entidad política, porque la raíz de
la política y la organización social son los conflictos y su resolución, lo
cual como aspecto particular comprende también la lucha.
En
particular hay que notar la ironía de que es la sociedad industrial actual, la que
permite a las feministas berrear en televisión y llevar a cabo sus inútiles y
dañinas actividades en vez de pasar el día acarreando agua y lavando; así como
permite medrar y reproducirse a hombres que desprecian la masculinidad. Estos
lujos están permitidos exclusivamente porque hay un largo camino histórico
detrás de elevación y construcción humana, resultado de la virtus, la fuerza creativa y
política, el poder de formación y movilización de la ética y la cultura
patriarcal, verdadero motor y signo distintivo de cualquier civilización
superior.
Ha
sido la cultura patriarcal, tan despreciada hoy por sus hijos decadentes, ha sido
la iniciativa de los varones y, efectivamente, sus guerras también, las que han
permitido que hoy en día especímenes inútiles de féminas y varones degenerados
puedan remolonear enquistados como parásitos y berrear contra el patriarcado, el fascismo y toda autoridad.
Todo lo anterior no significa, obviamente, menospreciar el
papel de la mujer en la aventura humana, ni mucho menos. No sólo de ellas
depende la tarea biológica fundamental de perpetuar la vida, el cuidado del
infante en los años de dependencia que son mucho más largos en el hombre que en
cualquier animal, sino también en buena parte el cometido de transmitir la
cultura, la visión del mundo, las tradiciones. Es sabido que la primera y más
fuerte influencia que se transmite al niño es la de la madre. Sin olvidar que
ha habido mujeres que han realizado logros de gran importancia en varios campos
y épocas de la historia, así como su influencia sobre los hombres, que cuando
es aplicada de manera positiva ciertamente ha contribuido a elevar a éstos y la
sociedad en su conjunto.
Cierto que a medida que nuestro mundo es más tecnológico
cambia y forzosamente cambia la manera de contribuir a la civilización de la
mujer, como también la del varón. La liberación de gran parte del trabajo
pesado, las situaciones nuevas creadas por la tecnología moderna, han cambiado
las cartas en juego para todos. Sería absurdo pensar que las cosas pueden o
deberían seguir como en épocas pasadas.
Pero la mujer moderna ha empezado en verdad por muy mal
camino en este sentido. Su actitud de competir con el varón a ultranza y
hacerle la guerra es simplemente la expresión de su complejo de inferioridad;
sus pretensiones o más bien exigencias de cuotas, privilegios y trato de favor
por ser mujer, todo ello equivale exactamente, rigurosamente, a reconocer su incapacidad.
Cuanto más griten su victimismo, cuanto más griten
exigiendo cuotas y discriminación positiva, más intensamente estarán poniéndose
ellas mismas la marca de inferioridad respecto al varón; más fuerte estarán
voceando, para que todos lo oigan bien claro, que en cualquier comparación van
a salir perdiendo.
Como reconoce una feminista como Camille Paglia - que es
feminista pero no estúpida como otras – la sociedad es creación de los hombres,
y aún hoy sobre ellos recae la carga más pesada de su funcionamiento y
conservación. Esta autora en cierta ocasión afirmó que si hubiera sido por las
mujeres, viviríamos aún en cabañas de paja.
¿Y
es tan malo esto? Más de uno entre nuestros feministas y adoradores de la Madre
Tierra podría pensar que no es tan malo, y aspirar a (o lamentar la pérdida de)
un paraíso igualitario-uterino-matriarcal de paz y amor, una especie de comuna
hippie neolítica.
Pero
mucho me temo que las sociedades primitivas y “naturales” no sean especialmente
respetuosas con los derechos de la mujer, ni libres de tabúes, ni paraísos en
la tierra pacíficos e idílicos.
En
una vida realmente primitiva, ya emancipada de la animalidad pero aún
embrionaria como vida humana, podemos tener de todo, desde la pura ley de la jungla
del salvaje que le abre la cabeza a otro y se lleva a rastras a su mujer por el
pelo, al jefe de la tribu que elige las mujeres que quiere. Y desde luego los
medio hombres no tendrían la oportunidad, no ya de decir chorradas sino de
subsistir, y menos aún de reproducirse. Para ellos, como para las mujeres
inútiles, el único uso provechoso sería el puchero caníbal.
En fin
que la vida primitiva apenas salida de la Madre Naturaleza puede ser muchas
cosas, pero seguramente no un paraíso feminista y progre. Y para bien o para
mal, las leyes y las instituciones que superan y mitigan la ley de la
violencia, las estructuras políticas y civiles que nos han elevado sobre la
vida feral, han sido obra también de
la violencia, de la guerra y, muy especialmente, sobre todo de la ética patriarcal y del machismo.
Claro
que, concluyendo ya, uno puede condenar la civilización humana en bloque, el
ser humano como destructor del ambiente y del equilibrio natural. Pero entonces
debería ser coherente y lamentar la reproducción de la especie humana como
portadora del mal. En este caso, evidentemente, la mayor arma de destrucción
masiva sobre este planeta no sería otra que la mujer.
4 comentarios:
Un reciente caso:
https://www.youtube.com/watch?v=o45xe8b9FOw
El artículo en cuestión: "El varón, arma de destrucción masiva", a parte de ser vomitivo está lleno de mentiras y no tiene fundamento científico-biológico alguno, cumple con el oficialismo feminista, la demagogia y lo irracional para seguir fomentando el descrédito contra los hombres.
Yo siempre he comparado la agresividad masculina a la de un tigre, y la femenina a la de una sierpe. Por algo se dice "el veneno es el arma de la mujer y el cobarde". Además, lo de que la "civilización judeocristiana patriarcal" es la más violenta es una trola como una montaña, ya que estadísticamente (los porcentajes tienden a la objetividad respecto a los factores tecnológicos y de números brutos) son mucho más violentas las sociedades primitivas, paganas y melánidas que el Occidente de paja que estas enfermas mentales gustan de atacar:
http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/2/23/War_deaths_caused_by_warfare.svg
Notad que en el porcentaje occidental se incluye a USA, que según estas histéricas que criminalizan la legítima defensa como Dios manda (léase libretenencia de armas al modo II Enmienda) tendría que disparar el porcentaje, pero ¡sorpresa! no lo hace, demostrando la falsedad de sus acusaciones políticamente progrectas (de hecho el porcentaje de atracos es muy superior en la prohibicionista Europa, y en USA por ej se ve como algo rarísimo que te atraquen en tu propia casa, debido a leyes geniales como el "stand your ground"). Por cierto, que mientras que todo el "diálogo" tontolerante progre no ha conseguido frenar el bullying entre escolares, en Florida han dado con un método que digan lo que digan es 100% eficiente:
http://www.washingtonpost.com/blogs/answer-sheet/post/teen-who-killed-bully-to-go-free-under-stand-your-ground-law/2012/01/07/gIQAjpybjP_blog.html
Esto a mí me parece GLORIOSO, esto es justicia, y es que la violencia es la única forma de poner en su sitio a los subhumanos amorales: el razonamiento verbal solo funciona con personas que poseen la inteligencia y la moralidad precisas para apreciarlo. Pero claro, un izquierdista (que como decía Unabomber no es tanto una ideología como un tipo psicológico, un tipo con la amígdala atrofiada según los descubrimientos científicos) es incapaz de razonar, dado que la defensa del socialismo se basa en última instancia en la negación sistemática de la realidad. Nájera no estaba desencaminado cuando hablaba de la “debilidad mental del marxista”. Además, en España en particular y en Occidente en general existe un problema de acomplejamiento en la derecha y en las iglesias oficiales, que piensan que por intentar ir de tolerantes y ser más progres que los progres estos los van a respetar, lo cual evidencia una supina incomprensión de la naturaleza izquierdista: mi consejo es que se desengañen, los izquierdistas son totalitarios por naturaleza y jamás van a respetar a nada ni a nadie que se salga de sus esquemas, por tanto lo que la derecha y las iglesias tienen que hacer es olvidarse de concesiones absurdas e inútiles y volver a ser lo que siempre han sido: una alternativa consistente para la gente de bien. Este artículo lo explica maravillosamente:
http://www.stormfront.org/forum/t737592/
Aunque esté colgado en su foro WN su autoría es liberalconservadora.
Saludos cordiales - VIVA CRISTO REY
Cuánta razón, cada palabra. Es como si me hubieses leído el pensamiento.
Muchos saludos Oso, excelente blog.
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